Situación internacional
1.- En 1974 el camarada Mao Tsetung formuló la teoría de los Tres Mundos, sintetizando la realidad objetiva de la lucha de clases a escala mundial y defendiendo y desarrollando, con ella, las tesis fundamentales del marxismo-leninismo.
Situación internacional
1.- En 1974 el camarada Mao Tsetung formuló la teoría de los Tres Mundos, sintetizando la realidad objetiva de la lucha de clases a escala mundial y defendiendo y desarrollando, con ella, las tesis fundamentales del marxismo-leninismo.
Según esa teoría, los Estados Unidos y la Unión Soviética constituyen el Primer Mundo; fuerzas intermedias como Japón, Europa y Canadá, el Segundo Mundo; Asia –excepto Japón–, África y América Latina, el Tercer Mundo.
La teoría del camarada Mao Tsetung sobre los Tres Mundos se basa en la teoría de Lenin acerca de que nuestra época es la época del imperialismo y la revolución proletaria, en la teoría leninista sobre el desarrollo desigual del imperialismo y la inevitabilidad de que los países imperialistas recurran a la guerra para repartirse de nuevo el mundo, y en la tesis, según la cual, el imperialismo ha dividido el mundo en naciones opresoras y naciones oprimidas, el proletariado internacional lucha al lado de estas últimas y las revoluciones de liberación nacional confluyen con la revolución proletaria mundial.
La teoría del camarada Mao Tsetung sobre los Tres Mundos trata, de fondo, “la cuestión clave de la lucha de clases de hoy en el plano mundial”.1
Las dos superpotencias imperialistas –la Unión Soviética y los Estados Unidos– son las mayores explotadoras, opresoras y agresoras a escala internacional, el enemigo común de los pueblos del mundo entero, y la disputa entre ellos conducirá al mundo, inevitablemente, a una nueva guerra mundial. “No se trata de que (…) el tercer mundo, ni los pueblos de los países ricos querramos una guerra mundial, sino que ésta es una cosa independiente de la voluntad del hombre.” (Mao Tsetung).
La disputa de las dos superpotencias por la dominación del mundo y la resistencia que los pueblos, países y naciones les oponen, constituyen el problema central de la actual política mundial.
Las naciones oprimidas, víctimas de la explotación y la opresión, representan la gran mayoría de la población del mundo, conforman el Tercer Mundo, junto al proletariado internacional están en la primera fila de la lucha contra las dos potencias hegemónicas, la URSS y los Estados Unidos, y constituyen la fuerza principal en la lucha mundial contra el imperialismo y el hegemonismo.
Los países desarrollados que integran el Segundo Mundo, al tiempo que oprimen y explotan a las naciones oprimidas, son víctimas del atropello y del intento de control por parte de las superpotencias. Tienen doble carácter: están en contradicción tanto con el Primer Mundo como con el Tercer Mundo y pueden ser ganados por éste para 1a lucha antihegemonista. Ese doble carácter se demostró durante la agresión inglesa a nuestro país a causa de la recuperación de las islas Malvinas.
Las luchas de clases internas, en los diversos países, son inseparables de esta lucha de clases a escala mundial.
“La contienda soviético-norteamericana por la hegemonía es un producto peculiar del desarrollo histórico posterior a la Segunda Guerra Mundial”.2
Sólo la URSS y los EE.UU. están en condiciones de disputar la hegemonía mundial. Las otras potencias imperialistas han quedado relegadas. Últimamente, algunas de ellas, como Japón, demostrando la vigencia de la ley del desarrollo desigual del imperialismo, se han fortalecido en forma notable. Pero ninguna potencia imperialista está en condiciones de disputar a las dos superpotencias la hegemonía mundial.
En 1976, el producto nacional bruto de los EE.UU. fue de más de 1.690.000 millones de dólares y el de la URSS de más de 930.000 millones. Estas dos cifras, sumadas, representaban, aproximadamente, el 40 % producto bruto del mundo entero.
Los EE.UU. controlan la economía de muchos países a través de sus gigantescos monopolios transnacionales. La URSS hace lo mismo, con otros países a través de la llamada “comunidad socialista”, la penetración en el Tercer Mundo y en países desarrollados a través de empresas oficiales, una red de empresas mixtas y testaferros.
Los EE.UU. tenían acantonados más de 400.000 efectivos militares en otros países en 1977. La URSS mantenía unos 700.000 soldados en el extranjero en ese mismo año. Posteriormente ocupó con más de 100.000 hombres Afganistán y mantiene cerca de 300.000 mercenarios en Kampuchea, Laos, Etiopía, Angola y otros países de África. Los EE.UU. y la URSS han convertido territorios de muchos países en bases suyas.
EE.UU. y la URSS, en resumen, son “igualmente superpotencias imperialistas, los mayores explotadores y opresores internacionales, las mayores fuerzas de agresión y de guerra y los enemigos comunes de todos los pueblos del mundo”.3
Luego de la derrota que sufrió el imperialismo yanqui en Corea, del triunfo de la revolución cubana, y de las guerras de liberación nacional de los pueblos de Vietnam, Kampuchea y Laos, el imperialismo yanqui cayó, a comienzos de la década del setenta, en una profunda crisis militar, política y económica. Perdió fuerza, relativamente, frente a los países de Europa Occidental y Japón, y pese a hacer denodados esfuerzos por mantener su hegemonía, comenzó a declinar y a retroceder.
Aprovechando esa situación, el socialimperialismo soviético se le puso a la par. La evolución de la URSS de socialista a capitalista, en vez de colocarla a los pies de los EE.UU., como resultado de la ley del desarrollo desigual de los países imperialistas colocó frente al imperialismo yanqui a un enemigo poderosísimo, con una economía capitalista monopolista de Estado controlada por la camarilla renegada de Jruschov-Brezhnev-Andropov, que tiene un grado de concentración inasequible para el imperialismo yanqui. La URSS se transformó en el imperialismo más feroz, más aventurero y más agresivo y la principal fuente de guerra.
Las causas de la mayor agresividad y peligrosidad del socialimperialismo soviético se deben: primero, a que llegó tarde al festín imperialista y se vuelve necesariamente más rapaz y más feroz. En febrero de 1976 dijo el camarada Mao Tsetung: “los EE.UU. tienen intereses que proteger en el mundo, mientras que la Unión Soviética quiere la expansión; esto es inalterable”. Los EE.UU. han dispersado mucho sus fuerzas y obligados a defender sus intereses han sido colocados, globalmente, a la defensiva. Esto, estratégicamente, no ha cambiado con la presidencia de Reagan, pese a la mayor agresividad yanqui. Segundo: al ser relativamente más débil, económicamente, la URSS se vale principalmente de la amenaza bélica y la fuerza militar para realizar su expansión. Tercero: la burguesía monopolista dominante en la URSS ha convertido una economía estatal socialista, altamente concentrada, en una economía capitalista monopolista estatal, más concentrada, que la de cualquier otro país imperialista, y ha transformado el Estado de dictadura del proletariado en su dictadura fascista. La designación del jefe de la KGB (policía secreta rusa) Andropov, como secretario general del Partido Comunista de la URSS y jerarca supremo de su Estado, luego de haber permanecido durante más de una década al frente de ese organismo de represión e inteligencia, es demostrativo del peso que el aparato represivo fascista ha alcanzado en la URSS. Cuarto: al ser una degeneración del primer país socialista, la URSS usa las banderas del “socialismo” para engañar a las masas. Las masas del mundo, incluso dentro mismo de los EE.UU., llegaron luego de muchas luchas a calar y desenmascarar la esencia imperialista de los EE.UU. En cambio, el socialimperialismo soviético surgió recientemente, se enmascara de socialista, y pese a que su política agresiva se revela de más en más a los pueblos, aún la camarilla socialimperialista conserva capacidad de engaño.
2.- La situación política internacional se caracteriza por grandes conmociones y una gran inestabilidad. Está en curso la segunda gran crisis económica del siglo. Crisis aún más fuerte que la de 1930. Las potencias imperialistas en general y las superpotencias en especial, libran una lucha feroz por apoderarse de fuentes de materias primas baratas y nuevos mercados, y obtener altas tasas de ganancias que les permitan descargar los efectos de la crisis sobre los países del Tercer Mundo. La crisis empalma con la inflación, por lo que acarrea sufrimientos aún mayores a las grandes masas explotadas y oprimidas. Se acrecientan las posibilidades de una nueva guerra mundial y se mantienen focos de guerras locales y parciales.
En la disputa de las dos superpotencias por el control del mundo, el centro de gravedad de la política expansionista de la URSS sigue estando en Europa Occidental; ya que –por ser la economía europea-occidental muy moderna y concentrada– el control sobre ella es la clave de su política para dominar el mundo. Evitando hasta ahora un choque directo con los EE.UU. en Europa, la URSS mantiene una fuerte presión militar sobre ésta y trabaja para “finlandizar” (neutralizar) y dividir –enfrentándolos entre sí– a los países de Europa Occidental. Mientras tanto maniobra en el Medio Oriente y Norte de África y busca desembocar en el Golfo Pérsico y el Océano Indico, para cercar a Europa y amenazar sus rutas de abastecimiento, comercio y comunicación. La URSS se esfuerza por concretar su dispositivo estratégico mundial para la tercera guerra y con ese objetivo busca entrelazar su dispositivo estratégico en el Atlántico y el Pacífico.
Para enfrentar esa estrategia soviética, los yanquis hacen todo lo posible por defender sus posiciones y sus intereses hegemónicos. Para esto: pisotean y avasallan la soberanía de otros países, sosteniendo al sionismo israelí en Medio Oriente; apoyan a Inglaterra en su ocupación colonialista de las Malvinas; están atrás y defienden a sangrientas dictaduras fascistas en Centroamérica; dan todo su apoyo a los racistas sudafricanos y a los gobiernos títeres de Corea del Sur y Taiwán.
Empeñadas en la lucha por la hegemonía mundial, los EE.UU. y la URSS llevarán algún día al mundo a la guerra. Ambas están trabadas en una frenética carrera armamentista con el fin de obtener, o mantener, superioridad militar y completar sus dispositivos de guerra en todo el mundo.
Frente a esto crece la tendencia a la unidad antihegemonista de los pueblos, naciones y países del Tercer Mundo. El fortalecimiento del movimiento de países No Alineados y del llamado Grupo de los 77, es prueba de esto.
En tanto, la lucha por la liberación nacional y la lucha revolucionaria de la clase obrera y los pueblos oprimidos ha continuado desarrollándose en todo el mundo. Sus focos más notables son: Kampuchea, Afganistán, Polonia, Palestina, Irán, Namibia, Centroamérica. Las luchas de liberación nacional y los movimientos revolucionarios se producen sin cesar en todo el mundo. Las dos superpotencias tratan de montarse en ellos para sus objetivos hegemonistas. Pero es un error grave reducir las luchas revolucionarias de los pueblos a las maniobras de las superpotencias que meten sus garras en ellas. No es obra de la CIA la heroica lucha de diez millones de obreros polacos y de millones de campesinos e intelectuales de ese país. Ni es obra de la KGB la lucha infatigable y gloriosa de los pueblos salvadoreño y guatemalteco contra las oligarquías de esos países.
¿Podrá la revolución evitar la guerra? Para que sucediese esto sería necesario que la revolución triunfase en los países imperialistas que llevan al mundo a la guerra: EE.UU. y la URSS. No existen actualmente elementos para afirmar esta posibilidad. Si bien la lucha revolucionaria crece y tiene centros de tormenta notables, crecen más aceleradamente los factores de guerra. Como planteó la Resolución Política del CC de abril de 1981:*
“El mundo capitalista está preñado de revolución, pero todo indica que ésta será alumbrada con los dolores de una guerra. Estamos en contra de la guerra, el más monstruoso engendro imperialista, que condena a las masas explotadas a inauditos horrores y desastres; pero no la tememos.
“O la revolución impide la guerra o ésta trae la revolución. Esta es la dialéctica de la lucha de clases. En la segunda mitad de la década del sesenta el camarada Mao señaló que en el mundo había factores de guerra y de revolución. Pero avanzaban los factores de revolución. Posteriormente indicó que crecían ambos factores; y poco antes de morir planteó que si bien era posible postergar la guerra, ésta era inevitable”.
El desarrollo de los acontecimientos con posterioridad a la muerte del camarada Mao Tsetung ha demostrado que esa tesis es correcta. Con la instalación de los misiles SS20 (misiles móviles de alcance medio que colocan a Europa Occidental bajo una tremenda amenaza atómica), con la modernización y el reforzamiento de las fuerzas regulares del Pacto de Varsovia y posteriormente con la respuesta yanqui-europea occidental al decidir instalar modernos misiles de blanco múltiple y alcance medio en Europa Occidental, se han acelerado aún más los factores de guerra y se ha generado una situación muy tensa para los próximos años.
Es posible aplazar el estallido de la guerra y así encontrarse en mejores condiciones para continuar el combate por la revolución en cualquier circunstancia futura. Para ello es necesario forjar una sólida unidad de la clase obrera mundial y los pueblos del Tercer Mundo, como base de un poderoso Frente Antihegemonista que desenmascare, enfrente y derrote, las provocaciones de guerra y el expansionismo de las dos superpotencias. Este frente único mundial debe aplicar sus golpes más fuertes al socialimperialismo soviético, que es el imperialismo más agresivo, se encuentra a la ofensiva en escala mundial y es el principal factor de guerra del mundo actual, aunque en determinadas zonas y en ciertos momentos no sea así.
El proceso de lucha armada en Kampuchea y en Afganistán y el curso de los acontecimientos en Polonia y en Nicaragua, muestran que crecen fuerzas revolucionarias que, aprendiendo de la experiencia negativa de Vietnam y de Cuba, han calado y enfrentan la línea del socialimperialismo ruso de ensillar los procesos revolucionarios para subordinarlos a sus fines hegemonistas. Esto influye en el conjunto de las fuerzas revolucionarias.
La URSS, principal factor de guerra, mientras habla de pacifismo, gasta millones de dólares en la producción de armas, para su estrategia militar ofensiva y para traficar.
Al mismo tiempo chantajea con la posibilidad de que si se desata una guerra nuclear desaparecerá la humanidad, buscando así atemorizar a los pueblos con la intención de hacerlos sentir impotentes frente a esto. Y también para ocultar que necesitan la guerra para dominar y no para destruir la humanidad.
Por eso, frente a la posibilidad de una guerra mundial nuestra actitud consiste, como señaló Mao Tsetung en dos puntos: “En primer lugar, estamos en contra. En segundo lugar, no la tememos”. Decimos que no tememos la guerra, y esto, no porque ella sea de nuestro agrado ni porque creamos que sus destrucciones no son graves, sino porque el miedo no resuelve ningún problema y porque estamos firmemente convencidos de que la guerra jamás podrá acabar con la humanidad y, en cambio, ésta podrá, sin duda, hacer que aquélla desaparezca.
3.- La situación política internacional presenta algunos focos centrales de tensión y de lucha en cada uno de los continentes y regiones del mundo. En torno a esos focos se da una intensa lucha, en algunos casos militar y en otros sólo política y diplomática.
En el Medio Oriente el mundo ha presenciado, recientemente, la invasión y el ataque brutal y descarado de los sionistas israelíes contra el Líbano y la masacre del pueblo libanés y palestino. Un verdadero genocidio que contó con la protección y el apoyo yanqui. Los países árabes, con el apoyo de la inmensa mayoría de los países de las Naciones Unidas, condenaron la invasión israelí, pero, divididos, fueron incapaces de dar un apoyo efectivo a los pueblos libanés y palestino. La URSS, pese a tener un pacto de ayuda militar con Siria y pese a que las bases de misiles sirios fueron destruidas por los israelíes, sólo dio apoyo verbal a aquel país y a la Organización de Liberación de Palestina; y negoció, entre bastidores, con los EE.UU. Así que los pueblos árabes han tenido, en esos hechos, una verdadera lección sobre la catadura de cada una de las dos superpotencias.
Reconocemos a la Organización de Liberación de Palestina como el único representante legítimo del pueblo palestino, organización reconocida por más de un centenar de países. Todo intento de solucionar el problema del Medio Oriente excluyéndola es equivocado e impracticable. Reivindicamos el derecho del pueblo palestino a recuperar sus derechos nacionales, incluso retornar a sus lugares natales, y a la autodeterminación nacional y a establecer su propio Estado; Israel debe retirarse de los territorios árabes ocupados desde 1967, incluido Jerusalén, y se deben respetar los derechos de todos los países del Medio Oriente a la independencia y a la existencia.
En Asia damos todo nuestro apoyo a la heroica resistencia del pueblo afgano, particularmente en momentos en que los rusos inician una nueva escalada de agresión, inclusive con bombardeos aéreos de altura, hecho que por otro lado demuestra el grado de empantanamiento en que se encuentra dicha superpotencia en ese país.
Somos activamente solidarios con la lucha de los pueblos de Kampuchea y Laos que enfrentan la invasión de los vietnamitas azuzados y apoyados, éstos, por el socialimperialisrno soviético que busca expandirse en el sudeste asiático. Reconocemos al gobierno de la República de Kampuchea Democrática como legítimo representante de su pueblo.
Apoyamos la propuesta del gobierno de la República Popular de Corea para la reunificación independiente y pacífica de Corea y para establecer una República Federal Democrática de Corea. Exigimos la disolución del “Comando de la ONU” en Corea, según lo aprobó la 30º Asamblea General de las Naciones Unidas, el inmediato retiro de las tropas yanquis de Corea y la firma de un tratado de paz mediante negociaciones directas entre las partes.
Apoyamos la justa lucha del pueblo chino por el retorno de Taiwán a la soberanía china.
Repudiamos la intervención de las superpotencias en el conflicto irano-iraquí y apoyamos los esfuerzos por resolver pacíficamente este conflicto entre dos países del Tercer Mundo.
También somos solidarios con la lucha de liberación nacional del pueblo iraní y con sus justas respuestas a las superpotencias que intentan desviarlo o detenerlo.
Apoyamos la resistencia del pueblo filipino frente a la dictadura proyanqui de F. Marcos.
En África damos todo nuestro apoyo a la lucha de los pueblos africanos contra el racismo sudafricano, apoyado, éste, por el imperialismo yanqui. Damos todo nuestro apoyo a la justa lucha del pueblo de Namibia. Damos nuestro apoyo a los combatientes eritreos que luchan en defensa de su independencia nacional contra el gobierno etíope apoyado por la URSS y sus mercenarios de Alemania Oriental y Cuba; apoyamos la lucha del pueblo de Ogaden contra los invasores etíopes.
Repudiamos la intervención en Angola, de miles de mercenarios cubanos, alemanes orientales y de otras nacionalidades, al servicio del socialimperialismo soviético, y exigimos su retiro por constituir una agresión al derecho de autodeterminación y soberanía del pueblo angoleño y una amenaza a la paz en la región y en el mundo.
En América Central y en el Caribe se asiste a un gran desarrollo del movimiento revolucionario. Este tiene como enemigo principal a las oligarquías terratenientes de esos países y al imperialismo yanqui, que instauraron y protegieron dictaduras como la de Somoza, entre otras.
Damos todo nuestro apoyo y nuestra solidaridad a la heroica lucha guerrillera del pueblo salvadoreño y guatemalteco. En esa lucha se está montando el socialimperialismo soviético, a través de Cuba, con la finalidad de reemplazar al amo yanqui y quedarse con los frutos de la lucha de los pueblos centroamericanos, utilizando a esos países para el dispositivo estratégico que monta con vistas a la tercera guerra mundial. Los pueblos centroamericanos pueden mirarse en el espejo de Nicaragua, en donde una camarilla prosoviética, con la ayuda de miles de “asesores” cubanos, de Alemania Oriental, Bulgaria y otros mercenarios de la URSS, ensilló la larga y sangrienta lucha del pueblo nicaragüense y, apenas tomado el poder, asesinó, encarceló y en algunos casos envió a “reeducar” a Cuba, a los militantes de aquellas fuerzas de izquierda que planteaban una política auténticamente independiente para Nicaragua y una línea revolucionaria de masas.
En Cuba, en los años posteriores al triunfo de la revolución contra Batista, revolución que liquidó el viejo ejército, el aparato represivo, y todo el aparato estatal oligárquico-imperialista, se realizaron gigantescas transformaciones revolucionarias. Se realizó una reforma agraria profunda, basada en la movilización de las masas campesinas, con la entrega de la tierra en propiedad, allí donde el tipo de explotación lo permitía, a los campesinos semiproletarios, pobres y medios y con una correcta política de neutralización de los campesinos ricos; se nacionalizaron las empresas imperialistas; se acabó con la discriminación racial y se realizaron enormes transformaciones sociales de tipo revolucionario; se armó al pueblo, se organizaron las milicias populares y se estimuló la organización revolucionaria de las masas; se movilizó a las masas, armadas, para enfrentar a la contrarrevolución, como sucedió en ocasión del desembarco contrarrevolucionario en Playa Girón; se practicó una política exterior antiimperialista y de solidaridad revolucionaria. Fue lo que se llamó la Segunda Revolución de la Independencia. El proletariado, hegemonizando el proceso, lo transformó, en su desarrollo, ininterrumpidamente, en revolución socialista. La Unión Soviética (en donde en 1957 había triunfado la camarilla revisionista que restauró el capitalismo, bajo la forma de capitalismo monopolista de Estado, y se había transformado en socialimperialista) se montó en el proceso revolucionario cubano utilizando su máscara de “socialista” y aprovechando las dificultades de la revolución, externas e internas, y revirtió ese proceso, retornando a Cuba, incluso, a su condición de país monoproductor, totalmente dependiente de la metrópoli imperial, en este caso la URSS. Algo semejante ocurrió en Vietnam. En los dos casos, tanto en Cuba como en Vietnam, la URSS estimuló la transformación de esos países en países expansionistas, cuyas fuerzas armadas actúan como mercenarias de la URSS en sus maniobras y operaciones expansionistas en pos de la hegemonía mundial.
En Nicaragua, en cambio, la gloriosa lucha del pueblo nicaragüense que derrocó revolucionariamente a la dictadura proyanqui de Somoza, fue hegemonizada de entrada por sectores prosoviéticos que, derrocada la dictadura, se opusieron a toda reforma agraria que entregase la tierra a los campesinos pobres y medios mediante una reforma agraria profunda; bloquearon toda aspiración a un desarrollo industrial independiente; montaron un aparato estatal organizado por miles de “expertos” cubanos, alemanes orientales y de otros países sometidos a Moscú; impusieron una rápida fascistización del Estado realizando, incluso, una feroz represión de masas como en el caso de los indios miskitos; e impidieron todo germen de organización independiente y armada de las masas, enfrentando a los ataques somozistas con el ejército reorganizado. Frente al ataque de ex-somozistas, organizados por el imperialismo yanqui, los dirigentes sandinistas chantajean con la posibilidad de “armar al pueblo”, con lo que ha venido a comprobarse que éste está desarmado. La hegemonía de los sectores prosoviéticos en el gobierno de Nicaragua, dificulta y debilita la lucha contra los yanquis que intentan invadirla. Frente a esto, nuestro Partido, así como todo el pueblo argentino, repudia toda intervención y apoya la justa lucha de liberación del pueblo nicaragüense para liberarse de la opresión de las dos superpotencias.
El camino que los prosoviéticos impusieron en Nicaragua, en el terreno agrario, es semejante al que impulsaron en Chile en época del gobierno de Salvador Allende, en Perú en época de Velasco Alvarado y en Portugal. Es una línea por la que no se moviliza a las masas campesinas para realizar la revolución agraria y no se les entregan en propiedad a los trabajadores rurales, semiproletarios y campesinos las tierras y máquinas expropiadas a los latifundistas. Se estatizan la mayor parte de estas tierras e instrumentos de trabajo, y cuando se organizan cooperativas de producción con campesinos parcelarios, se las administra a través de un aparato burocratizado que depende directamente del aparato estatal y está fuera del control de las masas.
La agresiva política del imperialismo yanqui, que interviene descaradamente en América Central, y la réplica soviética, que amenaza con emplazar allí misiles que compensen los misiles yanquis a instalarse en Europa, han transformado a América Central en área caliente en la disputa entre las dos superpotencias.
En América del Sur, el conflicto de las Malvinas, conflicto estrechamente vinculado con el control de las comunicaciones entre el Atlántico y el Pacífico y con la cuestión de la Antártida, atrajo la atención mundial hacia el Atlántico Sur.
Fuimos los primeros, en 1974, en alertar sobre la inminencia de que el Atlántico Sur se convirtiese en una de las áreas de disputa más intensas entre las dos superpotencias. Los hechos nos dieron la razón. Fue la rivalidad yanqui-rusa por el control de esa región una de las causas del golpe de 1976, en el que yanquis y rusos coincidieron en eliminar a un gobierno tercermundista que molestaba a su disputa. El objetivo principal de la penetración socialimperialista en la Argentina y en el Cono Sur de América Latina apunta a instalarse en el Atlántico Sur con vistas a su dispositivo estratégico global para la tercera guerra mundial. Fue la intención de montar un detonante bélico en el Atlántico Sur lo que empujó a la camarilla prorrusa, violo-videlista, a no buscar una solución pacífica estable al litigio con Chile sobre el Beagle.
La disputa yanqui-rusa por el control de las rutas del Atlántico Sur y el dominio sobre las enormes riquezas de la región, tenderá a agudizarse en el futuro, por la importancia estratégica de la región, tanto para la hegemonía mundial de una u otra superpotencia como para una nueva guerra mundial. Esta situación entraña el peligro de desmembramiento de nuestro territorio.
En toda América Latina crece el movimiento revolucionario antiimperialista y democrático. Este ha entrado, continentalmente, en otro período de ascenso. Una de sus características más notables es el rol destacado que juega en ese movimiento, en muchos países, la clase obrera. También se fortalece una tendencia tercermundista, tanto en Centroamérica y el Caribe como en América del Sur. El proletariado revolucionario y las fuerzas antiimperialistas luchan por su unidad a escala continental, contra las dos superpotencias. La solidaridad latinoamericana con el pueblo y la nación argentinos durante la agresión inglesa, fue un ejemplo claro y notable de esto. Somos solidarios con la lucha de los pueblos de Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil contra las dictaduras que los oprimen.
En Europa hemos asistido al combate heroico del pueblo polaco. El proletariado polaco se ubicó a la cabeza de la lucha liberadora, nacional, de su pueblo, y mostró un camino de acumulación de fuerzas a la clase obrera y los pueblos de los países del Este europeo, oprimidos por el socialimperialismo soviético.
El proletariado polaco dio un ejemplo maravilloso a la clase obrera mundial, poniendo al desnudo el carácter de clase del Estado polaco y ayudando a desenmascarar ante el proletariado y los pueblos del mundo la esencia fascista del régimen de Jaruselski bajo la opresión del socialimperialismo. Hemos dado y seguiremos dando todo nuestro apoyo a la lucha de la clase obrera polaca, a su sindicato Solidaridad y a sus organizaciones patrióticas y democráticas.
Europa Occidental enfrenta una amenaza cada día más grave del socialimperialismo ruso. Se ha fortalecido la tendencia a no conciliar con ese enemigo, a desenmascararlo y enfrentarlo. Y se ha fortalecido la tendencia a la unidad europea, con independencia de las dos superpotencias. Esta tendencia es positiva, porque puede permitir a los pueblos europeos enfrentar la amenaza soviética sin entregarse a la otra superpotencia. Los yanquis se aprovechan de esa amenaza soviética para sacar tajada en beneficio propio. La lucha de la clase obrera europea contra la burguesía de cada uno de sus países se articula, necesariamente, con las alianzas, directas o indirectas, destinadas a enfrentar el expansionismo soviético, a postergar al máximo el estallido de la guerra y a la defensa de la soberanía nacional de los países de Europa, contra la política hegemonista de ambas superpotencias.
En Europa Occidental y en los Estados Unidos tienen lugar grandes luchas obreras, campesinas y populares. Un fuerte movimiento por el desarme, que golpea la carrera armamentista de los países de la OTAN y de los países del Pacto de Varsovia, está en desarrollo.
