Con esta frase, la revista Terquedad, de octubre del 2014, termina un excelente artículo, sobre las sirvientas detenidas por gritar desde sus balcones contra los fusilamientos de la llamada “Libertadora”.
El tema del servicio doméstico con ideología y corazón propio, es parte de nuestra historia.
Con esta frase, la revista Terquedad, de octubre del 2014, termina un excelente artículo, sobre las sirvientas detenidas por gritar desde sus balcones contra los fusilamientos de la llamada “Libertadora”.
El tema del servicio doméstico con ideología y corazón propio, es parte de nuestra historia.
Cuando lo derrotaron a Dorrego, cuentan los testimonios orales, que Del Carril, uno de los hombres de casaca negra, gritó en las calles de Buenos Aires: ¡ahora los sirvientes a la cocina! Luego del 16 de septiembre de 1955, se producen los fusilamientos de José León Suárez, de la primera de Lanús, de Campo de Mayo y de la penitenciaria de Las Heras. Desde balcones de la calle Callao 531 y 1385, varias sirvientas gritan contra la masacre. Comandos civiles gorilas, entran a los edificios, al grito de: “a la horca”; las detienen y entregan a la policía. Fueron condenadas por escándalo y alteración de la paz pública. Gracias al expediente judicial, conocemos sus nombres: Esther Rodríguez, Teresa Caniva, Rosa Bassi, Mireya Robledo y Juana Santillán.
Para la justicia fusilar no era delito, pero gritar y protestar contra los fusilamientos sí.
Ernesto Sábato, y el padre Carlos Mujica dan testimonio de que luego del golpe, “la tristeza se instaló en las cocinas…” describiendo así los sentimientos de esas muchachas, que trabajaban cama adentro, con francos los días jueves, con pieza sin ventanas y bañito propio, que el pintor Eduardo Sivori retratara maravillosamente en su obra El despertar de la sirvienta.
“Sirvienta”,” criada”, “chinita”, “sierva” o “parda”, distintos nombres para un mismo fenómeno, la empleada con cama adentro, pero pensamiento político propio, que era parte de la resistencia a la “Fusiladora”. María Elena Walsh en La Juana le dedicó estos versos: “Cuando una es de tierra adentro/ también es de cielo afuera/ si viene pa’ Buenos Aires/ un calabozo la espera /y se pregunta dónde está /el cielo en esta ciudad”.