El gobierno de Macri logró esta semana una tregua en el mercado cambiario, pero a costa de una muy elevada tasa de interés y de continuar la pérdida persistente de reservas internacionales. En términos de las llamadas reservas brutas, estas cayeron en esta semana por debajo del “piso” de U$S50.000 millones, estimándose que el saldo de reservas netas no supera mucho más de U$S15.000 millones.
En la semana, las fuertes ventas de contado significaron unos US$400 millones de las reservas. Pero aún más fuerte fue la jugada en el segmento de futuros. En los futuros del Rofex, se operaron US$1.153 millones, de los cuales más del 60% se pactó para septiembre y octubre con precios finales a $39,65 y $41,22 a una tasa del 44,55% y 43,83% anuales, respectivamente.
De esta manera el Banco Central (a cargo de Caputo) logró desactivar en parte la presión del desarme de Lebac del martes, pero eso sobre todo se logró a costa de los mayores pasivos financieros de la Tesorería (a cargo de Dujovne). Por un lado, con la suba de encajes de los bancos en otros 5 puntos ($150.000 millones) que pueden ser integrados por nuevas Letes y Leliq. Por otro lado, con la colocación directa por la Tesorería de las Letras Capitalizables en Pesos (Lecap): unos $107.000 millones, a tasas que llegaron al 51,5% anuales, a los que hay que sumar las Letes en dólares o en pesos ajustables por el índice de la inflación.
En el caso de las Lepac, el plazo más largo, que vence a fin de septiembre del año próximo, rinde una tasa anual efectiva de 51,5% (3,45% que se capitaliza mensualmente) sobre la hipótesis de un dólar de $57 el 31 de septiembre. Es decir que mientras el dólar que el inversionista trajo del exterior, cotice por debajo de ese valor, al retirarse puede hacerse de una buena diferencia. Así volvió la bicicleta financiera (carry trade): el negocio de invertir en pesos para tomar la ganancia en dólares, que antes se hacía con las Lebac. La disminución del pasivo remunerado en pesos del Banco Central a tasas astronómicas es a costa de un mayor endeudamiento de la Tesorería, también a tasas astronómicas.
Todo esto en una situación en que los mercados mundiales se están tambaleando ante las cada vez más intensas fricciones comerciales y las turbulencias que atraviesan los mercados emergentes, como dijo el jueves la OCDE en un informe en el que recortó sus estimaciones de expansión. El alza de las tasas de interés en Estados Unidos y un dólar más fuerte ya no sólo afecta a países como Argentina y Turquía, sino que también golpea a países con reservas mayores como Brasil, Sudáfrica e Indonesia. Lo que lleva a muchos analistas a recordar lo sucedido en 1998, cuando tras la crisis asiática de 1997 comenzó la agonía de la Convertibilidad en Argentina y en el mundo cayeron economías como las de Brasil y Rusia hasta que en 2001 colapsó la economía norteamericana (con la crisis de las tecnológicas).
Para el economista Nouriel Roubini –quien anticipara en 2006 la crisis mundial de 2008–, en un artículo en MarketWatch: “la próxima crisis y recesión podría ser aún más severa y prolongada que la anterior”, dado que “a diferencia de 2008, cuando los gobiernos tenían las herramientas políticas necesarias para evitar una caída libre, los responsables de las políticas que deben enfrentar la próxima recesión tendrán sus manos atadas, mientras que los niveles generales de deuda son más altos que durante la crisis anterior”. Esto principalmente porque de la crisis de 2008 se salió con una drástica rebaja de las tasas de interés y un endeudamiento fenomenal de los Estados, medidas para las cuales hoy no hay margen ni en los países imperialistas.
Escribe Eugenio Gastiazoro