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05 de May de 2021

El trabajo del PCR en cooperativas de la CCC de Quilmes, Berazategui, Varela

“Somos todo un conjunto”

Al calor de la lucha por resolver las necesidades populares, producen kits sanitarios para proveer a los hospitales de la provincia de Buenos Aires. Las compañeras nos cuentan cómo se organizan alrededor de la lucha.

Los compañeros de la CCC en conjunto con los Cayetanos, en la pelea por trabajo genuino, el año pasado ganaron una licitación del Ministerio de Salud para producir kits sanitarios. Se trata de 1 millón 350 mil kits que empezaron a producir en octubre del año pasado y que hoy están finalizando. Lo integran zonas de la CCC del Conurbano bonaerense (Oeste; Sur; Quilmes, Berazategui, Varela; Norte), Capital Federal (Norte, Sudoeste y Centro), La Plata y Chivilcoy, en conjunto con cooperativas del Movimiento Evita.

Celeste, que es la coordinadora regional de las textiles de la CCC de QBV, destaca el lugar del PCR en esta tarea: “En base al círculo de lectores con el hoy, a la lectura y discusión de la Hora Política, se dio el armado de cada cooperativa”. De esos círculos, de esas asambleas, salió una compañera a coordinar en Quilmes. De ahí también surgió la escuelita, que llenó de entusiasmo a las compañeras para estudiar y que las propias paredes del local textil dan cuenta con cuadros sinópticos y explicaciones de esa experiencia inolvidable para las compañeras. “Acá en Berazategui hay un organismo del PCR, que funciona regularmente y que nos juntamos aparte, también hay círculos de lectores en cada una de las cooperativas”, aclara Celeste.

Anahí es del equipo técnico de QBV, es una de las encargadas de la coordinación del convenio en general con todas las zonas de la CCC. Relata: “Era un desafío muy grande ponernos esa tarea al hombro, pero nos iba a permitir fortalecer las unidades productivas y también que cada una de las compañeras y compañeros pudieran agarrar ese laburo, hacerlo propio y formarse en eso. Ya estamos terminando la primera licitación y peleamos la renovación. Es parte de la pelea junto a los Cayetanos, y decidimos hacerlo en conjunto”. Cuenta Anahí que este proyecto da trabajo a más de 700 compañeras y compañeros de la CCC y del Evita, teniendo en cuenta todo el proceso de producción, desde el corte hasta la logística.

Cuentan las compañeras que varias tenían máquinas familiares. Muy pocas sabían coser. El primer día hicieron 19 kits “y hoy hacemos en promedio unos 700”. Esta mejora en los procesos se dio en parte gracias a la capacitación que fueron recibiendo y dando a los nuevos ingresos de compañeros interesados en aprender las tareas.  Sabrina (que dirige un taller en Varela) cuenta que se dedicaba a la marroquinería, y que tenía experiencia en el uso de máquinas de coser.

Celia, que está en Quilmes y Ezpeleta, cuenta que tenían alguna máquina, “las chicas aprendieron a hacer barbijos, después salió esto, fue una semana de práctica, y hacíamos cinco camisolines no más, y hoy le estamos metiendo 300 a 400 por día. Al principio costó un montón, habíamos hecho una cantidad de botas, llegó el momento de empaquetar y estaba todo sin dar vuelta. Todo el trabajo se atrasó, y entonces fuimos aprendiendo que una vez que cosemos, hay que completar la tarea para que no se atrase el trabajo.

 

El trabajo de cooperativa

Esta dinámica de trabajo se diferencia lejos de la de un taller tradicional donde se cose, se corta el hilo y se entrega” como cuenta Sabrina.

Brisa, que coordina la textil de Berazategui agrega: “tenemos que sanitizar las bolsas antes del empaquetado. Nosotras en Berazategui el primer día hicimos 19 camisolines. Me acuerdo que cosíamos un montón y no doblábamos. Los metimos en bolsas verdes, y después al abrirlas, sacábamos una bota, sacábamos una cofia, revisar, ver que las costuras estén bien. Hasta que empezamos a tener técnica, y que seguimos incorporando, para seguir avanzando para hacer más rápido una prenda o el empaquetado más rápido”.

Otra información que les dio la práctica es que los días de lluvia se retrasa la producción porque en los barrios se corta la luz, se inunda el taller, o aparecen los problemas de tensión. Cuentan que también se les rompían las máquinas porque eran familiares y no aguantaban un ritmo de tantas horas.

 

Nuevos aprendizajes entre todas

Elena (coordinadora textil en Berazategui), como varias de las entrevistadas, viene de trabajar en comedor o en copa de leche. Remarca la importancia de los círculos, cuando propusieron este proyecto: “encantadísima, me sumé. Yo dije: voy a ir a doblar, aunque sea. Tuve la suerte de tener una compañera que sabía, que nos entrenó de a poquito, y yo soy muy curiosa, tuve que aprender todo, aprendí a cambiar las agujas. No sabía coser, no sabía lo que era una máquina, ni familiar, ni industrial y hoy estoy feliz de estar acá y con este laburo que es un conjunto, por más que cada una está en su lugar.

