Después de varias semanas de tire y afloje, y tras 16 días de cierre de muchos sectores de la administración federal, el Congreso votó una ley que prorroga el presupuesto hasta el 15 de enero y permite elevar el techo de deuda sólo hasta el 7 de febrero. Esto implica un comienzo del próximo año envuelto de nuevo en peligros sobre la situación presupuestaria en Estados Unidos y posibilidad de disponer de fondos para el pago de los servicios de la deuda pública.
Después de varias semanas de tire y afloje, y tras 16 días de cierre de muchos sectores de la administración federal, el Congreso votó una ley que prorroga el presupuesto hasta el 15 de enero y permite elevar el techo de deuda sólo hasta el 7 de febrero. Esto implica un comienzo del próximo año envuelto de nuevo en peligros sobre la situación presupuestaria en Estados Unidos y posibilidad de disponer de fondos para el pago de los servicios de la deuda pública.
El enfrentamiento entre republicanos y demócratas estremeció los mercados globales y amenazó la reputación del Tesoro norteamericano como lugar seguro, tanto para gobiernos como para inversionistas a la hora de depositar sus fondos en las reservas del país.
Aunque pocos expertos preveían la posibilidad de una suspensión de pagos, algunos inversionistas comunicaron al Tesoro estadounidense sus temores ante posibles retrasos de los pagos y dejaron de comprar acciones que podrían quedar expuestas a una contracción económica de la primera potencia del planeta.
Ese temor quedó expresado por la propia directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, quien saludó el acuerdo suscrito por el Congreso, pero resaltó que la endeble economía estadounidense necesita finanzas más estables a largo plazo. “Sería esencial reducir la incertidumbre que rodea la política fiscal mediante la elevación del techo de la deuda de forma más duradera”, dijo Lagarde, en una declaración que apuntó a las repetidas crisis políticas en Washington por el límite de endeudamiento.
“También alentamos a Estados Unidos a aprobar un presupuesto para 2014 con la aplicación de medidas que no dañen la recuperación”, agregó Lagarde.
El acuerdo firmado en Washington fue bien recibido por los gobiernos de las principales potencias imperialistas del mundo, en particular los de China y Japón que son los que tienen en su poder la mayor parte de la deuda norteamericana en el exterior, por lo que habían exhortado a Obama a solucionar la crisis y dar seguridad a sus inversiones. También, el premier italiano, Enrico Letta, sostuvo: “El acuerdo es muy importante para la estabilidad de los mercados y, especialmente, para Europa”.
No obstante, la larga y grave crisis presupuestaria, resuelta con un pacto de última hora que sólo alarga los plazos hasta el siguiente duelo, continúa debilitando el liderazgo internacional de Estados Unidos, dando argumentos a quienes apuestan por un mundo multipolar en respuesta a la declinación norteamericana.
Si la potencia de cuya moneda pende la estabilidad económica mundial tiene en vilo al resto de las naciones cada tres meses, si el líder que debe proveer seguridad a sus aliados está maniatado por sus problemas internos, esta crisis puede ser el anuncio de una crisis mucho más compleja a escala internacional.
No sólo se trata de consecuencias económicas sino también políticas, que para Estados Unidos son aún peores y más profundas. Durante este período, Obama tuvo que dejar de asistir a una cumbre de primeros mandatarios en el Pacífico, donde terminó cediendo el protagonismo al imperialismo de China, y cancelar viajes a cuatro países de Asia, un territorio vital para el imperialismo estadounidense, el principal espacio en el que se disputa la hegemonía del mundo en los años por venir.