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11 de June de 2015

En el marco del Primer Congreso de Frente Popular, conversamos con un representante de UP de Brasil, quien nos da un pantallazo de la situación social y política del vecino país.

Sigue el ajuste en Brasil

Wanderson Pinheiro de Unidad Popular de Brasil

—Contanos de qué se trata la Unidad Popular

—Contanos de qué se trata la Unidad Popular
—La UP es un nuevo partido político con carácter de movimiento; es un frente de movimientos sociales, militantes del movimiento estudiantil, obreros, mujeres, negros, de todos aquellos que luchan con el objetivo de construir el socialismo en nuestro país; que lucha por las cosas más sentidas por nuestro pueblo y las demandas de los trabajadores. 
Impulsamos un programa que en primer lugar exige frenar los pagos de la deuda pública. En Brasil, entre el 45 y el 48% del presupuesto del Estado son para el pago a los bancos extranjeros, títulos de deuda pública, externa e interna. El gobierno de Lula cambió la deuda externa por interna. Además luchamos por la reforma agraria y la reforma urbana. Esta última sería la reorganización de la ciudad, resolver los problemas de la vivienda, el derecho a la movilidad en la ciudad; una de las principales cuestiones que incluso se reclamaron en las movilizaciones de 2013 fue por el problema de la movilidad urbana, puntualmente la tarifa del transporte público. Hoy, un trabajador gasta un tercio de su sueldo en transporte para ir y volver de su trabajo. Además están los precios de las viviendas: más de siete millones de personas viven en favelas cuando tenemos siete millones de casas vacías. Entonces es urgente la reforma urbana.
 
—Contame cómo es la situación social de los trabajadores y de los distintos movimientos sociales 
hoy en Brasil.
—La situación hoy es de ajuste. El gobierno plantea que esto es necesario para garantizar las conquistas sociales como el Bolso Familia, que es un sueldo mínimo de aproximadamente 50 dólares para las familias pobres. Hay veinte millones de personas en esa situación. 
Los ajustes se aplican en educación y salud. Se quitaron siete billones de reales del presupuesto de educación para este año. Entonces, los estudiantes universitarios impulsan jornadas nacionales de lucha desde el inicio del año, ocupaciones de rectorados para reclamar al Ministerio de Educación que ejecute los fondos para educación. 
Una de las medidas de ajuste son los decretos de la Presidencia (664 y 665) que dificultan el acceso a las pensiones, y al seguro de desempleo: que es el derecho de todo trabajador a recibir el seguro si es despedido y estuvo trabajando entre tres y seis meses. Ahora, por ese decreto, solo puede acceder al seguro si trabajó un año y medio. Por eso se hicieron jornadas de lucha nacionales, impulsadas por los sindicatos, movimientos estudiantiles, los compañeros de MLB (Movimiento de los Barrios, Villas y Favelas) y otros movimientos como MTST (Sin Techo) que es muy fuerte en San Pablo y otros más pequeños —que han protagonizado tomas de tierras para construcción de viviendas— para impedir los ajustes del gobierno. 
Pero el principal ataque fueron las medidas de abril y mayo, con el proyecto de Ley 4330 de tercerización. En Brasil hay tercerización de servicios en las empresas pero no en la producción. Entonces, este proyecto ataca el trabajo con despidos en masa, con contratos tercerizados. Es el fin de las leyes laborales, conquista histórica de los trabajadores brasileños, pero que sin embargo tiene mucha resistencia y lucha: los trabajadores ocuparon el Congreso Nacional hace más de un mes y para el 29/05, un paro nacional con todas las centrales, inclusive la central oficial del PT que también ha sufrido golpes. 
 
—¿Cuál es la posición electoral de UP?
—La Unidad Popular nunca participó de las elecciones, es un nuevo movimiento compuesto por compañeros de la UJR (Unión De las Juventudes Rebelión), del Movimiento de Mujeres, del PCR, otros compañeros están muy cercanos, como Brigadas Populares —una organización política de masas que participan en la reforma urbana, de tomas de tierras. La idea es construir un partido con características de movimiento político, más amplio, con una dinámica.
Asimismo hay necesidad de un diálogo con sectores de la juventud, con sectores del pueblo que están decepcionados con los partidos tradicionales, o traicionados por el PT —el principal partido de izquierda y de masas desde el fin de la dictadura. Entonces piensan que todos son corruptos, que no se puede confiar en los partidos. 
 