En el caso de Sabrina, quien venía de tener experiencia en marroquinería, según cuenta, fue bastante caótico al principio. “Me tocó con mi hijo capacitar a compañeras, porque él estuvo trabajando conmigo. Se compró su máquina con el IFE y ahí arrancamos entre los dos a coser. En el comedor del barrio Sarmiento ahí nos enteramos de que se venía un proyecto grande, y se empezó a sumar la gente del comedor. Yo dije que puedo llevarlo adelante porque tengo máquina, después se empezó a sumar más gente, éramos como 15 en la cocina de mi casa de 3 por 4. Yo tenía solo cuatro máquinas disponibles, así que tuve que hacer dos horas con cada persona que viniera e ir capacitándola. Mi hijo se encargó también de enseñar la utilización de la máquina, después el laburo en sí lo fuimos haciendo sobre la marcha.

“Entre ser tallerista y ser cooperativista es diferente, es más compartido el asunto. En cooperativismo iniciamos el grupo en conjunto. Yo les enseñé a coser, pero también aprendieron a doblar, cortar el hilo, empacar. Sacar todo el trabajo ordenado para que no se vuelva un caos. Vamos rotando la tarea. Así, llegamos a 1.500 semanales en mi casa, todo empacado ya si no se te retrasa todo lo que viene detrás”.

Elena agrega: “La diferencia en la cooperativa es que cada vez que se incorpora una nueva compañera, nosotras estamos enseñándole. El tallerista trabaja para sí mismo. La cooperativa trabaja para todo el conjunto. Así llegamos a completar dos turnos de 13 compañeras cada uno. Hoy seguimos equipando otros talleres, siempre estamos trabajando y pensando en el compañero. La CCC te enseña a mirar de otra manera. Te enseña que vos tenés que ayudar, que tenés que enseñar. Ninguna tenía conciencia de cómo hacer una remera, y hoy lo hacemos.

Aprendimos rápido porque teníamos ganas de trabajar. La CCC jamás dejó de trabajar para los compañeros: salieron los barbijos, las cofias y delantales para compañeras que estaban en los comedores y copas de leche”.

Brisa comenta que todas sus compañeras tienen hijos chicos y a veces se hace difícil llevar adelante la tarea: “tratamos de cubrirnos, de ayudarnos entre todas, nos turnamos con los horarios, y cumplir las ocho horas de trabajo que hay que hacer. Cuando alguna tiene que llevar al hijo al hospital, lo resolvemos entre todas, para no dejar sola a la compañera.

Celeste completa: “Alrededor de aprender el oficio fueron llegando otros proyectos que les permitieron capacitarse, ninguna sabía coser. Venían de comedores, de estar en las ollas y la idea fue siempre fortalecer y aprender el oficio. Siempre veníamos con algo nuevo que veíamos practicando y ellas mismas le enseñaban a las que venían atrás, se iban enseñando corte, diseños, hoy hacen remeras, camperas, los kits, barbijos para los compañeros que abrían los comedores, delantales”.

 

El papel del hoy y los círculos de lectores

Al finalizar la nota, las compañeras subrayan la función unificadora de los círculos de lectores, donde se juntan una vez por semana, hacen asamblea, leen el hoy, discuten la política, el día a día, el cómo hacer para organizarse también como grupo. “Con nuestra línea, con nuestra forma de trabajar, en forma colectiva, buscando el protagonismo de todas, en las asambleas se busca que todas opinen, para ir avanzando en política con todo lo que está pasando en la salud y los barrios”, comenta Celeste.

Brisa explica: “El diario es la herramienta clave para mostrarles de dónde salimos y por qué. Y combatiendo esa idea de “no trabajan, se quedan en su casa”, y nos sirve para explicar la política detrás.

Celia: “cuando uno hace la charla política, se abre un montón. También compañeras que venían a trabajar y se largaban a llorar en la máquina porque pasan cosas en la casa. O que en la mitad del trabajo una tiene que salir corriendo porque se cayó un pibe. Todo eso se entiende en las lecturas.

Celeste: “Nuestra lucha cotidiana es por trabajo genuino para todas y todos los compañeros, y que se pueda aprender un oficio. Sumado a la carga que tenemos las mujeres, muchas van y vuelven, siempre las puertas están abiertas porque somos todas parte de la CCC, somos parte de lo mismo. Tiene gran importancia la línea del PCR, para este desarrollo. Todo esto se creó y se fortaleció a partir de leer el diario. Nuestro objetivo es ir ampliando para que sean cada vez más cooperativas y el partido siga creciendo”.

Elena cierra: “Muchas veces escuchamos que somos choriplaneros, nosotros queremos que se vea lo que es una cooperativa, que cada persona que entra le enseñamos y aprendemos eso: a trabajar, a ganarse el pan de cada día”.

 

Hoy N° 1862 05/05/2021