4.- En los últimos cuarenta años, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, han ocurrido importantísimos cambios en la situación internacional. Se han producido modificaciones en la ubicación relativa de los países, como resultado del desarrollo desigual de los mismos. Y todo el sistema capitalista ha entrado en un período prolongado de estancamiento –y actualmente caída– de la producción, de gran inestabilidad y de frecuente crisis. A mediados de la década del setenta la economía capitalista –incluida la economía capitalista de Estado de la URSS y sus países dependientes– entró en una crisis generalizada que ha desembocado en la segunda gran crisis del sistema capitalista en lo que va del siglo, crisis aún más profunda y catastrófica que la de 1930.
El desarrollo relativamente sostenido del mundo capitalista desde 1945 hasta 1978, tuvo su base en las grandes posibilidades de inversión que produjo la reconstrucción de posguerra, con la gran demanda diferida de equipos y bienes de consumo dejada por el período de crisis de 1929 a 1939 y por los años de guerra. Este desarrollo tuvo como impulsor principal a las poderosas fuerzas productivas norteamericanas y al sistema de producción, comercial y financiero creado y dirigido por el capital monopolista-imperialista yanqui. Con la crisis general del capitalismo posterior a 1917 como trasfondo, con el crecimiento del movimiento obrero en todo el mundo capitalista, con la recuperación económica de Europa y de Japón en la década del sesenta, con la quiebra del sistema colonial que condicionó al imperialismo, la disposición de las fuentes de materias primas y las posibilidades de dictar los precios, con las derrotas del imperialismo yanqui en Corea y el Sudeste Asiático y la agudización de su disputa con la URSS, con el debilitamiento relativo del dólar, el sistema regido por los EE.UU. comenzó a desmoronarse. Las corporaciones transnacionales yanquis se debilitaron, relativamente, y los mecanismos comercial (GATT) y financiero (regido por el Fondo Monetario Internacional) creados a fin de la Segunda Guerra Mundial, entraron en pronunciada crisis. En la Unión Soviética, pese a la mayor centralización de su economía y a que ha recreado un verdadero imperio colonial en Europa y Asia, con tentáculos que ya se extienden a África y América, también se advierte en los últimos años un estancamiento global de la producción y dificultades comerciales y financieras que la militarización de la economía no hacen más que agravar, aunque transitoriamente postergue su manifestación catastrófica. Los elevadísimos gastos militares de la URSS –mayores que los de los EE.UU. pese a la menor potencia económica general de la URSS– actúan como un pesado lastre sobre el conjunto del sistema imperialista soviético.
Globalmente la crisis del sistema capitalista mundial tiene sus raíces en el gigantesco proceso de monopolización de postguerra (en los EE.UU. la mitad de la actividad de negocios corresponde a no más de cien monopolios gigantescos), que aceleró la concentración en grandes corporaciones capitalistas que integran grandes bancos, poderosos monopolios industriales y grandes complejos agro-industriales. Proceso que aparejó la superacumulación de capital. El capital básico creció a un ritmo tan rápido, y produjo tales cambios en la composición orgánica del capital, que éste ya no encuentra vías seguras para su rentabilidad. Se ha puesto de manifiesto, en forma abrupta, la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia que formulara Marx en el siglo pasado y que los economistas burgueses, apologistas del sistema, habían considerado “superada”. A partir de que esta ley comenzó a ponerse de manifiesto, como ya había ocurrido durante la crisis de los años treinta, se acrecentó la intervención estatal para asegurar elevadas tasas de ganancias a los grupos monopolistas. Lo que llevó a un resurgimiento del proteccionismo entre los propios países imperialistas y a grandes desequilibrios monetarios y financieros. El capitalismo monopolista de Estado resultó incapaz para regular el proceso. Al caer, objetivamente, la tasa media de ganancia, el manipuleo estatal para mantener elevados los beneficios de los monopolios se ha traducido en inflación sin haberse conseguido salir del estancamiento. Se ha entrelazado así la crisis de superproducción típica del capitalismo con la inflación. En 1980, en los 9 países de la Comunidad Económica Europea, había siete millones de parados y un índice inflacionario de casi un diez por ciento, cifras cercanas a las de los Estados Unidos.
Las potencias imperialistas, y especialmente las dos superpotencias, aunque cada vez con mayores dificultades por la resistencia de los países del Tercer Mundo, logran ir descargando las consecuencias de la crisis sobre los países coloniales, dependientes y subdesarrollados, lo que se expresa en el extraordinario endeudamiento externo de éstos, como vemos en Latinoamérica y en países como Polonia.
La crisis afecta por igual a los países dominados por el imperialismo yanqui (sistema en donde aparecen centros alternativos como Europa y Japón, centros sin capacidad, sin embargo, para reemplazar el papel hegemónico de los Estados Unidos) y a los países dominados por el socialimperialismo soviético. En ambos sistemas imperialistas ya no existen bases objetivas para el reformismo económico y político del movimiento obrero, por lo que éste ha entrado en una nueva fase de su desarrollo. Y los países y naciones oprimidos ofrecen creciente resistencia a la explotación y al saqueo imperialistas. Lo que, a su vez, agudiza las contradicciones intermonopolistas e interimperialistas. Las propias dificultades económicas impulsan a las potencias imperialistas y a las superpotencias a ser más expansionistas y más agresivas. Países como Alemania y Japón, derrotados en la Segunda Guerra Mundial, que son gigantes económicos y enanos políticos por su debilidad militar, aceleran la transformación de su economía para superar esta debilidad.
El avance del Japón; el crecimiento económico de Europa Occidental durante la década del sesenta, tanto en relación a los EE.UU. como en relación a la URSS; la emergencia de la República Popular China en Asia como nación autónoma; el deterioro del dominio socialimperialista ruso sobre Europa Oriental; y el estancamiento en que se debate su economía, especialmente en el sector agrícola y de la industria civil, acentúan, en aquel marco, el carácter agresivo de la URSS.
La crisis que sacude a la economía del mundo capitalista y en especial a ambas superpotencias imperialistas refuerza su tendencia a recurrir a medios militares para dirimir su disputa y ampliar, o preservar, sus esferas de influencia.
5.- Partiendo de la necesidad de forjar una sólida unidad de la clase obrera mundial y los pueblos del Tercer Mundo, como base de un poderoso Frente Antihegemonista que desenmascare, enfrente y derrote las provocaciones de guerra y el expansionismo agresivo de las dos superpotencias, en especial a la más peligrosa de ellas, el socialimperialismo soviético, estimamos correcto, tácticamente, tratar de unir por ese objetivo al movimiento obrero, socialista y comunista mundial. Sin que sea condición para esa unidad la adhesión al marxismo-leninismo y a la lucha contra el revisionismo moderno.
Esa unidad del movimiento obrero, socialista y comunista mundial, no es antagónica con la coordinación, la unidad y el apoyo mutuo de los partidos marxistas-leninistas, si se observan estrictamente las normas de independencia y respeto mutuo entre los mismos, basado en el principio de igualdad y de que cada partido es responsable de la integración del marxismo-leninismo con la realidad concreta de cada país. Entendemos que el instrumento apto para forjar esa unidad entre los marxistas-leninistas es el de las reuniones bilaterales y no el de reuniones multilaterales. La unidad de los marxistas-leninistas no sólo no es antagónica con la unidad antihegemonista de las fuerzas del movimiento obrero mundial y los países del Tercer Mundo, sino que es un requisito indispensable para que ésta cumpla sus objetivos y para que, en las tormentas revolucionarias que se avecinan, las luchas y revoluciones de liberación nacional y las revoluciones proletarias, triunfen y se consoliden, avance mundialmente la dictadura del proletariado, y se abra el camino a la liberación definitiva de la explotación del hombre por el hombre. Esa es una enseñanza que dejaron al movimiento obrero y comunista mundial la primera y la segunda guerra mundiales.
Todo esto tiene relación con el actual debate internacional sobre la personalidad del camarada Mao Tsetung.
Aprovechando el debate abierto en China sobre esta cuestión, y algunas opiniones que se han vertido en el mismo, se ha desatado una campaña mundial del imperialismo, el socialimperialismo y el revisionismo, con el fin de enlodar la figura revolucionaria del camarada Mao Tsetung.
Por un lado se vierten sobre la figura del camarada Mao Tsetung todo tipo de agravios a cuento del llamado “culto a la personalidad”. El movimiento obrero sabe, desde la época de Marx, que esta cuestión ha estado siempre ligada a una lucha de líneas en el movimiento obrero y comunista. El último ejemplo fue el de Stalin y el XX Congreso. Por ello, cuando en determinado partido o país ha surgido este fenómeno, ha sido necesario estudiar las condiciones histórico-concretas en las que surgió, para no hacer un análisis idealista y burgués del mismo.
Hoy sucede con Mao Tsetung y sus aportes revolucionarios lo que respecto de Marx señaló Lenin en El Estado y la Revolución, cuando escribió:
“Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia, repetidas veces, con la doctrina de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en la lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras los someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte se intenta convertirlos en santos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para ‘consolar’ y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola”.
El problema de la valoración de los aportes revolucionarios del camarada Mao Tsetung no es sólo un problema de los comunistas, el proletariado y el pueblo chinos. Es un problema del proletariado y los comunistas de todo el mundo. Así como no fueron problemas exclusivos del proletariado alemán la herencia de Marx y Engels; ni del proletariado ruso la herencia de Lenin y Stalin. Esto porque todos ellos fueron jefes del proletariado mundial.
Se discute si Mao se equivocó o no y si se equivocó mucho o poco. Desde el punto de vista marxista-leninista sería absurdo pensar que el camarada Mao Tsetung no se hubiese equivocado, e incluso equivocado en muchas ocasiones, dado que era humano, igual que todos nosotros; y sería difícil que hubiese podido acertar, cuando acertó, sin recorrer primero el camino del error que le permitió no equivocarse luego; dado que nadie antes había integrado la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica revolucionaria concreta de la revolución china y que la construcción de la sociedad socialista, que él dirigió luego de 1949 en China, tenía pocas experiencias y muy pocos años de aplicación en el mundo. Fue Mao Tsetung, precisamente, el que señaló y asumió lo que le correspondía en cuanto a los errores cometidos por el Partido Comunista de China en 1927, en 1935, en 1959, en 1966 y en otros momentos de la Revolución China. Criticando el culto a la personalidad y el endiosamiento que hacía de él Lin Piao, escribió:
“Nunca he creído que aquellos libritos míos posean tamaño poder milagroso. Ahora que les han hecho tanto bombo, todo el Partido y toda la nación siguen su ejemplo. Esto hace recordar a la abuelita Wang, aquella vendedora que exageraba la calidad de sus propios melones.” (…) “Siempre me parece –agregaba– que, al igual que el mono se hace rey cuando no hay tigre en la montaña, yo me he convertido en un rey semejante. Pero no hay en esto eclecticismo: hay en mí algo de tigre, que es lo principal, y también algo de mono que es lo secundario”.
Sigue siendo válido lo señalado en el CC de abril de 1981 cuando señalamos nuestra coincidencia con la caracterización histórica que en el XI Congreso del PC de China hizo el camarada Ye Chienying sobre el camarada Mao Tsetung definiéndolo como:
“el más grande marxista-leninista de nuestro tiempo. Integrando la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución, el Presidente Mao heredó, defendió y desarrolló el marxismo-leninismo en los dominios de la filosofía, la economía política y el socialismo científico en medio de las luchas contra el imperialismo y las clases reaccionarias internas, contra las líneas oportunistas de derecha y de ‘izquierda’ dentro del Partido y contra el revisionismo contemporáneo que tiene como centro a la camarilla de los renegados revisionistas soviéticos. La teoría del Presidente Mao sobre la revolución de nueva democracia abrió un nuevo camino para la causa emancipadora de las naciones y pueblos oprimidos del mundo. Su teoría de la continuidad de la revolución bajo la dictadura del proletariado señala el camino fundamental para la consolidación de la dictadura del proletariado, la prevención de la restauración capitalista y la construcción del socialismo y constituye la más grande contribución hecha por el Presidente Mao al marxismo en el período de la revolución y la construcción socialistas”.
La historia de la humanidad enseña que la lucha entre la restauración y la contrarrestauración de un sistema social por otro ha sido prolongada y compleja; incluso cuando un sistema de explotación (esclavista o feudal) fue reemplazado por otro sistema de explotación. En ocasiones la lucha ha durado siglos. La práctica social de las últimas décadas de revoluciones proletarias, revoluciones, contrarrevoluciones y guerra, enseña que aquella lucha se multiplica –hasta un grado desconocido antes–, cuando derrotado el capitalismo, el proletariado, a través de la dictadura del proletariado, crea las condiciones para acabar para siempre con la explotación del hombre por el hombre; explotación que tiene milenios de años de antigüedad, y raíces sociales e ideológicas profundas en el mundo actual.
Lenin, previendo la posibilidad del triunfo contrarrevolucionario escribió:
“No sabemos si después de nuestro triunfo sobrevendrá algún período transitorio de reacción y triunfo de la contrarrevolución –imposible no es ni mucho menos–; por eso, una vez que triunfemos levantaremos una 'triple línea de fortificaciones' contra semejante posibilidad”.
Hemos visto que la contrarrevolución triunfó en la URRS. Por eso, el Comité Central de abril de 1981 señaló, con razón, que compartía la opinión del camarada Ye Chienying, expresada en el XI Congreso del PC de China, sobre que: “El enarbolar y defender la bandera del Presidente Mao atañe no sólo al desenlace de la causa revolucionaria en nuestro país, sino también al destino común de los pueblos del mundo”. Esta es una cuestión de principios que hace al triunfo o derrota de nuestra causa revolucionaria y, por lo tanto, a la razón de ser de nuestro Partido.
Situación política nacional
La dictadura que se instaló en 1976
1.- El 24 de marzo de 1976 se instaló en el poder una dictadura militar proimperialista, de la gran burguesía intermediaria, y proterrateniente; antidemocrática y gorila; antipopular y antiobrera, como la caracterizamos en la declaración pública del Comité Central del 27-3-76.
En el golpe de Estado del 24 de marzo, en los hechos confluyeron fuerzas que integraban un frente reaccionario muy amplio. Esas fuerzas coincidieron en terminar con el gobierno peronista y cerrar el proceso de masas iniciado en 1969. Eran fuerzas muy heterogéneas: prosoviéticas, proyanquis, proeuropeas, e incluso algunos sectores de burguesía nacional que –por diversos motivos– apoyaron el golpe de Estado ilusionados con pescar en río revuelto. La disputa entre esas fuerzas –con nuevos métodos y formas– continuó y se agudizó luego del golpe, con la finalidad de definir cuál de ellas sería hegemónica en el poder. En forma precaria, la hegemonía en la dictadura militar la tuvo el sector prosoviético que encabezaban los generales Videla, Viola, Villarreal y Liendo. Este sector controlaba la cúpula del Ejército y algunos mandos claves del mismo, y tenía fuerza en otras armas. Bajo el gobierno de Lanusse y posteriormente con Gelbard en el Ministerio de Economía, y con el control de importantes resortes estatales, el socialimperialismo soviético, a través de su grupo de burguesía intermediaria y de los terratenientes asociados a él, pasó a controlar palancas claves de la economía nacional y fortaleció su fuerza militar y política. Esto le permitió hegemonizar la dictadura instalada en 1976, en dura disputa con sus rivales yanquis y otras fuerzas reaccionarias, que también aprovecharon el desplazamiento del gobierno constitucional.
2.- Antes del 24 de marzo libramos una intensa lucha contra las ilusiones creadas en algunos sectores populares en torno al futuro golpe de Estado. Esas ilusiones fueron alimentadas, principalmente, por la propaganda de las fuerzas prosoviéticas. Estas, durante un largo período, calificaron de “peruanistas” a los militares violo-videlistas (dando a entender que el programa de éstos sería de carácter nacional, semejante, decían, al programa de Velasco Alvarado en Perú). Luego del golpe debimos continuar esa lucha, ya que las fuerzas prosoviéticas –desde la dirección del P“C” hasta la de los Montoneros– decían que las concesiones, cada día mayores, que hacía la dictadura a la URSS, eran la expresión de una política nacional, de una oligarquía “independentista”, que pugnaba por no subordinarse al imperialismo yanqui, y buscaba, apoyándose en la URSS, un camino independiente para la Argentina.
Cuando en abril de 1976 la dictadura hizo público su programa económico, dijimos que era un plan “de sangre, sudor y lágrimas para el pueblo” que “iba a fracasar en su objetivo de acabar con la inflación y sacar al país de la crisis”.
En el Comité Central de febrero de 1978, hicimos el siguiente balance del mismo:
“El plan de Martínez de Hoz se ha basado, esencialmente, en la liberación de todo control a los precios; pero congelando y manteniendo un control total sobre la principal mercancía del mundo capitalista: la fuerza de trabajo. Así ha congelado los salarios y los ha deprimido hasta niveles no conocidos antes, impidiendo, simultáneamente, toda discusión de convenciones colectivas de trabajo. Según una organización que no puede ser tachada de obrerista –la Asociación de Bancos de la República Argentina– si el salario del peón industrial fue en 1960 de 100, en 1974 de 129,2 y en 1975 de 124, llegó, en diciembre de 1977, a ser de 40,6, el índice más bajo en 18 años (La Nación del 26-2-78). Así fue como el hambre entró en los hogares de los trabajadores. Miles de millones de dólares salieron de los presupuestos de 7 millones de asalariados para engrosar los bolsillos de los grandes monopolios y terratenientes.
“Además, la política económica de la dictadura, con el cuento del “sinceramiento”, ha barrido con las medidas protectoras de la industria nacional” y luego de explicar en qué consistía el mencionado ‘sinceramiento’” decíamos: “La dictadura ha estimulado así la competencia destructora de la industria extranjera contra la industria nacional, con lo que sólo sobrevivirán los grupos más fuertes, facilitando una concentración económica en favor de algunos grupos” y agregábamos que estos grupos abandonaban, a su vez, “las inversiones productivas en beneficio de operaciones financieras especulativas”; que “sólo se protege a los monopolios que integran la ‘trenza’ afín a la dictadura” (Aluar, Papel Prensa, Celulosa, Acindar, Alpargatas, BRIDAS, Ledesma, Carnes Argentinas, Garovaglio y Zorraquín, grupo Trozzo, Greco, Capozzolo, etc., recibieron subvenciones y exenciones impositivas por centenares de millones de dólares) y que “si no se le para la mano a la dictadura, ésta liquidará a gran parte de la industria nacional”.
La caída del salario real producida por la política de la dictadura fue de tal magnitud, que ya a mediados de 1977 éste era “uno de los más bajos del mundo” (informe del Comité Central del 12 y 13 de setiembre de 1977). Junto con esto, se intensificó hasta niveles no conocidos la superexplotación de los trabajadores, mediante la introducción de diferentes tipos de “premios” (a la producción, a la asistencia, a las horas extras, etc.) y del trabajo a destajo. Se derogaron las conquistas que se habían obtenido por la Ley de Contrato de Trabajo, especialmente para la mujer trabajadora. Se anuló el derecho de huelga y se suprimieron las convenciones colectivas de trabajo. Los obreros rurales perdieron la jornada de 8 horas, conquistada anteriormente en muchas zonas y trabajos, y fueron víctimas de la arbitrariedad y la prepotencia de los terratenientes y patrones. Centenares de miles de obreros perdieron sus trabajos. Según La Prensa, en 1975 los asalariados participaban en el 48,5 % de la renta nacional. Actualmente, en alrededor del 27 %. En 6 años se sacó de los bolsillos de los asalariados una suma que oscila, según diversas estimaciones, entre los 75.000 millones y los 100.000 millones de dólares. Se suspendió la construcción de viviendas populares. Y se agravaron los problemas de salud, educación, culturales, etc., de las masas. Se modificó la Ley de Obras Sociales y se erradicaron de la Capital Federal grandes villas de emergencia. Miles de campesinos pobres y medios fueron desalojados a partir del vencimiento de la ley de arrendamientos rurales en junio de 1977 y por la plaga de impuestos y créditos indexados que cayó sobre los productores. Se agravó el problema de la falta de tierra para la juventud agraria. Miles de estudiantes debieron abandonar sus estudios y centenares de miles de profesionales emigraron del país.
Se produjo un proceso acelerado de concentración de la propiedad de la tierra en manos de viejos y nuevos terratenientes. Reaparecieron e hicieron “su agosto” les pulpos intermediarios que fueron los principales beneficiarios de varias cosechas excepcionales. La concentración en la industria de la alimentación, la leche y la carne, subordinó a la masa de productores a sus dictados.
La dictadura propagandizó su objetivo de acabar con la inflación. Pero utilizó, a fondo, la inflación, para expoliar al pueblo. Para calcular su magnitud, basta tener en cuenta que el producto bruto interno tuvo un descenso relativo entre 1976 y 1980 que ocasionó una pérdida a la economía nacional, según diversas estimaciones, de más de 30 mil millones de dólares. Y pese a esto, el empapelamiento monetario alcanzó cifras astronómicas. En 1977 la emisión monetaria creció 8 veces sobre la que existía y en 1978 creció 13,4 veces.
Durante todos estos años la burguesía intermediaria prorrusa, por un lado, y la proyanqui, por el otro, libraron batalla para decidir cuál de ellas predominaría en el control del capital financiero. Esa lucha venía de muchos años atrás. Con el triunfo del golpe de Estado del 24 de marzo, la disputa se intensificó. Los sectores prosoviéticos lograron que al debatirse la ley de reforma financiera en la Comisión de Asesoramiento Legislativo, primero, y en el gobierno, luego, se aprobase la cláusula de la garantía oficial a los depósitos en la banca privada.
Así fue como proliferaron los especuladores y estafadores, entre los que se destacaron los hombres de paja de la multinacional rusa: Trozzo, Greco, Capozzolo, Oddone, Saiegh, los Guelar, Zavalía y otros más. Pagando algunos puntos más de interés en sus bancos para los depósitos a plazo fijo, estos aventureros recogían miles de millones de pesos sobrevaluados en relación al dólar, con los que se apropiaron de gran parte de las empresas nacionales arruinadas por la política de la dictadura. Haciendo como el tero, ponían en un lado los huevos y en otro daban los gritos; mientras gritaban contra la “Trilateral”, estos testaferros del grupo de capitales soviéticos en el país se quedaron con la mayoría de las empresas nacionales fundidas y las vaciaron. Nunca, desde la crisis de 1890, la corrupción pública cayó a tal nivel. Paralelamente, entraron al país miles de millones de dólares del gran capital financiero occidental, que aprovecharon las elevadas tasas de interés –garantizadas por el Banco Central– para hacer jugosas ganancias, y luego utilizar estas ganancias para volver a comprar dólares subvaluados y sacarlos al extranjero, ganando elevadísimos intereses. Procedimiento que también fue utilizado por los testaferros rusos, tanto del exterior como del país. Estos últimos constituyendo sucursales bancarias en el exterior para captar dólares y traerlos al país con ese objetivo.
El ingreso de capital “golondrina” creó así la necesidad de varios miles de millones de dólares para que esos capitales y sus intereses usurarios pudieran convertirse nuevamente en dólares. Pero además, como el mercado financiero era libre, en él operaban también los testaferros rusos, transformando parte del producto de sus estafas en dólares baratos que remitían a sus amos en el exterior.
Así, el funcionamiento del sistema comenzó a requerir muchos más dólares de los que entraban, por lo que la propia dictadura hizo tomar a las empresas estatales abultados préstamos en el exterior (sólo YPF adeuda 5.000 millones de dólares por esta razón), que eran volcados al mercado libre. Este terminó “tragándose” literalmente, entre 1980 y 1981, más de 23.000 millones de dólares: una parte es la usura de los “golondrinas”, pero hay más de 15.000 millones que sólo pueden explicarse, en su mayor parte, por el saqueo financiero realizado por los testaferros de la multinacional rusa a través del autopréstamo de los fondos mediante firmas “fantasmas”, y su remisión al exterior bajo la forma de dólares.
Poco a poco, la dictadura militar fue desamarrando el comercio exterior argentino de su dependencia de los mercados occidentales y lo fue amarrando a la URSS, y sus países satélites. La Argentina, como dicen los teóricos soviéticos, se fue integrando “a la división internacional planeada del mercado”. Esta política dictatorial apareció con claridad luego del bloqueo de la venta de cereales yanquis a la URSS, con motivo de la invasión por ésta de Afganistán. El resultado final ha sido que si la economía argentina depende hoy, más que ayer, de sus exportaciones agropecuarias, éstas dependen de la URSS. Y como la URSS tiene poderosas palancas de control sobre el comercio internacional de productos agropecuarios, por ser gran compradora, por manejar poderosos monopolios que se dedican a ese comercio en Europa Occidental y otras regiones del mundo, y por tener lazos estrechos con grupos monopolistas como Bunge y Born, Dreyfus, Nidera, Continental y otros, la dependencia de la economía argentina de la voluntad de los socialimperialistas rusos es tan grande como lo fue, en la década del treinta, de la voluntad de los capitalistas ingleses. Este es uno de los principales saldos de siete años de dictadura.
Otro resultado de la política económica de la dictadura que costará mucho revertir, es el de la crisis de las llamadas economías regionales. Economías basadas, generalmente, en la monoproducción destinada –en gran medida– al mercado interno y –según la época, o la situación del mercado mundial–, complementariamente, a determinados mercados externos. La brutal caída del nivel de consumo en el mercado interno y la crisis económica mundial llevaron a la crisis a esas producciones. Así se agravó, enormemente, la diferencia entre el interior pobre y el Litoral; y entre éste y el Gran Buenos Aires. La producción lanera y frutícola de la Patagonia, la vitivinicultura y la fruticultura de Cuyo y otras regiones, la citricultura, los cultivos algodoneros de Chaco y Formosa, los cultivos de porotos, tabaco y azúcar del Noroeste, la nuez y la aceituna en Catamarca y La Rioja, los cultivos de té y tabaco de Misiones, la producción forestal, entraron en profunda crisis, agravando los males del latifundio con su secuela de minifundio y monocultivo que imperan en esas regiones. Decenas de miles de productores pobres y medios fueron barridos del campo en esas provincias desde 1976 hasta ahora.
Con la quiebra del Banco de Intercambio Regional de Trozzo y del Banco de los Andes de Greco (dos de los principales testaferros rusos en el país), estalló la crisis financiera. Ahora se conoce que en pocas semanas la dictadura emitió dinero por valor de cinco mil millones de dólares para capear la crisis. Billones de pesos nuevos se volcaron para tratar de salvar los bancos de Trozzo, Greco, Sasetru, Piñeiro Pacheco, Oddone, etc. Al 1° de junio de 1980, se habían anticipado 3 billones 700.000 pesos nuevos a los bancos BIR, Oddone, e Internacional. A Greco, pocos días antes de su desmoronamiento, le prestó el Banco Central un billón de pesos nuevos. Dinero irrecuperable. Fue el derrumbe del período de “la plata dulce”. Y el comienzo del fin de los ambiciosos planes acariciados por el grupo de Videla, Viola, Villarreal y Liendo, planes “aceitados”, durante años, por esa “plata dulce”.
Desde el estallido de la crisis, hasta ahora, la línea fundamental de la dictadura fue tratar de descargarla sobre los hombros de las grandes masas trabajadoras de la ciudad y el campo, para beneficiar y tratar de salvar, fundamentalmente, los intereses del gran capital financiero e industrial generalmente extranjero y los intereses de los terratenientes y la gran burguesía intermediaria. Exportar todo lo posible, mediante el hambre y el sacrificio del pueblo, devaluando periódicamente la moneda; mantener un alto índice inflacionario; financiar directa, e indirectamente, a los grupos privilegiados y castigar con elevadas tasas de interés a los empresarios y chacareros, garantizando el pago estricto de los intereses y las cuotas de una elevada deuda externa. Esta ha llegado a un nivel sin precedentes de cerca de cuarenta mil millones de dólares y todos los beneficios obtenidos por una cosecha récord, de casi 15 millones de toneladas de trigo, sólo alcanzan para pagar la cuarta parte de los intereses que vencen este año.
