1. Cambió el escenario mundial
1. Cambió el escenario mundial
El triunfo de Donald Trump, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, abrió un período de cambios profundos en esa superpotencia imperialista y en el mundo. Cambios en las políticas económicas y en los alineamientos estratégicos, que tendrán enormes consecuencias en la América Latina y la Argentina.
En la carrera por la presidencia de Estados Unidos hubo una feroz disputa, dentro de la burguesía imperialista de esa superpotencia, sobre la orientación económica y estratégica frente a la expansión del imperialismo chino (ver pág. 15). En el marco de la bronca de grandes masas trabajadoras golpeadas por la pérdida del trabajo y la caída de los salarios, provocadas por el traslado de las plantas de los monopolios al extranjero, la crisis económica del 2008 al 2013, y los cambios tecnológicos en curso.
Obama fue la cara “simpática” de la burguesía imperialista para descargar la reciente crisis mundial sobre su clase obrera y los países dependientes de esa potencia. Traicionó todas sus promesas electorales, indignando, sobre todo, a la juventud. La candidatura de Bernie Sanders en el Partido Demócrata, de posiciones progresistas, fue apoyada por sindicatos y la juventud. Sus seguidores denunciaron el fraude de la cúpula partidaria a favor de Hillary Clinton.
La corriente que apoyó a Sanders odia a Hillary. La califican de títere de los banqueros de Wall Street, corrupta, reaccionaria y guerrerista; no la votaron. Por otra parte, un sector de la burguesía imperialista yanqui, la hace responsable de impulsar la línea de golpear dos blancos al mismo tiempo, China y Rusia, facilitando la alianza entre esas dos potencias.
2. La disputa por la hegemonía del mundo
Con su estilo de show de TV, Trump se adueñó de la campaña electoral, presentándose como el candidato contra “la globalización”. Enfrentó a la cúpula del su partido, al mismo tiempo que levantaba las consignas imperialistas, fascistas, racistas y machistas, de la derecha republicana, como la expulsión de inmigrantes indocumentados, impedir el ingreso de islámicos, y construir un muro en la frontera con México. Prometió 25 millones de puestos de trabajo en 10 años, bajar los impuestos (sobre todo a los ricos), poner barreras a las importaciones sobre todo de China, y romper tratados comerciales, para recomponer la potencia industrial, restaurar el sueño americano y la condición de primera superpotencia.
Además, anunció una revisión de los acuerdos de la OTAN, avisándole a Europa continental y a Japón, que Estados Unidos no va a pagar y asumir guerras en las que no estén en juego sus propios intereses.
Putin apoyó a Trump, se denunció que entregó correos electrónicos que muestran la corrupción de Hillary. Trump sugirió que podían conversar con Rusia sobre Crimea y otros temas.
Trump no llegó a la presidencia solo. Tuvo el apoyo político de grupos poderosos: Nucor (la principal acería), Harold Ham (el “rey del fracking”), el grupo Murdoch, Jackson Welch (General Electric), fondos de inversión, los llamados “tiburones de Wall Street”, reyes del juego de Las Vegas, entre otros. También, de sectores del Pentágono (militares) muy críticos de la política de defensa de Obama.
Al mismo tiempo, Trump deberá negociar con la mayoría republicana del Congreso, en la que pesan la cúpula de ese partido: petroleros como Ed y David Coch, segunda fortuna yanqui con 115.000 millones de dólares (financian al derechista Tea Party), Paul Singer (fondos buitres), etc.
Los líderes de Europa, la socialdemocracia, Macri, se burlaban de Trump, y ahora encienden una vela “esperanzados” con “la moderación” de sus discursos después del triunfo. Incluso Obama, que ahora declaró: “Somos del mismo equipo”. El “equipo” es el imperialismo yanqui.
Lo cierto es que, con Trump, Estados Unidos se prepara para la disputa de la hegemonía mundial, en un mundo que ya está en guerra. Guerras comerciales y guerras convencionales. Un mundo en donde el 1% de la población tiene una riqueza mayor que el 99% restante.
