Una vez más las mujeres cantamos “a pesar de todo, les hicimos el Encuentro”. Otro año, otros debates, el mismo desafío. Todo el esfuerzo y el trabajo de la Comisión Organizadora fue compensado por el saldo positivo de realizar el Encuentro. “No recibimos ni un centavo en aportes del gobierno nacional, como otras veces se lograron; los primeros pasos organizativos los solventamos con la venta de manzanas donadas por el Movimiento de Mujeres en Lucha de Río Negro y Neuquen”, dice una de las miembros de la Comisión Organizadora, con una sonrisa de satisfacción por haberlo logrado.
Como todos los años hubo una gran riqueza en la variedad de debates sobre la problemática de la mujer como trabajadora, campesina, estudiante, profesional, en su organización sindical y barrial; y también en los problemas de género que nos involucra a todas: la violencia hacia las mujeres, la trata, la sexualidad, anticoncepción y aborto, etc. Temas complejos con raíces históricas y bases materiales muy profundas, que no se pueden simplificar con una mera enumeración para explicar lo que fue el Encuentro en Neuquén.
Pero como un primer adelanto, podríamos decir que durante el Encuentro estuvieron presentes los grandes problemas de las mujeres, sobre todo de las trabajadoras del campo y la ciudad: la devaluación del salario por la inflación, la explotación en el trabajo, el tema agrario y la doble opresión de la mujer.
Los Talleres
Estos 23 encuentros nunca fueron iguales. Su historia nos cuenta de los cambios que, como una caja de resonancia, expresan lo que pasa en nuestro país.
Este año hubo una mayor participación en los talleres donde más se aborda la opresión sobre los cuerpos. Ejemplo de esto fueron los 7 talleres de trata y los 4 de prostitución. La masiva participación refleja por una parte que, aunque no es un fenómeno nuevo, el tráfico de mujeres y niñas para la prostitución salió ahora a la luz para millones de personas, y por otro lado, las víctimas son muchas, porque gran parte de las participantes relataron casos cercanos de desaparición de chicas, etc., buscando formas de resolver porque no hay respuestas desde el Estado.
Hubo seis talleres donde se debatió sobre el trabajo y su organización sindical. Allí se expresaron las luchas por recomposición salarial en curso para romper los topes salariales, la carestía de la vida y el principal responsable de todo esto: el gobierno de Cristina Kirchner. La lucha agraria tiñó el debate en estos talleres.
Se conformaron seis talleres agrarios con eje en trabajadoras rurales y campesinas, acceso a la tierra y desarrollo agropecuario que desarrollaron un amplio y rico debate; éste sirvió para esclarecer la posición de las pequeñas productoras que estuvieron en las rutas. El avance en el análisis colectivo estuvo impregnado por las experiencias del Movimiento de Mujeres en Lucha, los pequeños productores de algodón de Pampa del Indio y los horticultores de Asoma de La Plata, y obstaculizado por sectores que homogeneizaban y reducían al campo a la Sociedad Rural.
Como cada año, las originarias tuvieron un gigante taller en el que participaron unas 500 mujeres, con una mayor composición de mujeres originarias y una menor cantidad de agrupaciones indigenistas. En él se debatió alrededor de distintos aspectos de la problemática de género: sexualidad, métodos anticonceptivos ancestrales, violaciones, aborto, etc. Relacionados con su identidad como pueblo y nación.
En los 10 talleres de aborto, lo característico de este año fue la ausencia del sector más reaccionario de la Iglesia. Pan y Rosas, en vez de avanzar sobre la base del acuerdo mayoritario a favor de la anticoncepción y aborto para responsabilizar la falta de políticas en salud sexual y reproductivas del gobierno de Cristina buscó impedir el debate con ataques a la Comisión Organizadora.
En los talleres de juventud se habló sobre el maltrato en los noviazgos, la incidencia de la droga en los barrios, el cuerpo de las adolescentes, el embarazo adolescente. Debatieron acerca de las imposiciones estéticas sobre los cuerpos de las jóvenes.
Esta alegría no debe impedirnos hacer un análisis profundo de lo que nos ha dejado este encuentro, donde el sectarismo y el verdadero sabotaje fueron derrotados. Por el contrario, tiene que servirnos para pensar en el inmenso bagaje de experiencias positivas de la preparación y del desarrollo del encuentro y también la preocupación de lo que debemos desarrollar y profundizar para poder continuar la lucha que garantice que estos encuentros sigan siendo los espacios que necesitamos las mujeres.