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27 de November de 2013

Reproducimos la nota que se publicó en la revista de la agrupación de jóvenes mujeres “MardeLucha” de Mar del Plata sobre la realidad de las mujeres del pescado y la importancia de los Encuentros Nacionales de Mujeres para fortalecerse como obreras y como mujeres.

“Trabajamos más y ganamos menos que los hombres”

Joven trabajadora de la industria del pescado de Mar del Plata

Empecé a trabajar cuando tenía casi 16 años, en una cooperativa. Me tuvo que autorizar mi mamá en el Ministerio de Trabajo. Yo lloraba porque quería trabajar y tenía miedo que no me dieran el papel. Quería trabajar para salir del quilombo de mi casa, tener mi propia plata para no depender de nadie, poder comprar mis cosas, pantalones y zapatillas. 

Empecé a trabajar cuando tenía casi 16 años, en una cooperativa. Me tuvo que autorizar mi mamá en el Ministerio de Trabajo. Yo lloraba porque quería trabajar y tenía miedo que no me dieran el papel. Quería trabajar para salir del quilombo de mi casa, tener mi propia plata para no depender de nadie, poder comprar mis cosas, pantalones y zapatillas. 
En la fábrica al principio había buena onda, escuchábamos música, me sentía valorizada en mi trabajo hasta que me di cuenta que me estaban usando, que me estaban re explotando. Me di cuenta cuando la empresa en la que trabajaba se mudó de lugar, yo no pude asistir los primeros días de trabajo, creo que estaba enferma, y cuando volví le habían dado mi puesto a otra persona. Ahí me di cuenta que nadie me valoraba, que nadie es indispensable para una empresa. Los patrones me hacían creer que yo era importante porque hacía las cosas bien, las demás compañeras se me cagaban de risa, después me di cuenta por qué… ahí  no les importa nada, si te tienen que dejar en la calle, te dejan. 
A los 17 años entré en otra cooperativa, hacía rebozado, rabas, pelábamos tubos de calamar, era un trabajo más manual. En ese entonces me pagaban $2 la hora, yo era feliz, pensaba que era mucho, ja, ja. También hacía glaciado ¡en una pileta llena de hielo y sin guantes! Y en otra época trabajaba en el envasado. 
Este trabajo es insalubre, pero no lo reconocen como tal. Nos agarra tendinitis en la muñeca y en los hombros por el movimiento rotativo que hacemos, problemas en los huesos por el frío, hernia de disco, síndrome del túnel carpiano, codo de tenista, várices, lumbalgias, problemas cervicales por estar tantas horas con la cabeza mirando hacia abajo y tensas, la vista se te lástima por el reflejo de las escamas del pescado y del hielo, también problemas auditivos por el ruido de las máquinas. Las fileteras se cortan y también se joden el hombro por la fuerza que hacen. 
Por ser mujer tenemos que aguantar varias cosas, principalmente el maltrato psicológico de los encargados, la situación de una mujer ahí es diferente a la del hombre, trabajamos más y ganamos menos que los hombres. Hubo abusos sexuales, violaciones e intentos de abuso afuera de la fábrica, eso pasa por los horarios de entrada, a las 5 de la mañana, cuando está todo desolado. También las mujeres tenemos la complicación de atender a la familia y los hijos, seguimos trabajando afuera de la fábrica. El día se me hace muy corto, salgo de la fábrica, voy a buscar a los chicos a la escuela, tomamos la leche, cocino y nos vamos a dormir muy temprano porque me levanto entre las 4 y las 5 de la mañana. 
Empecé a ir a los Encuentros Nacionales de Mujeres por una amiga que viajaba y me insistía para que vaya, me decía que me iba a encantar. Después de dos años de insistencia fui, en el año 2004, y quedé encantada con todo eso. Pensé ¡que zarpado todo esto, tantas mujeres! Al principio era complicado porque iba con mi hija que era muy bebé y no podía participar de la misma manera. Después fui sola y lo pude disfrutar mucho más. Los Encuentros me sirvieron para crecer y conocer cosas que desconocía y a la vez me dieron ganas de ayudar a otras mujeres. A veces es difícil ayudar, no sabes por dónde empezar. A una compañera de trabajo le pegaba el marido, venía a la fábrica toda golpeada y te daba una impotencia terrible, porque la mujer volvía siempre con él, el hombre violento trabaja psicológicamente sobre la mujer y ella vuelve porque se convence de que sin él no puede vivir. Encima ahora se la llevó lejos, a otra ciudad. 
En ese sentido a una mujer le recomendaría ir a los Encuentros, porque te da fuerza para salir de esa situación. Lo más lindo de ir al Encuentro para mí es la marcha. Son miles de mujeres. Es una sensación que tenés que vivir para poder describir.