¿Cómo hizo el pueblo chino para “ponerse de pie”? ¿Cómo pudo triunfar una revolución dirigida por el partido del proletariado en ese “mar campesino”? Hoy, cuando China es un país capitalista imperialista gobernado por una burguesía de nuevo tipo que oprime brutalmente a su pueblo y explota a los pueblos y naciones oprimidas, es más importante que nunca reivindicar el proceso de la Revolución China.
El proceso revolucionario en el gran país asiático tiene una rica historia, y varias etapas. En 1911 estalló una revolución contra el emperador y el imperialismo que instauró la república, cuyo primer presidente fue Sun Yat-sen, fundador del Kuomintang (un bloque de obreros, campesinos y burguesía nacional). En mayo de 1919 un gran levantamiento estudiantil “señaló una nueva etapa de desarrollo en la revolución democrático-burguesa antiimperialista y antifeudal de China”, diría Mao.
Dos años después, en 1921 se realizaba el Congreso de fundación del Partido Comunista de China en la ciudad de Shanghai. Fue detectado por la policía y tuvo que continuar en una de esas barcas que se usaban entonces en China como vivienda. Eran 21 delegados, representando a 52 o 57 afiliados. Allí Mao planteó “el marxismo salvará a China”. De ahí en más siguieron 28 años en los que el Partido Comunista de China se convirtió en la dirección del proletariado y las amplias masas campesinas, y llevó la revolución a la victoria, en un complejo proceso.
Tres “armas mágicas”
Este proceso, como el propio Mao analizó varias veces, tuvo distintos momentos de cooperación y enfrentamiento con el Kuomintang. Hay un primer período entre 1924 y 1927, cuando Chiang Kai-shek –ya por entonces máximo dirigente del Kuomintang– rompió el frente único y se dio a una feroz represión a los comunistas y al Ejército Rojo que estos dirigían y que luego se llamaría Ejército Popular de Liberación. En 1934, Mao impulsa la Larga Marcha para escapar de las campañas de “cerco y aniquilamiento” de Chiang. Esto se dio en medio de una durísima lucha interna en el Partido Comunista, en el que predominaba una línea de llevar la revolución desde las ciudades al campo, y privilegiar una guerra de movimientos a la guerra de guerrillas que impulsaba el sector liderado por Mao.
Por aquellos años, Mao investiga en profundidad la realidad de las clases sociales en China, y concluye que sin los campesinos pobres no habría revolución triunfante. Campesinos que intentaban sobrevivir a las terribles hambrunas comiendo la corteza de los árboles.
Dice Otto Vargas en Perfil de Mao Tsetung: “En la Larga Marcha el Ejército Rojo recorrió 12.500 kilómetros, atravesó dieciocho cadenas de montañas, once provincias, derrotó a un millón de hombres, combatió todos los días, sufrió hambre y todo tipo de dificultades. Fue una de las más grandes empresas militares de la historia, al lado de la cual incluso la de Aníbal empalidece. En esa Larga Marcha, en 1935, en la reunión de Tsunyi, triunfó finalmente la línea de Mao de la guerra de guerrillas, de la guerra del campo a la ciudad, de crear las bases rojas de apoyo y se derrotó la vieja dirección oportunista de ‘izquierda’ y de derecha”.
Luego vino el período del Frente Único Antijaponés. Japón había invadido China a partir de 1931, y en 1937 se establece un nuevo acuerdo entre el PCCh y el Kuomintang (KMT), en el que el PCCh tuvo que hacer grandes concesiones. En todo este período, el Partido mantuvo en unidad y lucha con el KMT –incluso con enfrentamientos armados–, su independencia y la del Ejército Rojo, como Octavo Cuerpo de Ejército. Este se transformaría, luego de la derrota del ocupante japonés al fin de la Segunda Guerra mundial, en Ejército Popular de Liberación. Ya por ese entonces, el PCCh dirigía vastas zonas donde vivían más de 100 millones de personas. Así se abrió un nuevo período, donde el Partido Comunista avanzó en la guerra de liberación, combatiendo a las tropas del KMT apoyadas por las potencias imperialistas, particularmente por los yanquis, derrotándolas en todo el territorio.
En el fragor de esta lucha, Mao escribió: “La revolución democrático-burguesa de China tiene dos características fundamentales: 1) el proletariado o bien establece un frente único nacional revolucionario con la burguesía, o lo rompe cuando se ve obligado a ello, y 2) la lucha armada es la forma principal de la revolución… La experiencia de estos dieciocho años nos ha permitido comprender que el frente único, la lucha armada y la construcción del Partido son nuestras tres ‘armas mágicas’, las tres principales armas del Partido Comunista de China para vencer al enemigo en la revolución” (Con motivo de la aparición de “El Comunista”, 4 de octubre de 1939).