—¿Qué caracterización hacen del gobierno de Dilma Rousseff?
—Nosotros evitamos tener una posición sectaria en relación al PT. Pero en relación al gobierno, tenemos la impresión de que es un camino sin retorno. Hay sectores de izquierda del PT que buscan impulsar una salida con Lula; éste ha construido la imagen de que apoya a Dilma pero la responsabilidad por la situación es un poco por las características personales de Dilma: que es muy dura, que no cede en las negociaciones. ¿Qué es ceder en las negociaciones para Lula? No es ceder para los trabajadores y para el pueblo. Es ceder para la derecha del PNDB que hoy gobierna el país a través del parlamento.
 
—¿Cómo es la situación en el campo?
—El principal movimiento en el campo es el MST. Existen también otros sindicatos rurales que están en las bases de las centrales, la Federación de Trabajadores Agrarios. La lucha en el campo sigue: el MST con las tomas de tierras, pero una parte importante de su dirección política tiene relaciones con el gobierno y hacen una lectura política en la que no piensan radicalizar su lucha. Nosotros tenemos mucho respeto con los compañeros del MST pero existe cierto enfriamiento de la lucha en el campo a partir de esta situación. Nosotros estuvimos en el último congreso del MST, un congreso muy rico con miles de campesinos de diferentes regiones de Brasil, con afirmaciones ideológicas del socialismo, en la lucha, pero hoy se encuentra en una encrucijada y no se atreve a cruzar los límites, con la justificación de que el enemigo de la reforma agraria es muy grande y que el MST solo no puede hacer la reforma agraria. 
 
—Hubo un gran movimiento de luchas en 2013. ¿Qué quedó de eso y qué tiene que ver con las últimas movilizaciones que hubo contra la “corrupción”? 
—Son dos movimientos totalmente distintos. Es la continuidad de la lucha de clases pero no fueron dos movimientos impulsados por las mismas clases.
En 2013, sectores del gobierno intentaron caracterizar aquel movimiento como de infiltrados para derrumbar al gobierno, pero la realidad desenmascaró esa posición. No hay condiciones para mantener ese discurso. Porque fue el mayor movimiento de masas del Brasil desde el final de la dictadura militar: más de cuatro millones de personas en las calles que lograron congelar la tarifa del transporte. Entonces fue un movimiento más a largo plazo. Nosotros entendemos que fue la acumulación de diversas revueltas de años anteriores, de la situación de vida de las personas que generó un movimiento espontáneo pero con un papel fundamental de la militancia organizada: estudiantes, obreros, barriales, contra los precios y la carestía en el costo de la vida, que se expresó en forma de revuelta popular. 
En cambio las manifestaciones por la destitución de Dilma fueron impulsadas por sectores de la derecha del país. Aquellos que perdieron las elecciones. Nosotros comprendimos en un primer momento que con una elección polarizada, en la que Dilma ganó por un margen muy pequeño de votos en segunda vuelta, era natural que una movilización tuviera una mínima adhesión. Fueron manifestaciones significativas. Por primera vez también la derecha de Brasil, desde la dictadura militar, utiliza esa forma de lucha pero nosotros no creemos que en este momento haya condiciones políticas ni jurídicas para la destitución de Dilma. También está la impresión de que para la derecha no es necesario el derrocamiento de Dilma porque con ella ya gobierna. 
Está claro que la coyuntura es muy dinámica entonces la situación va a depender de cómo sigue la situación de la crisis porque los ricos necesitan continuar explotando. Si hay condiciones sociales, si hay profundización de la crisis, ellos van a querer resolver de la manera más rápida posible. Hoy, con tratamiento, están consiguiendo implementar su programa muy burdo incluso para la burguesía porque acaba con los mercados consumidores, son los ajustes al estilo europeo.
 
—¿Cómo ves las perspectivas de la lucha en Brasil?
—El camino del pueblo brasilero es el del 2013. No es posible que la derecha tenga más fuerza. Por eso apostamos a la construcción de la UP. Si miramos la propia situación de Europa, de Grecia, de España, no hay una situación revolucionaria abierta pero sí un sentimiento, no sólo en Europa sino también en América Latina, de no dejarse subyugar por los ajustes del Banco Mundial, de los banqueros que gobiernan el mundo. 
Por eso creemos que es posible y necesario impulsar no sólo en el terreno político—electoral sino en las ocupaciones de tierras, en las huelgas, en las movilizaciones de los estudiantes, para imponer un programa popular que quite los pagos de la deuda, que se entregue la tierra a los campesinos pobres, se castigue los asesinos de la dictadura militar, que se frene la matanza a los jóvenes negros en la periferia de Brasil. Ese programa tiene como protagonista al pueblo brasileño.