El 16 de marzo pasado se apagó la vida de la compañera Sara Polo de Uranga. “Sara” o “Sarita”, para quienes la conocieron, fue una destacada modista y profesora de corte y confección popular de la Ciudad de Alta Gracia, donde nació y murió.
El 16 de marzo pasado se apagó la vida de la compañera Sara Polo de Uranga. “Sara” o “Sarita”, para quienes la conocieron, fue una destacada modista y profesora de corte y confección popular de la Ciudad de Alta Gracia, donde nació y murió.
Valiente, sencilla y trabajadora, se afilió al Partido Comunista Revolucionario en agosto de 1975, participó de la campaña del Partido contra el golpe de Estado. Poco antes del 24 de marzo de 1976 fue visitada por René Salamanca quien estaba con orden de captura. Luchó con todas sus fuerzas para rescatar a su nuera Margarita que fue secuestrada el mismo 24 de marzo y luego liberada a los 20 días; protegió con astucia y audacia a su hijo buscado por los golpistas. Formó parte de la distribución del periódico partidario Nueva Hora cuyos envíos le llegaban por medio de un obrero de Renault y realizó diversas tareas de lucha contra la dictadura.
En 1977, se desató una feroz persecución contra el PCR de Córdoba que no cesaba en su lucha y el 26 de julio de 1977, Sarita fue secuestrada con su nuera siendo llevadas al Centro Clandestino Campo de la Rivera, donde fueron torturadas. Después, las llevaron a la UP1, la cárcel penitenciaria en calidad de presas. Allí, Sarita se destacó por su compañerismo y por ayudar a levantar el ánimo a las compañeras detenidas en el pabellón, infundiendo con firmeza la seguridad de que serían liberadas por la acción de los compañeros que seguían combatiendo afuera y que iban a continuar la lucha. Fue liberada a fines de 1978 y su nuera Margarita fue derivada a la cárcel de Devoto. Sufrió la muerte de su marido en enero de 1979 y continuó luchando relacionada a los familiares de los presos y compañeros del Partido. Siguió con su actividad solidaria y con su trabajo de costuras hasta que su vida se extinguió a los 93 años, rodeada de sus nietos, bisnietos, tataranietos, nueras e hijos.
Su ejemplo de vida, su tenacidad y su orgullo de haber enfrentado a la dictadura ilumina el camino de quienes compartieron su experiencia de vida, por eso nunca será olvidada. Fue despedida con aplausos como compañera de lucha en el cementerio Municipal de Alta Gracia.