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23 de January de 2013

Así tituló el diario La Capital (23/11/1904), el panorama de la ciudad de Rosario al comienzo de la huelga general de 48 horas, realizada en respuesta a una feroz represión contra empleados de comercio en lucha, con el saldo de muertos y heridos: “Así puede calificarse el día de ayer… ni día de trabajo, ni día de fiesta”.

“Un día extraño” en Rosario

Crónicas proletarias

Meses antes, en agosto, los “dependientes”, como se los llamaba, realizaron un acto reclamando la jornada de 8 horas y el descanso dominical. “Ha sido la manifestación más grande que se ha hecho en los últimos tiempos”, dijo la prensa rosarina.

Meses antes, en agosto, los “dependientes”, como se los llamaba, realizaron un acto reclamando la jornada de 8 horas y el descanso dominical. “Ha sido la manifestación más grande que se ha hecho en los últimos tiempos”, dijo la prensa rosarina.
Pese a que algunos empleadores individualmente respetaban las 8 horas, se impuso la línea de los que no querían transigir, y comenzó un conflicto que a fines de noviembre se generalizaría. El 20 de ese mes, en una multitudinaria asamblea, los empleados de comercio de la ciudad de Rosario resolvían lanzar una huelga a partir del día siguiente. Además de los reclamos citados, pedían el reconocimiento de la Unión de Dependientes de Comercio, y “vida externa”, denunciando así las terribles condiciones de trabajo. Ese mismo lunes la policía, luciendo sus “relucientes revólveres colt”, descargó la represión sobre una asamblea en una plaza, que terminó en “una verdadera batalla campal”, con más de 10 heridos: “Se veía a los cosacos diseminados por las avenidas de la plaza alzando y bajando los sables sobre las espaldas de los transeúntes”.
Al día siguiente el paro continuó, y una nueva represión se desató a metros de la sede sindical, contra un grupo de panaderos, al que trató de dispersar: “Tras un forcejeo, un policía sacó su revólver e hizo fuego hiriendo mortalmente en la frente al jovencito [Jesús] Pereyra que cayó sin exhalar un ay (sic), en el cordón de la vereda”, describió el cronista de La Capital.
Conocida la muerte de Pereyra, los dependientes junto con otros gremios llamaron a una huelga de 48 horas. Por la noche, el jefe político de la ciudad, al mando de policías, bomberos, y hasta guardiacárceles, entró a la casa velatoria, se llevó el cuerpo y lo hizo enterrar. A la mañana siguiente, los obreros resolvieron marchar hasta la tumba del joven de 17 años. A los pocos minutos, la columna integrada por más de 3.000 personas fue atacada por las fuerzas policiales. El saldo, quince heridos y tres muertos por herida de bala, entre ellos el niño Alfredo Seré, de 10 años.
Al fin de la huelga, y con el saldo de cuatro muertos, los dependientes de comercio lograron la aprobación parcial de sus reclamos, consiguiendo jornada de 9 horas, descanso dominical y “que los trabajadores tuvieran vida externa”.