Noticias

19 de January de 2011

El 14 de enero, tras cuatro semanas de movilizaciones, paros y enfrentamientos con las fuerzas represivas, el pueblo tunecino volteó a Ben Alí, en el gobierno desde 1987.

Rebelión popular en Túnez

Hoy 1352 / Las masas derrocaron al presidente Ben Alí

Una revuelta popular tumbó el gobierno en Túnez. En este país del norte de África, habitado por cerca de 10 millones de personas, desde mediados de diciembre se viene desarrollando una gigantesca oleada de movilizaciones, enfrentamientos con la policía, paros, y hasta ataques informáticos, contra el gobierno de Zine Abidine Ben Ali, en el poder desde 1987.

Una revuelta popular tumbó el gobierno en Túnez. En este país del norte de África, habitado por cerca de 10 millones de personas, desde mediados de diciembre se viene desarrollando una gigantesca oleada de movilizaciones, enfrentamientos con la policía, paros, y hasta ataques informáticos, contra el gobierno de Zine Abidine Ben Ali, en el poder desde 1987.
El 17 de diciembre pasado Mohamed Bouaziz, un joven desempleado de 26 años, se inmoló frente al ayuntamiento del pueblo de Sidi Bouzid. Lo hizo después de que la policía le confiscó su puesto ambulante de frutas y verduras. Bouzaiz murió en el hospital el 6 de enero. Las protestas y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad comenzaron en esa región, cuya economía se basa en la agricultura, y se extendieron a varias ciudades del país norteafricano.

Desempleo y corrupción
Túnez atraviesa un creciente desempleo, que afecta a cerca del 13% de la población, cifra que asciende a 30% en el caso de los jóvenes, producto de la política de un gobierno corrupto que intenta descargar las consecuencias de la crisis sobre las espaldas populares. Ben Alí, que por un lado reprimió todo tipo de oposición política, llevó adelante un proceso de privatizaciones concentrando la economía.
Los monopolios imperialistas europeos beneficiados con estas privatizaciones, principalmente de Francia, pero también de España, Italia y Alemania, Bélgica, Reino Unido, y Holanda , hicieron “la vista gorda” al enriquecimiento de la familia presidencial, particularmente de los Trabelsi (Leila Trabelsi es la mujer de Ben Alí).
Con la crisis económica internacional, a partir de 2008 comenzaron a caer los ingresos por divisas provenientes de la industria textil, del turismo y los fosfatos. Creció el desempleo, y la política represiva del gobierno. Por esto la inmolación del joven Mohamed Bouaziz fue el disparador de una gigantesca oleada de descontento popular.
Las primeras marchas se desarrollaron en Sidi Bouzid, ciudad natal de Bouaziz, y se extendieron por toda la región. El 24 de diciembre murieron dos manifestantes por la represión policial en Menzel Bouzayane, una localidad ubicada en el centro del país. El gobierno acusó a los estudiantes y cerró las universidades. Entre mediados de diciembre y el 14 de enero, se habla de más de 70 muertos en enfrentamientos con la policía y los grupos parapoliciales de Ben Alí.
La represión no detuvo las protestas, que se extendieron a la capital tunecina los primeros días de enero de este año, en medio de una huelga general convocada por los sindicatos y partidos opositores.
El gobierno primero reforzó la represión con decenas de detenciones, y luego realizó promesas de cambio, como la creación de 300.000 puestos de trabajo, como anunciara Ben Alí por televisión el 10 de enero. Tres días después, el pueblo seguía en las calles, y las empresas de la familia presidencial fueron objeto de la ira de las masas. Fueron quemados y saqueados supermercados y otras empresas de los Trabelsi.
La pueblada no pudo ser detenida ni con el toque de queda impuesto el 12 de enero, y pese al crecido número de muertos, la gente no se movía de las calles, unificada en una consigna: ¡Fuera Ben Alí! En una última maniobra, el 13 de enero Alí anunció que renunciaba a su reelección en 2014 y prometió “cambios políticos”.
La movilización no cedió, y el 14 de enero, con miles de personas en la calles de la capital rodeando el Ministerio del Interior, al grito de “Ben Alí asesino”, éste tuvo que huir del país. El ejército, si bien salió a las calles, hasta ahora no ha actuado reprimiendo a las masas.
Caído Ben Alí, y tras unas horas en la presidencia del primer ministro, asumió Fuad Mabazaa, presidente del Parlamento, y del mismo partido gobernante que el presidente depuesto.

Final abierto
En estos días recrudecen los enfrentamientos de sectores populares con la policía adicta al régimen, la guardia presidencial y los grupos parapoliciales. Han aumentado el desabastecimiento y los saqueos, en muchos casos alentados por los esbirros del presidente depuesto.
En muchos barrios de la capital tunecina se han organizado grupos de autodefensa, que combaten contra los represores, que llegan en autos sin patente. Pero no sólo hay resistencia.
Según algunos informes, sectores de las masas se organizan, se arman, controlan barrios enteros, y detienen a los adictos a Alí. En las comunicaciones juega un papel fundamental la comunicación por Internet. Dice Alma Allende, en una artículo publicado en rebelion.org: “En casa, a partir de las 10 de la noche, mientras se escuchan a lo lejos, en Montfleury y Hay el-Khadra, ráfagas aisladas de metralleta, Amín organiza un centro de información; una especie de teleoperador de guerra que se comunica con los distintos frentes a través de Internet. Todos reportan minuto a minuto las evoluciones de la lucha sobre el terreno. Entre los barrios se ha organizado una especie de competencia para ver cuál de ellos detiene más coches de asesinos.” Y agrega “Hay tensión, miedo, angustia, pero también determinación en la victoria. Lo que parecía una revolución cabalgada por un golpe de Estado se está convirtiendo poco a poco en una guerra”.
Sectores de la oposición burguesa están negociando un gobierno de “unidad nacional” con parte de los seguidores de Ben Alí. Esto es rechazado por organizaciones populares. Miles de jóvenes se mantienen en las calles, y se están empezando a dar revueltas populares en otros países árabes como Argelia, Libia, Jordania y Egipto, lo que aterra a las clases dominantes árabes, y a las potencias imperialistas.
La situación es muy inestable, “pero el pueblo tunecino resiste”, y no está dispuesto a que le arrebaten sus conquistas. Como ha dicho uno de los líderes opositores, Sadri Khiari “No hay opresión sin resistencia”. Apareció en la escena política un factor nunca tenido en cuenta por los analistas, dice Khiari: “El pueblo. El pueblo que desobedece. El pueblo que resiste en la oscuridad de la vida cotidiana. El pueblo que cuando es olvidado demasiado tiempo se hace recordar al mundo e irrumpe en la historia sin previo aviso”.