3.- Desde 1976 la política de la dictadura tuvo un objetivo diplomático central: crear un detonante potencial para un conflicto bélico con Chile en el Atlántico Sur, al servicio de los objetivos desestabilizadores de la URSS, que pretende ir completando su dispositivo estratégico global para la tercera guerra mundial y creando focos de conflicto que distraigan a sus rivales yanquis del punto central en disputa: Europa Occidental. La política económica de la dictadura procuró miles de millones de dólares para rearmar a las Fuerzas Armadas. Se montó una infame campaña chovinista basada en el argumento de que la Argentina siempre había perdido territorio a manos de los países hermanos de América del Sur; y, sobre la base de negar las cláusulas expresas de los acuerdos limítrofes con Chile, se machacó la conciencia de las masas con el argumento “Chile en el Pacífico, Argentina en el Atlántico”, para fundamentar las posiciones de la dictadura en el conflicto sobre el Beagle. Se utilizó el Campeonato Mundial de fútbol para desplegar a fondo esa campaña.
La lucha de las masas y el repudio continental y mundial, pararon las manos de la dictadura, cuando estaba a punto de encender la mecha del conflicto fratricida. Pero el detonante bélico ha quedado montado, y luego de más de cuatro años de mediación papal y de más de dos años de entregada la propuesta papal, la dictadura sigue dando largas al asunto.
4.- Semejante política hambreadora, entreguista, ultrarreaccionaria y belicista, sólo pudo ser impuesta por el fascismo y el terror abierto. Nunca, en lo que va del siglo, conoció la Argentina una dictadura terrorista como la instaurada en 1976. Más de 30.000 detenidos-desaparecidos y decenas de miles de personas, en su mayoría obreros, estudiantes, intelectuales, campesinos, detenidos por sus ideas políticas y sociales, fueron arrojados a inmundos “chupaderos”, torturados en forma brutal; muchos de ellos asesinados o “desaparecidos” –incluso decenas de niños–; o arrojados durante años a las cárceles y sometidos a todo tipo de torturas y vejámenes. Fueron pisoteadas todas las libertades democráticas. Se proscribieron partidos políticos como el nuestro y se dispuso la veda de la actividad política. Se intervinieron los sindicatos y se prohibieron las huelgas y las convenciones colectivas de trabajo. Se reprimieron, hasta liquidarlas, a las Ligas Agrarias y otras organizaciones del campesinado pobre. Se prohibieron los centros de estudiantes y se reprimió policialmente la actividad gremial en las universidades. Se hicieron “listas negras” de artistas e intelectuales y se implantó la censura. En 1975, en una reunión en Montevideo de jerarcas militares sudamericanos, dijo Videla: “si es preciso, en la Argentina, deberán morir todas las personas necesarias para lograr la seguridad del país”. Y así se procedió.
La amplitud y la profundidad del terror fascista sirven para medir la amplitud y la profundidad del movimiento revolucionario que se desarrolló en la Argentina desde 1969 hasta 1976. El fascismo del violo-videlismo es el precio que pagó la clase obrera y el pueblo por su falta de unidad, y principalmente por no tener un poderoso partido político revolucionario en condiciones de haber impedido el golpe de Estado de 1976. Pero éste es sólo un aspecto del problema. El otro es que las clases dominantes ya no pudieron seguir gobernando con los viejos métodos con que lo hacían. Debieron recurrir al terror fascista abierto para poder contener a las masas. Han logrado, como resultado, que en estos años, la experiencia política de las masas no sólo se enriqueciese sino que se combinase con un tremendo odio popular a las clases dominantes, odio popular que es como la lava que guardan los volcanes vivos en sus entrañas. Se cumplió lo que señalamos en nuestra declaración del 27 de marzo de 1976: “estas dictaduras, para poder gobernar, deben golpear a todo el pueblo, y, como les sucedió a Onganía, Levingston y Lanusse, más tarde o más temprano las alcanza el odio de todo el pueblo”.
La resistencia a la dictadura
1.- Consumado el golpe, se produjo un retroceso en el movimiento de masas. Pero, poco a poco, fueron surgiendo pequeñas luchas que permitieron acumular experiencias en el combate contra un enemigo desconocido y feroz. Poco a poco, las fuerzas obreras y populares, preservando en lo que pudieron a sus cuadros y organizaciones, fueron organizando la resistencia a la política dictatorial. Para octubre-noviembre de 1976 se comenzaron a desarrollar luchas importantes del movimiento obrero, como la de los obreros de Luz y Fuerza, la de General Motors (Barracas), Mercedes Benz, IKA Renault, Ford, Standard, La Cantábrica, Peugeot, entre otras. A fines de 1977 se realizó la primera gran huelga ferroviaria, huelga que alentó la resistencia al fascismo.
A comienzos de 1977, el llamado “caso Graiver puso al descubierto la compleja red que unió a los testaferros del socialimperialismo ruso, (Gelbard, Broner, Graiver) con algunas de las cabezas del terrorismo y con los cuadros militares claves de la propia dictadura.
Paulatinamente, se fueron conociendo en todo el mundo los crímenes horrendos de una dictadura que fue apañada en los foros, internacionales, desde el inicio, por la URSS y sus satélites.
Se organizó el Movimiento de las Madres de Plaza de Mayo. Creció la resistencia antidictatorial. Y a fines de 1978 el movimiento popular obtuvo su primer gran triunfo al lograr impedir que la dictadura llevase a la Argentina a una guerra fratricida contra Chile. En enero de 1979, nuestro Comité Central pudo afirmar que la resistencia antidictatorial había entrado “en una nueva fase”, “en la que se generalizará y profundizará, aun más, se intensificará, y se irán creando mejores condiciones para que las fuerzas populares a través de un proceso zigzagueante puedan pasar a la contraofensiva”. Con el paro, histórico, del 27 de abril de 1979, la resistencia del movimiento obrero realizó su primera lucha nacional.
Durante 1979 y 1980, la resistencia antidictatorial se amplió y generalizó; crecieron las luchas, pero la dictadura, pese a recibir cada vez golpes más duros, se mantuvo a la ofensiva. La crisis financiera, a inicios de 1980, la conmovió como si fuese un monstruo herido en sus entrañas; y aunque siguió aplicando su política siniestra, ya no pudo recomponer sus fuerzas. Fue la resistencia obrera a la política de superexplotación y hambre de la dictadura –resistencia que dificultó y limitó esta política– y luego las luchas del movimiento campesino contra los impuestos y los créditos confiscatorios, los principales arietes que batieron, hasta lograr agrietarlo, el plan económico de la dictadura.
Tiene importancia particular, para entender lo sucedido y para avizorar el futuro, detenerse en el breve período presidencial del teniente general Viola; puesto que, desde 1976, toda la política del grupo hegemónico violo-videlista preparó las condiciones para la presidencia de Viola, quien debía, según esos planes, coronar en lo fundamental la obra del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”.
2.- El desplazamiento del Tte. Gral. Viola de la Presidencia de la Nación, luego de un período breve de ejercicio del cargo, apareció como el producto de una lucha de camarillas en la cúpula dictatorial. Pero la caída de Viola no fue sólo el producto de una lucha en las alturas. El objetivo del grupo prosoviético hegemónico en la dictadura fue, desde 1976, lograr el traspaso de la presidencia de Videla a Viola y coronar –con esta presidencia, y la concreción de la llamada “convergencia cívico-militar”–, el “proceso” dictatorial tal cual ellos lo concibieron.
El defenestramiento de Viola por un golpe palaciego fue la manifestación oficial de la profunda crisis que afectaba a la dictadura y que abriría, como dijimos entonces, un período de inestabilidad política.
El trasfondo de lo sucedido en la crisis gubernamental de diciembre de 1981, que determinó el desplazamiento de Viola por Galtieri, fue el fracaso de la dictadura para alcanzar los objetivos que se propuso en 1976. El país era devastado por una crisis económica catastrófica. Creció un gigantesco odio popular a la dictadura; y con él, creció la resistencia antidictatorial y paulatinamente la dictadura fue siendo aislada políticamente. Desde que Viola asumió la presidencia hasta el mes de octubre, el movimiento obrero realizó paros, marchas de protesta, ocupaciones y un paro general. Se radicalizó el movimiento campesino, como se demostró en el Congreso de la Federación Agraria. Creció en forma notable el movimiento femenino y se intensificó la reorganización del movimiento juvenil. Fue sobre esta base que se agudizó la lucha de camarillas arriba. Lucha que expresa, en lo fundamental, la disputa entre distintos grupos de terratenientes y burguesía intermediaria, subordinados a diferentes imperialismos rivales; y, en menor medida, a sectores terratenientes y burgueses que expresan cierto grado de oposición a esos imperialismos.
El principal afectado por todo lo anterior fue el grupo hegemónico en la dictadura: el grupo de Videla-Viola-Villarreal-Liendo. De allí que ese grupo debiese pagar, con el desplazamiento de Viola, el desprestigio generalizado de la dictadura. Esta fracasó en su plan de instrumentar al movimiento obrero desde el Ministerio de Trabajo a través de la CUTA. El 7 de noviembre de 1982 la CGT realizó la primera gran manifestación obrera desde el golpe de 1976, con motivo de la celebración del día de San Cayetano. El movimiento campesino intensificó su organización y lucha. Se realizaron las primeras manifestaciones estudiantiles desde 1976. La intelectualidad protagonizó combates importantes contra la censura y la represión fascista. Hubo gigantescas manifestaciones por la paz con Chile, impulsadas en su mayoría por la Iglesia Católica, pero de contenido unitario, en las que se destacó la presencia de grandes masas de jóvenes. El movimiento de las Madres de Plaza de Mayo hizo naufragar, en abril del ‘81, el proyecto de ''esclarecimiento” y “sinceramiento” del problema de los detenidos desaparecidos que había preparado el violismo con el apoyo de sus amigos del partido “comunista”. El repudio de las bases del partido radical a los acuerdos con la dictadura de algunos de sus dirigentes –repudio que se manifestó nítidamente en el entierro de Balbín–, y la negativa de la dirección peronista a entrevistarse con Liendo, hicieron fracasar los planes de Viola y algunos dirigentes políticos, de instrumentar a la Multipartidaria para la llamada “convergencia cívico-militar”. Planes que acunó Viola antes de la constitución de la Multipartidaria y antes de ser presidente, en trabajosos acuerdos con dirigentes políticos burgueses. Los cambios de mandos en el Ejército y la Armada, a fines de 1981, perjudicaron al sector prosoviético, que perdió puestos en mandos claves que pasaron a manos de oficiales proyanquis, proeuropeos y, principalmente, a un sector muy amplio de oficiales que sustentaban posiciones nacionalistas. Este sector se apoyó en el imperialismo yanqui para desplazar al violo-videlismo prorruso, pero no se subordinó a los yanquis como se demostraría el 2 de abril de 1982.
Con la caída de Viola, La Nueva Provincia –un diario que defendió desde su inicio, el llamado Proceso de Reorganización Nacional–, pudo decir que: “el 'proceso' tal como se lo conoció desde marzo de 1976, había concluido en forma lastimosa”. Así se abrieron las compuertas a la crisis política.
En abril de 1981, cuando Viola, exultante, asumió la presidencia del gobierno dictatorial, dijimos que se podían derrotar sus planes, en el camino de debilitar a la dictadura y preparar su derrocamiento. Y en febrero de 1982 señalamos:
“Viola, atrapado por la espiral de la crisis económica, habiendo fracasado políticamente, fue presa fácil de sus adversarios en las Fuerzas Armadas. Pero el factor fundamental de su caída fue el repudio popular a su política. Por ello su caída estimulará la lucha antidictatorial, permitiendo que la resistencia popular crezca, y cree condiciones para pasar a la contraofensiva contra la dictadura”. (Resolución sobre la situación política nacional, 15-16 de febrero de 1982).
La gran manifestación obrera y popular convocada por la CGT el 30 de marzo de 1982, iba a demostrar que esa conclusión fue correcta. Y la recuperación militar de las islas Malvinas, el 2 de abril de 1982, comprobó que los que creyeron que con el desplazamiento de Viola no había cambiado nada en la dictadura se habían equivocado, ya que ésta cambió el blanco y –postergando el enfrentamiento con Chile– produjo un hecho de claro contenido anticolonialista, que se tiñó rápidamente por la propia dialéctica de los hechos, con tonalidades antiimperialistas, de unidad latinoamericana y tercermundista. Los que argumentaron –influidos por la propaganda del partido “comunista” y las fuerzas prorrusas– que los cambios de diciembre de 1981 fueron “para peor”, también se equivocaron. No percibieron que, al quedar muy debilitado el sector prosoviético –sector hegemónico en la dictadura–, y al no tener el sector que lo desplazó condiciones de fuerza reales para reganar un cierto apoyo de masas para los objetivos de la dictadura, ésta se debilitó en su conjunto.
3.- El 2 de abril las Fuerzas Armadas argentinas recuperaron para la soberanía nacional las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur. La bárbara agresión del imperialismo inglés, posterior a ese acto, impuso a la Argentina una guerra nacional. La respuesta colonialista del imperialismo inglés; el boicot económico que nos impusieron el Reino Unido y los países de la Comunidad Económica Europea; el apoyo yanqui al ataque colonialista inglés; y la hipócrita conducta del sociaimperialismo soviético (que no vetó en las Naciones Unidas la propuesta inglesa, posteriormente suspendió las compras de productos agropecuarios argentinos y presionó descaradamente por obtener concesiones políticas a cambio de una hipotética ayuda), que buscaba pescar en aguas revueltas, fueron hechos que demostraron, nítidamente que la Argentina es un país dependiente; un país con parte de su territorio sometido al dominio colonial; un país disputado por las grandes potencias.
La guerra por el dominio y la soberanía sobre las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur produjo un cambio sustancial en la política nacional. Fue una guerra justa desde el punto de vista nacional; desde el punto de vista de la contradicción del mundo moderno entre los países imperialistas, opresores, y los países dependientes y oprimidos. La Argentina, un país de un olvidado rincón del mundo, se atrevió a levantarse en armas para recuperar un pedazo de su territorio en manos del imperialismo inglés. El poder estaba en manos de una dictadura prooligárquica y proimperialista, al igual que en 1806 y 1807 –cuando las invasiones inglesas– vivíamos oprimidos por el virreinato colonial español. En ambos casos, el pueblo supo ubicar a su enemigo principal, por encima del carácter tiránico del gobierno de turno.
Una gigantesca oleada patriótica sacudió al país. Se produjo un profundo remezón patriótico en la conciencia de las grandes masas. Miles de jóvenes debieron enfrentar, con las armas en las manos, al agresor imperialista. Los grandes temas políticos en debate en un mundo al que la disputa entre las dos superpotencias llevará, más tarde o más temprano, a una nueva guerra mundial, pasaron a ser temas de discusión de las grandes masas. Masas que tomaron conciencia, abruptamente, de la realidad de la Argentina como un país oprimido y débil; un país que interesa a las superpotencias fundamentalmente por su posición estratégica en el Atlántico Sur; un país que sólo tiene como amigos verdaderos a los países de América Latina y el Tercer Mundo, y a la clase obrera mundial, que fueron los que nos apoyaron, incondicionalmente, en la ocasión. Pese al odio acumulado contra la dictadura por seis años de fascismo, hambre y entrega, las masas populares apoyaron, fervorosamente, la lucha patriótica contra el agresor inglés.
La derrota militar conmovió al pueblo, que no había sido preparado para esa eventualidad; ya que los sectores derrotistas prooccidentales y prorrusos, impulsaron una propaganda triunfalista, acorde con la línea que el sector nacionalista de Galtieri-Anaya aplicó durante la guerra. Esta línea trataba de no movilizar a las masas populares para un conflicto prolongado y difícil, sino de apoyarse en ellas como retaguardia de una guerra corta y fácil, que libraría una parte de las Fuerzas Armadas, en tanto se ponía el centro de los esfuerzos en las negociaciones diplomáticas. Línea con la cual no se podía ganar la guerra a la que fuimos arrastrados, como planteamos en la Resolución Política del Comité Central del 29 de mayo de 1982.
Con la derrota en la guerra de las Malvinas se abrió un gran debate de masas sobre la guerra. Y si cada clase social tuvo una línea para la guerra, luego de ésta, cada clase social tuvo una línea para la derrota y para la postguerra. El debate abierto –debate que continúa–, en la medida en que el Partido Comunista Revolucionario cumpla su rol de vanguardia, ayudará a las masas a sacar conclusiones sobre una experiencia que viene enriquecida por las gigantescas experiencias de masas posteriores al Cordobazo, por la dura resistencia al fascismo, y por la mayor movilización de masas de este siglo, que fue la realizada con motivo de la recuperación de las Malvinas el 2 de abril de 1982; movilización que conmovió absolutamente a toda la sociedad argentina y, muy especialmente, a las masas más oprimidas, desde la niñez a los ancianos.
Horrorizadas por el sentimiento patriótico, antiimperialista y tercermundista que brotó, enorme, en el pueblo, las fuerzas proimperialistas desataron una gran campaña de propaganda tendiente a “desmalvinizar” el país y a meter la idea de que los pueblos del Tercer Mundo no pueden luchar con éxito contra los imperios y las superpotencias; que no pueden incluso actuar sin pedirles permiso a esas superpotencias. O que sólo pueden luchar contra una superpotencia entregándose a otra.
Pero el pueblo, que no fue consultado para la recuperación de las islas, pero que la apoyó con todo entusiasmo y forzó una línea de enfrentamiento a la agresión imperialista, no “borrará” esa guerra de su recuerdo y sus preocupaciones y no acepta, ni aceptará, que se imponga el criterio según el cual el balance de la guerra de las Malvinas es “una cuestión de los militares”. El resultado de la guerra, por otro lado, plantea la necesidad de revisar los criterios básicos de la doctrina militar que ha prevalecido desde la mitad de la década del cincuenta, y de revisar todas las ideas fundamentales en las que se basó la dictadura militar instaurada en 1976 (la idea de buscar una dependencia “digna y próspera”, según unos de la URSS, según otros de los EE.UU.; la idea de fabricar caramelos en vez de acero; etcétera).
4.- Aprovechando la derrota de Puerto Argentino, las fuerzas proterratenientes y proimperialistas que se habían opuesto a la recuperación de las islas, y las que la habían apoyado en forma hipócrita y habían sembrado el derrotismo desde el 2 de abril, dieron un golpe de Estado. Esas fuerzas aprovecharon el desconocimiento sobre lo que había sucedido en las islas y las limitaciones de clase del sector dictatorial de Galtieri y Anaya, y –merced al control que tienen sobre los principales instrumentos de opinión pública– crearon una gran confusión, tratando de hacer creer al pueblo (cosa que en parte lograron) que el sector dictatorial de Galtieri y Anaya lo convocaba a la Plaza de Mayo y, simultáneamente, ordenaba apalearlo. Fue desalojado del gobierno y perdió posiciones en la dirección de las Fuerzas Armadas la corriente militar (Galtieri-Anaya) que dirigió la recuperación de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y que, paralelamente, estimulada por la movilización popular, alentó en cierta medida, al calor de ese hecho, una línea anticolonialista y en parte antiimperialista y tercermundista.
La corriente violo-videlista, corriente proterrateniente y prorrusa, que al igual que el frigerismo y el P“C” sembró el derrotismo nacional desde el 2 de abril, recuperó el gobierno al imponer como presidente de la Nación a Bignone, un hombre del riñón de la trenza lanussista-violista-videlista, y como sus ministros a Reston, Villareal, Aguirre Lanari, Conrado Bauer, Navajas Artaza, entre otros; hombres todos que pertenecen a la empresa BRIDAS –empresa clave del grupo económico soviético en el país– o tienen vinculaciones estrechas con ella. Esa corriente siguió, respecto de la guerra de las Malvinas, la misma línea que la URSS: primero, estuvo en contra de la recuperación de las islas, porque –argumentó– se había hecho “por la fuerza”, y planteó que se había ejecutado concertadamente con el imperialismo yanqui. Luego, al observar las contradicciones que se desarrollaron entre el imperialismo y los países latinoamericanos, pasó a un apoyo verbal e hipócrita, organizando sus fuerzas para aprovechar la derrota (que siempre dio como segura) para derribar al sector de Galtieri y Anaya de la Junta Militar.
El 14 de junio el sector prosoviético logró desplazar a Galtieri de la presidencia del gobierno dictatorial y posteriormente obtuvo el gobierno. Pero siguió perdiendo fuerzas en la cúpula militar al ser, posteriormente, desplazado Lami Dozo de la comandancia en jefe de la Aeronáutica.
Así se rompió y recompuso, una vez más, el frente dictatorial. En esta ocasión provocando una crisis política profunda, de la que la dictadura sólo logró salir manteniendo un equilibrio inestable entre las fuerzas que la componen; y trabada por la contradicción entre la Junta Militar (en la que se expresan tendencias proimperialistas occidentalistas y en torno a algunas cuestiones tendencias nacionalistas) y el gobierno militar copado por el sector prosoviético violo-videlista.
Finalizada la guerra de las Malvinas, el movimiento popular –que ganó un amplio espacio legal con motivo del gran movimiento patriótico que suscitó la recuperación de las islas Malvinas el 2 de abril– ya no pudo ser desalojado de esas trincheras legales; ni la dictadura pudo arrancarle los derechos democráticos que conquistó en esas jornadas; ni pudo despojarlo de los derechos democráticos que se le concedieron por el sector de la dictadura que dirigió la recuperación de las islas en su necesidad de apoyarse –limitadamente– en el pueblo, al ser jaqueado por el imperialismo inglés, y por las superpotencias.
5.- Así culminó una larga y dura etapa de resistencia a la dictadura, terminó el periodo de retroceso del movimiento obrero y popular y se entró en un periodo de auge de ese movimiento y de acumulación, acelerada, de fuerzas revolucionarias.
Ese período recién se inicia. Surge un poderoso movimiento revolucionario de masas, fermentado por décadas de ricas experiencias de las masas trabajadoras y las fuerzas revolucionarias. Masas de miles de nuevos combatientes de la ciudad y el campo se incorporan a la lucha.
Seguramente el desarrollo de ese movimiento de ascenso no será lineal sino en espiral; con momentos de retroceso relativo y momentos de avance por oleadas; con derrotas momentáneas. Pero el período de auge que se inicia será relativamente prolongado y será teñido por la tendencia al ascenso del movimiento revolucionario.
6.- El período de ascenso del movimiento obrero y popular actual está condicionado por una crisis económica catastrófica. Incluso suponiendo que las causas coyunturales de esta crisis pudiesen ser superadas a breve plazo por las clases dominantes –lo que no parece fácil ni lo más probable–, la situación económico-social de las grandes masas obreras y trabajadoras no encontraría salidas rápidas sin una revolución que cambie, de raíz, el sistema dependiente y latifundista actual. Esta es una base objetiva del actual período de ascenso. En ningún otro período de auge anterior, en lo que va del siglo, la situación económico-social de las masas fue tan grave como ahora.
Al mismo tiempo la crisis económica nacional se articula con la crisis económica mundial, por lo que las clases dominantes encuentran grandes dificultades para poder salir de ella con los remedios habituales.
La situación política internacional es otro estimulante para el ascenso del movimiento revolucionario. La gran inestabilidad que genera la disputa de las dos superpotencias por la hegemonía mundial influye, poderosamente, en la situación económica y política nacional. Siempre las oleadas revolucionarias en la Argentina estuvieron influidas por los cambios mundiales y, en especial, por los cambios en América Latina. Así sucedió también en el período 1969-1976. La dictadura implantada en la Argentina en 1976 coincidió con un período de negras tiranías fascistas en el cono sur de América. Este período fascista está siendo clausurado por un pronunciado ascenso del movimiento democrático y antiimperialista en Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay, e, incluso, en forma más larvada y subterránea, por el crecimiento del movimiento antidictatorial en Paraguay. Se afianza, paralelamente, una corriente tercermundista entre los gobiernos de América Latina.
Desde el punto de vista subjetivo, el período de auge que se inicia fue germinando bajo el terror fascista, alentado por las pequeñas luchas y la resistencia heroica a la dictadura. Se pasó, posteriormente, a grandes movilizaciones de masas en la lucha por la paz y por reivindicaciones económico-sociales hasta eclosionar, primero, en gigantescas manifestaciones antiimperialistas con motivo de la recuperación de las Malvinas; y luego, en el paro del 22 de septiembre de 1982 y en un “diciembre caliente”, con un paro nacional de magnitud pocas veces vista, una gran manifestación por la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos, y la manifestación del 16 de diciembre llamada por la Multipartidaria. Este ascenso está fermentado por décadas de experiencias, algunas de las cuales, luego de 1969, bocetaron el camino más probable para el triunfo de la revolución democrática, popular, antiimperialista y antiterrateniente en nuestro país.
La tendencia que predomina actualmente en la correlación de fuerzas en la política nacional indica que el ascenso del movimiento revolucionario de masas abarcará, probablemente, un periodo prolongado. No se puede descartar, dada la situación internacional, un conflicto bélico o una situación que introdujese cambios imprevistos que cambiasen ese curso. Pero la tendencia que predomina actualmente es de avance del movimiento obrero y popular. Se puede decir que el movimiento obrero recién comienza a desplegarse y a probar sus fuerzas, ya que el proceso de reorganización y democratización en las grandes empresas de concentración que deciden el rol del movimiento obrero en la lucha política nacional, recién comienza a desarrollarse. Incluso en aquellos gremios en los que se ha producido la llamada normalización sindical, el proceso de democratización de los cuerpos de delegados está en su inicio.
Es necesario tener en cuenta que el fracaso de la dictadura ha deteriorado al Estado oligárquico-imperialista en su conjunto. Existe una profunda división de las Fuerzas Armadas que están en una situación de casi “feudalización”, en la que cada arma emite comunicados con independencia de las otras y de la Junta, fija posiciones políticas independientes, etc. Esto se une a una ruptura de la verticalidad de mandos en cada arma, posterior a la derrota de Puerto Argentino. Asistimos a un proceso público de profunda corrupción del aparato represivo y burocrático de ese Estado; incluso del aparato judicial. Esto provoca la actual “crisis de autoridad”. No se sabe con exactitud “quién manda”. Esta “crisis de autoridad” es la expresión política de la crisis de hegemonía. Hay una especie de empate entre les diversos grupos y camarillas que disputan el poder y ninguno logra imponer, nítidamente, su hegemonía a los otros. Sólo resolviendo políticamente las condiciones para lograr cierto apoyo de masas podrá cualquiera de los grupos en disputa soldar las resquebrajaduras en ese aparato estatal y utilizarlo a su favor. El auge del movimiento democrático y antiimperialista de masas trabaja en contra de esta posibilidad. Mientras entre las clases e imperialismos dominantes no se resuelva claramente la hegemonía a favor de alguno de ellos, esta situación será una de las fuentes de la inestabilidad política.
El estudio de la historia argentina del presente siglo comprueba la tendencia –que tiene sus raíces en la estructura económico-social– a períodos de ascenso relativamente prolongados del movimiento obrero y popular. Así sucedió en el período que se inició en 1904 y desembocó en un proceso de reformas en 1912. Período con profundos zigzags, determinados por la juventud y la inexperiencia del movimiento obrero y por la gran expansión de la economía argentina en esos años. Los otros períodos de ascenso fueron: el de 1917 a 1921; el de 1926 a 1930 interrumpido por el golpe de Estado de ese año; el de 1936 hasta 1943, que se reinició en 1945 y desembocó, en 1946, en el triunfo del peronismo. El que se inició en 1958, tuvo un pico en las grandes luchas obreras y populares de abril de 1959, sufrió luego un retroceso momentáneo y se reinició con las elecciones de 1962, para continuar, en medio de grandes conmociones sociales, políticas y militares, hasta 1966. Y el que se inició en forma de estallidos aislados en 1968 y eclosionó en 1969, para continuar hasta el 24 de marzo de 1976; período en que la actividad del PCR fue preanuncio del ascenso y factor fundamental del mismo en muchos aspectos.
Todos esos períodos de ascenso tuvieron a la clase obrera como fuerza impulsora principal y su desenlace dependió, siempre, de la fuerza concreta y la línea de los partidos marxistas primero y marxistas-leninistas después.
El problema principal que tiene que resolver el proletariado argentino para poder llevar al triunfo a la revolución de liberación nacional y social, es la construcción de su partido marxista-leninista de vanguardia. Este es el gran objetivo que debemos proponernos resolver en el próximo período histórico.
