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29 de January de 2014

Con minidevaluaciones casi diarias y la del 17% de la semana pasada, en enero la devaluación del peso acumuló un salto del 23% y desde que asumió Kicillof, acumula el 33%.

Un hachazo devaluatorio

Se acrecienta el robo inflacionario a los trabajadores

El miércoles 22 de enero, cuando todos los medios estaban pendientes del “retorno” de la presidenta, su gobierno adelantó una sorpresiva maxidevaluación del peso, dejando que el dólar oficial subiera a 8 pesos la unidad. Que la presidenta estaba al tanto de la maniobra quedó claro cuando no habló del tema e incurrió en el “acto fallido” (como a ella le gusta decir del periodismo), cubriéndose ante una posible caricatura, imaginando que “me harán una tipo avestruz, sacando la cabeza de ahí” (www.presidencia.gov.ar/discursos).
Nadie supo que ella se sintiera mal por semejante devaluación que Capitanich, con “cara de cemento”, atribuyó al día siguiente a “la libertad del mercado”. Y, a la noche de ese jueves, la presidenta combinó con Capitanich y Kicillof que el viernes 24, a la mañana no hablarían de la devaluación, sino que la “buena noticia” sería que se permitiría comprar dólares para uso personal con el 20% de recargo, en las mismas condiciones en que funciona “el cepo” para el turismo y el uso de tarjetas de crédito (es decir, sujeto a que la AFIP no conteste: “Conforme a la información obrante en nuestras bases de datos, su solicitud no es compatible con su capacidad contributiva”).
Al mismo tiempo Kicillof aclaró que el 20% de recargo valía también para el impuesto al turismo y las tarjetas; que se sacaba así el 15% adicional que se había aumentado en noviembre. Luego fue a verlo a Echegaray y éste, el lunes  salió con Capitanich a desmentirlo. Además aclararon que el permiso para comprar dólares era para quienes tuvieran ingresos mensuales superiores a los 7.200 pesos, hasta el 20%, con un límite de 2.000 dólares por mes a los de mayores ingresos. Con lo que también contradijeron a Kicillof, quien había dicho que “las medidas cambiarias benefician a los que menos tienen”.
Está claro, entonces, que se trató de anuncios distractivos para hacer pasar la devaluación, sin hacerse cargo de ella. Como tampoco se hacen cargo de la inflación que alimenta todas las distorsiones de precios que tienen su base en la estructura latifundista y dependiente del país, que la política kirchnerista, propia de una burguesía intermediaria de los imperialismos, ha reforzado.
 
Ganadores y perdedores
Negándose a reconocer esa realidad, el gobierno anunció con mucha anticipación el acuerdo de “precios cuidados”, dando así tiempo a sus “interlocutores válidos” (los monopolios formadores de precios) a acelerar las subas en diciembre. Al mismo tiempo, para detener la disminución de reservas, apresuró sus acuerdos con las petroleras (como Chevron y Repsol), volvió a prorrogar el blanqueo, estrenó la letra dólar link para que los monopolios exportadores de granos adelanten el ingreso de divisas, subió el impuesto a vehículos y al turismo, se estrecharon los cupos de importación y hasta las compras en el exterior por Internet. Y así se ha llegado a una fortísima devaluación, que según Cristina Kirchner, era algo que había que pedirle a otro gobierno y no al suyo.
El equipo económico sigue hablando de “llegar a marzo”, esperando que los productores vendan la cosecha gruesa y haya más ingreso que salida de divisas. Creen que estarán más tentados a vender soja y maíz si los pesos que reciban pueden cambiarlos luego por dólares: de ahí el anuncio que también se podrán comprar con fines personales.
Pero no sólo en el mercado cambiario la economía parece lejos de haber alcanzado el “nuevo equilibrio” que señaló Capitanich. La disparada del dólar oficial también significa más gasto público en importación de combustibles y energía. Y que el Gobierno necesita más pesos para comprar dólares para pagar la deuda en esa moneda. 
Las incertidumbres a futuro continúan, especialmente el impacto sobre los precios, ya que la devaluación incide en la importación de insumos y bienes intermedios necesarios para la producción en el país, tal el caso de automotores o electrodomésticos entre otros, sin perjuicio de un conjunto de bienes y servicios que ajustan precios sobre costos dolarizados e incluso sobre las expectativas.
Es un dato que las devaluaciones favorecen a los grandes productores y exportadores y, de hecho, era la demanda de los sectores dominantes en la economía local, de gran burguesía intermediaria o directamente monopolios imperialistas, e incluso de los gobiernos de esos países, como se lo hicieron saber a Kicillof en Pekín y en París.
La contracara es el perjuicio para quienes perciben ingresos fijos, los trabajadores, regulares e irregulares, activos o pasivos, los que reciben planes sociales y también todos los sectores populares e incluso productores y empresarios cuyas ventas están asociadas a este importante sector de la sociedad. Son pocos los beneficiados y son millones los que verán afectados su capacidad de compra. Las devaluaciones agravan la inequidad y, si mejoran la competitividad de sectores exportadores, ello es a costa de la transferencia de recursos de los trabajadores a los grandes latifundistas y monopolistas intermediarios de los imperialismos.
Este hachazo devaluatorio acrecienta el robo inflacionario a los trabajadores por lo que urge el paro y piquetazo nacional multisectorial para torcerle el brazo a esta política del gobierno kirchnerista, para adelantar las paritarias y avanzar en el reagrupamiento de todas las fuerzas populares, antilatifundistas y antiimperialistas por un gobierno que haga pagar la crisis a los que la juntaron con pala.