El 26 de febrero pasado, el suplemento cultural de Clarín publicó un extenso reportaje a Eric Hobsbawm, presentado como “el mayor historiador vivo”. A los 93 años de edad, acaba de publicar un libro titulado Cómo cambiar el mundo que reúne sus principales ensayos sobre Marx junto con otros que, según dice quien efectuó el reportaje, “reactualizan la crítica del marxismo sobre la inestabilidad del capitalismo a la luz de la crisis global”.
El 26 de febrero pasado, el suplemento cultural de Clarín publicó un extenso reportaje a Eric Hobsbawm, presentado como “el mayor historiador vivo”. A los 93 años de edad, acaba de publicar un libro titulado Cómo cambiar el mundo que reúne sus principales ensayos sobre Marx junto con otros que, según dice quien efectuó el reportaje, “reactualizan la crítica del marxismo sobre la inestabilidad del capitalismo a la luz de la crisis global”.
Según Hobsbawm, “Marx fue un profeta sin armas”. Se olvida ni más ni menos que Marx no se dedicó a hacer profecías sino que se unió al movimiento revolucionario de la clase obrera, creó y dirigió la Primera Internacional e hizo el análisis científico del modo de producción capitalista descubriendo su secreto, la plusvalía, la fuente de las ganancias y de la acumulación del capital. Incluso antes del Manifiesto Comunista y de Miseria de la filosofía, que son obras que echan los cimientos de su teoría revolucionaria, Marx ya decía que “el arma de la crítica no puede reemplazar a la crítica de las armas” y analizó la relación dialéctica entre ambas. Escribió: “…La fuerza material tiene que derrocarse mediante la fuerza material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto prende en las masas” (Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel). Marx y Engels fueron revolucionarios prácticos y fundadores de la teoría científica del proletariado.
En todo el reportaje Hobsbawm habla del capitalismo como sinónimo de mercado. No se refiere a la producción ni a la plusvalía sino a la circulación. Dice que “desde 1980 con Thatcher y Reagan, fue, supongo, una deformación patológica del principio de libre mercado que propicia el capitalismo: la economía de mercado pura y el rechazo del Estado y de la acción pública”. Y contrariamente a Marx, el Estado es de hecho para Hobsbawm, como se desprende de todo el reportaje, una institución reguladora por encima de las clases.
Ignora al imperialismo y a los monopolios
En ninguna parte habla de los monopolios omitiendo que ya Marx había demostrado que la libre concurrencia se convierte, en determinadas condiciones, en monopolio. Ni siquiera menciona al capitalismo monopolista, al imperialismo. No existe en todo el texto del reportaje la más mínima referencia a la barbarie imperialista sino que exalta reiteradamente “la globalización”. Hobsbawm celebra que grandes capitalistas como Soros descubren que Marx supuestamente predijo la “globalización”. Todo se reduce a la relación mercado-Estado.
Según él hay distintos tipos de capitalismo. Es cierto. Pero siempre que se tenga presente las dos condiciones esenciales planteadas por Marx que son comunes a todo capitalismo, incluido el restaurado en la URSS en 1957 con Jruschiov y sincerado con Gorbachov y Yeltsin y en China a fines de 1978 con Teng Siao Ping. Primero: se basa en la compraventa de fuerza de trabajo. Segundo: la finalidad y el móvil determinante de la producción es la plusvalía.
Hobsbawm siente nostalgia por “el capitalismo /que/ había funcionado en su época más exitosa entre 1945 y comienzos de los 70… No era ideal pero era, digamos, un capitalismo “con rostro humano”. No es el rostro que veía la inmensa mayoría de la Humanidad que habita en el Tercer Mundo; las naciones y los pueblos oprimidos, expoliados y agredidos. Esto está fuera del horizonte de Hobsbawm.
En otros lugares afirma como si fuese algo indiscutible que hubo “treinta años gloriosos” en el desarrollo capitalista de postguerra. ¿Esta afirmación se corresponde con los hechos? No. Ignora o menosprecia los enormes cambios políticos y sociales generados por los triunfos revolucionarios y liberadores. Desprecia el papel protagónico de las masas populares y desconoce –de hecho– la lucha de clases como motor de la historia. El capitalismo no ingresó en la “edad de oro”. Ni siquiera logró la estabilidad relativa temporaria de la primera postguerra. El sistema capitalista imperialista se conmovió hasta sus cimientos. Más de mil millones de personas mostraban que no hace falta ningún capitalista ni la “ayuda” de una metrópoli imperial para producir en gran escala y desarrollar la ciencia y la técnica. Se achicó drásticamente la superficie sobre la cual las potencias imperialistas ejercían su dominación y el capital monopolista expoliaba a naciones oprimidas y explotaba a los trabajadores.
Pero, posteriormente, la clase obrera y el movimiento comunista sufrieron una derrota histórica con la restauración capitalista en los países socialistas. El imperialismo y la burguesía en general lanzaron una brutal ofensiva contra las conquistas sociales logradas por los trabajadores. Sin embargo, las crisis económicas mundiales, especialmente la iniciada en 2007 vuelven a corroborar la vigencia del análisis marxista sobre las contradicciones inherentes al capitalismo. Y una nueva oleada de luchas obreras y populares recorre el mundo, ocupando el centro de la escena política en nuestros días los levantamientos de masas con rasgos insurreccionales en los países árabes.
Hobsbawm destaca en el reportaje la “globalización” y por ello da por “aniquilado” al leninismo. Ningunea a Mao Tsetung. Y promueve un Marx vaciado de su contenido revolucionario.