Varios son los factores contribuyentes para que salvar la vida de 33 mineros fuera un acontecimiento mundial. El primero, obvio a valorar, fue el enorme despliegue tecnológico que no es frecuente observar y un escenario de mirada internacional, que termina salvando la vida a todos los mineros atrapados. Estaba la cercanía del terrible terremoto del 27 de febrero de este mismo año, cuyas víctimas fatales llegaron a un total de 521 fallecidos, cerca de 500 mil viviendas permanecen con daño severo y se estima un total de 2 millones de damnificados, en la peor tragedia “natural” vivida en Chile desde 1960.
Todos necesitaban salvar a los mineros. Ellos, sus familiares, el gobierno chileno y el mundo cuya expectativa sin límites surgía de la necesidad de que alguna de las tantas desgracias que ocurren a diario pudieran mostrar el “triunfo de la vida” si cabe la figura. Con fuerte apoyo político y tecnológico de EEUU y el enorme esfuerzo de trabajadores, técnicos, profesionales, la voluntad de esos valientes mineros terminó con éxito la tarea.
Los 17 días más difíciles, incomunicados, con conflictos inherentes a la desesperación pudieron superarse con la solidaridad grupal, un eventual liderazgo asignado por ese grupo a un hombre de experiencia; y sostenida principalmente por la propia fortaleza de quienes, ya en régimen laboral de 7 días en la mina y 7 días fuera de ella, tenían algún aprendizaje importante de las condiciones de riesgo de una mina de esa naturaleza.
Ya ellos en conocimiento de que “arriba” sabían que estaban vivos, cambió la calidad del encierro y generó una esperanza, con matices -con personalidades e historias distintas-; pero los vínculos que se fueron estableciendo entre ellos se fueron transformando en el mejor sostén de la hazaña.
Enumeramos sólo algunas de las cosas que puso sobre el tapete este acontecimiento mundial:
1) Que los eventos riesgosos para la vida de los afectados pueden resolverse bien o mitigarse en sus efectos si todos los esfuerzos económicos, tecnológicos y las decisiones político-sociales son puestos a disposición de las potenciales víctimas.
La altísima probabilidad de accidentes que generan las relaciones de producción capitalistas no descartan la posibilidad de mitigar sus efectos, si los medios se ponen a disposición. La condición de minero en sí, no es una muerte segura, aunque en las circunstancias actuales es alta la probabilidad de que ocurran. Lo demuestra la explotación minera en la mayoría de los países y las noticias casi diarias en China, Rusia, Europa, Africa y países de nuestra América.
2) ¿Cuántos miles de mineros han perdido su vida en las terribles condiciones de su trabajo, en tanto esa mano de obra explotada no figura en los planes de cuidado de sus patronales explotadoras? Nuestra cercana experiencia son los 14 mineros muertos en Río Turbio y los 56 que salvaron su vida de morir quemados. El soez comentario de la presidenta argentina “¿qué hubiera hecho la prensa de nuestro país cubriendo Rio Turbio?” Una forma perversa de criticar a sus medios “enemigos”, ocultando que el silencio sobre esas muertes ocurrió durante la Presidencia de Néstor Kirchner en 2004 en la mina cuyo dueño es Taselli, socio o amigo del ex presidente.
3) La advertencia sobre los riesgos para la vida de esos mineros comprobadas técnicamente antes del derrumbe, no detuvieron el ritmo de trabajo. La ganancia del monopolio es una variante que no se puede objetar en las condiciones de la explotación capitalista actual. Es excepcional, en la explotación minera mundial, la existencia de planes de contingencia que impidan o mitiguen las consecuencias de un desastre.
Una fórmula reconocida
4) El riesgo es el resultado de una ecuación: el evento peligroso (terremoto, derrumbe, etc.) creará más riesgo si es mayor la vulnerabilidad de las personas o bienes potencialmente afectados. Está probado que las medidas de prevención tendientes a bajar las vulnerabilidades están y estuvieron ausentes en el caso de los mineros. Tanto en salud como en las empresas con riesgos potenciales para la vida las inversiones del capital son exiguas. La mano de obra disponible es el “reaseguro” de la continuidad de la producción, poco importa el riesgo para trabajadores y sus familias.
5) ¿Por qué al salir algunos mineros se dirigieron al presidente Piñera y a su ministro y no a sus familiares? La respuesta es posible que esté contenida en la frase del Sr. Urzúa: “Que esto no vuelva a ocurrir”, anticipando las exigencias que harán de sus derechos esos trabajadores. La espectacularidad del salvataje no asegura de por sí que sean reconocidos sus derechos ni que vayan a cambiar sustancialmente las condiciones de trabajo actuales.
6) La dimensión de la potencial tragedia vivida en la mina, se pudo enfrentar con el desarrollo de vínculos sostenidos en una grupalidad altamente efectiva ante emergencias. Sería deseable que ella se mantenga ahora para seguir sosteniendo nuevos reclamos para sus compañeros y su propia salud mental.
7) El enorme despliegue social de recibimiento y reconocimiento a su salida, más allá del uso político de Piñera, fue y será un factor de salud significativo.
Para valorarlo, comparemos hipotéticamente: si sólo un porcentaje pequeño de ese enorme reconocimiento se hubiera hecho a nuestros veteranos al regreso del frente de batalla en la Guerra de Malvinas, no habríamos tenido los más de 300 suicidios de la postguerra. El reconocimiento social –que sigue siendo, hay una deuda pendiente– es un factor de salud tan alto o más que el mejor de los tratamientos individuales, aunque ello fuera necesario en algunos casos.
8) La organización de los trabajadores para afrontar esos riegos, las medidas de prevención y los planes de contingencia deben ser una exigencia básica para aquellos que trabajan en condiciones de riesgo evidentes. Hace a las condiciones generales de seguridad laboral en fábricas, comercios y en el campo. En el horizonte de terminar con las condiciones de explotación de la mano de obra asalariada, los programas de reivindicaciones obreras deben contemplar la exigencia de preparativos para los desastres. Esta es una ausencia notoria. Tampoco figura en la currícula de formación de grado en las universidades argentinas y en los planes de enseñanza primaria y secundaria.
La experiencia de los mineros chilenos debe ser estudiada para saber dónde poner las responsabilidades; aprender de las fortalezas que han mostrado esos trabajadores y técnicos y para evitar que como es la costumbre, el sufrimiento de los trabajadores y sus familias pase nue- vamente de ser un hecho extraordinario a formar parte del paisaje de la vida cotidiana.