El titular de AFIP, Ricardo Echegaray, reconoció el 11 de febrero que un millón y medio de empleados ya paga el impuesto a las Ganancias, que se descuenta de los salarios a partir de $4.818 mensuales.
Esta cifra, que equivale al 20% de los trabajadores en blanco, significa que los salarios de uno de cada 5 trabajadores tiene el descuento adicional de Ganancias.
El titular de AFIP, Ricardo Echegaray, reconoció el 11 de febrero que un millón y medio de empleados ya paga el impuesto a las Ganancias, que se descuenta de los salarios a partir de $4.818 mensuales.
Esta cifra, que equivale al 20% de los trabajadores en blanco, significa que los salarios de uno de cada 5 trabajadores tiene el descuento adicional de Ganancias.
Hasta la semana pasada se estimaba en un millón los trabajadores afectados por este impuesto. Pero como una consecuencia de la mayor inflación, el número real de afectados por este tributo resultó muy superior a las estimaciones privadas.
En la mayoría de los casos, el peso de este impuesto en los salarios ronda entre el 4 y el 8% del salario. Esto significa que esos trabajadores dejan de cobrar o le ceden al Fisco por año entre un medio aguinaldo y un aguinaldo entero.
En la actualidad están alcanzados por este impuesto los trabajadores en relación de dependencia y los jubilados que tienen un ingreso de bolsillo –luego de los descuentos de jubilación y salud– de más de $4.818 por mes.
Ese piso salarial es muy bajo ya que se fue atrasando respecto de la inflación y la evolución de los salarios. Así cada vez más este gravamen incluyó a más trabajadores, aunque tengan ahora un poder adquisitivo más bajo que el que tenían en el pasado.
Esto explica que obreros metalúrgicos, camioneros, empleados bancarios y hasta maestros paguen este impuesto.
Si, como impositivamente corresponde, se hubiese ajustado por la inflación, el piso salarial que regía antes de la denostada reforma de José Luis Machinea, del año 2000, debería rondar ahora los $8.500.
Por ese motivo, mientras en el pasado Ganancias afectaba al personal jerárquico de las empresas, como gerentes, supervisores o capataces, ahora operarios simples o empleados oficinistas pueden quedar atrapados en las escalas de Ganancias.
Así resulta que lo que es el precio de la fuerza de trabajo que recibe un trabajador, el salario, termina confundido con el excedente que se apropia el capitalista, la ganancia. Por lo que es necesario diferenciar y exigir que dicho impuesto no sea aplicable a ningún trabajador sobre lo que es su salario.
A eso se agrega que las escalas sobre las que se calcula el impuesto, se mantienen en los mismos valores nominales de hace 10 años atrás, cuando deberían haberse ajustado también por la inflación. Entonces, en lugar de que le retengan una alícuota baja, del 9%, el trabajador tributa una alícuota más alta –del 14, 19 o 23%– y rápidamente puede llegar al 31 o 35%. Otro efecto de los topes salariales es el beneficio de las asignaciones familiares: los trabajadores formales que ganan más de $4.800 no tienen derecho a cobrar el prenatal, el salario por hijo y las asignaciones extraordinarias por nacimiento o matrimonio.
Paradójicamente en la Argentina kirchnerista, que se llena la boca con la “redistribución del ingreso”, mientras cada vez más trabajadores son afectados por el impuesto a las Ganancias, este impuesto no se aplica a la renta financiera como los intereses sobre depósitos o títulos públicos o las ganancias con la compra-venta de acciones y bonos.