El 11 Congreso del PCR, recientemente realizado en la provincia de San Luis, fue un gran éxito y un gran triunfo político frente a las maniobras del kirchnerismo y sus cuzcos. Balanceó los pasos de avance en las fábricas, la buena situación para el “viraje” hacia el movimiento obrero, y el gran acierto político en la rebelión agraria. Esto se reflejó en una gran cantidad de cuadros, jóvenes y veteranos, surgidos y formados al calor del combate, y protagonistas del debate profundo y enriquecedor del Congreso. El Partido se unió, definió su línea táctica, enriqueció el boceto estratégico, actualizó el Programa y eligió por unanimidad la nueva dirección. Tiene por delante el gran desafío de llevar a la práctica esa línea. El texto siguiente es la Introducción de la Resolución sobre la Situación Política Nacional.
La crisis económica golpea duramente a la Argentina. Fracasaron las ilusiones del gobierno kirchnerista del “desacople” del país de la crisis mundial, sobre la base de las exportaciones de soja a China y de automóviles a Brasil y España. Las olas del tsunami económico mundial también alcanzaron a nuestro país. No podía ser de otra manera, porque la política del gobierno reforzó el carácter de la Argentina como país dependiente del imperialismo, con su economía totalmente controlada por los monopolios extranjeros, con un enorme peso del latifundio terrateniente, y es uno de los más grandes deudores del mundo.
La crisis tiñe toda la situación política nacional. El gran tema planteado para las masas populares es ¿quién la paga? ¿La pagan los trabajadores y el pueblo, o la pagan los terratenientes y monopolios, responsables de la crisis y grandes beneficiarios de los años de crecimiento? Con la política del gobierno kirchnerista, la crisis ya la está pagando el pueblo.
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La crisis se incubaba, como resultado del fracaso de la política kirchnerista, como se veía en la creciente inflación y el deterioro de “la caja K”. Fue esta última la razón por la que el gobierno dictó la resolución 125, provocando la mayor lucha de las masas del campo de la historia nacional.
La rebelión agraria y federal debilitó al gobierno hasta forzarlo a “abrir la mano”: un gran triunfo político. Derrotar la circular 125 y que las retenciones bajen del 44% al 35% fue, en ese momento, también un triunfo económico. La lucha agraria profundizó la crisis política y abrió una crisis institucional. Puso de pie a una parte importante del campesinado pobre y medio, principal aliado de la clase obrera. Se unió a trabajadores rurales y de la agroindustria. Ganó una amplia solidaridad popular. Dividió aguas en la Argentina. Mostró el valor estratégico y la posibilidad práctica de la alianza obrero campesina para el triunfo de la revolución de liberación nacional y social. Enriqueció el boceto revolucionario que trazaron las masas en Cordobazo y el Argentinazo, y reavivó el fuego de las brasas de diciembre del 2001.
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Desde diciembre del 2001 hasta hoy, las clases dominantes han tratado, con concesiones o con represión, de apagar las brasas que encendió el Argentinazo. Han fracasado. El movimiento obrero y popular, durante estos años, mantuvo vivas esas brasas y profundizó las heridas que el Argentinazo produjo en el sistema político institucional de las clases dominantes.
El Argentinazo abrió un surco profundo en la política nacional: dejó en el aire el Estado de Sitio, barrió a cinco presidentes y hubo un día sin gobierno, empujó el no pago de la deuda externa por dos años, paró el “corralito”, obligó a conceder más de dos millones de planes sociales, posibilitó establecer numerosas empresas recuperadas, salvó del remate a miles de pequeños productores nacionales agrarios y urbanos, entre otras conquistas. Hizo emerger una profunda crisis de hegemonía de las clases dominantes. Mostró el camino para conquistar un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático.
La clase obrera libró en estos años grandes luchas, duras y prolongadas, que fueron planteando como objetivos salarios de acuerdo a la canasta familiar, trabajo en blanco y acabar con la flexibilización laboral. También fueron duras y prolongadas las luchas de los desocupados y mayores, de los campesinos pobres y medios y los pueblos originarios, de las mujeres y la juventud; luchas que fueron desnudando la continuidad del hambre, y el colapso de la salud y la educación. Se organizó un gran movimiento ambientalista. Se avanzó en desnudar la entrega del petróleo y la soberanía marítima y antártica. El secuestro y desaparición de Julio López y el asesinato de Carlos Fuentealba, provocaron un profundo repudio en grandes masas, que en las calles denunciaron que el gobierno mentía cuando afirmaba que con él había un “nunca más” contra el fascismo. También, la brutal represión en Las Heras y el encarcelamiento de seis trabajadores petroleros, que permanecen presos desde hace tres años, desnudaron el carácter antidemocrático de este gobierno.
Las luchas obreras y populares avanzaron en desnudar el falso “progresismo” kirchnerista. Se produjeron puebladas, como la que barrió a Sancho en Santa Cruz, derrotas políticas del kirchnerismo en la Constituyente de Misiones, las elecciones de Tierra del Fuego y Santa Fe, y el escandaloso fraude electoral en Córdoba. Se demostró que el gobierno podía ser derrotado en las calles y en las urnas. En las elecciones del 2007, la enorme cantidad de abstenciones, votos en blanco y nulos superó los votos de Cristina Kirchner, que solo tuvo el apoyo de uno de cada tres empadronados. Esto golpeó al gobierno y al conjunto de las clases dominantes, aunque fortaleció transitoriamente al kirchnerismo dentro de ellas.
