Llegamos casi a fines de marzo y aquello que se sabía ineludible nos alcanzó. El contagio masivo de coronavirus en el mundo y las diversas experiencias indican que el “aislamiento social” resulta, en este momento, la estrategia preventiva de mejor efecto. Sin embargo, es de gran importancia un breve relevo de las condiciones en las que esta situación nos encuentra en la provincia de Tucumán. En medio de la creciente emergencia sanitaria mundial, justamente los trabajadores de la salud tucumana junto a los docentes se convertían ya a fines de febrero, en la punta de lanza de un creciente y masivo reclamo gremial. Reclamo que ponía de manifiesto no sólo la precariedad laboral del sector, sino de todos los estatales. A lo mencionado agreguemos la epidemia de dengue que afecta gravemente a nuestra provincia.
Cuidarme es cuidarnos… decía una trabajadora de la psicología social, cuando le preguntaban sobre el impacto subjetivo de esta Pandemia. Por supuesto que podríamos incluir también el miedo, la incertidumbre, la angustia por los más vulnerables. Sin embargo, la consigna mira hacia adelante y nos pone en acción colectiva, la única manera de gestar salud mental.
Por esa conciencia de que somos parte activa y necesaria en la estrategia social, miles, millones estamos en nuestras casas y hemos restringido considerablemente las tareas habituales. Sin embargo, sabemos que hay otros miles que no pueden cumplir igual con tamaña consigna porque “la casa” es un lugar con muchas personas en poco espacio, o porque quedarse quieto implica perder los recursos diarios. Así, nuestra “vida normal” ha cambiado, y cuando pensamos en los días que vienen el panorama no mejora, más personas enfermas, posiblemente la continuidad del aislamiento y no estamos seguros de cuánto más.
Lo nuevo desconcierta, a la incertidumbre propia de una Argentina en crisis hace décadas, con enfermedades que aquejan a los más pobres, casi en silencio, se suma este virus que parece incontrolable y que si bien no distingue clase social sin duda impactará de peor manera en los que menos tienen. La nueva crisis sanitaria angustia y al mismo tiempo nos exige nuevas respuestas; lo que parecía inmutable y eterno debe cambiar. En eso estamos.
La vida cotidiana tiene la característica, por rutinaria, de facilitar el ocultamiento de algunos rasgos de la realidad; algunas dimensiones del ser se hacen invisibles ante las necesidades más urgentes y/o más valoradas desde los sectores que diseñan la organización social. La propagación tan veloz de esta Pandemia, la cuantificación de personas que fueron víctimas fatales del desastre, rompe con la naturalización de lo cotidiano y puede llevarnos a pensar en esas dimensiones de la vida que habitualmente no nos ocupan.
¿Quiénes somos? Cómo llegó el ser humano (hoy por fin, también aparecimos las humanas!) hasta este año 2020, por cuántas situaciones difíciles pasaron nuestros abuelos y abuelas, padres y madres y nosotros mismos. Guerras, en sus distintas formas, desastres naturales, migraciones… y en nuestro país, hace sólo 44 años, la persecución y tortura al pueblo, por parte del Estado dictatorial reaccionario y fascista. Ante todas estas situaciones hubo respuesta organizada, lucha activa y colectiva, contra los distintos enemigos y sus múltiples maneras de mostrarse. Ninguna de estas crisis dejaron de tener algún tipo de estrategia comunitaria como respuesta. Pueden paralizarnos por momentos, a algunos de manera particular; pero la organización de la comunidad y la solidaridad se abrieron y se abren paso en los peores momentos.
Confiar en esta capacidad para encontrar soluciones juntos, es quizá la mayor tranquilidad y al mismo tiempo el compromiso y desafío por delante. No estamos en la casa esperando una solución “mágica”, que vendrá de “algún” lugar. Sino que estaremos cada una, cada uno en el lugar que debemos estar, atentos a los requerimientos prácticos, materiales e intelectuales que pudiéramos cubrir, con lo que tenemos, con lo que podemos, con lo que sabemos y lo que vamos a aprender si es necesario.
Miles de agentes sanitarios, médicas/os, enfermeras/os, trabajadoras/es de la economía social en comedores y merenderos, maestras/os; trabajadores de los comercios de alimentos; productores de alimentos, funcionarios públicos de distintos niveles; tienen tareas más o menos definidas, mientras organizaciones sociales, fundaciones y otros grupos buscan qué hacer para contribuir a la mitigación del daño.
Muchos trabajadores de la Psicología Social estamos en estos espacios, otros en casa, atentos al momento de dar otra respuesta más que la palabra. A pesar de que sea aún una elucubración prematura, tal vez sea posible esperar que, entre aquellas cosas que cambiarán la forma de pensar la realidad luego de esta Pandemia, estén las que durante siglos de imposición social y por conciliación de clase, no se habían dejado ver como ahora. Aquellas causas previsibles que ocasionan cientos de muertes diarias y muestran la desidia de un Estado. Y dado que este hecho político excede la realidad circunstancial de la Pandemia y la emergencia, dejando entrever cómo la desigualdad histórica se encuentra en la base de todos estos problemas, será nuestra responsabilidad pensar de qué manera la salud prevalece no sólo en sus anticuerpos biológicos sino también en el fortalecimiento de esa capacidad colectiva de sobreponernos a la adversidad, desde una serie de vínculos capaces de cuestionar y transformar las causas profundas de aquello que hoy nos pone en alerta.
Son numerosas las preguntas y las reflexiones que nos hacemos sobre esta situación, distanciamiento social y cuarentena total en todo el país. Es necesario ponernos en actitud de adaptación activa y buscar herramientas dentro y fuera de la Psicología Social para afrontar en breve las consecuencias psicológicas que produce esta crisis. Nos preparamos para conformar e integrar Comités de Emergencia u otras formas organizativas que se den en la comunidad. Mientras tanto abrimos espacios de contención, de conversaciones con quienes sobrellevan hoy su actividad en terrenos de riesgos y aun así continúan trabajando para llevar alivio a los que menos pueden hacerlo. Pensamos en los grupos de mujeres que trabajan en cocinas comunitarias, merenderos, en quienes deben trasladarse por toda la ciudad con sus vehículos de trabajo. En fin, aquellos que no pueden hacer cuarentena total.
Desde la Cooperativa de Trabajo Enrique Pichon-Rivière abrimos nuestra red para iniciar una articulación con alumnos y egresados del Instituto de Psicología Social, con organizaciones sociales, asociaciones, fundaciones que tienen como eje el trabajo comunitario. De manera que contemos con un lugar donde podamos confluir con nuestras ideas, acciones y experiencias en el desarrollo de este periodo, tan difícil para todos. Estamos seguros que así podemos reactivar vínculos afectados, hoy no sólo por el distanciamiento social sino por lo inédito de la paralización de toda actividad fuera de casa.
Instituto Superior de Psicología Social de Tucumán Dr. E. Pichon-Rivière