El triunfo de los revolucionarios rusos en noviembre de 1917 entusiasmó a miles de trabajadores en nuestro país, e incluso conmovió a otros sectores sociales. Así lo reflejó el joven Jorge Luis Borges, en poemas escritos cuando tenía 18 años, titulados Gesta maximalista, Guardia Roja o Rusia, publicado en 1920, que decía “Bajo banderas de silencio/ pasa la muchedumbre/ y el sol crucificado en el poniente/ se pluraliza en la vocinglería/ de las torres del Kremlin./ El mar vendrá nadando/ a esos ejércitos/ que envolverán sus torsos/ en todas las praderas del naciente/ En el cuerno salvaje de un arcoíris/ clamaremos su gesta/ bayonetas/ que llevan en la punta las mañanas”.
Pero así como trajo alegría a los que peleaban por cambiar la sociedad, y a los que habían visto con horrores la sangría de la guerra imperialista, la Revolución Rusa horrorizó a la oligarquía dominante, y también a los incurables reformistas que dirigían el Partido Socialista.
El diario de los Mitre, La Nación, vinculaba la revolución bolchevique con un supuesto plan acordado entre el partido de Lenin y Alemania, y minimizaba la situación de las masas, y la bronca creciente hacia la política de Kerenski (primer ministro del gobierno provisional instaurado tras la Revolución de Febrero de 1917 que había derrocado el zarismo). El 9 de noviembre de 1917, informando del triunfo revolucionario, decía La Nación “Los miembros del Soviet prepararon el golpe con toda clase de precauciones. Empezaron por apoderarse del telégrafo y en vista de que no se les oponía resistencia ninguna, continuaron la ocupación sistemática de la capital”.
Con el correr de los días, La Nación pasó a hacer campaña activa por el derrocamiento: “No reconociendo al gobierno de Lenin, las potencias aliadas se dejarán el camino abierto para entenderse con cualquier otro gobierno efectivo [en caso de derrocamiento del maximalista]”. “…si los alemanes abrigaran el propósito de reestablecer en Rusia una monarquía no encontrarían la menor resistencia, pues las masas socialistas carecen de toda voluntad y energía y sus caudillos ya no tienen sobre ellas ascendiente ninguno y pierden el tiempo en litigios, tratando de echarse unos a otros la responsabilidad del fracaso” decía un corresponsal italiano citado en marzo de 1918.
Y preparando el terreno para justificar las violentas represiones en nuestro país contra los “maximalistas” que querían instalar un “Soviet” como se vio durante la Semana de Enero de 1919, los Mitre dedicaron varios artículos a describir a los “bolsheviki” como “sangrientos” y “despiadados”.