El 10 de septiembre de 1816, desde el Cuartel General en El Plumerillo (Mendoza), el General San Martín escribía al Gobierno de Buenos Aires: “He creído del mayor interés tener un parlamento general con los indios pehuenches, con doble objeto, primero, el que si se verifica la expedición a Chile, me permitan el paso por sus tierras; y segundo, el que auxilien al ejército con ganados, caballadas y demás que esté a sus alcances, a los precios o cambios que se estipularán: al efecto se hallan reunidos en el ‘Fuerte de San Carlos’ el Gobernador Necuñan y demás caciques, por lo que me veo en la necesidad de ponerme hoy en marcha para aquel destino…”.
Así fue que los caciques mapuche-pehuenches liderados por el reconocido Gobernador Necuñan, el cacique de mayor edad, escucharon atentamente los planes de San Martín y, luego de deliberar uno por uno, resolvieron dar su apoyo, con la excepción de tres caciques, que el resto se comprometió a “controlar”. Los festejos del acuerdo duraron 4 días, las armas quedaron en custodia y hubo alcohol e intercambio de regalos, donde San Martín recibió su famoso poncho blanco cuyas guardas tenían un diseño que lo designaba Toki, jefe guerrero. Por lo que pudo escribir: “Concluí con toda felicidad mi gran Parlamento con los indios del sur: auxiliarán al ejército no sólo con ganados, sino que están comprometidos a tomar una parte activa contra el enemigo…”
Lo que se materializó luego no sólo en la llamada guerra de zapa (dando a los españoles una información falsa acerca de los pasos por los cuales iba a cruzar San Martín, solicitando ganado a cambio para que les creyeran) y el aporte de mulas, caballos y ganados. Sino también en la participación en la campaña libertadora de unos 2.000 mapuches-pehuenches, activos tanto como baqueanos en el cruce de los Andes, como guerreros en los campos de batalla, junto a los criollos pobres sirvientes de los estancieros, negros y mulatos. Por eso también escribió San Martín: “Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la batalla, me dicen que enviarán tres sirvientes por cada hijo solo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo una colonia. Sus hijos quedan en sus casas gordos y cómodos, un día se sabrá que esta patria fue liberada por los pobres y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros que ya no volverán a ser esclavos de nadie”.