3. El fantasma de la fascistización
Campañas como la de Trump empujan la fascistización de sectores populares. Al mismo tiempo, se ha desatado una campaña sobre la fascistización de los trabajadores de Estados Unidos, como antes en Gran Bretaña con el triunfo de la salida de la Unión Europea, y en elecciones de varios países de Europa continental.
Es cierto que han crecido fuerzas fascistas. Pero esa campaña oculta el voto por la bronca contra las políticas que provocaron una masiva desocupación, el achique de los salarios hasta la mitad, etc., como la de Obama, un voto castigo a las derechas gobernantes, como señaló el cineasta Michael Moore. También esa campaña oculta, que pese al poderoso aparato político, mediático y cultural de los Estados imperialistas, surgieron corrientes progresistas, combativas, incluso antiimperialistas, como las que no votaron a Tramp ni a Hillary y se expresaron en las manifestaciones desde el mismo día del triunfo de Trump, o la que paralizó la formación de gobierno en España durante un año con Podemos, o las huelgas y movilizaciones extraordinarias en Francia, Alemania, China y otros países.
La visión de un mundo fascistizado es promovida por las clases dominantes, para generar escepticismo en las masas. La realidad es que agravó la disputa entre los imperialismos y en el seno de las propias burguesías imperialistas, y se multiplican los factores de guerra. Y además, que las políticas de las viejas o nuevas derechas gobernantes provocarán una profundización de la lucha de clases en los países imperialistas y de la lucha nacional y antiimperialista en los países dependientes.
4. Calentito viene el verano
Mauricio Macri y Trump tuvieron una larga relación empresarial y de amistad. Desde 1979 hasta 1984, el grupo Macri quiso asociarse para construir un edificio de 150 pisos en Nueva York, en sociedad con el grupo Trump. El proyecto fracasó, y los Macri debieron conformarse con venderle el terreno al hoy presidente yanqui.
Trump visitaba a sus amigos, se alojaba en la quinta Los Abrojos (que usa Mauricio en sus fines de semana), o en la mansión de la familia en Punta del Este. “Me caen bien y creo que son una gran familia”, decía Trump. “Cada vez que lo visito voy a comer con él y su mujer”, declaraba Macri. Esa amistad los pinta bien a los dos.
Desde que asumió el gobierno, Macri se abrazó con Obama, para pagarle a los buitres y conseguir préstamos. Habló mal de Trump y apoyó a Hillary. Ahora está a las corridas para recomponer la relación con el nuevo mandamás yanqui. ¿Le enseñará Mauricio como olvidarse las promesas electorales, como “pobreza cero con trabajo de calidad”, al Trump que prometió 25 millones de puestos de trabajo?
El problema de Macri es que los de abajo no se olvidan. Fue exitoso el acampe de los campesinos, originarios y desocupados del Chaco, se movilizó la CCC de Rosario, hubo paro de los docentes bonaerenses, y se realizó el paro nacional de ATE y la movilización conjunta con la FAA, la CCC, CTEP, Barrios de Pie, etc.
La política de Macri es no gastar la plata presupuestada y los bonos que colocó; los guarda para su campaña electoral del 2017. Por eso maniobra. Postergó la respuesta a la gran Marcha Multisectorial de las Economías regionales, y forcejea para que la ley de emergencia social y laboral no se apruebe ahora y pase al año que viene. Lo que reafirma la importancia de la marcha al Congreso, el 18, reclamando la aprobación de esa ley, confluyendo la CTEP, la CCC y Barrios de Pie, junto a la CGT y Federación Agraria Argentina.
Se acerca un verano calentito.
Los reagrupamientos para la lucha, crean condiciones para unir lo que está en las calles para jugar con fuerza en las elecciones. Fortaleciendo el PTP, el Frente Popular y los frentes por provincia. Y preparando el gran picnic del hoy y La Chispa para el 4/12.