Para alcanzar nuevas victorias, debemos llamar a los cuadros del Partido a quitarse de encima los fardos y poner la máquina en marcha. “Quitarse de encima los fardos” quiere decir liberar nuestra mente de las numerosas cargas. Muchas cosas pueden convertirse en fardos, en cargas, si las encaramos de manera ciega e inconsciente. Por ejemplo: quien haya cometido errores, puede sentirse irremediablemente agobiado por ellos y caer en el abatimiento; el que no haya incurrido en errores, puede creerse irreprochable y volverse vanidoso.
La falta de éxitos en el trabajo puede provocar pesimismo y desaliento, en tanto que los éxitos pueden engendrar arrogancia y altanería. Un camarada que tenga corta historia de lucha puede con ese pretexto eludir responsabilidades, y un veterano, considerarse infalible por su largo pasado de lucha. Los camaradas obreros y campesinos, orgullosos de su origen de clase, pueden mirar a los intelectuales por encima del hombro, y estos últimos, por poseer algunos conocimientos, menospreciar a los primeros. Quien posea conocimientos especializados puede considerarlos como capital para envanecerse y despreciar a los demás. Hasta la edad puede servir de motivo para presumir: un joven que se tenga por inteligente y capaz, puede despreciar a los viejos, y un viejo, por su rica experiencia, despreciar a los jóvenes.
Todas estas cosas pueden convertirse en cargas, en fardos, si las encaramos de manera inconsciente. Una razón importante por la cual algunos camaradas se colocan por encima de las masas, se separan de ellas y cometen repetidos errores, es que llevan sobre sí semejantes fardos. Por consiguiente, examinar qué fardos lleva uno a cuestas, quitárselos de encima y así liberar su mente, constituye uno de los requisitos indispensables para mantener estrecha ligazón con las masas y cometer menos errores. (…)
“Poner la máquina en marcha” significa usar como se debe el órgano del pensamiento. Alguna gente, pese a que no lleva ningún fardo encima y tiene el mérito de estar vinculada con las masas, no sabe reflexionar, no quiere usar su cerebro para pensar mucho y duro, y por ello tampoco puede cumplir bien su tarea. Otros se niegan a emplear su cerebro, porque el fardo que llevan entumece su inteligencia. Lenin y Stalin aconsejan constantemente aprender a pensar, y nosotros debemos aconsejar lo mismo.
El cerebro, esa máquina, tiene una función específica: pensar. Mencio dijo: “El oficio de la mente es pensar”. Dio así una definición acertada de la función del cerebro. Debemos utilizar el cerebro para pensar cada cosa cuidadosamente. La expresión: “Frunció el entrecejo y le vino a la mente una estratagema”, quiere decir que la mucha reflexión engendra sabiduría. Para acabar con la práctica de actuar a ciegas, tan difundida en nuestro Partido, debemos estimular a nuestros camaradas a pensar, aprender el método analítico y cultivar el hábito del análisis. Y en nuestro Partido, este hábito está muy poco desarrollado. Si nos quitamos de encima los fardos y ponemos en marcha la máquina, si nada nos agobia y sabemos reflexionar, nuestra victoria será segura.
Hoy N° 1804 04/03/2020