La matanza de los 34 obreros mineros en huelga en la mina de platino Lonmin, en Markana (Sudáfrica) el pasado 16 de agosto, fue un emergente de la crisis mundial, pero también del régimen de explotación antiobrera que impuso el gobierno “desarrollista” del Congreso Nacional Africano (CNA) desde mucho antes de la crisis actual, y que gestó el “milagro” por el que Sudáfrica suele ser incluida en el grupo BRIC (Brasil, Rusia, India, China), el menjunje de países imperialistas y tercermundistas llamados “emergentes”.
“¡Están temblando!”
La huelga en la inglesa Lonmin triunfó. Los trabajadores rechazaron la oferta de la empresa, y finalmente obtuvieron un aumento del 22% en sus salarios.
El ministro sudafricano de Finanzas Pravin Gordhan dijo que las huelgas son “extremadamente perjudiciales” para la economía; “socavan la confianza en la economía sudafricana y, si se socava la confianza, estamos socavando la inversión”. Pero no dijo qué valor se lleva anualmente en platino la inversora Lonmin. Y tampoco dijo que tras la matanza seguiría la brutal represión para impedir la reacción obrera.
El gobierno dio toda clase de garantías a los monopolios como Lonmin, prometiendo que pondría fin a las protestas y desarmaría a los huelguistas. Y efectivamente, hace pocos días la Anglo American Platinum –la mayor productora mundial de ese metal–, despidió a 12.000 de sus 20.000 mineros afirmando que varias semanas de huelgas “ilegales” le habían costado 83 millones de dólares. El domingo 16 de septiembre trabajadores de las minas de la Anglo American habían marchado hacia la comisaría de Rustenburg (al noroeste de Johannesburgo) para exigir el cese de la represión a los huelguistas. El 13 de octubre los mineros volvieron a ser reprimidos en Johannesburgo.
Miles de trabajadores mineros del llamado “cinturón de platino” dejaron de trabajar durante semanas. “La imagen de Sudáfrica como destino de inversión está siendo golpeada”, clamó el Financial Times, vocero de los piratas financieros ingleses.
Las protestas mineras se extendieron por todo el país. El lunes 10 de septiembre, al menos 10.000 mineros marcharon de un pozo a otro de la Lonmin, ocupando un kilómetro y medio de los dos carriles de una autopista, rodeados por policías “antidisturbios” fuertemente armados. Como en protestas anteriores, muchos de los mineros iban armados con palos, machetes y lanzas. “¡El hombre blanco está temblando!”, “¡Los policías que nos dispararon están temblando!”, cantaban los mineros durante su marcha. El mismo día, unos 15.000 trabajadores de una mina de oro de la compañía sudafricana Gold Fields abandonaron sus puestos. En estos últimos días, la Gold Fields echó a 5.000 trabajadores de sus residencias con el argumento de que “estaban intimidando a los demás trabajadores”.
Usando una ley de la época del régimen racista, y tratando de eximir a la policía y al gobierno de su responsabilidad en la masacre del 16/8, la Fiscalía sudafricana acusó a los 270 mineros detenidos en Markana por el asesinato de sus 34 compañeros; la oleada de bronca obligó poco después al gobierno a retirar los cargos.
Un “milagro” de dos caras
Aunque en los últimos meses fueron los trabajadores mineros los que atrajeron la atención mundial, en Sudáfrica hay manifestaciones casi todas las semanas por las tremendas condiciones en que vive el pueblo. En los “bantustanes” que rodean a las grandes ciudades faltan el agua corriente, la electricidad, escuelas y hospitales. Pasaron 18 años desde el fin del Apartheid en 1994, pero el “crecimiento” económico benefició a la minoría blanca y a la nueva burguesía negra en el poder, mientras la inmensa mayoría de la población sigue viviendo en la miseria. “Las vidas africanas siguen siendo tan baratas como bajo el ‘apartheid’”, escribe un periodista del diario español El País. Tal es la verdadera cara del “milagro” sudafricano.
El jornal contra el que protestaban los mineros de Marikana es de unos 4 dólares diarios. Pero Cyril Ramaphosa –uno de los líderes del CNA que negoció el fin del régimen racista– es un multimillonario burgués intermediario de los ingleses y forma parte del consejo de administración de la Lonmin. Julubuse Zuma, sobrino del actual presidente Jacob Zuma, y Zondwa Mandela, nieto de Nelson Mandela, eran hasta hace poco los administradores de la mina de oro Aurora: están acusados de no pagar a los trabajadores y de enriquecerse con la venta de activos de la mina.
Al cierre de esta edición, se conocía la noticia que sectores mineros están impulsando una huelga general para el 3 de noviembre, mientras mantienen paralizadas varias minas. El propio presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, ha pedido el 17 de octubre que los trabajadores retornen a sus tareas “a fin de normalizar la producción en la industria minera”, amenazando con represalias a los huelguistas.