”Se necesitaba tanta agua, para apagar tanto fuego”. Esta metáfora sobre la muerte de Mariano Moreno fue acuñada por Mitre. Diifundida por la historia escolar, es elogiosa con su capacidad de trabajo incluso con su fervor revolucionario, pero al mismo tiempo, da por cerrada la reconstrucción histórica de los hechos concretos que terminaron con la muerte en alta mar.
”Se necesitaba tanta agua, para apagar tanto fuego”. Esta metáfora sobre la muerte de Mariano Moreno fue acuñada por Mitre. Diifundida por la historia escolar, es elogiosa con su capacidad de trabajo incluso con su fervor revolucionario, pero al mismo tiempo, da por cerrada la reconstrucción histórica de los hechos concretos que terminaron con la muerte en alta mar.
Es más, instala la hipótesis de una muerte natural. La influencia de Mariano Moreno en nuestra gloriosa insurrección no cambia en absoluto por las circunstancias de que hubiere fallecido de muerte natural o que hubiere sido envenenado, ello es así, pero interesa mucho saber cómo fue su muerte, para entre otras cosas, razonar sobre la importancia de la política, y el rol del estado en el nacimiento mismo de nuestra patria.
Mariano Moreno fue derrotado en la reunión de la Junta del día 18 de diciembre de 1810 – cuyas actas se conservan-, renuncia y se va a su casa. La Junta no le acepta la renuncia. Días después, Moreno acepta una misión diplomática a Londres, para la cual es designado como secretario de la Junta, con el nombramiento de dos secretarios, su hermano Manuel y Tomás Guido, que comparten el mismo viaje, embarcando el 24 de enero de 1811, a bordo de la fragata inglesa La Fama, una embarcación de comercio, que no llevaba médico a bordo.
Simultáneamente, en Buenos Aires en una acalorada y pública discusión entre el Dean Funes y el sacerdote Manuel Alberti, este último muere de un infarto, causado por las tensiones del momento político. Este detalle y noticia histórica, bastante ocultado, será motivo de otra nota.
“No se qué cosa funesta se me anuncia en este viaje”, le dice Mariano a su hermano, de acuerdo a testimonios de los dos secretarios, “cuando llegue a Inglaterra, daré los motivos de la transacción que produjo los últimos disgustos”. (Ver Manuel Moreno, Vida del Dr. Mariano Moreno. Está en la Biblioteca del Congreso). De acuerdo con el mismo testimonio, frente a una descompostura, en un momento en que Mariano Moreno se encontraba solo, el capitán del buque le administró un emético restaurador, a base de potasa y antimonio, que se usaba en pequeñas dosis. Según la misma fuente citada, el propio Dr. Moreno, frente a las inmediatas convulsiones, le dijo a sus secretarios que se despedía de su patria, de su familia y se sus amigos. Murió el 4 de marzo de 1811, y su cadáver su arrojado al mar.
La carta que Manuel escribe a Guadalupe Cuenca de Moreno, anoticiando la muerte, llegó a Buenos Aires en agosto de 1811. En ella dice que sus últimos momentos le recordaron los de Sócrates, filósofo griego que fue envenenado, era la forma que encontró para prevenir a su cuñada, pensando que la carta sería mirada. El otro secretario, Tomas Guido, luego general del ejército de San Martín, confidente, y diplomático en el gobierno de Rosas, nunca desmintió las versiones que Manuel Moreno dio sobre la muerte de su hermano en altamar.