Las elecciones convocadas por la dictadura, en el supuesto caso de que se realicen tal cual ésta las planeó, no van a lograr estabilizar el dominio de las clases dominantes, ya que no existen las condiciones objetivas y subjetivas para que eso suceda. Muy probablemente, en ese proceso electoral y de traspaso del gobierno, aunque no se logre el derrocamiento revolucionario de la dictadura, las masas explotadas y oprimidas conseguirán mejores condiciones para su lucha; y la inestabilidad política y social se mantendrá. Las elecciones que convocó la dictadura no son un triunfo popular. Pero tampoco son las que quería convocar Viola cuando trenzaba la convergencia cívico-militar. Si llegasen a realizarse, tal como vienen siendo preparadas, serán condicionadas y tramposas. Pero su resultado no será intrascendente para la suerte del proceso de masas que se ha abierto.
Tres hechos a tener en cuenta en la situación política actual, hechos que marcan diferencias importantes con la situación previa e inmediatamente posterior al “Cordobazo”, son: la muerte del general Perón, por cuyo regreso al país luchó, por más de quince años, un gran movimiento popular, delegando en él, en cierta medida, las soluciones políticas a las que aspiraba; la muerte de Balbín, que ha demostrado la fragilidad de la unidad de diversas corrientes radicales que él lideraba; y la supervivencia y el fortalecimiento político, orgánico e ideológico, del Partido Comunista Revolucionario.
Algunas enseñanzas del período de auge posterior a 1969
1.- Las grandes luchas que nuestro Partido ha protagonizado desde su nacimiento, han ratificado la conclusión programática de que la revolución argentina es, por su carácter, una revolución democrática y nacional. Pero una revolución democrática y nacional que utiliza, preferentemente, métodos, y medios de lucha, proletarios; ya que el proletariado no sólo es la fuerza dirigente sino que es, también, la fuerza principal de la misma. Es por esa razón, qua el medio de lucha específicamente proletario –la huelga– se confirma, una y otra vez, como el medio principal para poner en movimiento a las masas. La combinación de la huelga política de masas con el frente único que constituya un gobierno revolucionario y el alzamiento armado del pueblo, son los tres instrumentos que deberán combinarse para el triunfo de la revolución.
Teniendo esa orientación como perspectiva fundamental, es clave que el Partido sepa ganar a los sindicatos y sepa basarse en ellos para su trabajo. De allí la importancia de estudiar, desarrollar y mejorar la rica experiencia que nos dejó la dirección del SMATA Córdoba, tanto en cuanto a la línea correcta para ganar un sindicato importante del proletariado industrial, como a la línea para transformarlo en una organización de combate de la clase obrera, y en una escuela de formación de cuadros revolucionarios. Concebimos la lucha por democratizar y dirigir los sindicatos en una relación dialéctica con los cuerpos de delegados democratizados, ya que la recuperación y democratización de éstos es la base para conquistar los sindicatos; y la recuperación y democratización de los sindicatos debe transformarse en una palanca para democratizar a fondo los cuerpos de delegados, que han demostrado, en el período 69-76, su capacidad para ser órganos de base del frente único obrero y del frente único popular; y perfilaron, en esos años, su capacidad potencial de transformarse, en una situación revolucionaria, en organismos de base de un gobierno revolucionario. Durante la lucha antigolpista, especialmente en el período transcurrido desde el golpe de Capellini (diciembre de 1975) al 24 de marzo de 1976, los cuerpos de delegados, y las comisiones internas y congresos de delegados, jugaron un rol decisivo en la movilización del proletariado, aterrorizando a la reacción, que puso el grito en el cielo por lo que llamó los “soviets de fábrica”.
Impulsamos un movimiento revolucionario integral (como lo definió el camarada Mao Tsetung) que abarca la revolución democrática y la revolución socialista. Lo que implica comprender a fondo la diferencia y la relación existente entre ambas. Somos partidarios de la revolución por etapas e ininterrumpida, con la línea general de unir, sobre la base de la alianza de la clase obrera y el campesinado pobre y medio, a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas para llevar hasta el fin la lucha contra el imperialismo, los terratenientes y el gran capital intermediario, realizando una revolución popular conducida por el proletariado.
La revolución en la Argentina va de la ciudad al campo. Así fue en todos los períodos anteriores. Al mismo tiempo, tanto en el período posterior a 1969 como en el desarrollo del combate antidictatorial actual, se demostró la importancia de las luchas del movimiento obrero y popular del interior: “Cordobazo”, “Rosariazo”, “Rocazo”, “Tucumanazo”, etc., en el período anterior; y ahora, las grandes movilizaciones regionales de 1980 y las movilizaciones obrero-campesinas de Mendoza y San Juan en 1982 y 1983.
2.- Nuestro método básico de trabajo para encarar la situación creada por el nuevo ascenso del movimiento obrero y popular, debe ser el de integrar la dirección con las masas y seguir la línea de masas en todos los campos de trabajo, ayudándolas a que eleven permanentemente su conciencia revolucionaria y organicen sus propias fuerzas para liberarse por sí mismas, se movilicen audazmente bajo la dirección del Partido, y éste resuma los puntos de vista de las masas a la luz del marxismo-leninismo y confíe en las masas para realizar consecuentemente sus objetivos.
Consideramos que en el auge posterior a 1969 las masas bocetaron el camino más probable del triunfo da la revolución en la Argentina. Serán las masas las que encuentren las formas aptas para ese triunfo. Pero no sacarán esas formas de sus cabezas sino de la experiencia histórica y de su comprobación práctica reiterada. Por eso debemos estudiar esa experiencia histórica.
En el proceso abierto por la nueva situación política será necesario resolver la construcción del frente único de clase, articulado con el frente único antidictatorial, en las empresas de concentración claves, los centros políticos reales del proletariado de cada zona o región, en los que al volcarse la correlación de fuerzas a favor del proletariado revolucionario se resuelve la condición clave para dirigir al proletariado de una determinada zona o región.
3.- Sobre gran parte del proletariado rural y del campesinado pobre pesan cientos de años de explotación y opresión feudal, producto de su mayoritaria raíz aborigen. El principal punto de unión con los campesinos pobres y medios es el problema de la tierra, que se arrastra desde la época de la Conquista en que se inició el proceso de apropiación de tierras que, en su mayor parte, quedó en manos de un puñado de terratenientes.
El proletariado rural es el brazo principal de la clase obrera para forjar la alianza con el campesinado pobre y medio, particularmente en la Pampa Húmeda, zona de ingenios azucareros y cultivos industriales, entre otras.
El principal aliado del proletariado es el campesinado pobre y medio.
El auge de 1969 sólo llegó a influenciarlo y movilizarlo parcialmente.
La causa principal del fracaso de los revolucionarios argentinos del siglo pasado –en el período de la guerra de la emancipación nacional y de la lucha por la revolución democrática– y la causa parcial de su fracaso en las últimas décadas del siglo pasado y ya en este siglo –en la época del imperialismo– estuvo en que no se propusieron, o fueron incapaces, de alzar a la lucha liberadora a las masas campesinas oprimidas por los terratenientes, masas que venían luchando contra éstos desde el inicio de la Colonia. Si el proletariado no logra forjar una alianza estrecha con las masas explotadas y oprimidas del campo, tampoco triunfará. Por esto resulta clave, en el camino de plasmar la alianza obrero-campesina, que el proletariado industrial tome como propia la cuestión de la Reforma Agraria.
La masa fundamental del campesinado pobre, sin tierra o con poca tierra, se concentra particularmente en el Noroeste del país y en zonas de Cuyo y el Noreste. Tierra, semifeudalidad (existen zonas extensas en las que aún se arrastra el problema de las mercedes indivisas de tierra o zonas en las que subsisten numerosas relaciones de producción de tipo semifeudal), problema indígena y cuestión religiosa son cuestiones claves a resolver acertadamente por el movimiento revolucionario en esas regiones del Noroeste. En cuanto al Noreste, el movimiento de las Ligas Agrarias demostró la existencia de diferencias importantes entre provincias como Formosa –en la que la cuestión de la tierra estuvo en el centro de la lucha inmediata campesina– y las otras provincias; y entre zonas en donde subsisten pesados resabios semifeudales –como la zona tabacalera y ganadera de Corrientes– y zonas más avanzadas como la algodonera del Chaco o la de cultivos industriales de Misiones.
El campesinado de la Pampa Húmeda mantiene un grado avanzado de organización gremial y cooperativa dirigido, generalmente, por el campesinado rico. Hemos avanzado en el conocimiento de algunas regiones de la Pampa Húmeda, pero estamos lejos del conocimiento a fondo, concreto, profundo, localidad por localidad, de las clases en el campo, para poder apoyarnos en el campesinado pobre, aliarnos con el medio y neutralizar –lo que implica una política activa de unidad y lucha– al rico.
En las zonas de los cultivos industriales se ha producido un acelerado y monstruoso proceso de concentración de la propiedad de la tierra en manos de bodegueros, galpones de empaque, industriales, monopolios intermediarios y terratenientes. Ha aparecido una capa de nuevos terratenientes que explota el campo con formas de aparcería, mediería y contratos verbales de arriendo a corto plazo. Una enorme masa de campesinos pobres se encuentra despojada de toda posibilidad de trabajar un pedazo de tierra propia.
El problema de la tierra está en el trasfondo del problema campesino en todo el país, y debemos saber ponerlo de relieve, conscientes de que su resolución sólo será posible por vías revolucionarias; y que las medidas reformistas sólo son útiles en la medida en que permiten acumular fuerzas para denunciar la propiedad latifundista y luchar por su supresión por vía revolucionaria. El problema de la tierra tiene, además, estrecha vinculación con el problema de las comunidades aborígenes. La política de alianzas del socialimperialismo soviético con los terratenientes, especialmente los de la Pampa Húmeda, la Patagonia, Cuyo, los azucareros y un sector de terratenientes del Noreste, hace que en la actual campaña electoral el problema de la tierra no haya sido planteado a fondo por ninguna de las fuerzas reformistas influenciadas por tendencias prosoviéticas.
La experiencia de estos años nos demuestra, también, que la lucha por los problemas de alimentación, sanitarios, de recreación, de vivienda, culturales, más sencillos, es fundamental para organizar al campesinado pobre, el que, generalmente, carece de lo más elemental: agua potable, alimentación, vivienda, protección sanitaria contra el mal de Chagas, de los rastrojos y endemias diversas, hospitales cercanos, instalaciones deportivas elementales, etc., etc. Esto nos plantea el problema de llegar a un campesinado pobre disperso en el campo o en pequeñas localidades rurales, de las que existen 20.000 en el país.
La estrecha asociación de los terratenientes de la zona cerealera, lanera y productora de carnes y cueros y de los terratenientes bodegueros cuyanos y azucareros del Noroeste con el socialimperialismo soviético permite, en la actualidad, entrelazar el combate nacional con el combate democrático, antiterrateniente, en la lucha antidictatorial y en la lucha política en general. El combate nacional golpea al socio principal de esa oligarquía terrateniente y, como sucede generalmente con el problema nacional en los países del Tercer Mundo, es, en su esencia, un problema campesino; ya que el producto principal de su pillaje imperialista es nuestra producción agropecuaria, y los productores de ésta (desde el obrero rural y el campesino, hasta el obrero de la carne, o el que trabaja en un silo cerealero, o el empresario nacional ligado a esas tareas) son oprimidos directamente por el pillaje imperialista, al tiempo que el imperialismo dominante, para hacer este pillaje, se apoya en los terratenientes y los monopolios intermediarios. La campaña realizada por el Partido con el lema: “cosecha récord, hambre récord”, ayudó a demostrar a sectores importantes cuál es la red que oprime a la nación y al pueblo, y dio un buen ejemplo para estudiar y reproducir. Por otro lado, el combate democrático tiene como enemigo central a la oligarquía terrateniente asociada al imperialismo, constructora y beneficiaria principal del Estado que la revolución debe destruir.
Los grandes movimientos de masas de estos años nos mostraron la posibilidad de unir en la lucha antimonopolista y contra los impuestos y abusos del poder fascista, a sectores de capitalistas agrarios y terratenientes marginales. No siempre logramos en esas luchas que los campesinos pobres y medios levantaran sus propias reivindicaciones y consiguieran apoyo para ellas. Aunque en ocasiones, como en las luchas contra los créditos indexados y contra los impuestos confiscatorios en varias provincias, se logró defender los intereses de las capas más pobres del campo.
4.- En la lucha posterior a 1968 jugaron un papel decisivo tanto el movimiento juvenil, en general, como el movimiento estudiantil en particular. La unidad obrero-estudiantil adquirió en esos años modalidades concretas muy avanzadas, que en algunos casos, como sucedió en Córdoba, perfilaron una alianza de gran potencialidad revolucionaria.
El movimiento juvenil argentino tiene, en comparación con el de otros países dependientes, una larga experiencia organizativa, tanto gremial y deportiva, recreativa y cultural, como política. Fueron organizaciones juveniles de relativa importancia de masas las que dieron origen –confluyendo con otras fuerzas– al radicalismo, al comunismo y a nuestro Partido. La reacción nunca logró estabilizar organizaciones juveniles de masas en nuestro país, y lo fundamental del movimiento juvenil fue fuerza de choque en la lucha antiimperialista y antiterrateniente. Hoy esta cuestión adquiere una importancia esencial. Millones de jóvenes, apartados por el fascismo de toda vida política legal, son atraídos por el proceso de discusión, organización y lucha política. Más de 100.000 jóvenes fueron movilizados para enfrentar al agresor imperialista luego del 2 de abril. Miles de ellos combatieron en las trincheras y “pozos de zorro” de las islas Malvinas y en las aguas y el aire del Atlántico Sur. Al regresar a la vida civil se encuentran marginados; pateados, prácticamente, por los que ayer los glorificaron. Muchos volvieron lisiados y malheridos y hoy son apartados y abandonados por la dictadura. Son parte, muchos de ellos, de los 500.000 jóvenes que no pueden trabajar ni estudiar. Con motivo de la recuperación de las islas Malvinas se desarrolló un poderoso movimiento de masas, patriótico, de la juventud; centenares de miles de jóvenes se incorporaron a las luchas sociales y políticas y miles se transformaron en activistas gremiales y políticos.
Nuestro Partido fue protagonista directo y aportó con experiencias inéditas al proceso del movimiento estudiantil argentino, experiencias que enriquecieron profundamente lo realizado por el movimiento reformista desde 1918, y plantaron mojones para la lucha por reformas profundas en la universiadad argentina y para la universidad que deberá construir la revolución de liberación social y nacional. Rompiendo con las tesis revisionistas sobre la Universidad, impulsadas por décadas por el P“C”, nuestro Partido elaboró, a mediados de 1968, el programa y la política específica de la Universidad del pueblo liberado. Y con ello un análisis, marxista-leninista, de los objetivos programáticos del movimiento estudiantil para la actual etapa revolucionaria y de la cuestión clave a resolver en la misma: el cambio profundo en la composición social de la Universidad. Se desarrolló así un nuevo enfoque de la lucha por la unidad obrero-estudiantil, por la organización de centros estudiantiles con cuerpos de delegados, por la estructuración democrática de la Universidad sobre la base de la no limitación para el ingreso, del cogobierno y la autonomía, de la lucha por cambiar el contenido de su enseñanza y aumentar sus recursos presupuestarios.
5.- Una de las características más notables de estos años ha sido la participación activa de grandes masas de mujeres, especialmente trabajadoras, en las luchas reivindicativos del pueblo, en la lucha democrática (que tuvo en las Madres de Plaza de Mayo a uno de sus destacamentos de avanzada), por la paz y en las grandes movilizaciones patrióticas con motivo de la recuperación de las islas Malvinas. El movimiento femenino tiene en nuestro país arraigo y tradición de masas, especialmente luego de 1946 y de la organización de la rama femenina del partido peronista; y ha conocido, en los últimos años; un nuevo auge. Se han forjado en este combate miles de combatientes femeninas que deberán tener su lugar y puestos de dirección en las organizaciones obreras, campesinas, populares y en las organizaciones políticas. La experiencia de estos años demostró que es imposible arraigar un trabajo revolucionario en las masas más explotadas de los trabajadores sin organizar, con formas aptas y específicas, al movimiento femenino. La participación de las mujeres en los movimientos de masas de estos años es el índice más claro para medir el grado de profundidad del proceso revolucionario en curso, como nos enseña la experiencia de todos los movimientos revolucionarios.
6.- Todo el período posterior a 1969 mostró el importantísimo rol de la intelectualidad en la lucha revolucionaria del pueblo. Ahora está planteada una dura lucha por ganar a la mayoría de la intelectualidad para que engrose las fuerzas que tienen una posición de enfrentamiento frontal a la dictadura. Una dura lucha para ganar a la intelectualidad para las posiciones auténticamente antiimperialistas y antiterratenientes y lograr que sirvan al pueblo con su trabajo específico, evitando que se transformen en instrumento dócil de nuevas empresas de reemplazo del amo viejo por el amo nuevo. Esta lucha es una lucha decisiva para la suerte de la revolución ya que ésta requiere, para triunfar, del apoyo de los intelectuales. En estos años ha ido creciendo una corriente democrática y patriótica en la intelectualidad que ha tenido participación activa en todas las luchas antidictatoriales y se movilizó, intensamente, en apoyo a la recuperación de las Malvinas. Esta corriente tomó nítidas posiciones contra las dos superpotencias y de solidaridad antiimperialista en el caso del Beagle, Polonia y Afganistán.
7.- En todos estos años, desde 1969 hasta ahora, se ha demostrado la importancia para el movimiento revolucionario de tener una política diferenciada para las fuerzas intermedias; que trate de ganarlas o neutralizarlas, según el caso. Entendemos por tales fuerzas intermedias, por un lado, a los sectores democráticos y patrióticos de la intelectualidad burguesa y a la misma burguesía nacional. Por otro lado, calificamos así, en cada momento concreto, a los grandes terratenientes y grandes burgueses intermediarios enfrentados al grupo de burguesía intermediaria y terrateniente asociado al enemigo principal. La política con estos sectores intermedios es diferente a la que aplicamos con los sectores intermedios antes mencionados, por ser los segundos enemigos de la etapa actual de la revolución.
8.- Se ha comprobado la inutilidad del antimilitarismo que no comprende la verdad elemental de toda revolución: que ninguna revolución puede triunfar si no logra alzar a su favor a una parte importante de las Fuerzas Armadas; por lo que el proletariado y las fuerzas patrióticas y revolucionarias deben prepararse para aliarse y encabezar a este sector militar. Con posterioridad a la caída de Viola y especialmente luego de la derrota en la guerra de las Malvinas, se ha abierto un debate en las Fuerzas Armadas que abarca a la masa de soldados, suboficiales y oficiales, y se organizan logias y grupos de diferente signo. En este proceso se han fortalecido corrientes nacionalistas y tercermundistas, y sectores importantes de la suboficialidad y la oficialidad han sacado conclusiones democráticas y antiimperialistas.
9.- Durante estos años, desde la fundación de nuestro Partido aprendimos de nuestra práctica en el movimiento obrero y popular y de nuestra lucha contra la dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse primero, durante el período de lucha por un auténtico frente único antiyanqui después, y posteriormente en la lucha antigolpista y de resistencia a la dictadura instaurada en 1976, la necesidad de tener una justa política de frente único, una justa política de unidad y lucha con los partidos que son la expresión política de las clases sociales que, durante la actual etapa revolucionaria y en cada momento político concreto, deben aliarse contra un enemigo común. Política en la que respecto de algunos de esos partidos, en ocasiones predomina la unidad y en ocasiones la lucha. La clave de esa justa política depende de tener claros los objetivos históricos y estratégicos del Partido y determinar, en cada momento táctico, cuál es el enemigo principal que se debe aislar y derrotar, para poder establecer cuáles son los amigos potenciales a ganar y las fuerzas a neutralizar.
La contradicción principal y el enemigo principal
1.- El movimiento obrero, con posterioridad al paro y la concentración de la CGT del 22 de septiembre, obtuvo, por primera vez desde 1976, concesiones para el conjunto de la clase obrera; concesiones, por lo tanto, políticas. Y se comenzaron a ganar luchas de gremios y empresas. Las reivindicaciones obtenidas son absorbidas rápidamente por la inflación o se consumen antes de efectivizarse. Pero avivan, estimulan, la lucha. Los trabajadores perciben que pueden arrancar mucho más si se unen y combaten, lo que favorece la generalización y profundización del proceso de reorganización y democratización del movimiento obrero.
Grandes movimientos de masas se generalizan contra el pago de impuestos elevados, por el no pago de tarifas abusivas, contra el pago de créditos indexados, contra los desalojos, contra la carestía de la vida. Surgen ollas populares que al tiempo que ayudan a resolver necesidades urgentes de los desocupados y sus familias, facilitan su movilización combativa. Miles de familias que han sufrido las inundaciones en el Litoral se organizan y reclaman. Se agita el movimiento estudiantil, que realizó la primera lucha de masas contra los ingresos impuestos por la dictadura, realiza combativas manifestaciones y reorganiza los centros de estudiantes. Se perciben los preparativos para un resurgimiento de la organización del campesinado pobre en muchas provincias. La intelectualidad democrática y patriótica se organiza y actúa en la Capital Federal y en muchas provincias y se prepara para una contraofensiva que permita recuperar conquistas democráticas, conquistar nuevas reivindicaciones y luchar para reorganizar, democráticamente, la escuela, la universidad, la televisión, la cinematografía nacional, la sanidad, etc., etc. En todos esos movimientos populares se observa que los colaboracionistas con la dictadura –desde les jerarcas azopardistas hasta los dirigentes estudiantiles del partido “comunista” o los dirigentes de las organizaciones por los derechos humanos influidos por el P“C” – deben pagar sus deudas con el pueblo en la medida en que éste les exige ese pago. Esta es una cuestión clave para el futuro del movimiento democrático. No es una cuestión de estrechez revanchista y sectaria. Abarca, este problema, desde el castigo a los encapuchados y torturadores que secuestraron y asesinaron durante estos años a miles de detenidos-desaparecidos y de presos políticos, y a los jefes de esos torturadores y asesinos, hasta el castigo a los funcionarios de la dictadura (tipo Neustadt, Grondona, Gómez Fuente, Menotti, rectores universitarios, jueces, etc., etc.) y a los colaboracionistas que ahora se disfrazan de opositores y se preparan para el “turno constitucional”. En la medida en que la dictadura logre evitar que se la derroque y se asegure que, en cierto grado y medida, quienes la sustituyan respeten la sacrosanta “continuidad jurídica” (por la cual, todo lo que legisló la dictadura sería, en principio, válido) ; y en la medida en que se acepte como chiquilines irresponsables y arrepentidos a los colaboracionistas, la instalación del gobierno que la sustituya (gobierno que será así, en parte, “cría” de la dictadura) marcará el inicio de la cuenta regresiva del nuevo golpe de Estado. El ajuste de cuentas con los colaboracionistas debe hacerse, sin piedad, de abajo a arriba. En torno a este punto pasará en el futuro una parte importante de la lucha entre revolucionarios y reformistas.
Adquiere importancia particular la reactivación del movimiento empresario que agrupa a la burguesía nacional. Esta fue arrastrada primero por el gelbardismo, que copó sus organizaciones y las usó de furgón de cola para sus planes de penetración al servicio del socialimperialismo soviético y, posteriormente, para preparar el terreno al golpe de Estado de 1976. Luego se ilusionó con las baratijas librecambistas de Martínez de Hoz. Ahora, burlados, en algunos casos con sed de revancha, sectores importantes de la burguesía nacional se reorganizan y buscan escapar a las trampas que les tienden el frigerismo y el neogelbardismo para volver a utilizarla. La adhesión al movimiento de recuperación de las islas Malvinas fue punto de partida, en esos sectores, para reivindicar la soberanía nacional, la unidad latinoamericana y tercermundista y el desarrollo del mercado interno, que fueron en su momento banderas de lucha de esa misma burguesía nacional.
2.- En numerosas empresas está en marcha la reorganización de los cuerpos de delegados y comisiones internas al margen de las disposiciones de la Ley de Asociaciones Profesionales de la dictadura. Se reorganizan, aceleradamente, los sindicatos de obreros rurales en muchas localidades y hay casos de reuniones provinciales para estimular este proceso y darse autoridades provisorias, en ocasiones en contra de las estipulaciones de la intervención militar a FATRE. Se reactiva el movimiento gremial docente, reorganizando organizaciones provinciales, cuerpos de delegados, sindicatos por rama y bregando por la unidad en todos los niveles del gremio. La lucha por la democratización a fondo de las organizaciones sindicales es la tarea más urgente e importante en el movimiento obrero. La lucha por asegurar la reorganización y la recuperación de las organizaciones sindicales en todos los niveles y por tratar de formar listas de frente único de peronistas-comunistas revolucionarios y otras fuerzas clasistas, debe combinarse, dialécticamente, con esta lucha por la democratización del movimiento obrero a nivel de empresa.
En el último período ha avanzado la unidad de acción de los peronistas de las 62 Organizaciones y los comunistas revolucionarios, como eje de acuerdos unitarios más amplios, para recuperar y democratizar organizaciones sindicales intervenidas o copadas por los colaboracionistas. Esta unidad se ha expresado, también, en la columna cegetista para el acto del 30 de marzo que organizó la CGT-RA. Un largo trabajo unitario, primero en la lucha antigolpista y luego en la resistencia a la dictadura, ha abonado estos acuerdos, que reconocen la existencia de posiciones coincidentes entre los peronistas y los comunistas revolucionarios, en el terreno antiimperialista y tercermundista y en el terreno de la lucha democrática y sindical. Allí donde, debido al trabajo de nuestro Partido, existen agrupaciones clasistas fuertes, enraizadas en la masa, estos acuerdos son mucho más posibles y pueden hacerse sin afectar nuestra independencia política. En general la unidad con los compañeros peronistas es el fruto de la lucha y sólo se mantiene allí donde, además de practicarse una línea de unidad, se practica una línea de lucha e independencia de clase que permite vencer, o neutralizar, la tendencia de muchos dirigentes peronistas a usar a las masas para negociar por arriba.
Los acuerdos para el trabajo unitario en varios gremios importantes abren perspectivas favorables en el proceso de reorganización y democratización que está en marcha. En los próximos meses deberán reorganizarse varios gremios claves que decidirán el futuro inmediato del movimiento obrero: ferroviarios, metalúrgicos, automotor, rurales, construcción, textiles, petroleros, azucareros, empleados de comercio, telefónicos, bancarios, entre otros.
3.- La dictadura continúa aplicando una política antipopular, fascista –pese a que quiere disfrazarse de democrática–, de entrega nacional, en beneficio del imperialismo, la gran burguesía intermediaria y los terratenientes. Su línea es: devaluar sistemáticamente el peso y comprimir el consumo popular para aumentar los saldos exportables, especialmente de productos agropecuarios, y así obtener divisas para cumplir los pagos de la deuda externa de acuerdo con los compromisos adquiridos con el Fondo Monetario Internacional. La dictadura ha convertido a la URSS en nuestro principal cliente de productos agropecuarios. En enero y febrero de este año la URSS compró el 65% de nuestras exportaciones de granos. Dependemos de la URSS para colocar nuestra producción agropecuaria en el exterior y la URSS aprovecha esto para comprarnos barata esa producción. Simultáneamente estamos cada día más endeudados con Occidente. La deuda externa llegó, en los primeros meses de 1983, a 43.000 millones de dólares, obligando a una refinanciación tras otra, ya que los vencimientos acumulados en 1982 sumaron más de 19.000 millones de dólares, de los cuales 4.500 millones correspondían a intereses. Durante 1982 la Argentina se endeudó en más de lo que exportó. Los intereses de la deuda acumulada se comen el trabajo nacional. De cada 3 dólares que se exportan, según el Foro del Comercio Exterior, 2, sirven para pagar los intereses de la deuda externa. El aumento de un punto en los intereses de la deuda externa representa para la Argentina el equivalente anual de todas sus exportaciones de carnes. Mientras tanto los precios de los productos que exportamos caen por la crisis internacional. Según la banca suiza, la caída de ingresos sufrida por la Argentina debido a la disminución de los precios de sus exportaciones y a la declinación del volumen de sus ventas de granos, ha sido calculada en 1.700 millones de dólares (La Prensa, 20-1-1983).