La rebelión agraria avanzó por el camino del Argentinazo, y mostró un nuevo “borrador” insurreccional. La práctica de la democracia directa, asamblearia, se extendió en piquetes y pueblos, y se multiplicaron las multisectoriales. La pueblada en más de 600 localidades, y los piquetes y cacerolazos en más de 1.800, en respuesta a la represión en Gualeguaychú y a las provocaciones del kirchnerismo, paralizaron al gobierno. Se profundizó el estado deliberativo de las fuerzas militares.
Las brasas del Argentinazo se multiplicaron debilitando al sistema oligárquico-imperialista en su conjunto y al gobierno kirchnerista que lo expresa. Las luchas obreras y populares, y fundamentalmente la lucha agraria, abrieron una crisis política e institucional.
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Kirchner asumió un gobierno encargado de reconstruir el sistema de dominación oligárquico imperialista. Tras la mentira del “progresismo” se encubría un gobierno de burguesía intermediaria; es decir, del sector de la burguesía que es apéndice del imperialismo (1). Tuvo a su favor el impulso de la economía mundial en ascenso que elevó los precios de las exportaciones argentinas, lo que le facilitó un uso descarado de los fondos públicos para comprar a dirigentes políticos y sociales. Pese a eso, fracasaron reiteradamente sus intentos de crear un partido hegemónico del sistema bajo su dirección.
La economía mundial entró en crisis. La política kirchnerista debilitó el país al profundizar la dependencia y el latifundio. Se desbocó la inflación, estalló la crisis energética, crecieron la maraña de subsidios y los pagos de la deuda pública. Fracasó el “modelo neodesarrollista K” y la “caja K” ya no alcanzó. El gobierno buscó reforzar su “caja” aumentando las retenciones a la soja. Lo sorprendió y desbordó la rebelión agraria. La política de confrontación dejó al kirchnerismo muy débil, agravando la crisis política.
Se profundizaron las fracturas de las clases dominantes. Los de arriba perfilan fuerzas y candidatos para las elecciones del 2009 y el 2011 que puedan imponer un recambio, y preparan golpes por si la situación se precipita.
La clase obrera y el pueblo ganaron un nuevo envión en el camino del Argentinazo. Se crearon nuevas condiciones para que las fuerzas obreras y populares, patrióticas y democráticas, acumulen fuerzas con audacia y tercien en la crisis política abierta. Cualquier intento de autogolpe, golpe abierto o “institucional”, será en contra del pueblo; hay condiciones para enfrentarlo y uniremos fuerzas para aplastarlo.
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Toda la política nacional gira alrededor de la crisis. La cuestión política central, es que con la política kirchnerista la crisis la está pagando la clase obrera y el pueblo. Por eso, es imposible resolver las brutales consecuencias económicas y sociales que ya se viven sin derrotar la política kirchnerista.
Grandes luchas obreras, campesinas, estudiantiles y populares van dando pasos en la confluencia en multisectoriales que permiten unificar fuerzas, y van desenmascarando el doble discurso oficial. Esas luchas van logrando conquistas parciales que aminoran los efectos de la crisis, y al mismo tiempo, acumulan fuerzas en el camino revolucionario. Pero es necesario tener en claro que sin destruir revolucionariamente el poder de la oligarquía y el imperialismo, y construir otro, hegemonizado por la clase obrera, la crisis la terminará pagando el pueblo.
La situación es muy favorable para el avance de la clase obrera y el pueblo. Así lo muestran las luchas obreras, campesinas y populares que enfrentan las consecuencias de la crisis, en las que se van dando pasos en la confluencia de los trabajadores fabriles en lucha con los campesinos y el pueblo. Esas experiencias avanzadas muestran que los cuerpos de delegados, comisiones internas y sindicatos pueden ser los motores de las multisectoriales, para que estas unifiquen las luchas. Y, como ha comenzado a esbozarse en algunas localidades, para que esas multisectoriales se conviertan en bases de comunas populares, unidas a las formas de democracia directa que han surgido, para terciar con un programa que exprese las urgencias y los intereses obreros, populares, patrióticos y democráticos.
Sobre la base de numerosas multisectoriales, centros de coordinación de las luchas, asambleas populares, y donde sea posible comunas populares, se podrá constituir un centro coordinador de un Argentinazo nacional triunfante que imponga un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático, hegemonizado por la clase obrera.
Con ese objetivo, pugnamos para que el Partido impulse y encabece las luchas contra la crisis, terciando a favor de la clase obrera y el pueblo en la crisis política en curso. Trabajamos para cambiar la correlación de fuerzas en las grandes empresas, zonas de concentración de obreros rurales y centros estratégicos, recuperando sus cuerpos de delegados, comisiones internas y sindicatos para el clasismo y desarrollando una fuerte corriente comunista revolucionaria de masas. Impulsamos, en las nuevas condiciones, el fortalecimiento de los movimientos clasistas y combativos de desocupados y jubilados. Pugnamos por organización independiente de los campesinos pobres, y el desarrollo de poderosas corrientes antiterratenientes y antiimperialistas en los campesinos medios, y corrientes antiimperialistas en el estudiantado y demás sectores populares. Todo esto va unido a la necesidad de un gran fortalecimiento del PCR, un viraje en el trabajo del Partido hacia los centros de concentración proletaria, y la preparación necesaria para garantizar el camino revolucionario. Esta es la gran tarea para que el proletariado juegue su rol en la unidad obrera, campesina y popular, y gane la hegemonía del proceso liberador.
(1) “La burguesía intermediaria, por su carácter de intermediaria del capital financiero, comercial o industrial imperialista, es un apéndice de este. Su propia existencia depende del imperialismo y los monopolios, por lo que también es un instrumento de la opresión imperialista. Su condición de burguesía intermediaria no lo da su tamaño grande o pequeño, sino su relación de subordinada y lacaya del imperialismo y los monopolios. Esto es lo que la diferencia de la burguesía nacional” (Programa del 11º Congreso del PCR).