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24 de September de 2016

¿Cómo no iba a haber motivo para festejar? No tenían una larga cinta que la envolviera ni tijerota para cortarla, tampoco la presencia de las profesionales cámaras y micrófonos, pero ellos lo habían pensado a lo grande: los pibes iban a tener su escuelita de fútbol y en el barrio Nueva Ciudad se armó el carnaval.

Se inauguró la escuelita deportiva Nueva Ciudad

Entre Ríos, Paraná (nota + video)

Llegando al lugar, ya se escuchaba la cumbia y se apreciaba el decorado. Las cuadras de la entrada eran un ir y venir de guirnaldas, globos de colores y vecinos con pelucas de cotillón tomando mate en la puerta, jugando con los gurises o ayudando con la organización.

Llegando al lugar, ya se escuchaba la cumbia y se apreciaba el decorado. Las cuadras de la entrada eran un ir y venir de guirnaldas, globos de colores y vecinos con pelucas de cotillón tomando mate en la puerta, jugando con los gurises o ayudando con la organización.

Allí por el centro, donde estaba la música y el agua que todos íbamos a buscar por el tremendo sol de septiembre que nos quiso acompañar, flameaba recién hecha, recién pintadita por ellos mismos, la bandera del movimiento “Ni un pibe menos por la droga”.

“Dale, que empiece otra porque siempre empiezo yo”, dijo riendo Paola, la delegada del barrio, alentando a sus compañeras a participar en la entrevista. “Esto comenzó como una idea desde la CCC”, continuó Gisela, “y luego de varias reuniones, decidimos hacer la escuelita y aprovechamos que Martín -el entrenador- se ofreció a dar fútbol dos o tres días a la semana. Y para darle más entusiasmo se nos ocurrió hacer esta inauguración con la ayuda de todos”.

Caminando unos metros más, se encontraba la canchita. Ya desde temprano, los más pequeños disfrutaban allí con los juegos que habían preparado con Gaby, experta en el tema, y el entrenador, quien no ahorra en onda, los guiaba y entretenía luciendo una peluca afro multicolor.

“Es una emoción muy grande. Sentís el afecto de los familiares, de cada pibe, más que nada las madres que encabezaron la organización, fue un laburo enorme”, dijo el profe.

Al rato se armó el picadito por un lado, y por el otro el centro de maquillaje murguero no dejó gurí sin firulete tatuado. Todos tenían, además, un número escrito en sus manos; había que cuidarlo y que no se borre hasta que se hagan los sorteos.

“Pusimos todas las mamás del barrio un poco de cada cosa, hicimos regalitos para los pibes, para los sorteos”, contaba Paola, “y las chicas del Lomas, que estamos re agradecidas, hicieron pastafrola y se ofrecieron a hacer facturas para darles con la copa de leche a los chicos los días de fútbol”.

“La idea es sacar los gurises de la calle, de que no hagan el vicio de la droga. Hay muchos chicos que desde los nueve, diez, once, ya andan con ese tema, y para cuando son más grandes ya están muy metidos y es difícil sacarlos. Entonces, la idea fue hacer una escuelita de Ni un pibe menos por la Droga, desde la Corriente. Y nosotras agarramos como chispa. Un día se realizó una marcha a la municipalidad. De ahí surgió la posibilidad de conseguir pelotas, camisetas, y también salió lo de la escuelita de fútbol y ya hace unas semanas que estamos organizando esto”.

Durante la siesta, mientras almorzábamos unas muy buenas pizzas que nos convidaron los vecinos, se hicieron los sorteos y las nenas del barrio realizaron una coreografía al ritmo de reggaeton. Además, hicieron una pequeña distinción a un joven, Gastón, por su gran colaboración en la organización. El pibe no necesitaba muchas explicaciones: “yo hago cosas para ayudar a la gente”, nos diría luego.

Ya entrada la tarde, como no podía faltar, llegó la batucada. Todos los vecinos se acercaron a las puertas del barrio a recibirlos. Bailaron y cantaron al ritmo de los tambores mientras los acompañaban hasta el centro. Era la batucada de Los Arenales, Los Escultores del Arte, compuesta por gurises, bajitos en estatura pero con alto agite.

“Contentísimos. Es un barrio que hay muchas criaturas y acá nunca hubo nada, siempre en otros barrios, y nosotros teníamos que agarrar todos los gurises e ir. Ahora que nosotros tenemos escuelita se vienen de otros lados para acá. Y está buena la idea esta, que participen con nosotros, porque vos ves los gurises hoy en día…”, Paola baja la mirada y hace una pausa, “… lamentablemente es así”.

Sin un atisbo de resignación, las compañeras continuaron contando cómo se habían sumado a la CCC y las actividades que tienen planeadas: más escuelitas, copas de leche, y una fiesta de disfraces para octubre a la que alegremente nos invitaron.

“Somos los primeros en hacer la escuela por ser los más quilomberos”, explicaron riendo. “Cuando vamos a las marchas llevamos tapas de ollas, agarramos los tambores, ¡bailamos! Pero queremos que los demás barrios también tengan escuelas, hacer campeonatos, también tenemos pensado un campamento, tenemos millones de proyectos”.

Entre pitos y flautas, en el barrio Nueva Ciudad, parecía que Doña Miseria se había tomado franco. Claro está, la desocupación, el ajuste, la porquería de la droga, no desaparecerán sólo con globos y fiesta. Pero sí con la organización, la lucha y la alegría de ese barrio que con sus gurises chochos corriendo en la canchita, nos llena de eso que necesitamos para no aflojar y seguir pateando, porque sabemos que si seguimos así, a este partido lo ganamos por goleada.