El robo inflacionario vacía los bolsillos de los asalariados, de los chacareros, campesinos, ganaderos pobres y medios, y descapitaliza a la empresa nacional. En 12 meses de 1982 el costo de vida aumentó más del 200 %, los precios mayoristas más de un 300% y los de la construcción más de un 235 %.
La dictadura, mediante los contratos de seguro de cambio firmados en 1981 y mediante la resolución reciente de que sea el Banco Central el que en definitiva cumpla con esos contratos, se encargó de pagar las deudas en dólares de las grandes empresas. Deudas por más de 7.000 millones de dólares. Deudas muchas veces falsas, realizadas para especular, entre bancos extranjeros y empresas ligadas o asociadas a esos bancos aquí en el país. Será el pueblo el que en definitiva pagará, a través de la inflación y nuevos impuestos, esos más de 7.000 millones de dólares que constituyen, en lo fundamental, deudas de las grandes empresas como Acindar, Celulosa, Ledesma, Garovaglio y Zorraquín, Alpargatas, Bridas, etc.
Mientras tanto la dictadura niega fondos para un subsidio de hambre a los desocupados, para ayuda a los inundados, para defensas imprescindibles contra las inundaciones, para ayuda a los comedores escolares y para paliar el hambre que mata a miles de niños por año, como acaba de conocerse por las revelaciones en torno a los niños desnutridos en Tucumán.
Esta es la realidad: En un polo: los terratenientes, los imperialistas (en especial la URSS y los Estados Unidos), la gran burguesía intermediaria, beneficiados por la política de la dictadura. En el otro polo: la clase obrera, los trabajadores de la ciudad y el campo, la mayoría de la intelectualidad, los empresarios nacionales, perjudicados por la política de la dictadura. Para los primeros hay libertad. Para los segundos, fascismo. La dictadura se arrastra ante la Unión Soviética haciéndole más y más concesiones para que nos siga comprando granos, carnes, lanas y cueros. Y se arrastra ante el Fondo Monetario Internacional, comprometiéndose a no elevar los salarios en más de un determinado porcentaje, lo que los mantiene como salarios de hambre, a cambio de que éste le asegure refinanciación tras refinanciación de la deuda externa.
Por un lado, el bloque de clases dominantes en su conjunto. Por el otro, el conjunto de las clases explotadas y oprimidas por esas clases. Por un lado la dictadura, que defiende los intereses fundamentales de las clases dominantes. Por el otro, el pueblo. Esta es la forma actual de esa contradicción principal.
4.- La contradicción que opone a la dictadura con el pueblo es la expresión política de la contradicción entre el bloque de las clases dominantes, por un lado, y el conjunto de las clases explotadas y oprimidas por el otro.
Una larga experiencia histórica, nacional e internacional, nos ha enseñado que, así como es funesto basarse en un imperialismo para derrotar a otro, porque ello siempre aparejó cambiar el amo viejo por el amo nuevo, es necesario utilizar a fondo las diferencias entre los distintos imperialismos que se disputan el dominio de la patria, en beneficio de la lucha revolucionaria. Es necesario tratar de determinar, siempre, cuál es el enemigo más peligroso y golpearlo centralmente a él.
Actualmente se ha agudizado al máximo la lucha interimperialista por decidir qué potencia imperialista y en especial qué superpotencia dominará en la Argentina. La URSS, convertida en principal cliente de nuestras exportaciones y en aliada natural de la oligarquía terrateniente y los grandes monopolios comercializadores de cereales, carnes, cueros y lanas, exige más y más concesiones: la construcción del Paraná Medio, el puerto de aguas profundas y las reformas al puerto de Bahía Blanca; facilidades para la pesca; la electrificación del Ferrocarril Mitre a Rosario; la venta de tractores, trolebuses y maquinaria obsoleta; y, principalmente, transformarse en el principal abastecedor de armas y proveedor privilegiado del sector estatal, a través de ventas sin licitación previa.
Los Estados Unidos, aprovechando el elevado endeudamiento externo, amenazan con dejar sin insumos claves a la industria nacional y sin financiación a nuestras exportaciones; y utilizan la ocupación inglesa de las Malvinas e islas Georgias y Sandwich del Sur, y el litigio no resuelto sobre el Beagle, para presionar en defensa de sus monopolios y de sus intereses políticos y militares regionales. Gran Bretaña ocupa militarmente las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, se autoatribuye derechos soberanos sobre gran parte del mar territorial argentino y amenaza nuestra seguridad nacional.
La situación nacional es por todo ello compleja.
Pero el principal de esos enemigos es el socialimperialismo soviético. Porque éste, por un lado, se ha asociado a la principal clase interna reaccionaria, los terratenientes, que ahora levantan, como hicieron en 1930 con los ingleses, la consigna de: comprar a quien nos compra. Porque, además, posee un poderoso grupo interno que controla palancas económicas claves como: la siderurgia privada, el aluminio, la celulosa y fábricas de papel, enormes latifundios y miles de cabezas de ganado, parte de la industria petrolera privada, la petroquímica, la carne y alimentación, la industria del plástico, grandes bancos, etc. Y posee un poderoso aparato político propio y una gran fuerza en los medios de prensa y opinión pública. Por lo cual se ha agravado la dependencia económica argentina, en beneficio de un nuevo centro imperial que tiene mucho peso interno. Por lo tanto, luchando contra la dictadura en general, combatiendo por la revolución agraria y antiimperialista, democrática y popular, debemos tratar de golpear, principalmente, al enemigo más peligroso, utilizando las contradicciones interimperialistas para aislarlo y derrotarlo, en la perspectiva de derrotar a todos los enemigos.
La participación argentina en la reunión de No alineados de Nueva Delhi, en donde Bignone trabajó en equipo con el eje latinoamericano prosoviético de Fidel Castro y Ortega, sosteniendo una posición de apoyo concreto a la política expansionista soviética en Afganistán, el Sudeste asiático y África, prueba hasta qué punto el socialimperialismo ha hecho pie en nuestro país.
Por otro lado la lucha por la recuperación de las islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur se articula con la lucha contra ese enemigo principal. La URSS aún no se ha pronunciado, rotundamente, sobre la soberanía argentina en las islas Malvinas. Niega nuestros derechos soberanos en la Antártida. Intriga en torno al diferendo con Chile por el Beagle. Trata de conseguir una situación de “ni guerra ni paz” en toda la región del Atlántico Sur que favorezca su disputa con la otra superpotencia por el dominio mundial. La lucha por la paz con Chile y la lucha por nuestros derechos soberanos en las Malvinas empalman con la lucha contra el turno dictatorial de Bignone, turno que es el fruto de la línea entreguista que dio el golpe de Estado del 14 de junio montado en la derrota de Puerto Argentino.
Sostenemos entonces, una línea antiimperialista y antiterrateniente a fondo, que defiende la soberanía nacional y la independencia económica contra todo imperialismo, al tiempo que, evitando el declaracionismo abstracto, procura organizar y movilizar al pueblo por objetivos concretos en la lucha antiimperialista.
Las elecciones
1.- En las clases dominantes y en la dictadura es mayoritaria la tendencia a poner fin a la forma dictatorial abierta, militar, y a entregar la administración gubernamental y los atributos formales del poder, en forma condicionada, a un gobierno civil. Este debería surgir de elecciones a realizarse –en principio– en octubre de 1983. Las leyes electorales que regirán esas elecciones aún no se conocen, pese a la proximidad de éstas, dado que son utilizadas como instrumento de chantaje y negociación con los partidos políticos.
Las elecciones convocadas por la dictadura son elecciones tramposas. No sólo por el carácter que tienen habitualmente elecciones de ese tipo en un país dependiente como el nuestro, en donde los diferentes grupos monopolistas, manejando grandes sumas de dinero y los medios de opinión pública, fabrican los candidatos y los programas para los grandes partidos burgueses. En esta ocasión son tramposas por realizarse con un estatuto trampa, que plantea requisitos muy difíciles de cumplir para una fuerza popular que, como sucede con todas las organizaciones proscriptas, deba organizar un partido político de acuerdo con ese estatuto. A más de ser inconstitucional y de exigir requisitos para poder concurrir a elecciones (como entregar los padrones de afiliados a la dictadura), desconocidos en cualquier país medianamente democrático, el estatuto deja a merced de la interpretación de un juez fascista o de cualquier ministro del Interior, la decisión sobre la personería electoral de los partidos políticos. Como demuestra el juicio en el que se intenta aplicar el decreto-ley 21.325 (que proscribe, entre otras organizaciones políticas, al PCR) luego del acto del 19 de noviembre del PTP.
Las elecciones son tramposas, porque se hacen con Estado de Sitio, con miles de detenidos-desaparecidos cuya suerte es aún desconocida, con presos políticos, con proscripciones políticas y con inhabilitaciones administrativas y judiciales, como la impuesta a Isabel Perón.
Las elecciones, además, son condicionadas. Si bien la dictadura no pudo imponer su llamada concertación cívico-militar, ni su proyectada convergencia cívico-militar, ha hecho saber, claramente, a los dirigentes de los partidos políticos mayoritarios, que no habrá elecciones si no existen garantías plenas, dadas por los candidatos electorales de esos partidos, o si existe el riesgo, de que en el futuro se juzgue a las instituciones militares como tales, o a sus principales jerarcas en el período 1976-1983, por la represión dictatorial y la detención y posterior desaparición de miles de personas. Y se ha exigido, como condición para las elecciones, que esos partidos aseguren la participación de las Fuerzas Armadas en la conducción política del próximo gobierno, especialmente en cuestiones de seguridad y lucha antisubversiva.
Por lo tanto las elecciones convocadas por la dictadura son, por un lado, una concesión al movimiento antidictatorial, dado que puso fin a un “proceso” que hablaba de “metas y no de plazos” y de que “las urnas estaban bien guardadas”. Y son, por otro lado, una maniobra de las clases dominantes que eligen el camino de su retirada transitoria del ejercicio total del poder y ceden algunas posiciones formales, conservando el control de los resortes claves de la economía y el poder mientras ganan tiempo y se preparan para contragolpear en el futuro, para lo cual pretenden dejar, como se dice popularmente, un “paquete bien atado” al próximo gobierno civil.
Las fuerzas prosoviéticas trabajan con la línea de tener un presidente propio o muy amigo y posiciones claves en los gobiernos nacional y provinciales, tanto en el caso de que las elecciones sean ganadas por el peronismo como por el radicalismo. Trabajan para contar con una gran fuerza en el futuro parlamento, a través de las corrientes prosoviéticas en el peronismo, el radicalismo, el MID, el P“C”, fuerzas de izquierda y por las posiciones que tienen –muy fuertes– en la llamada “tercera fuerza” que se agrupa en el Partido Federal y los partidos de centro. Proponen simultáneamente un “pacto democrático” entre todos los partidos, un “pacto social”, y la “convergencia” con un sector militar afín (el de Lanusse-Viola-Videla-Liendo) al que llaman “democrático”. Esperan así utilizar las elecciones y el nuevo proceso a abrirse con ellas, para recuperar posiciones perdidas en el aparato del poder.
Los proyanquis trabajan, sobre todo, para condicionar el proceso electoral y al futuro gobierno con los compromisos de pago de la deuda externa, concesiones a sus monopolios y el compromiso de “no sacar los pies del plato” en las cuestiones estratégico-militares del Cono Sur, tanto respecto de las Malvinas y el Beagle como en el aprovisionamiento de armas. Esperan que nuevas condiciones económicas permitan a sus monopolios ganar fuerzas internas mediante nuevas inversiones y recuperar posiciones en las Fuerzas Armadas.
Prosoviéticos y proyanquis procuran asociarse con sectores monopolistas europeos en los grandes proyectos energéticos, petroquímicos, pesqueros, armamentistas, y de todo tipo, para constituir un bloque capaz de asegurarle el poder a uno o al otro. Estos acuerdos serán claves en la decisión de los candidatos de las internas peronista, radical y de centro.
El hecho que ha introducido un nuevo factor en el proceso electoral es el de la afiliación masiva a los partidos populares, principalmente al peronismo. Esta irrupción de masas en el proceso electoral dificulta los manejos de trastienda para las internas partidarias. Simultáneamente el verticalismo peronista logró frustrar varias maniobras para apresurar la designación de candidatos y la imposición de éstos “de afuera”, como en cierta medida sucedió con el radicalismo. La dirección peronista consiguió parar los intentos divisionistas y, a través de una gran afiliación, fortaleció a las corrientes verticalistas. Todo esto, a la vez, estimula el fortalecimiento de corrientes nacionalistas y populares en las Fuerzas Armadas, abriendo interrogantes serios a los planes de los sectores prorrusas y proyanquis para el futuro.
La creación, el desarrollo y el fortalecimiento del Partido del Trabajo y del Pueblo es y será un factor importante en todo este proceso, como núcleo de agrupamiento de las fuerzas antiimperialistas, antiterratenientes y populares más firmes y más combativas, capaces de denunciar, enfrentar y en un proceso derrotar, a las fuerzas proimperialistas, proterratenientes y antipopulares.
2.- La dictadura marcha hacia el proceso electoral corroída por profundas divisiones internas que la amenazan con la disgregación y nuevas crisis políticas. La principal contradicción es la que opone a la Junta Militar, en donde se expresan tendencias prooccidentales y en algunas cuestiones posiciones de sectores nacionalistas, y el gobierno dictatorial de Bignone; éste netamente prosoviético. Periódicamente el ambiente se carga de rumores de golpes de Estado. Prorrusos, proyanquis, proeuropeos, todos los sectores de burguesía intermediaria y todos los sectores de terratenientes y gran burguesía, trabajan para acumular fuerzas en las tres armas: Ejército, Armada y Aeronáutica. Todos tratan de aprovechar el clima de debate en torno a la derrota de Malvinas, la represión fascista, el fracaso económico de la política dictatorial para acabar con la inflación y la crisis, para ganar posiciones en las Fuerzas Armadas. Esta es la “gran interna” a la que esas fuerzas proimperialistas dedican sus mejores empeños.
Crece en las Fuerzas Armadas una corriente nacionalista, heterogénea y confusa en cuestiones claves, pero que tenderá a expresarse políticamente en los acontecimientos futuros.
Por abajo bulle la caldera del odio popular y se acumulan presiones que se expresan cada día más en grandes luchas. Esto hace bailar a los de arriba y agudiza sus contradicciones. Día a día aumenta el desgaste de la dictadura. Las propuestas del gobierno dictatorial quedan muchas veces girando en el vacío, e incluso esto sucede con decisiones tomadas por la Junta, como la propuesta de concertación, –que murió, sin pena ni gloria–, o el intento de aplicar un nuevo torniquete represivo a principios de marzo.
3.- Por todo lo analizado, mantenemos la línea de luchar por el derrocamiento revolucionario de la dictadura y su reemplazo por un Gobierno Provisional de unidad antidictatorial, que aplique un programa de emergencia y convoque a elecciones verdaderamente libres para una Asamblea Constituyente plenamente soberana.
Nunca, en lo que va del siglo, las masas oprimidas estuvieron en una situación tan desesperada; una situación en la que ya no aceptan seguir viviendo como hasta ahora. Y pocas veces los de arriba estuvieron tan divididos. La división y desorganización del movimiento obrero y popular provocadas por siete años de fascismo, y la debilidad del partido marxista-leninista de la clase obrera, por las mismas razones, es la causa principal que explica por qué la dictadura puede elegir su camino de retirada y, condicionadamente, dejar su “paquete”.
Tenemos confianza ilimitada en las energías revolucionarias de la clase obrera y el pueblo y trabajaremos para ayudar a despertarlas y a que florezcan, se expandan y pasen a la contraofensiva contra la dictadura atajando sus caminos de retirada. Seremos los últimos en aceptar como un hecho consumado el final que la dictadura elige para sus siete años de fascismo. Esto porque representamos a una clase social que lucha por una profunda revolución de liberación nacional y social y no por meros cambios de fachada del régimen actual.
Además la lucha a fondo contra la dictadura, la lucha por acabar no sólo con la forma tiránica de esa dictadura, sino para acabar también con el poder oligárquico-imperialista que ella expresa, es la única forma de ir agrupando a las fuerzas auténticamente revolucionarias y de conseguir reformas democráticas que son, siempre, una concesión de los poderosos a la fuerza y tenacidad de los oprimidos y no una gracia otorgada a su debilidad y a su conciliación.
Según los sectores filosoviéticos, la contradicción principal hoy estaría planteada entre los que tratan de que el proceso electoral se cumpla tal cual está prometido y los que quieren impedirlo, quieren “cerrar la puerta entreabierta de la democracia”, como se dijo en el acto del Partido “Comunista” en el Parque Rivadavia el 22 de abril. En realidad la contradicción está planteada, por un lado, entre la dictadura y los intereses que ella defiende, intereses que se mantendrán intocados en lo esencial si la dictadura concreta su plan de retirada, y, por otro lado, el pueblo que aspira no sólo a acabar con la forma dictatorial actual sino también con los intereses (oligárquico-imperialistas) que ella expresa.
Luchando por el derrocamiento revolucionario de la dictadura privilegiamos el combate por determinadas reivindicaciones económico-sociales, patrióticas y democráticas (aparición con vida de los detenidos-desaparecidos y castigo a los culpables de esos secuestros y de la suerte de esos detenidos; levantamiento del Estado de Sitio; derogación del decreto-ley 21.325, de toda la legislación proscriptiva y de las inhabilitaciones, legales o judiciales; derogación del Estatuto de los Partidos Políticos y de la ley de Asociaciones Profesionales), que nos permitan conseguir mejores condiciones para el caso de que no se pueda llegar a imponer ese tipo de fin a la dictadura.
Nos preparamos, también, para luchar en el terreno en el que sea necesario hacerlo, en el futuro, en la defensa de los intereses obreros, populares y patrióticos. Incluso en el terreno de las elecciones condicionadas y tramposas que organiza la dictadura.
El eslabón clave que permite acumular fuerzas para cualquier desemboque posible es el fortalecimiento numérico, orgánico, político e ideológico del Partido.
4.- Nuestra línea táctica actual, en la perspectiva de los objetivos mencionados, privilegia la utilización al máximo de las libertades democráticas conquistadas para llegar con nuestra línea política a las grandes masas, organizarlas y, al calor de esto, reclutar miles de nuevos afiliados al Partido. Esto es así porque el rumbo de los acontecimientos futuros dependerá del papel que juegue en ellas la clase obrera; y por lo tanto dependerá de quién dirija los sindicatos y organizaciones de masas obreras y populares y de la fuerza del Partido, especialmente en los lugares de concentración. Privilegiando ahora la defensa y ampliación del espacio legal que hemos conquistado, debemos prepararnos para dominar todas las formas de lucha y estar listos para cambiar, en forma inmediata, una por otra, de ser necesario.
Actualmente la lucha política impregna toda la actividad social. Sólo aferrándonos a este eslabón podemos tirar de toda la cadena. Lo que no implica abandonar la lucha por las reivindicaciones económico-sociales de las masas. Implica sí, articular correctamente esas formas distintas de lucha de clases, recordando la opinión de Lenin, que hemos comprobado con nuestra propia experiencia, reiteradamente: “…sólo la lucha económica (…) sólo la lucha por un mejoramiento directo e inmediato de su situación, es capaz de poner en movimiento a las capas más atrasadas de las masas explotadas y de convertirlas (…) en un ejército de luchadores políticos”.
Las posibilidades abiertas para nuestro crecimiento son enormes. Al mismo tiempo nuestras fuerzas para aprovechar esas posibilidades son limitadas. Esta contradicción sólo se resuelve a partir de una correcta línea política. Línea que incluye la evaluación concreta, en cada caso concreto, en cada iniciativa o acontecimiento, de lo que es posible de alcanzar con las fuerzas concretas que disponemos.
5.- Hemos contribuido, junto a fuerzas antiimperialistas, antiterratenientes, populares y tercermundistas, a organizar el Partido del Trabajo y del Pueblo, procurando, con ello, no ser sorprendidos por los acontecimientos y aprovechar mejor, en lo inmediato, los resquicios legales que conquistó la lucha popular. Esta orientación táctica ha sido correcta. El PTP, en un período muy corto, ha llegado, con los elementos fundamentales de su línea política, a grandes masas; abrió locales; realizó actos; organiza la visita casa por casa a miles de familias trabajadoras; utiliza la prensa, la radio y la TV, en forma limitada aún pero importante; ha llegado masivamente con su propaganda a algunas grandes concentraciones obreras; ha editado prensa y literatura legal; organiza actividades educativas de masas con los elementos fundamentales de la teoría marxista-leninista y su línea; etc.
Contribuimos a organizar y a fortalecer el PTP entendiéndolo como un instrumento de lucha para enfrentar y derrocar a la dictadura. Nunca lo entendimos como una “alternativa” electoral aunque, llegado el caso, será un instrumento útil para abordar un proceso electoral si es que éste se da.
Para recorrer este camino hemos debido hacer concesiones. No está descartado que en el futuro debamos hacer otras concesiones para avanzar en nuestra lucha. Principalmente si no se logra el derrocamiento revolucionario de la dictadura y el proyecto electoral de ésta pasa. En tal caso el Partido deberá encontrar los caminos para ser protagonista principal de los acontecimientos y no mero espectador de los mismos. Lo que puede obligarnos a hacer otras concesiones. Para nosotros, marxistas-leninistas, hay dos tipos de concesiones y compromisos: los que se hacen para traicionar la revolución y los que se hacen para luchar por la revolución. La historia del movimiento obrero y su práctica diaria está llena de concesiones y compromisos. El problema, para un partido revolucionario, es tener claro cuáles son, realmente, las cuestiones de principio (ideológicas, políticas y organizativas) en las que no se deben hacer concesiones. Y medir, exactamente, cuáles son los beneficios concretos que obtendrá, en la lucha por el poder, a cambio de las concesiones que se vea forzado a hacer.
Luchamos por construir un poderoso partido marxista-leninista, con el objetivo histórico del socialismo y el comunismo; y en esa perspectiva damos una importancia particular al forjamiento de un poderoso frente único con las masas peronistas. Concebimos interrelacionadas ambas tareas. En unidad y lucha, y no como tareas contrapuestas.
Dos líneas
1.- En los primeros años de la década del setenta, nuestro Partido –con los límites que le imponían su juventud, escasa experiencia y no haberse desprendido totalmente del yugo ideológico revisionista–, debió librar combate en dos frentes, al mismo tiempo: contra el reformismo, borracho por las experiencias del frente que llevó a Salvador Allende a la presidencia de Chile, el avance del Frente Amplio en Uruguay y las experiencias cívico-militares de Velasco Alvarado en Perú y Torres en Bolivia; experiencias que permitieron plantear a fuerzas reformistas, fuera y dentro del Partido, que “ésta no era la hora del proletariado, ésta era la hora de la burguesía”; y contra el revolucionarismo pequeñoburgués, anárquico y defensor del terrorismo individual, que conoció, en esos años, un período de gran desarrollo, continental y nacional.”
Las dos variantes, la reformista y la revolucionarista pequeñoburguesa, al caer Cuba en 1968 bajo el dominio total del socialimperialismo soviético, y al ser copadas las direcciones de las organizaciones terroristas por camarillas prosoviéticas, confluyeron, luego de 1973, y fueron brazos de la política que llevó al triunfo del golpe de Estado de marzo de 1976.
Hoy también el socialimperialismo ruso, igual que todos los imperialismos, trabaja con “dos fierros en el fuego”. Como todo imperialismo, considera el camino pacífico o el violento como una cuestión meramente instrumental; y utiliza a la llamada “guerrilla” como fuerza de apoyo de una fuerza militar principal, que tiene su cuartel en los propios cuarteles de las Fuerzas Armadas y sus oficiales en el propio cuerpo de oficiales de estas Fuerzas Armadas.
Hoy el socialimperialismo soviético, principal enemigo a derrotar, utiliza preferentemente la vía pacífica, por las exigencias de su unidad con los terratenientes y las exigencias de su trabajo dentro de las Fuerzas Armadas. Esto sin abandonar la utilización de las formaciones terroristas para hostilizar a sus rivales.
2.- Al predominar momentáneamente la vía pacífica como vía de avance del intento de dominación soviética del país, se han reelaborado viejas teorías reformistas, socialdemócratas, sobre el tránsito evolutivo y gradual de la dictadura actual al socialismo, sin necesidad de utilizar formas revolucionarias. De nuevo se populariza la vieja teoría justista4 que desdeña la importancia de la lucha por el socialismo en aras de la actividad práctica cotidiana, “fecunda e inteligente”, y niega el materialismo dialéctico, el fenómeno imperialista, la teoría marxista del Estado y, ahora, el carácter imperialista de la URSS. Esas teorías reformistas se plantean una transición evolutiva, un proceso de democratización gradual, que abarcaría desde la actual fase dictatorial, a través de las elecciones de octubre de 1983, a una “democratización” profunda (democratización entre comillas, porque la democracia que conciben estos reformistas está signada por su línea de asociación con los terratenientes y la gran burguesía intermediaria). Incluso creen posible, así, abrir el camino al “socialismo” (socialismo también entre comillas, porque conciben al socialismo como un vulgar capitalismo de Estado subordinado al socialimperialismo ruso). Se plantean una democratización gradual del viejo Estado oligárquico-imperialista argentino, mediante transformaciones graduales, sucesivas, que lo conviertan, primeramente, en una democracia estable, de tipo burgués occidental, mediante un “pacto democrático” que algunos llaman “pacto constitucional” (semejante al pacto democrático que fundamentó la instalación del Parlamento en la España postfranquista) capaz de avanzar, plantean, hacia una democracia que “institucionalice cambios sociales profundos”, en marcha al socialismo.
Toda esta charlatanería reformista implica, en la práctica, el intento de avanzar hacia la democracia e incluso al socialismo, sin destruir el Estado oligárquico-imperialista, utilizándolo en beneficio del pueblo como un instrumento capaz de realizar tales proezas. Con otras palabras: el mismo camino que siguió a mediados y fin del siglo pasado el sector reformista, liberal, que no se planteó la calidad de la herramienta a utilizar (el Estado oligárquico con su ejército, policía, jueces, burócratas, etc.) y sólo se preocupó por cambiar la mano que manejaba ese instrumento.
Estas teorías, aunque las utilicen muchos críticos del llamado “codovilismo”, no son ninguna novedad. Es la vieja tesis formulada por Victorio Codovilla luego del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, cuando encontró eco favorable para ellas en Moscú. Dijo entonces Codovilla, hablando del camino argentino al socialismo: “Primero, conquistar el régimen democrático y luego desarrollar la democracia hasta el fin, o sea, hasta resolver los problemas de la revolución democratica-burguesa, agraria y antiimperialista, a fin de abrir un camino luminoso para nuestra clase obrera, nuestro pueblo y nuestra Nación, que desemboque en el socialismo”. (Victorio Codovilla, El camino argentino hacia la democracia, la independencia nacional y el socialismo, Buenos Aires, Anteo, 1956, pág. 30).
Las fuerzas reformistas, moldeadas la mayoría de ellas en la matriz prosoviética, defienden una democracia “pura”, al margen de las clases, una democracia capaz de desarrollarse dentro de la sociedad y el Estado liberal-terrateniente. Estas teorías demuestran la degradación política de las fuerzas prosoviéticas que anteriormente defendieron posiciones democráticas y hoy defienden a un imperialismo –el más agresivo y expoliador de la actualidad–, aliado a la clase de los terratenientes, clase que edificó los cimientos jurídicos, políticos y orgánicos del actual Estado argentino.
Todas esas fuerzas –cuyo objetivo final es acumular fuerzas en las instituciones militares y copar el Estado– plantean cambios revolucionarios sin revolución. O plantean que, al ser la Argentina un país capitalista-dependiente, la revolución que madura en ella es la revolución socialista; y como aún estamos lejos de ésta, por razones objetivas y subjetivas, sólo cabe, ahora, un programa de reformas; por lo que es “ultrarevolucionario” todo camino que no sea exclusivamente reformista. Dicho de otra manera: propagandizan que hoy, para ser revolucionario, hay que ser reformista.
Desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera, el campesinado pobre y medio, la intelectualidad democrática y patriótica y la burguesía nacional, ése es un camino de derrota. Camino trillado que sólo puede ser recorrido por enemigos del pueblo o por ciegos
Nosotros hemos planteado la lucha antigolpista, la posterior resistencia a la dictadura, el frente único antidictatorial, hemos dado nuestro apoyo a la creación del PTP y planteamos siempre la lucha por objetivos democráticos y por reformas, como vías de aproximación a la revolución necesaria para destruir el Estado oligárquico-imperialista y para conquistar un poder auténticamente democrático y popular. Planteamos aquellos objetivos procurando acumular fuerzas para la revolución para recorrer el camino que nos aproxime a ésta y no para buscar atajos que la eviten. No desdeñamos ningún método de lucha –parlamentario o extraparlamentario, electoral o violento–, pero siempre con el objetivo de procurar y estar en condiciones de aprovechar una ruptura revolucionaria. Concebimos a la democracia como un instrumento de las masas explotadas para organizarse y elevar su conciencia en la lucha por el poder. Al defender la democracia burguesa frente al fascismo, jamás ensalzaremos a esa democracia burguesa que formalmente otorga los “mismos” derechos a un peón esquilador de la Patagonia que a un Menéndez Behety. Para nosotros es válido lo señalado por Mao Tsetung: “la democracia es un medio, todo depende de a quién se aplica y con qué propósito. Nos gusta la democracia grande pero una democracia bajo la dirección del proletariado”.
3.- Con esos objetivos claros, asignamos enorme importancia a la lucha por conquistar la legalidad política para el Partido y las libertades democráticas que nos permiten llegar, con nuestra línea política, a las grandes masas; y debemos defender, celosamente, cada centímetro legal ganado a las fuerzas reaccionarias. Sólo la libertad política amplia permite a la clase obrera, crear las condiciones para poder luchar por el Socialismo. Por eso es la clase obrera la más interesada en la vigencia de esas libertades.
Nuestra lucha es dura y prolongada, y exige organizar paulatina e incansablemente a las fuerzas revolucionarias, practicando la línea de masas, integrando la teoría con la práctica, a través de un camino tortuoso y difícil.
En lo inmediato debemos dedicar grandes esfuerzos a la reorganización de las organizaciones de masas del movimiento obrero y popular (sindicatos, cuerpos de delegados, comisiones internas, sociedades de fomento y organizaciones populares, centros de estudiantes, organizaciones de la intelectualidad, centros y asociaciones agrarios, etc.) democratizarlas a fondo y ganar la dirección para el Partido, practicando una correcta línea de frente único antidictatorial, antiimperialista y antiterrateniente. Practicando la línea de masas tenemos que conquistar direcciones unitarias y combativas que se apoyen en la más amplia democracia de masas y la estimulen permanentemente, siguiendo la tradición que abrió la dirección clasista del SMATA Córdoba encabezada por el camarada René Salamanca. Mantener vivo el fuego de la democracia de masas que creció luego de mayo de 1969 y, sobre esa base, asegurar la dirección por el Partido de las organizaciones de masa.
El crecimiento del Partido se verá favorecido si aseguramos esto y, a la vez, ese crecimiento reactuará positivamente sobre el desarrollo del movimiento de masas.
4.- Cualquiera sean los virajes tácticos a los que nos obligue la situación política en el próximo período, especialmente en el caso de realizarse las elecciones, no debemos perder de vista nuestra política de unidad de todas las clases y capas oprimidas y afectadas por la dominación imperialista y terrateniente. Unidad que debe basarse en la unidad obrero-campesina. La clave para todo esto es que la clase obrera sea la fuerza dirigente de ese frente único guiada por su partido marxista-leninista.
Por eso nuestra línea de amplio frente antidictatorial debe ir acompañada de esfuerzos especiales para agrupar a las fuerzas obreras y populares en torno a un programa antiimperialista consecuente, un programa concretamente antiimperialista, que combata al imperialismo como factor externo de agresión (caso Malvinas) y, especialmente, como factor interno de nuestra dependencia; denunciando cómo ejerce su opresión sobre las masas populares y realizando campañas de masas en torno a la defensa de nuestros cereales y productos agropecuarios, de nuestro petróleo y energía, de nuestra pesca, de nuestras riquezas nacionales; defendiendo una política nacional para el acero, el aluminio, la industria atómica, electrónica, etc. Defendiendo una línea de independencia de los dictados del Fondo Monetario Internacional y de la subordinación del comercio exterior a la URSS. Debemos realizar esfuerzos especiales para ir agrupando, simultáneamente, en torno a un programa consecuentemente antiterrateniente, democrático y popular, a las fuerzas populares.
Este agrupamiento de las fuerzas consecuentemente antiimperialistas y antiterratenientes, democráticas y populares, debe luchar por la soberanía nacional y la independencia económica golpeando hoy al enemigo principal: el socialimperialismo ruso asociado a los grandes terratenientes.
Desde 1975, en la lucha antigolpista primero y luego en la antidictatorial, en la lucha por la paz con Chile y en la de apoyo a la recuperación de las islas Malvinas, hemos caminado separado y golpeado juntos con fuerzas con las que fuimos forjando una amistad de combate. Debemos profundizar y ampliar esa amistad, avanzando hacia formas concretas de frente único que, golpeando hoy a la dictadura, vayan afirmando lazos unitarios para el futuro.
Esta unidad debe basarse en el frente único en el movimiento obrero, unidad que tiene como columna vertebral la unidad de los peronistas y de los comunistas revolucionarios. Entendemos dialécticamente ese proceso: el frente único antiimperialista y democrático estimula el frente único proletario y éste estimula al anterior.
Resolución sobre las elecciones del 30 de octubre
1.- Las elecciones del 30 de octubre produjeron una impresionante polaridad electoral entre la UCR y el peronismo que se repartieron casi el 92 % de los votos a electores de presidente y vice. La polaridad electoral, que transforma a las elecciones presidenciales en una verdadera opción entre dos fuerzas, es en gran medida una consecuencia del régimen presidencialista de la Constitución de 1853. La magnitud de esa polaridad (51,82 % de los votos para la UCR y 40,16 % para el peronismo) repite la de 1946 (54% para el peronismo, 46% para la Unión Democrática). El Partido Intransigente, que fue la tercera fuerza, obtuvo sólo el 2,33 % de los votos y el MID, cuarta fuerza, el 1,21 %.
2.- La sorpresa del resultado electoral del 30 de octubre la dio la derrota del peronismo. El peronismo había sido derrotado anteriormente en elecciones provinciales pero nunca en elecciones a presidente.
El peronismo fue votado principalmente por la gran mayoría de la clase obrera, y por una parte considerable del campesinado pobre y medio particularmente de las provincias del NOA y el NE. Su derrota es, por ello, una derrota electoral de estas clases y capas sociales y su análisis debe permitir sacar conclusiones correctas para el futuro.
3.- La polarización electoral dividió profundamente al pueblo. Dividió a clases y sectores sociales que son explotados u oprimidos por la oligarquía terrateniente, el imperialismo y la burguesía intermediaria del imperialismo. Esa polarización es, por esto, en sí misma, negativa para los intereses populares porque dividió el frente antidictatorial que se había forjado en casi ocho años de lucha. Pero es aún más negativa por su contenido: dividió al pueblo tras la falsa opción de peronismo-antiperonismo que tanto daño ha hecho a la lucha antiimperialista y antiterrateniente de nuestra clase obrera y nuestro pueblo desde 1945. Y replanteó esta división, por obra principalmente de los cabecillas de la dictadura y del propio Dr. Alfonsín, en el terreno del más crudo gorilismo antiobrero, racista y esencialmente fascista, que se esconde tras el esmalte democrático de la oligarquía y la burguesía liberal argentina. La campaña radical al golpear como fascista al peronismo desvió el golpe del verdadero fascismo: el de la dictadura. La polaridad: fascismo-peronismo versus democracia-antiperonismo, fue estimulada en la UCR por la propia dictadura y tuvo su bastonero en los despachos del Ministerio del Interior. Desde allí el general Reston instrumentó para esa polaridad servicios de informaciones, jueces y medios de difusión a su servicio.
Como escribió el diario prodictatorial La Nueva Provincia de Bahía Blanca:
“Por cierto que la victoria del doctor Raúl Alfonsín, prevista por muy pocos y prácticamente por nadie con el margen que alcanzó, tuvo otras consecuencias: dejó en un segundo plano el eclipse del régimen militar presidido últimamente por el general Bignone y, al mismo tiempo, impidió que se concretasen reacciones revanchistas y desordenadas contra las Fuerzas Armadas” (La Nueva Provincia – 6/11/83).
De esta forma la dictadura militar se aseguró su retirada del gobierno creando las condiciones para salvar los intereses y el poder que representó.
4.- El proceso electoral fue condicionado y tramposo. No sólo desde el punto de vista de la democracia proletaria. Fue condicionado y tramposo desde el punto de vista de la propia democracia burguesa argentina; democracia formal y limitada, que nunca fue una verdadera democracia burguesa. ¿Podía no serlo si convocó, organizó y controló las elecciones una dictadura fascista como no conoció otra la República Argentina? Fueron elecciones cuya campaña electoral se hizo: con estado de sitio; con un estatuto reaccionario de los partidos políticos que colocó a estos bajo la lupa de los servicios represivos de la dictadura y bajo la amenaza de intervención en cualquier momento, lo que le permitió a la dictadura interferir abiertamente en los congresos partidarios, como sucedió en los congresos del partido peronista de Santa Fe y de la provincia de Buenos Aires, y en la designación de los candidatos; con proscripciones; con inhabilitaciones que incluyeron a la presidenta del partido peronista; con miles de dirigentes políticos y gremiales detenidos-desaparecidos; con miles de presos sin proceso; etc. La dictadura utilizó sutiles mecanismos de fraude; eliminación de varios centenares de miles de afiliados justicialistas de los padrones de la provincia de Buenos Aires; dificultades burocráticas para renovar documentos; otorgamiento de facilidades para viajar a último momento y sin medidas organizativas para asegurarlo; manipuleo de los medios de información; etc.
5.- El Peronismo y la UCR al aceptar este camino para acabar con la dictadura militar aceptaron, anticipadamente, que el próximo gobierno constitucional sea, inevitablemente, un gobierno débil y precario.
6.- La UCR realizó una campaña electoral basada en las promesas de democracia (incluso democracia sindical); estabilidad (con la idea de que el peronismo trae el golpe militar); paz (y consecuentemente: disminución de los gastos del presupuesto militar y supresión o disminución a tres meses del servicio militar); fin de “la patria financiera” y créditos baratos para todos los empresarios, chacareros y ganaderos que lo necesiten; fin de la desnutrición infantil y construcción masiva de viviendas para el pueblo. Presentó a la dictadura militar como una consecuencia del supuesto caos existente en el gobierno de Isabel Perón; y a la represión fascista como la continuidad directa de la acción de los grupos de matones sindicales y políticos peronistas.
El equipo de Alfonsín, al igual que hizo en su momento el equipo publicitario de la corriente violovidelista de la dictadura, hace un balance falso del período 1973-1975. Este balance convierte al peronismo en responsable principal del golpe de 1976, el que se habría producido como resultado, casi inevitable, del caos que imperaba en aquellos años y de la política supuestamente fascista del gobierno de Isabel Perón. Así convierten a la víctima en asesino y blanquean a la dictadura de sus crímenes. La dirección peronista y muy especialmente Luder y su grupo, al marginar y al no defender a Isabel Perón ni los aspectos positivos de su gobierno (Contrato de Trabajo; argentinización de empresas imperialistas; etc.), ni su actitud antidictatorial por la que sufrió años de cárcel, facilitó la propaganda del alfonsinisino. Junto con esto la UCR idealizó el gobierno de Illia. Y han hecho un balance derrotista, antinacional, de la guerra de las Malvinas, acorde con la línea que tuvieron, durante ella, tanto el violismo prorruso como Alfonsín. Todo esto mientras machaca la idea de una transición gradual hacia una democracia “renovada”, profunda, de hondo contenido social, como repite Alfonsín, sin destruir el Estado de las clases dominantes y sin acabar con el control de las principales palancas económicas por estas mismas clases.
Con sus planteos democráticos Alfonsín ganó, de entrada, a la gran masa de capas medias que en 1973 se había volcado al FREJULI (intelectuales, pequeña burguesía y burguesía media urbanas, a la mayoría del estudiantado, trabajadores por cuenta propia, etc.) y reforzó la tradicional adhesión al radicalismo de la burguesía agraria (especialmente la de la Pampa Húmeda) y de la mayoría del campesinado medio de esta región. Ganó a un sector de trabajadores, incluso a un sector importante pero minoritario de obreros, especialmente jóvenes, hartos del matonismo sindical de los jerarcas prodictatoriales y propatronales y logró volcar a una gran parte del electorado femenino, lo que en definitiva fue decisivo para su triunfo.
Alfonsín tuvo el apoyo, anticipado, de los principales caudillos provinciales violovidelistas de la dictadura, caudillos alineados con Bignone-Reston, prorrusos: Bravo, Guzmán, Romero Feris, Amit; dirigentes conservadores de esa corriente como González Bergez y militares como Pomar, Villarreal, Dallatea y Lanusse, entre otros. Fue apoyado, varios meses antes del 30 de octubre, por empresas como Papel Prensa, y BRIDAS.
A último momento el sector de terratenientes y de burguesía intermediaria proyanqui, que vota a Alsogaray, Manrique, al Socialismo Democrático, sectores terratenientes como el de los conservadores mendocinos, y otras fuerzas semejantes, volcaron su apoyo a Alfonsín.
De todo esto se deduce que el apoyo de una gran parte de los que votaron a Alfonsín es condicional y variará de acuerdo con su política concreta desde el gobierno según cumpla, o no, sus promesas preelectorales. Otra gran parte es un apoyo prestado, que buscará condicionarlo desde antes de la asunción del mando presidencial.
7.- El peronismo quedó reducido al apoyo mayoritario de la clase obrera, de una parte del campesinado pobre y de sectores reducidos de la pequeña burguesía urbana. Sigue siendo el primer partido político argentino porque la mayoría de sus votos son votos propios; pero sufrió una derrota electoral que tendrá consecuencias a largo plazo para ese partido, consecuencias que dependerán de cómo encare la autocrítica.
La derrota electoral del peronismo no se debe a errores de izquierda, como quiere hacer creer ahora la dictadura y su aparato propagandístico. Por el contrario: se debe a errores de derecha. Es el resultado de una línea que concilió con la dictadura para asegurarse, supuestamente, la dirección de los sindicatos, el propio partido peronista y el gobierno. Para eso acordó la candidatura a presidente del Dr. Luder, cabeza de la corriente golpista en el peronismo que colaboró en 1976 con Videla y con Viola para desplazar de la presidencia a Isabel Perón. La enorme mayoría de los afiliados peronistas votó, en la interna peronista, contra la corriente antiverticalista cuyo jefe y teórico máximo fue Luder. Pese a eso se eligió a Luder como presidente, cediendo a las presiones de la corriente militar prosoviética y de un sector militar nacionalista aliado a esa corriente, acordando un paquete de medidas económicas y políticas para el futuro gobierno.
La conciliación con la dictadura de la dirección peronista empujó una reunificación sin principios con los jerarcas colaboracionistas de la CGT-Azopardo y una reconciliación con Guerrero, Calabró, Riedel, Rubeo, El-pidio Torres y otros jerarcas semejantes, agentes de la dictadura y las patronales en el movimiento obrero.
Esa línea llevó a conciliar, y en la práctica acordar, con la dictadura, la inhabilitación de Isabel Martínez de Perón y su apartamiento del congreso peronista como condición ineludible para que éste funcionase.
Y esa línea imprimió una orientación de derecha a la campaña electoral peronista, que, salvo excepciones, abandonó las banderas tradicionales del peronismo en manos del alfonsinismo, no defendió las conquistas históricas del peronismo, como la Ley de Contrato de Trabajo y las nacionalizaciones realizadas por los tres gobiernos peronistas y regaló a la UCR la bandera de la lucha contra la dictadura y por los derechos humanos con la idea de ganar votos “moderados” y de derecha. Con lo que se perdieron los votos de izquierda de muchos trabajadores e intelectuales y no se ganó ningún voto de los sectores “moderados” y de la derecha, ya que éstos, a la hora de la verdad, votaron a Alfonsín.
El peronismo reincidió, además, en su viejo pecado de soberbia, que ya fue fatal en 1975; y no concretó un frente electoral, posible, con fuerzas de izquierda y de centro izquierda como el PTP, el FIP, el PSP y otras. A cambio hizo concesiones al P“C” y a los Montoneros, creyendo que así sumaba votos, siendo que, como se vio el 30, en realidad los restaba, ya que una gran parte de los votos del P“C” y los Montoneros emigró hacia la UCR, Alende y el voto en blanco, a nivel nacional y no votó por el peronismo en la provincia de Buenos Aires.
El problema principal de la campaña electoral peronista es que no levantó una propuesta política justa y posible para las grandes masas populares y una plataforma acorde con ella. No levantó una propuesta que fuese capaz de ganar el apoyo activo de la clase obrera y de atraer a la alianza con ella a otras clases y capas sociales. Partiendo de los siete años de dictadura, del terror fascista, del deseo de las masas de acabar con la pesadilla de encapuchados, chupaderos, torturas y asesinatos; partiendo del desprecio profundo de las masas obreras a la intervención estatal y patronal en los sindicatos con su secuela de matonismo y fraude; partiendo de la crisis y los sufrimientos de las grandes masas explotadas; partiendo de la humillación de los sentimientos nacionales posterior a la derrota y claudicación nacional en la guerra de las Malvinas; partiendo de las necesidades de modernización de la economía argentina. Lo que exigía, como condición previa, la denuncia del carácter tramposo de las elecciones convocadas y organizadas por la dictadura y una línea de unidad antidictatorial.
Pese a todo, las elecciones –y principalmente las grandes concentraciones de Vélez y de la 9 de Julio– mostraron que existe una gran masa peronista que no se entrega. Se vio en el acto del 28 de octubre: una masa que no tuvo desde la tribuna una propuesta clara y que sintiese suya; incapaz, por eso mismo, de derrotar al alfonsinismo, pero llena de una rebeldía profunda, de clase, ansiosa de ser convocada a la lucha por la defensa de sus intereses y de la Patria.
El silencio de Isabel contribuyó, por un lado, a unir al peronismo, y, por otro, pesó como una lápida sobre esa línea de conciliación y colaboración con la dictadura, preservándose como reserva para reorganizar al peronismo. Primero presa; inhabilitada y luego exiliada, con el compromiso del gobierno español de que mantuviese su silencio, la dictadura obligó y la mayoría de los dirigentes peronistas aceptó, a que no participase en la designación de los candidatos peronistas y principalmente en la designación del Consejo Superior del partido como condición para que el peronismo pudiese participar en las elecciones y para levantar las inhabilitaciones a otros dirigentes peronistas. No se puede saber qué línea tendrá ahora Isabel Perón. Está libre de los compromisos de los que acordaron con la dictadura, pero no existen elementos claros para preveer cuál será su línea ante la reorganización peronista y el gobierno de Alfonsín.
Como dijimos luego del congreso nacional peronista en éste aparecieron tres líneas: una, la colaboracionista encabezada por Luder y el llamado antiverticalismo; otra, encabezada por Lorenzo Miguel, que concilió y negoció con la dictadura la reorganización peronista y la unidad sindical; y una tercera que resistió estos acuerdos; esta última es heterogénea ya que la integran fuerzas como la que dirigen Martiarena y Franco, la mayoría de la rama femenina, la corriente de Herminio Iglesias que no aceptó la imposición de la candidatura de Cafiero en la provincia de Buenos Aires, Menem y otras fuerzas provinciales, Guardia de Hierro, etc.
Las elecciones del 30 de octubre volvieron a demostrar que la mayoría de la clase obrera adhiere al peronismo y que en éste se agrupa, actualmente, la parte mayoritaria de las grandes masas explotadas de la sociedad argentina; masas sin las cuales es imposible la revolución; masas que aprenderán, ayudadas por el Partido, pero a través de su propia experiencia, el camino que lleva a esa revolución.
8.- Un resultado remarcable de las elecciones del 30 de octubre ha sido el desastre electoral del MID y el P“C”, las dos principales organizaciones políticas prosoviéticas de la Argentina. El MID, que realizó una campaña millonaria en dólares, pensaba reunir cerca de 900.000 votos. Tuvo, finalmente, unos 180.000 (el 1,21%). El P“C”, que también gastó sumas fabulosas en propaganda electoral (hasta el punto de haber sido el único partido que hizo el cierre de su campaña por televisión) tuvo menos votos que en 1957 y en 1958. Pensaba reunir unos 700.000 votos para diputados nacionales y tuvo menos de 175.000; pese a haber informado, públicamente, que había afiliado 300.000 personas; lo que, de ser cierto, significa que lo votó sólo el 50 % de lo que afilió para obtener la legalidad electoral.
El escrutinio electoral demostró que una cantidad importante de los votantes del P“C” (50% a 90% según la provincia) no votó al peronismo. Especialmente no votaron a Iglesias-Amerise en la provincia de Buenos Aires. Tampoco los Montoneros votaron a Iglesias-Amerise y a otros dirigentes verticalistas del peronismo.
La sorpresa electoral del 30 de octubre
1.- El resultado electoral sorprendió a la enorme mayoría de los argentinos. Esto requiere, por ello, un análisis más detenido.
Las elecciones fueron condicionadas totalmente por la dictadura. El principal condicionamiento fue el de los candidatos peronistas. A partir de esto se armó desde el Ministerio del Interior un paquete cuya finalidad era impedir un triunfo muy abultado del peronismo y dejar abierta la posibilidad, ante cualquier emergencia, de un triunfo alfonsinista. Luego de las elecciones, luderistas, alfonsinistas, midistas, intransigentes, etc., unidos constituirían el “polo institucional” del que hablaba Luder en sus discursos. Con vistas a esto todo el equipo de caudillos provinciales colaboracionistas, violovidelistas, que fueron el principal apoyo político de la etapa dictatorial de Bignone-Reston (Bravo, Guzmán, Ulloa, Romero Feris, etc.) decidió apoyar en el Colegio Electoral, o la Asamblea Legislativa, al Dr. Alfonsín. Este apoyo aseguraba, según los cálculos de Res-ton, que el peronismo no tuviese los dos tercios en el Senado; dos tercios necesarios para imponer determinadas leyes desechadas por la otra Cámara o el Poder Ejecutivo, destituir al presidente por juicio político, etc.
El apoyo del P“C” (al que se calcularon 700.000 votos), el del MID (900.000), más el posible apoyo del Partido Intransigente aseguraban, teóricamente, el triunfo peronista por un pequeño margen en la Asamblea Legislativa; lo que obligaría al peronismo a negociar y a acordar. Hablando de esto dijo Frondizi: “El MID dará su apoyo sólo si existe un compromiso público de carácter programático” (Tiempo, 21/10/83).
Todo se había preparado para la Asamblea Legislativa. Como reconoció luego de las elecciones el secretario privado del Ministerio del Interior, licenciado Mauricio Goyenechea: “la decisión final iba a llegar a la Asamblea Legislativa” (La Nación, 3/11/83).
Pero sucedió que la base burguesa y pequeñoburguesa de partidos como el MID y el P“C”, y la masa burguesa y pequeñoburguesa en general, horrorizada por el fantasma resurrecto de los “descamisados”, se volcó en masa a Alfonsín, preocupada por asegurar en las urnas, sin dilación el triunfo de éste.
Los angloyanquis, observaban la situación con verdadera preocupación: podía tomar el gobierno una corriente tercermundista, en la que se había enancado una alianza de militares nacionalistas y prosoviéticos, (alianza que ya ha comenzado a comprar armas en la URSS y acordó proyectos como el Paraná Medio) y una alianza semejante a nivel político y sindical (como se evidenció en portuarios, comercio, bancarios, normalizadora de SMATA y UOM, y se estaba por concretar en ferroviarios y docentes) alianza que se expresó en el apoyo a la candidatura de Luder a presidente. Dada la situación actual en América del Sur y en el Atlántico Sur, esto creaba una situación explosiva.
Y los sectores terratenientes y de gran burguesía proinglesa y proyanqui “patearon el tablero”.
Alsogaray en la semana de las elecciones declaró que “tapándose la nariz” votaría a Alfonsín en la Asamblea Legislativa. Y dio orden a sus partidarios de cortar las boletas de la UCD. Es así como ésta sacó, en la Capital Federal: 25.303 votos a Presidente y Vice y 170.502 a diputados nacionales. Lo mismo hizo la Alianza Demócrata Socialista, que tuvo 42.478 a Presidente y Vice en todo el país (0,28 %) y sólo en Santa Fe 136.853 a gobernador y vice y en la Capital Federal 31.387 a diputados. En tanto la Alianza Federal, que en 1973 fue la tercera fuerza, con 1.775.000 votos, tuvo ahora, con un padrón mucho mayor: 56.506 votos. En cuanto a los conservadores de Mendoza tuvieron: 16.739 votos a Presidente y Vice (votos que se sumaron a la Alianza Federal) y 78.388 a diputados nacionales.
Esa fue la razón del plus (más de un 10 %) que asombró a los más fervorosos partidarios de Alfonsín.
2.- Los resultados electorales pusieron en evidencia tremendos cambios estructurales producidos por siete años de revanchismo entreguista y antiobrero. Ni Avellaneda, ni Rosario, ni Córdoba, ni San Martín, para citar cuatro ciudades de grandes concentraciones obreras que fueron tradicionalmente reductos peronistas, son hoy lo que eran en 1973.
Según La Prensa del 4/11/83:
En 1960 había en el país 900.000 trabajadores por cuenta propia; según el censo de 1980 eran 1.940.000 (el 19% de la población económicamente activa). Los asalariados bajaron del 74% en 1970 al 72% en 1980 y fueron, en cantidad, los mismos que en 1960: 9.989.000. Un fuerte proceso de concentración de los dueños de los medios de producción redujo el número de patrones de 921.000 en 1960 a 576.000 en 1980. La población agraria pasó del 20 % en 1960, al 16 % en 1970 y al 13 % en 1980. Los trabajadores de servicio pasaron del 44 % de los asalariados en 1960, al 53 % en 1980 y creció principalmente el sector comercio. Hay, actualmente, más de dos millones de desocupados. Un gran sector de capas medias perdió sus tierras propias o arrendadas, sus pequeños comercios y empresas, pero no se proletarizó sino que, simplemente, se pauperizó, y engrosó las filas de los desocupados totales o parciales y de los trabajadores por changas. Una gran masa de obreros pauperizada y de campesinos y capas medias que emigró de sus lugares de origen no pudo votar por no tener sus documentos en regla, no poder viajar al lugar en el que estaban enrolados, etc. Esta fue una de las razones del menor número de votantes en relación con las elecciones de 1973 (en 1973 votó el 86,54 % de los empadronados).
Los cambios producidos en la sociedad argentina tuvieron su reflejo en la ideología y especialmente en la moral de grandes masas. Hay sectores importantes de cuentapropistas, que ayer fueron obreros, más preocupados por la tasa de interés o la posibilidad de obtener créditos que por la solidaridad de clase. Pesó sobre toda la sociedad argentina el oprobio de estos años de terror. Y la dictadura, a través de sus servicios de inteligencia y los medios de opinión se encargó de un trabajo esmerado: manipuló temas como el secuestro de Kelly, los juicios a Miguel, el prontuario de Herminio Iglesias, la Triple A, los enfrentamientos entre barras rivales de simpatizantes de equipos de fútbol, la presunta aparición de guerrilleros en Tucumán, los incidentes en la cancha de Vélez y aspectos del acto peronista del 28 de octubre, la información distorsionada sobre las ocupaciones de viviendas, etc., para crear un clima que contrapusiese como opción electoral el terror, el caos y la violencia, que vendría del brazo del triunfo peronista, al “cambio en orden” que traería el triunfo radical.