La revolución es un drama pasional
La República Popular en 1949, la Revolución de Nueva democracia, como llamaron los comunistas chinos a esta etapa tuvo como objetivo “derrocar la dominación del imperialismo, del feudalismo y del capitalismo burocrático”, como indicó Mao, en camino al socialismo. Lo principal era resolver el hambre del pueblo chino, y dejar atrás “los años de la humillación”, como denominaban a ese período en el que en los grandes centros urbanos, las clases dominantes ponían carteles prohibiendo el acceso “a perros y chinos” en las plazas y locales comerciales y culturales.
Como el mismo Mao le dijo en una entrevista al escritor francés André Malraux: “La Revolución es un drama pasional. No hemos atraído al pueblo apelando a la razón, sino desarrollando la esperanza, la confianza y la fraternidad. Frente al hambre, la voluntad de igualdad adquiere la fuerza de un sentimiento religioso. Después, luchando por el arroz, la tierra, y los derechos concedidos por la reforma agraria, los campesinos adquirieron la convicción de que luchaban por sus vidas y las de sus hijos”.
Logros de la revolución
Escribe Jacinto Roldán que con el triunfo de la República Popular “46 millones de hectáreas de tierra cambiaron de mano, 300 millones de campesinos pobres accedieron a la propiedad de la tierra y por primera vez en siglos se resolvió el problema del hambre para 500 millones de habitantes” (Mao Tsetung: revolución, arte y cultura).
Mao, unos meses antes del triunfo de la revolución (marzo 1949) había afirmado: “La victoria de la revolución democrática popular de China, mirada retrospectivamente después de varios decenios, parecerá sólo el breve prólogo de un largo drama. Un drama comienza por el prólogo, pero el prólogo no es la culminación. La revolución china es grandiosa, pero después de la revolución, el camino será aún más largo y nuestra tarea, aún más grandiosa y más ardua”. Estaba claro el líder revolucionario de la gigantesca batalla que se iba a dar en China, entre los seguidores del camino socialista y los seguidores del camino capitalista.
En los casi 30 años que el proletariado estuvo en el poder, hegemonizando el proceso de la revolución democrática en un país dependiente, y avanzando hacia el socialismo, fueron inmensos los cambios para el pueblo chino. La expectativa de vida subió de 32 años en 1949 a 65 años en 1976. Antes de la revolución cuatro millones de personas morían al año de enfermedades contagiosas y 60 millones eran adictas al opio. La revolución sacó de la hambruna permanente a millones de campesinos. En una generación, la tasa de alfabetización subió de 15% en 1949 a 80-90% a mediados de los años 1970.
El protagonismo de las mujeres en el proceso revolucionario chino trajo profundos cambios durante el socialismo. Terminó con los matrimonios concertados, la brutal práctica de vendarle los pies a la mujer y el infanticidio de niñas. Un nuevo movimiento de mujeres, mayor y con una visión más amplia que nunca antes, se propuso eliminar la división del trabajo que subordina a las mujeres a los hombres y rebasar el estrecho marco de la vida hogareña, como se describe en La mitad del cielo, de Claudie Broyelle.
Con Mao la economía industrial china tuvo un crecimiento impresionante, un promedio de 10% al año, incluso durante la Revolución Cultural. China, llamada antes de la revolución el “enfermo de Asia”, se transformó en una potencia industrial importante, se paró sobre sus propios pies, y esto lo logró combatiendo la explotación, la dependencia y la intervención de distintas potencias imperialistas.
La producción agrícola creció a un ritmo de 3% al año, un poco mayor que el crecimiento de la población. En 1949, solo 26.000 hectáreas tenían riego; pero en 1974 más de 40 millones de hectáreas tenían sistemas de riego y China era el país con la mayor extensión de tierra irrigada del mundo. La conservación de agua, medidas para controlar las inundaciones y la erosión, y masivas campañas de reforestación cambiaron la fisonomía del campo.
Por esto y por muchas otras razones que merecen mucho más que estas líneas, reafirmamos que “Después de la revolución rusa de 1917, la victoria de la revolución china es el acontecimiento más importante en la historia del movimiento revolucionario del proletariado internacional. Mao Tsetung desarrolló el marxismo-leninismo en todos los planos: en la teoría revolucionaria, en la teoría de la guerra, en la teoría económica y en la filosofía.
“En la lucha por avanzar hacia una sociedad sin explotadores ni explotados, Mao Tsetung formuló la teoría de la continuación de la revolución en las condiciones de la dictadura del proletariado e impulsó la Revolución Cultural Proletaria para impedir la restauración burguesa. Este es su principal aporte al desarrollo de la teoría marxista-leninista” (Programa del PCR de la Argentina).
Escribe Germán Vidal
Hoy N° 1784 25/09/2019