La posición y el trabajo electoral del Partido
1.- El trabajo realizado por el Partido durante la campaña electoral nos permitió dar un aporte importante a la campaña peronista y avanzar en el frente único con las masas peronistas y en el fortalecimiento del Partido. Esto fue posible porque previmos bien la fuerte polarización que iba a producirse y pudimos reorganizar en muchas provincias al Partido y crecer, con una línea de reclutar y organizar a miles de trabajadores en el PTP, sin ceder en cuestiones de principio a la fuerte presión electoralista, parlamentarista, que se ejerció sobre el Partido. Esto en líneas generales se realizó en medio de una gran presión de derecha, electoral, que diluía al Partido y negaba su estrategia revolucionaria; y en combate contra concepciones economicistas, sindicalistas y clandestinistas que no comprendían los cambios producidos en la situación política nacional y la primacía de nuevos métodos y formas en la lucha política, tal cual plantearon las tesis para el IV Congreso, a partir de caracterizar el inicio de un período de auge revolucionario del movimiento de masas.
Fue justo, con las fuerzas concretas con las que contábamos a fines de 1982 y dadas las exigencias del estatuto reaccionario de los partidos políticos, no haber puesto el centro de nuestro trabajo nacional en obtener la personería electoral nacional y en varias provincias en las que tensando totalmente las fuerzas hubiésemos podido conseguirla. Fue justo por táctica, ya que nuestra táctica, como plantean las Tesis, no apunta a perfilar una alternativa de izquierda, parlamentarista, como la táctica del Partido Obrero, el MAS o el PSP. No vimos a las elecciones del 30 de octubre como el inicio de un largo período democrático en la Argentina, durante el cual lo fundamental de la acumulación política se hará a través de la utilización acertada de las formas parlamentarias. Consideramos que no nos equivocamos en esto, que no se inician, como plantea Alfonsín, cincuenta años de democracia y prosperidad en la Argentina, sino que, por el contrario, entramos en un período turbulento, nacional e internacionalmente, que no justifica, de ninguna manera, las concesiones que debían hacerse para obtener de la dictadura fascista la personería electoral para tratar de conseguir algún diputado nacional o provincial. Tácticamente el obtener la personería electoral nacional y en provincias no era necesario ni por las exigencias concretas del frente único (pues no cambiaba nada para esto, como en definitiva se probó tanto en el caso de nuestra alianza con el peronismo como en la alianza de éste con el FIP o el PSP) ni por las exigencias de crecimiento del Partido. Se podían hacer excepciones locales donde fuese conveniente, pero no se podía hacer girar la táctica del Partido en torno a esa personería electoral. Y principalmente fue justo darse una línea de utilizar al máximo la legalidad conquistada sin poner en el centro la personería electoral, porque en las condiciones concretas (exigencias del estatuto, fuerza concreta con la que contábamos, posibilidades que ofrecía, y sobre todo perspectivas políticas abiertas luego de la derrota de las Malvinas) haber puesto el centro en obtener esa personería hubiese aparejado torcer el rumbo estratégico, revolucionario, insurreccional, del Partido.
Tampoco hubiese sido correcta la línea del voto en blanco pues nos encontrábamos en el comienzo de un período de auge de masas; y esa línea no nos hubiese ayudado a reforzar nuestra unidad con las masas peronistas, unidad fundamental para el frente único obrero y para el frente único antiimperialista y antiterrateniente. Hubiésemos enfrentado a estas masas y las hubiésemos dejado en los brazos de la alianza con el P“C”. Nuestra línea de apoyo a la clase obrera y al pueblo peronista fue continuidad de la línea practicada durante el período antigolpista y el período de resistencia antidictatorial y nos permitió reforzar los lazos de unidad con esas masas en el camino de apoyarse en la conciencia política y la organización del pueblo para la revolución de las masas populares, conducidas por el proletariado y dirigida contra el imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria.
En las localidades en las que el PTP presentó candidatos a intendentes y concejales obtuvimos un promedio de votos de alrededor del 1,5%, pudimos realizar una propaganda intensa y fortalecer al Partido sin obstruir la línea general de apoyo al peronismo. Esas localidades fueron: General Roca y Cervantes, en Río Negro; Pico y Rancul en La Pampa; Aristóbulo del Valle en Misiones. La mayoría de los votos obtenidos en esas localidades fue de obreros rurales, trabajadores y campesinos pobres. Nos hubiese convenido presentar candidatos en algunas localidades más de Santiago del Estero, Córdoba, Jujuy y Santa Fe. En algunos casos no lo hicimos por errores e inexperiencia. En otros porque no pudimos resolver a tiempo las exigencias del Estatuto de los Partidos Políticos. En todo caso las experiencias mencionadas no alteran sino que confirman la justeza de la línea general con la que abordamos el proceso electoral.
La línea que nos trazamos nos permitió aplicar y mejorar nuestro método básico que sigue la línea de masas en todos los campos de trabajo, partiendo de movilizar a las masas y desarrollar bajo la guía del Partido al movimiento de masas, resumiendo la sabiduría de las masas y confiando en sus fuerzas para llevar adelante la línea del Partido. En ese sentido, en el último período, a través del método de las reuniones donde las masas cuentan sus sufrimientos y experiencias y se habla mucho sobre los problemas de las masas y corto y sencillo sobre la línea del Partido, nos permitió crecer en forma importante entre las masas más explotadas de nuestro pueblo.
Fue correcto contribuir a organizar al PTP en las condiciones concretas creadas por la dictadura fascista. Nos permitió llegar con nuestra línea a millones de personas, nos facilitó el trabajo de frente único, nos permitió reorganizar el Partido donde había sido destruido por la represión. Hemos contribuido a afiliar a miles de trabajadores, de amas de casa y de jóvenes al PTP y hemos reforzado el PCR. Es posible afiliar miles más al PTP y es posible organizarlos y reclutar miles para el PCR. Es posible reclutar a miles de los mejores hijos de la clase obrera y el pueblo para el PCR. El eslabón clave para avanzar sigue siendo el reclutamiento. A partir de aferrarnos a ese eslabón debemos organizar y educar a los nuevos afiliados promoviendo audazmente a los mejores a la dirección de los organismos del PTP y del Partido. Para esto debemos liquidar las ideas que nos conciben como un pequeño partido. El nuestro no es un pequeño partido porque tiene una línea que abarca los intereses de toda la clase obrera, el pueblo y la Nación. Hay que reclutar al PTP por centenares, no sólo por decenas, para poder multiplicar sus fuerzas y las del PCR. Tenemos que elevar a muchos obreros y trabajadores sencillos al nivel dirigente, comprendiendo que la principal forma de educación es la propia lucha de clases y la principal universidad es la célula del Partido, en donde se analiza esa lucha de clases concreta y la experiencia de los afiliados a la luz de la línea del Partido, se la vuelve a confrontar con la experiencia de las masas y se la vuelve a sintetizar, y así ininterrumpidamente.
Mientras subsista la actual situación de ilegalidad del PCR (situación que no debemos creer que cambiará milagrosamente por la llegada de la UCR al gobierno, dado que este partido fue partidario, en los últimos veinte años, de la existencia de estatutos que reglamenten la existencia de los partidos políticos), el periódico HOY será el instrumento principal para agrupar a las organizaciones legales.
Tenemos que estudiar las mejores experiencias de trabajo del último período. No para generalizarlas mecánicamente pero sí para que nos ayuden a enfocar mejor cada situación concreta que debamos resolver.
Lo que vendrá
1.- La situación internacional se caracteriza por una acelerada acumulación de factores de guerra. Así lo demuestra la permanencia y extensión del conflicto del Líbano, el ataque y derribamiento de un avión civil surcoreano de pasajeros por la URSS, la instalación de nuevos misiles yanquis y soviéticos en Europa, la permanencia de tropas soviéticas de ocupación en Afganistán y de tropas vietnamitas en Camboya y Laos, el conflicto de Chad, la invasión y ocupación yanqui de Granada, la abierta intromisión de las dos superpotencias en Centro América.
Todo análisis de la situación futura debe partir de considerar que en los países de América del Sur y en especial los del Cono Sur crece el movimiento revolucionario. Simultáneamente existe una tendencia a la “centroamericanización” de esta región. Centroamericanización significa: intervencionismo extranjero (como ya sucedió durante la guerra de las Malvinas y sucede en ese área), guerras locales (como la que estuvo a punto de estallar por el litigio del Beagle), crisis, terrorismo, regímenes brutalmente represivos (proyanquis o prorrusos), situación de caos político y social.
A partir de la derrota argentina en la guerra de las Malvinas, del establecimiento en las Islas de una poderosa base vinculada a la NATO y de una zona marítima de exclusión en torno a ellas, ha cambiado la situación global de la región. La Argentina es un país clave en América del Sur. Como escribió el New York Times con motivo de la crisis creada por el fallo del juez Pinto Kramer: “Si la Argentina se hundiera en la bancarrota y el caos, las tribulaciones de América Central parecerían una minucia en comparación”. Explicando de qué se hablaba, cuando el P“C” apoyaba públicamente a Videla, escribió Oreste Ghioldi: “La Argentina puede influenciar decisivamente en el Cono Sur y América Latina”… Argentina “es país clave del Atlántico Sur” (“Democracia renovada o pinochetismo”. 1976).
El hecho, reciente, de que más de sesenta buques soviéticos quedasen aprisionados por los hielos cerca de la península de Kamchatka hizo recordar, si alguien lo olvidó, que el control del paso de los dos Océanos (Atlántico y Pacífico) es clave no sólo para los yanquis y Occidente sino también para los rusos. Ahora la OTAN controla ese paso, lo que aumenta el apetito ruso por conseguir instalaciones portuarias en el Golfo Nuevo y en Ushuaia. Se comprende, al observar esto, la preocupación yanqui por el triunfo de una alianza política, sindical y militar entre sectores prorrusos y sectores nacionalistas. Y se comprende, perfectamente, la alegría de los sectores proyanquis (como el que expresa Iglesias Rouco en La Prensa) por la derrota electoral del peronismo, con independencia de las reservas que tienen hacia Alfonsín y su equipo.
No hace falta más que observar superficialmente la situación en Perú, Bolivia, Chile, Brasil y Uruguay para comprender que avanza la “centroamericanización” de América del Sur.
Y así como el triunfo de Belaúnde Terry en Perú no abrió un período de estabilidad burguesa y terrateniente, como muchos creyeron, mucho menos lo abrirá en la Argentina el triunfo de Alfonsín. En el mundo actual no existen tales oasis en las regiones “calientes”. Tanto los sectores prorrusos como los proyanquis trabajarán con “dos fierros en el fuego”: uno el legal, constitucional; otro: el militar, terrorista y golpista.
2.- En la UCR predominan los intereses de sectores de burguesía urbana y rural, de capitalistas agrarios y terratenientes modernos, reformistas, liberales, tibiamente nacionalistas. En el entorno alfonsinista existe un influyente grupo de burguesía intermediaria de los intereses soviéticos representada por: Alfredo Concepción, Bernardo Grinspun, Conrado Storani, Facundo Suárez, la familia Marcó, entre otros; y agentes de esos intereses como Jofré y el grupo de oficiales que trabaja con los generales Lanusse, Pomar, Villarreal, Reston y Dallatea. Existen también sectores ligados a la social democracia europea (a la española; al ala que trabaja con Debray en Francia; al sector que orienta Willy Brandt en Alemania) y a la izquierda del Partido Demócrata yanqui. En el partido radical, con algunas posiciones en el gabinete y en gobernaciones provinciales, existen fuerzas que resisten, tibiamente, a las dos superpotencias y plantean una línea independiente de ellas.
Alfonsín, durante la campaña electoral, hizo abundante demagogia. En cierto sentido hizo un programa de oposición. Prometió: construir 600.000 viviendas, llevar la producción de granos a 60 millones de toneladas, dar créditos a todas las empresas cerradas que quieran reabrirse, suprimir o rebajar a tres meses el servicio militar, establecer tasas negativas de interés, acabar con la indexación, aumentar sustancialmente el presupuesto de educación, acabar con la desnutrición infantil, restaurar la atención hospitalaria gratuita, asegurar el federalismo, castigar a los responsables políticos de la represión y a los torturadores y asesinos que fueron responsables de estos años de terror fascista; todo esto sin acabar con el latifundio, sin nacionalizar las empresas imperialistas, pagando la deuda externa y sin liquidar el aparato estatal oligárquico-fascista que ha estado atrás de la dictadura actual.
En su campaña atacó en ocasiones al imperialismo yanqui pero nunca al imperialismo soviético. A diferencia de otros dirigentes radicales no atacó la subordinación de las exportaciones agropecuarias al mercado soviético. No criticó los acuerdos pesqueros con la URSS y Polonia. Planteó la necesidad de realizar el Paraná Medio. No criticó a ninguno de los grandes negociados de estos años y lleva ahora como ministro de economía a Bernardo Grinspun, vaciador del Banco Latinoamericano, DAR y CREDIBONO, con los hermanos Saiegh (testaferros de los capitales rusos en la Argentina).
Alfonsín tuvo, luego de la convención radical, contradicciones con un sector de Intransigencia y Renovación que impuso en la plataforma partidaria la reforma agraria. Ahora Alfonsín dice que en la época actual “la reforma agraria es producir más”.
Como la burguesía liberal argentina de la época de Sarmiento, y al igual que Alem y que Yrigoyen, Alfonsín plantea realizar sus objetivos sin liquidar el Estado oligárquico. Estima posible utilizar a éste para sus reformas si cambia la mano que lo maneja. Semejante utopía terminó, en el caso de Sarmiento, con el triunfo de Roca; y en el de Alem e Yrigoyen con el golpe de 1930.
Alfonsín se propone hacer un “tratamiento de shock” de la economía y la política argentina. Plantea que la primera semana decidirá sus seis años de gobierno y escalona medidas audaces para los primeros dos meses de gobierno. Plantea defenestrar en la primera semana a la cúpula militar y simultáneamente avanzar contra la dirección sindical peronista y contra “la patria financiera”.
Su objetivo es recrear una nueva mayoría social y política. Como escribió Luis Gregorich en la revista alfonsinista Argumento N° 1 (Septiembre de 1983) (…) “parece haber sonado la hora de edificar una nueva mayoría popular, de composición multiclasista y orientación progresista que reconstruya los cimientos de la Argentina democrática”. Esto lo plantean a partir de que “los trabajadores de cuello blanco” están por superar, o superan, numéricamente, a los de fábrica, y el pueblo es una suma de clase media y clase obrera. Los asesores de Alfonsín plantean que perderá, con sus medidas, el apoyo de cerca de un 15% de quienes lo votaron el 30 de octubre; pero creen posible arrancar de un 20 a un 25% de los votos que el 30 de octubre apoyaron al peronismo. Para ello se darán una política agresiva en el movimiento obrero.
El alfonsinismo no se propone una línea de unidad de los sectores burgueses que representa con los sectores obreros del peronismo. Se propone dividir a estos sectores obreros y absorber una parte en la UCR bajo la hegemonía de su línea burguesa.
Obligado por la propia necesidad de la campaña electoral Alfonsín gorilizó su propuesta. Pero el núcleo de este gorilismo ya estuvo planteado en su discurso del 7 de diciembre de 1982 en el Luna Park, cuando subrayó el carácter “racional” del Tercer Movimiento Histórico que quiere conformar. Así acusa, implícitamente, de irracionales al yrigoyenismo y al peronismo. Y no los acusa de irracionales porque al no ser revolucionarios, ambos (el yrigoyenismo y el peronismo), fracasaron. Los critica como “irracionales” por la misma razón que los criticaron los gorilas: por la adhesión masiva, rebelde, adherida a los mitos yrigoyenistas y peronistas, de los “descamisados”. Alfonsín considera que la Argentina es un país capitalista y una revolución, para ser tal, como declaró a Radio Continental el 24 de marzo de 1983, debe: “cambiar la forma de propiedad de los medios de producción”. Por eso él, que propugna mantener el sistema capitalista, no es un revolucionario; es, según dijo allí: un reformista.
Pero al haberse gorilizado en extremo, al haber polarizado excesivamente al electorado contra el sector dirigente del peronismo, Alfonsín enfrentará contradicciones graves, por el hecho de que el peronismo gobernará 11 provincias, muchas comunas y tendrá una fuerte bancada en la Cámara de Diputados y en el Senado. Por más esfuerzos que hagan muchos liberales burgueses por crear un clima de “unidad nacional” no se puede patear a una persona, ni se puede agraviar y ofender a un sector del pueblo y luego pedirle comprensión, amistad y unidad.
La idea de fondo por la cual la UCR piensa resolver esas contradicciones se basa en que considera –al igual que el P“C” y todo el gorilismo– que el verticalismo peronista es expresión de sectores minoritarios de ese partido, de grupúsculos fascistas y no de fuerzas que expresan la resistencia de la burguesía nacional y sectores populares a la dominación imperialista y en especial a las dos superpotencias. Por aquella idea fracasaron los que creyeron que el peronismo desaparecería luego del 24 de marzo de 1976 y los que planificaron toda su política a partir de considerar a Isabel Perón como un “cadáver político insepulto”, como dijeron en su momento. Por más que la arquitecta Roulet considere a Herminio Iglesias como un “político acabado” deberá negociar, con o sin Iglesias, con el verticalismo de la provincia de Buenos Aires (fuerza que Iglesias representa actualmente) innumerables acuerdos para poder gobernar. El “ahora todos” no podrá realizarse sin el acuerdo del movimiento peronista, cuyo jefe máximo, les guste o no, es Isabel Perón.
3.- Para trazar nuestra línea con el nuevo gobierno de la UCR debemos partir, en primer lugar, del ascenso del movimiento de masas obreras y populares. Si perdemos esta guía nos equivocaremos. Y debemos tener siempre presente el sufrimiento de las grandes masas explotadas por la crisis del sistema imperante. No creemos, como Ernesto Sábato que las libertades democráticas de la obsoleta Constitución de 1853 son tan maravillosas que permiten “admitir la pobreza con tal que haya libertad”. Simultáneamente debemos estar atentos a la lucha interimperialista por el dominio de la Argentina tratando de usar a favor del pueblo y la Nación esta contradicción.
El gobierno de Alfonsín no surge de elecciones limpias como el gobierno de Perón de 1946. Surge de elecciones realizadas con proscripciones (en primerísimo lugar la nuestra), con inhabilitaciones; estado de sitio; etc., etc. Su gobierno está teñido por el apoyo que le dieron figuras del aparato dictatorial y todo el gorilismo reaccionario. ¿Podrá acaso Alfonsín acabar con la corrupción e investigar los ilícitos económicos, con un ministro como Grinspun ligado a los negociados del gelbardismo? ¿Podrá acabar con la corrupción teniendo como consejeros a los que realizaron el negociado de Aluar y como apoyatura financiera a los que se beneficiaron con el negociado de Papel Prensa? ¿Podrá depurar el Ejército siendo sus principales apoyos militares generales como Villarreal, que dirigían la Presidencia de la Nación cuando se asesinaban en la Argentina de 40 a 70 personas por día? Todo indica que Alfonsín considera su elección como producto de un proceso inmaculado. De ser así no podrá apartar jamás a los espectros de la dictadura, no podrá romper con ese pasado y las cosas no comenzarán bien. Sólo la derogación de todas las leyes de la dictadura romperá la continuidad con sus siete años de fascismo.
Al mismo tiempo todo lo anterior no puede negar el hecho de que grandes masas populares, especialmente de clases medias, lo apoyan y que incluso un sector de izquierda antiimperialista y antioligárquico lo votó y espera cambios importantes de su gobierno.
Con el marco jurídico de la Constitución de 1853 Alfonsín, aunque lo quisiese, no podrá resolver ninguno de los problemas graves de las masas populares y del país. El drama argentino se patentiza por el hecho de que esa constitución obsoleta, que tiene más de 130 años y que en su momento no tuvo nada de revolucionario, ha sido el programa de Alfonsín. Una constitución debe ser la ley que asegure reformas conquistadas y no un programa a realizar. Aquí es al revés. Y esto mismo demuestra que no existen bases materiales para la democracia burguesa, occidentalista, moderna, que plantea Alfonsín. Y no existirá esa base material mientras no se acabe con el latifundio y con la dependencia al imperialismo.
4.- El Partido empujará en todos los sectores la lucha independiente de las masas obreras y populares por sus reivindicaciones. Lo haremos guiados por nuestra plataforma de reivindicaciones antidictatoriales que exige un plan de emergencia y por nuestro programa. En esa dirección ha sido positiva la reivindicación del derecho de huelga que acaba de hacer Saúl Ubaldini. Trataremos de unir en la lucha a los sectores antiimperialistas y antioligárquicos del radicalismo y nos esforzaremos porque dividan aguas de los sectores gorilas y proimperialistas que votaron a Alfonsín.
Somos parte de la oposición a este gobierno. No votamos por él. No creímos eso de que “ganase quien ganase ganaría el pueblo”. Haremos sí una oposición que diferencie las medidas positivas que tome el gobierno, de las medidas reaccionarias; sin crear ilusiones en que los problemas del pueblo se han de resolver sin la revolución popular, agraria, antiimperialista, por la que luchamos.
Será fundamental en el futuro consolidar la unidad de acción, el frente único, con el peronismo, para que la clase obrera pueda sostener firmemente la lucha por sus reivindicaciones.
Establecido con todas sus limitaciones un gobierno constitucional será más complicada la articulación de la lucha económica y política. Será necesario explicar más claramente a las masas cómo sus problemas se originan en la dominación imperialista y terrateniente sobre la economía nacional. Será necesario manejar bien los criterios de: luchar con razón, con ventaja y limitadamente, en relación con el nuevo gobierno.
Inmediatamente, junto a todas las fuerzas populares, hay que avanzar en la lucha porque aparezcan con vida los detenidos-desaparecidos y se juzgue a los culpables de su desaparición, apoyando la exigencia de las Madres de Plaza de Mayo de formación de una comisión bicameral que investigue los crímenes de la dictadura y que se instituyan los juicios por jurados que establece la Constitución Nacional, Junto con la libertad de todos los presos políticos y el regreso de los exiliados (voluntarios o forzosos) hay que exigir: la derogación de toda la legislación represiva, comenzando por la 21.325 que proscribió a nuestro Partido, la anulación de los juicios a los camaradas Ariel Seoane y Otto Vargas y la derogación del estatuto de los partidos políticos.
Estamos en contra de toda ley de asociaciones profesionales. ¿Acaso existe una ley que reglamenta cómo se deben organizar los terratenientes de la Sociedad Rural, los industriales, los campesinos, los estudiantes o los intelectuales? ¿Por qué entonces debe haber una ley para reglamentar cómo se deben organizar los trabajadores? Estamos en contra de toda intervención del Estado y los patrones en la organización sindical de los trabajadores. Exigimos la inmediata derogación de la Ley de Asociaciones Profesionales de la dictadura y que no sea reemplazada por ninguna otra ley ni reglamentación estatal.
Simultáneamente con esto tenemos que empujar, desde la base, la recuperación de las organizaciones sindicales en manos de los colaboracionistas con la dictadura y su reorganización democrática, comenzando por los cuerpos de delegados y comisiones internas. Para esto hay que asegurar la más amplia unidad de acción de los obreros peronistas, radicales, comunistas revolucionarios, socialistas, etc. Tenemos que dedicar una atención particular a esta democratización de las organizaciones sindicales en las grandes empresas.
De nuestra plataforma inmediata destacamos los puntos de lucha contra la desocupación; y por la reincorporación de los cesantes por causas políticas y gremiales, la derogación de la Ley de Prescindibilidad y la efectivización de los contratados. El movimiento obrero luchará por salarios que cubran las necesidades de la familia trabajadora, ajustables mensualmente de acuerdo con el costo de la canasta familiar y por la plena vigencia de la Ley 14.250 de Convenciones Colectivas de Trabajo. Lucharemos por la plena vigencia de la Ley 20.744 de Contrato de Trabajo incluyendo las 8 horas para los trabajadores rurales y sus conquistas para la mujer trabajadora. El movimiento obrero exige que se devuelvan las obras sociales a los sindicatos y que sean los trabajadores afiliados los que organicen el control democrático de las mismas.
En lo inmediato tenemos que dedicar gran atención al proceso de democratización y reorganización de: Unión Ferroviaria, SMATA, UOM, Construcción, FATRE, AOT, Sanidad y Docentes.
En el último congreso de la Federación Agraria Argentina apareció una corriente que levantó la bandera de la reforma agraria y enfrentó la línea conciliadora con los terratenientes y con el socialimperialismo ruso de la dirección de FAA. La lucha por las reivindicaciones de los campesinos semiproletarios, pobres y medios, pasará ahora a un nivel superior. Especialmente la lucha por la tierra.
Luego de la guerra de las Malvinas la corriente nacionalista en las Fuerzas Armadas fue duramente golpeada. Pero esa guerra enseñó más que ningún curso educativo a la masa de suboficiales y a la oficialidad joven, sobre quiénes son los enemigos y quiénes son los amigos de la Argentina en el plano mundial. Se desarrollaron en los últimos meses innumerables logias, círculos, grupos y asociaciones.
Sin ganar a una parte de las Fuerzas Armadas para la política antiimperialista y antioligárquica no habrá revolución. Esta idea básica debe orientar el trabajo del movimiento obrero hacia las fuerzas armadas. Esta es una tarea de todo el movimiento obrero y popular y no sólo de algunos especialistas.
En el período inmediato debemos intensificar la organización del movimiento de mujeres, especialmente en gremios como el textil, la alimentación y empleados de comercio y el movimiento de las Amas de Casa. Con formas flexibles, adaptadas a cada lugar y buscando la coordinación de las organizaciones femeninas de lucha, debemos impulsar el combate para asegurar los comedores escolares durante el verano en todos los barrios populares, financiados por las municipalidades y las provincias; y colonias de vacaciones gratuitas para la niñez de familias trabajadoras. Impulsaremos la lucha por el congelamiento de los precios de los artículos de la canasta familiar.
El resultado electoral demostró la importancia del movimiento femenino para el combate revolucionario.
Subsisten en el Partido profundas tendencias burguesas que traban el trabajo hacia las mujeres. Se dedican los cuadros femeninos al trabajo general y no al trabajo femenino: porque se menosprecia el trabajo con las masas de mujeres sencillas a las que el capitalismo y los terratenientes condenan a la esclavitud de la limpieza y las cacerolas y a administrar el hambre de los hogares obreros.
En el futuro tendremos que desplegar un trabajo múltiple para ganar para la revolución de liberación nacional y social a las capas medias. Para esto será decisivo que esas capas, en las que predominan las ideas reformistas, no sólo se radicalicen sino que tengan claro al enemigo principal ya que hay un gran trabajo sobre ellas de las fuerzas prosoviéticas.
Tenemos que dedicar atención especial y ayuda al trabajo de la JCR. La juventud ha sido particularmente afectada por la desocupación y por la desenfrenada superexplotación en las empresas que subsisten. El voto de la juventud se dividió socialmente; el sector más pobre de las masas juveniles adhirió masivamente a la campaña electoral peronista y le dio combatividad a su actos; pero en una parte de la juventud trabajadora caló la demagogia alfonsinista. Al mismo tiempo la masa estudiantil, una vez más, se volcó al apoyo de la corriente burguesa hegemónica. En esto influye nuestra debilidad en el trabajo juvenil. Las masas juveniles vienen de siete años de fascismo y no de las barricadas del “Cordobazo” y del “Rosariazo”. Han sido sometidas a una maceración ideológica. La JCR realizó una activa campaña electoral y creció y se fortaleció, a su calor. Partiendo de la necesidad y la posibilidad de ganar para la revolución popular, agraria y antiimperialista a la gran mayoría del estudiantado el Partido debe ayudar a la JCR a superar nuestra debilidad actual en el movimiento estudiantil. Aún en nuestro trabajo juvenil no se comprende suficientemente que así como la juventud obrera accede al comunismo a partir de su propia lucha contra la explotación de clase, a partir de su rebeldía de explotado, las masas estudiantiles acceden al movimiento revolucionario a partir de la búsqueda de una concepción global de vida y no sólo por la lucha por sus reivindicaciones inmediatas. De allí la enorme importancia del trabajo ideológico en la Universidad y los Colegios: trabajo que, salvo excepciones, no ha sido nuestro fuerte en el movimiento estudiantil.
5.- Con Grinspun en Economía y Storani en Energía avanzará la entrega nacional al socialimperialismo ruso. Su propia presencia en el gabinete es el reconocimiento a la hegemonía que los intereses que representan tienen en la economía nacional. Avanza la teoría de “comprar a quién nos compra”, que agravará nuestra deformación estructural; porque quien nos compra no nos compra artículos industriales sino agroganaderos. Y porque además, nos hace depender de una tecnología de segunda que aumenta nuestro retraso tecnológico. El cumplimiento de los contratos pesqueros con la URSS, que se instrumentaron a partir de 1979 cuando visitó el país una delegación del Ministerio de Pesca de aquel país, permitirá a los soviéticos disponer de puertos y facilidades portuarias para sus navíos espías.
Los acuerdos con la ATÓMENERGOEXPORT y la TESSNABEEX-PORT para la provisión de uranio de bajo enriquecimiento, agua pesada y provisión de tecnología nuclear, crean un grave riesgo para nuestra industria atómica. Storani plantea concederle a la URSS la construcción del Paraná Medio y Alfonsín plantea otorgarles la remodelación del puerto de Bahía Blanca.
Debemos realizar un gran esfuerzo para esclarecer masivamente sobre la cada día mayor penetración del socialimperialismo en el país.
6.- Es imperioso asegurar que podamos editar HOY semanalmente. Para ello debemos mejorar su difusión y aumentar la cobranza en por lo menos un 40%. Tenemos que mejorar la difusión y la cobranza de Política y Teoría para asegurar su aparición regular.
Al calor de la discusión para el IV Congreso debemos mejorar la celularización del Partido. Si el Partido no afianza su forma leninista de organización cambiará su composición social y su línea. Mientras no exista un fuerte partido comunista, aguerrido, firme ideológicamente y flexible en su táctica, que reúna a los mejores hijos de la clase obrera y el pueblo, dirigido por obreros y revolucionarios probados en la lucha, la enorme energía revolucionaria de nuestro pueblo se seguirá derrochando sin alcanzar el triunfo. Se han creado condiciones para dar un salto en el fortalecimiento del Partido. La experiencia ha demostrado que la organización del PTP no evita ni el ataque anticomunista de la burguesía ni el debate sobre el comunismo. Por el contrario: obliga a que se haga ese debate. Sobre la base de conocer las medidas concretas del nuevo gobierno radical deberemos encontrar las formas que permitan ganar la legalidad al PCR sin conceder en los principios revolucionarios ni en el trabajo secreto.
Resolución sobre el gobierno de Alfonsín
Su línea y la táctica del Partido
1.- Con posterioridad a la Resolución Política del CC del 12 y 13 de noviembre el Comité Central ha venido siguiendo el desarrollo de la situación política tratando de analizar, especialmente, los hechos producidos por el gobierno radical. Hemos tratado de evitar especular a partir de definiciones previas dado que la situación política es compleja. Hemos tratado también de ir acompañando con nuestros análisis la experiencia de las masas respecto del gobierno alfonsinista, ayudándolas a sintetizar esa experiencia a la luz de nuestra línea política general. En dos reuniones posteriores del CC analizamos la ley sindical alfonsinista y trazamos la línea partidaria para enfrentarla, esforzándonos por resumir nuestras mejores experiencias en el trabajo sindical y político en el movimiento obrero y, muy especialmente, la experiencia de los obreros de Ford. Sobre esta base impulsamos el plenario sindical realizado en Campana, plenario que constituyó un hito importante en el desarrollo de la corriente sindical clasista y participamos, posteriormente, en la movilización contra la ley junto a la CGT unificada.
2.- La complejidad de la situación política está determinada, en gran medida, porque producido el cambio de gobierno del 10 de diciembre las palancas fundamentales del poder estatal siguen en las manos en las que estaban (Fuerzas Armadas; aparato policial y represivo; aparato judicial; burocracia estatal) y es muy heterogénea la composición social y política de las fuerzas que han pasado a dominar el aparato gubernamental; porque el alfonsinismo tiene una hegemonía reciente, no consolidada, en el partido Radical y se ha aliado a fuerzas pequeñoburguesas, burguesas y terratenientes muy diversas; al tiempo que el peronismo gobierna doce provincias y numerosas intendencias y tres provincias están gobernadas por partidos provinciales. En el Senado de la Nación hay una mayoría no radical lo que obliga al gobierno nacional a discutir y acordar con otras fuerzas cada paso importante que quiere dar.
Circunscribiéndonos al gobierno nacional es evidente su heterogeneidad. En él se expresan sectores de pequeña burguesía urbana y rural representados por una gran parte de la organización juvenil Franja Morada (dentro de ésta hay un mosaico de tendencias habiendo incluso sectores que discrepan con la línea alfonsinista desde el mismo 10 de diciembre); por radicales no alfonsinistas; por fuerzas de izquierda procubana y prorrusa aliadas a la UCR y con palancas importantes en todas las áreas de gobierno. Se expresan también sectores de burguesía nacional, agraria, comercial e industrial (principalmente en la tradicional Línea Nacional, en sectores del alfonsinismo, en el radicalismo cordobés, en el MAY, etc.). Hay también sectores muy influyentes de la gran burguesía intermediaria y de terratenientes.
¿Quién hegemoniza este gobierno? Si observamos quién controla las palancas claves de Economía, Energía, los bancos estatales, las principales empresas nacionalizadas, la Corte Suprema de Justicia, la subsecretaría de Justicia y la Procuración General, Salud y Acción Social, Educación, Cultura y medios de información pública, llegaremos a la conclusión que este gobierno está hegemonizado por un sector de burguesía intermediaria y terratenientes prorrusos y proterratenientes. Lo que se refuerza al observar que el sector violovidelista hegemoniza el Estado Mayor Conjunto y los principales mandos del Ejército.
Heterogeneidad y hegemonía son dos elementos claves a tener en cuenta para nuestra táctica frente al gobierno. La heterogeneidad no nos debe tapar quién hegemoniza porque nos llevará al oportunismo. Y claros de quién hegemoniza el gobierno debemos atender a la heterogeneidad del mismo para evitar un sectarismo que nos despegue de las masas y, en especial, que nos aísle de las capas medias.
3.-Ya es posible definir la línea principal del gobierno alfonsinista. Es una línea que tiene como eje el apoyo a los terratenientes, la gran burguesía agraria y los monopolios intermediarios productores y comercializadores de cereales. El alfonsinismo sueña con una Argentina que sea gran productora de alimentos (carne, pesca, pero especialmente cereales) y base minera y de energía. En su proyecto se estimula a las industrias que sirven o complementan este modelo. Así el alfonsinismo tiene como proyecto para la Argentina el modelo de país que nos asignan las dos superpotencias y en especial la URSS. Toda la orientación económica del alfonsinismo mira hacia afuera del país; pone el centro de sus esfuerzos en aumentar las exportaciones y considera que el principal problema nacional es el externo; es la deuda externa. Esta nos hunde y resolviendo este problema la Argentina despegará; así piensan los estrategas alfonsinistas. No se diferencian, en esto, de tantos otros que –desde fines del siglo pasado– pensaron lo mismo cuando la Argentina era “la gran deudora del Sur”, sin ver que la dependencia financiera de la Argentina es una resultante de la estructura económica nacional y debe, por tanto, resolverse junto con profundas reformas estructurales para ser efectiva. Ni Alfonsín, ni sus principales colaboradores en el área económica (Grinspun; Storani; Reca) consideran al latifundio como un obstáculo para el progreso nacional. Manteniendo el latifundio creen que pueden pasar de producir 40 a producir 60 millones de toneladas de cereales, sobre la base de una mayor utilización de fertilizantes (que se importarán de países de Europa Oriental) y de estimular a los terratenientes a reemplazar la ganadería por la agricultura utilizando “contratistas de tipo capitalista”.
Alfonsín ha tratado de ganar tiempo en el pago de la deuda externa desde diciembre hasta aquí. Su estrategia es aislar al capital financiero yanqui (conseguir el apoyo europeo –incluso inglés– para forzar a los acreedores a otorgar un período de gracia de tres años). Para esto chantajea a los yanquis con el peligro de un nuevo golpe militar en el que pueden encaramarse sectores nacionalistas que utilicen armas atómicas, ya que es posible la construcción nacional de bombas atómicas y submarinos nucleares. Por eso Grinspun pide “comprensión” a Wall Street para evitar “otra Cuba o Nicaragua”.
En la perspectiva alfonsinista no se descarta una unión nacional de contenido antiyanqui y a esto apunta, en última instancia, su plan sindical (“Democracia sindical para la unidad nacional”). Reinstalado el sector violovidelista al frente del Ejército, Alfonsín trata ahora de dominar el aparato sindical de los grandes gremios, romper al peronismo y articular una “unión nacional” antiyanqui. Abrió negociaciones secretas con Gran Bretaña, en vez de privilegiar el no pago de la deuda a los ingleses (más de 10 mil millones de dólares), tratando de atraer o neutralizar a esta potencia. Y ha dejado trascender, claramente, sus intenciones de sustituir las importaciones de los EE.UU. y países aliados, si estos se endurecen, con importaciones de la URSS y otros países “amigos” (“amigos” según Ferrer, Larriqueta, Trilla y otros teóricos de esta estrategia). Alfonsín acompasa esta política a algunos cambios producidos últimamente en la situación internacional: período preelectoral en los EE.UU. en momentos de graves riesgos para el imperialismo yanqui en Medio Oriente y América Central; cierto distanciamiento yanqui-inglés luego de la invasión yanqui a Granada; afirmación de un nuevo liderazgo soviético luego de la muerte de Andropov, entre otros hechos relevantes. El testaferro ruso Doumeg, que se ofrece como intermediario de la venta de cereales argentinos a África y los países árabes, estimuló abiertamente esta línea de no pago de la deuda externa, cuando visitó, recientemente, nuestro país.
Esta línea principal de la política alfonsinista, línea que se apoya principalmente en los terratenientes y la gran burguesía agraria cerealera, es una política de ajustarle el cinturón al pueblo. Una política en la que sobrará el trigo y faltará el pan en los hogares humildes. Una política nefasta para la industria nacional e incapaz de resolver el gravísimo problema de la inflación. Desde diciembre no se pagan los intereses de la deuda externa y pese a esto la inflación llegó al 17% en febrero. Pasados tres meses de gobierno alfonsinista la situación del pueblo trabajador no ha mejorado. Para los desocupados y hambrientos la situación se ha agravado por el simple paso del tiempo. La línea de Alfonsín no es “ahora todos” sino “ahora no”: de palabra está contra la desocupación, el hambre, los salarios bajos, los desalojos, las empresas cerradas, la 1050, el ingreso limitacionista a la universidad, etc. Pero para todo la respuesta es: ahora no.
4.- La fundamentación de la política de Alfonsín está en la evaluación que muchos teóricos proimperialistas y proterratenientes hacen de las modificaciones en la estructura socioeconómica del país y sobre sus perspectivas de desarrollo. Se basan en que, en los últimos 20 años, lo fundamental de la producción ganadera se destina al mercado interno (entre un 75 y un 80%) y ha caducado la época de la ganadería que producía para frigoríficos instalados cerca del puerto que producían y exportaban chilled beef para Inglaterra y el Mercado Común Europeo, se espera –como planteó Martínez de Hoz en su momento– reducir la ganadería a zonas del Noreste, zonas marginales y la Cuenca del Salado en la Provincia de Buenos Aires. Parten de que en los últimos años, en la década del 70, se ha logrado un gran aumento de la producción cerealera, sin un aumento significativo del área sembrada, sobre la base de mejores semillas y tecnologías agrarias y que una mayor fertilización del suelo permitiría otro salto productivo en la década del 80. Simultáneamente, en la década del 70, se ha consolidado una dirección burguesa totalmente conciliadora con los terratenientes y de orientación prorrusa en la Federación Agraria y en las organizaciones cooperativas ligadas a ésta, lo que puede permitir una alianza estable entre esos sectores terratenientes y burgueses con la URSS, que ha pasado a ser el principal comprador de nuestra producción agropecuaria. Los sectores terratenientes y de burguesía intermediaria ligados al comercio con la URSS, grandes proveedores de divisas para el pago de la deuda externa, presionan con el “comprar a quien nos compra” nefasto para la industria nacional.
Simultáneamente, bajo la dictadura militar instalada en 1976 cayó el peso relativo de la industria manufacturera y se redujo en un 40% el personal ocupado en la industria. Desaparecieron numerosos establecimientos industriales y se produjo una gran concentración y centralización en las principales ramas de la industria en beneficio de unos pocos monopolios (Acindar, Aluar, Papel Prensa, Bunge y Born, etc.).
Se ha agravado la dependencia del capital financiero internacional y la dependencia de nuestra industria de patentes, tecnología e insumos de países occidentales y se ha producido la ocupación militar inglesa de las Malvinas y la instalación allí de una base militar. Esto es paralelo al amarre de las exportaciones argentinas a la URSS y al aprovisionamiento por ésta de los grandes emprendimientos energéticos. Ante este panorama, tan grave para los intereses nacionales, el alfonsinismo considera a la URSS y sus países satélites como “países amigos”, confía en su ayuda para liberarnos de la dependencia financiera del imperialismo yanqui, y trabaja una alianza amplia para esta política.
5.- Piense lo que piense Alfonsín su línea política le viene como anillo al dedo a los intereses soviéticos y no es extraño que haya suscitado el elogio encendido de la revista soviética Tiempos Nuevos. Para la URSS su gran objetivo es lograr una base sólida en la ribera occidental del Atlántico Sur y, poco a poco, va estrechando los lazos con la economía argentina, va profundizando su penetración y va desplazando a sus rivales imperialistas. De realizarse las obras del Paraná Medio, tal cual lo anunciaron Alfonsín y luego Storani, habrán conseguido un triunfo histórico en la dirección de ese objetivo.
Desde cierto punto de vista el plan económico de Alfonsín se asemeja al de Martínez de Hoz en 1976, cuando éste puso el acento de las medidas económicas en estimular el aumento de la producción cerealera en la Pampa Húmeda. La diferencia en este aspecto está en que Martínez de Hoz confiaba en que los terratenientes y capitalistas agrarios invertirían en la producción y no en la especulación, como en realidad hicieron; en cambio Alfonsín espera transferir una parte de los ingresos agropecuarios al sector urbano mediante la política tributaria. “El objetivo es que el sector crezca pero que los frutos de este crecimiento sean compartidos por alguien más que los dueños de la tierra” (Declaraciones de Juan Sourrouille, secretario de planificación).
Alfonsín y su equipo económico cometen un error de diagnóstico sobre la situación económica. Error determinado porque, entre otras cosas, consideran lo externo como el principal problema coyuntural de la economía argentina; consideran a la URSS como un país amigo y no como un imperialismo expoliador que “saca cuatro cueros allí donde otros sacan uno”; ven el campo horizontalmente, no verticalmente (hablan “del campo” y no diferencian proletarios, semiproletarios, campesinos pobres, medios, ricos y terratenientes) y tienen una política de ayuda y apoyo a los terratenientes y grandes capitalistas agrarios; consideran posible resolver la coyuntura económica sin nacionalizaciones (del comercio exterior, la banca, el petróleo y la minería, etc.) y favoreciendo al gran capital monopolista (en el acero, el aluminio, papel prensa y celulosa, petroquímica, etc.); no valoran a la industria liviana como factor esencial para lograr la reactivación económica nacional; consideran al imperialismo yanqui como el enemigo principal, buscan el acuerdo con la URSS (principal enemigo nacional) y con Gran Bretaña y valoran a los imperialistas europeos por su ideología (socialdemócrata) y no por sus intereses (imperialistas); consideran que el déficit fiscal (del orden del 20% del producto bruto interno) gran motor de la inflación, es controlable, porque para los alfonsinistas ese déficit tiene como causa principal la caída en la recaudación tributaria y atribuyen esta caída a razones políticas (la oposición a la dictadura) sin ver que la causa principal del no pago de los impuestos es la crisis (y abruman al pueblo con más y más impuestos).
6.- Un gran problema nacional es el déficit económico de gran parte de las provincias y de numerosos municipios. Este problema impide a la mayoría de las provincias, si no se resuelve, tomar medidas contra el hambre y la gravísima situación socioeconómica de las masas. Y deja a los gobiernos provinciales en manos del gobierno nacional, que llega a imponer sus criterios a los presupuestos provinciales así como el Fondo Monetario Internacional impone el suyo a los países que aceptan sus dictados.
La situación es grave en general. Pero es, particularmente grave, para algunas provincias en las que la coparticipación federal representa cerca de las tres cuartas partes de sus recursos.
Una de las causas actuales del agravamiento de este problema es el régimen de coparticipación de impuestos nacionales modificado por la dictadura en 1980. La eliminación del aporte patronal al sistema de Seguridad Social y el FONAVI, reemplazados por la generalización del IVA del que la Nación retiene una parte de las recaudaciones para el Sistema de Seguridad Social, ha afectado duramente a las finanzas provinciales.
Dos importantes tributos nacionales no están incluidos en el régimen de coparticipación: los que gravan el comercio exterior y los que se aplican a los combustibles.
En la lucha por conseguir mejoras para aliviar la situación de hambre, desocupación, bajos salarios, problemas de vivienda y salud, etc., es necesario que impulsemos un amplio frente único a nivel provincial o municipal para luchar y obtener los fondos necesarios para poder conquistar esas reivindicaciones impostergables de las masas. La lucha por modificar el régimen de coparticipación en los impuestos nacionales y por aumentar las regalías a las provincias por la explotación de sus riquezas petroleras, gasíferas, etc.; el retorno a los municipios de parte de los impuestos que recauda la Nación en ellos por “zonas nacionales”, etc.; y la lucha por una política impositiva que grave a los que más tienen para resolver los problemas de los obreros y trabajadores, debe ser tomada en los programas barriales, municipales y provinciales y utilizada para movilizar a las masas contra el imperialismo, la oligarquía y la gran burguesía intermediaria.
7.- La línea desarrollada hasta ahora por el alfonsinismo choca con los intereses de la clase obrera y la enorme mayoría del pueblo. Va a agravar los sufrimientos de la gran masa de trabajadores urbanos y reforzar la opresión de los terratenientes y los monopolios intermediarios sobre la gran masa de campesinos pobres y medios. Es una línea que no estimula la producción y sigue favoreciendo a la especulación; no se ha golpeado hasta ahora al sistema financiero montado por la dictadura y el crédito sigue vedado para los sectores pequeños y medianos de la industria y el comercio. Es una línea incapaz de superar el estancamiento económico del país (estancamiento que viene desde 1950 salvo momentos de crecimiento espasmódicos que son seguidos inmediatamente por momentos de retroceso o estancamiento). Las medidas tomadas, hasta ahora, son incapaces para resolver el grave problema de la desocupación y menos aún de dar oportunidad de empleo a los 200.000 jóvenes que anualmente se incorporan al mercado de trabajo. No se ha tomado ninguna medida para golpear a los grandes vaciadores y enriquecidos del período 1976-1983 (los Trozzo, Greco, Capozzolo, Saiegh, Oddone, etc., culpables de vaciamiento por más de 5.000 millones de dólares y los “nuevos ricos” beneficiarios de la especulación de estos años: BRIDAS, Macri, Acindar, Garovaglio, Aluar, etc.). Con esta línea se desvanecerá toda intención de estabilizar un régimen de democracia burguesa incluso tan limitada como es la establecida por la Constitución de 1853.
Nuestra línea táctica debe procurar, en esta situación, ayudar a las masas para que con su propia experiencia calen la esencia del plan Alfonsín. Debemos cuidarnos de simplificar y subestimar este plan en lo que hace a sus perspectivas de alianza con la URSS. Debemos partir del análisis de los hechos que produce el gobierno más que de sus intenciones, en general ocultas, ya que, hasta ahora, el país no ha sido informado de adonde va Alfonsín en temas claves como: deuda externa; Beagle; Malvinas; proyecto sindical; objetivos económicos a mediano y largo plazo, etcétera.
En todos los terrenos enfrentamos la línea alfonsinista desde nuestras propias propuestas programáticas. Tanto en cuanto a los detenidos-desaparecidos y a las libertades democráticas como a las medidas económicas, deuda externa, Beagle, Malvinas, etc. El centro de nuestro ataque es contra los enemigos estratégicos de la revolución: los imperialismos, los terratenientes y la gran burguesía intermediaria. Haciendo esto procuramos que el golpe principal vaya al enemigo principal; el socialimperialismo soviético y sus socios nativos y golpeamos o no al gobierno radical y los gobiernos locales según sea su posición concreta ante esos enemigos. En lucha contra esos enemigos, y en defensa de los intereses reivindicativos concretos, planteamos el frente único de nuestro Partido con todas las fuerzas verdaderamente clasistas y con el peronismo, en el movimiento obrero, y el frente único a nivel nacional. El centro de nuestra política de acumulación, en lo inmediato, pasa por democratizar y reorganizar, con esa línea antiimperialista y antiterrateniente y con las propuestas de nuestra plataforma, los cuerpos de delegados, comisiones internas y sindicatos y por ganar el máximo de posiciones dirigentes en este proceso. El dato más importante del momento político actual, el que determinará en definitiva el rumbo de los acontecimientos, es que, como previmos, luego del 10 de diciembre, el auge del movimiento democrático y reivindicativo sacudió a las grandes empresas de concentración del proletariado industrial. Es un auge de luchas aún limitado, porque es a nivel de empresas y no de gremios, pero el proceso está en desarrollo. Las masas, desde abajo, retomaron el camino de organización de los cuerpos de delegados y comisiones internas que fue motor del período de auge revolucionario posterior a 1969, cuando las grandes masas explotadas bocetaron el camino más probable de la revolución argentina. Como los deberes fueron hechos y rehechos en borrador, muchas veces, en aquellos años, ahora las masas recorren ese camino con rapidez y firmeza. Los obreros de Ford han estado en la avanzada de este proceso. Cuando todo el mundo creía que en el debate frente a la ley sindical había dos posiciones, la de Alfonsín, liderada en el movimiento obrero por Pichinini, y la peronista liderada por Lorenzo Miguel, los obreros de Ford demostraron que no había dos sino tres posiciones y que el camino proletario en ese tema era el que ya había enseñado a principios de la década del setenta el proletariado mecánico cordobés dirigido por el PCR. El plenario de Campana demostró, luego, que es posible recuperar y democratizar numerosos sindicatos en todo el país bajo la dirección de las fuerzas clasistas que allí se reunieron.
Poco a poco el movimiento de masas, superado el trance de la derrota electoral peronista el 30 de octubre, derrota que transitoriamente lo frenó, vuelve a retomar su ritmo ascendente.
Las manifestaciones de los aspirantes a ingresar a la universidad indican que el movimiento estudiantil retoma el camino de sus grandes luchas. Indican también que el idilio alfonsinista con amplios sectores de las capas medias atraviesa por un momento difícil.
El conocimiento por las masas populares de los crímenes horrendos de la dictadura ha despertado un odio feroz contra las Fuerzas Armadas de la oligarquía y el imperialismo. La política tibia, conciliadora y en definitiva cómplice del alfonsinismo, especialmente con el violovidelismo, es repudiada cada día más por el pueblo y permite que germinen sentimientos revolucionarios en sectores amplios de las masas populares.
8.- Todavía hay compañeros que están por detrás de las masas en la comprensión del nuevo momento político y no despliegan su trabajo con audacia o mantienen posiciones “clandestinistas” por temor a que “pronto se dé otro golpe y en vez de 30.000 tengamos 300.000 detenidos-desaparecidos”. No comprenden que la situación en 1984 tiene poca semejanza con la de 1975; y que no es manteniendo, en todo caso, la política que servía para 1981 como se podrá enfrentar y derrotar hoy un golpe de Estado fascista que, como posibilidad, está siempre presente. Hoy es fundamental que las masas conozcan al Partido y, lógicamente a muchos de sus cuadros, para que el Partido pueda crecer. Esto no significa que la organización del Partido deje de ser clandestina y que lo que debe ser secreto se haga público y legal.
Otros camaradas aceptan que estamos viviendo un momento de gran auge de masas. Pero piensan –y actúan en consecuencia– que este auge sólo puede tener un desemboque reformista. Que el auge actual tenga un desemboque revolucionario o reformista dependerá de causas objetivas y subjetivas. Como decía Lenin: “nosotros no somos como Jerjes, aquel que mandó azotar al mar con cadenas” pero “reconocer los hechos y tenerlos en cuenta” no equivale a “cruzarse de brazos y renunciar a todo”. Nosotros debemos estar preparados, bien preparados, para aprovechar concientemente y al máximo posible cuando la oleada revolucionaria se desencadene, con la línea de conquistar a las masas como condición previa para conquistar el poder. Nosotros trabajamos para que el auge de masas tenga un desemboque revolucionario y no termine en un remanso reformista que, en el caso argentino, sólo puede ser el prólogo a un nuevo golpe fascista.
La crisis económica argentina es muy profunda y ha hecho naufragar a varios proyectos reformistas. Puede haber golpes y contragolpes de Estado. Los incidentes con Aguado Benítez y con el brigadier Simari y la constante labor provocativa de los generales Menéndez y Bussi, entre otros, demuestran que las aguas no están quietas y que lo menos que hay, en la Argentina actual, es estabilidad democrática.
Debemos prepararnos para enfrentar situaciones bruscas de inestabilidad política. También debemos ir pensando en la posibilidad de que haya nuevas elecciones en 1985 y preparándonos para enfrentarlas. Concebimos un gran PTP para la lucha de masas, para las posibilidades de terciar en situaciones de golpes y contragolpes y de posibles elecciones.
En esta perspectiva, y teniendo en cuenta nuestra concepción del PTP como un instrumento, una herramienta para abordar a las amplias masas obreras y populares, y de esta manera posibilitar el desarrollo de fuerzas clasistas y revolucionarias en los lugares que conviene estratégicamente, es que adquiere importancia el reforzamiento de la actividad política del PTP. El tema de la personería electoral del PTP debe ser evaluado desde la concepción que del mismo tenemos, y debe ser resuelto atendiendo a las condiciones de cada lugar y situación concreta, previa consulta y decisión de la Junta Nacional de ese partido.
9.- En lo inmediato las tareas centrales del Partido son:
1) Desarrollar la más amplia solidaridad con la lucha de los obreros de Ford; multiplicar procesos de democratización sindical semejantes especialmente en el Gran Buenos Aires, Córdoba y Rosario; avanzar en el proceso de reorganización en gremios como rurales y docentes; ir conformando las agrupaciones que disputen electoralmente gremios como ferroviarios, mecánicos, metalúrgicos, sanidad, etc.
2) Intensificar el trabajo de denuncia de la ley sindical alfonsinista y reforzar el trabajo único contra ella con el peronismo.
3) Dar amplio apoyo a las iniciativas para conmemorar el Día Internacional de la Mujer.
4) Dar amplio apoyo al petitorio de las Madres de Plaza de Mayo y a las iniciativas que éstas preparan para alrededor del 24 de marzo.
5) Ayudar a la JCR para la manifestación que preparan los ex-combatientes de las Malvinas para el 2 de abril y preparar iniciativas unitarias para esa fecha.
6) Prestar atención especial a la lucha por el ingreso irrestricto a la Universidad y a la lucha por la reapertura de los comedores universitarios, contra la ley universitaria de la dictadura, por la democratización profunda de la Universidad, etc.
7) Tomar medidas para avanzar en la organización de los campesinos pobres y medios en el Noreste, el NOA y Cuyo, teniendo en cuenta que las fuerzas proterratenientes y prorrusas han armado las redes para aprisionar toda rebeldía de los pobres del campo mediante el llamado Frente Agrario Nacional; estudiar las contradicciones de la política pro-terrateniente del gobierno radical para impulsar la lucha de los campesinos pobres y medios en la Pampa Húmeda; atención especial para avanzar en la organización de los tamberos medieros y tamberos pobres y medios.
8) Impulsar la organización de los agentes de salud a nivel de movimientos de masa barriales y el apoyo a los comedores y ollas populares, tratando de concertar con los peronistas –en las municipalidades y provincias que dirigen– un frente único que fortalezca la organización popular, en especial del movimiento femenino, en esas barriadas.
9) Aumentar la difusión y cobranza de Hoy para poder asegurar su aparición semanal.
10) Realizar las asambleas y reuniones para el IV Congreso.
3 Teoría de los Tres Mundos, ed. cit.