La Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina realizada en La Habana, en junio de 1975, definió a nuestros países como países de “capitalismo dependiente”, línea que hizo suya el PC de la Argentina recién en su 16° Congreso (1986). Esta tesis, revisionista del marxismo-leninismo, fue elaborada en el Instituto Latinoamericano de la Academia de Ciencias de la ex Unión Soviética (una vulgar pantalla de la inteligencia soviética, el tristemente célebre KGB). Curiosamente, cuando rompimos con la dirección revisionista del PC, en 1967, influenciados por otros teóricos revisionistas, nosotros, el PCR, adoptamos esa teoría (entonces de moda) en nuestro Primer Congreso; y la desechamos, al convertirnos en marxistas-leninistas-maoístas, en 1972, lo que fue consagrado oficialmente por nuestro Tercer Congreso, en marzo de 1974.
La teoría del capitalismo dependiente desecha la división leninista del mundo entre países oprimidos y países opresores (división que la teoría del capitalismo dependiente cataloga como un simple rasgo de nuestros países y no como la determinación esencial de los mismos) y reemplaza la contradicción principal de nuestra sociedad (Ver recuadro) por la contradicción proletariado-burguesía, propia de los países opresores y avanzados, con lo que golpea en bloque como enemiga a toda la burguesía nacional, ya sea intermediaria o independentista, monopolista o no, pequeña o grande. La teoría del “capitalismo dependiente” revisa el proceso histórico concreto de los países latinoamericanos y considera a las colonias españolas de América como sociedades en las que predominó el capitalismo desde su inicio, y llega a negar totalmente la existencia de resabios precapitalistas en la actualidad y a ocultar el carácter feudal y semifeudal del origen del latifundio en nuestras sociedades, comparándolo con el latifundio producto del desarrollo capitalista.
Al adoptar esta teoría los partidos comunistas de la región, como dijo la revista editada por el mencionado departamento del KGB en la ex Unión Soviética, América Latina Nº 4, de 1979, entraron “en una etapa cualitativamente nueva” con la “aplicación práctica por los partidos comunistas de la tesis sobre la necesidad de crear en cada país una ‘mayoría revolucionaria’… una fuerza dinámica y en progreso creciente del movimiento popular que atrae sin cesar a nuevos partidos”, táctica opuesta a la “concepción política pluralista” del frente popular. De allí la línea que según la revista del KGB se aplicó “exitosamente” “en Nicaragua, El Salvador y pretende aplicarse en México, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia (con Siles Suazo), Uruguay y Chile”.
Con el 16° Congreso y con la creación del FREPU (al que calificó de “alternativa electoral revolucionaria”) el PC de la Argentina aplicó esta línea en el país a fines de los ‘80. De allí el uso desde entonces por el PC, de las viejas palabritas reformistas “alternativa” y “transformaciones revolucionarias” (sic). Una línea íntimamente vinculada a los cambios que se produjeron entonces en la dirección del PC (línea y cambios, como se conoce ahora por declaraciones de algunos de sus autores, directamente empujados desde Moscú).
Desde entonces nuestro planeta dio muchas vueltas alrededor del sol, como diría Nazim Hikmet. Ahora nuevos teóricos revisionistas, como Heinz Dieterich, elaboraron la teoría del “socialismo del siglo XXI”, la que, según Dieterich, va a poder superar “la limitación del Che”, porque éste, en su época, no podía “enfocar el socialismo del siglo XXI como un problema cibernético –la sustitución del precio de mercado por una institución cibernética socialista– que es la única forma de solucionarlo” (sic) y, como cualquier estúpido comprende la ridiculez utópica de esta “tesis”, en vez de una “alternativa” al viejo estilo se plantea una etapa previa al socialismo: el llamado “neo-desarrollismo” que, sin liquidar el viejo estado oligárquico y sin tocar (o sólo rozando) al latifundio y a los monopolios imperialistas, abriría las puertas al “socialismo del siglo XXI”.
Junto a Lula, teóricos del “neo-desarrollismo” que dirigen el PCdoB, plantean para Brasil un “camino prusiano” (como “enseñó Kautsky”, dicen): una alianza basada en la burguesía paulista y los terratenientes del nordeste brasileño. Estos últimos han dejado de ser enemigos porque el enemigo ahora son los monopolistas del “agrobussiness”.
Aquí en la Argentina los cambios han sacudido al PC, que manteniendo su estrategia de socialismo “de inicio” (socialismo sin revolución, desde ya) confluye, bajo la batuta del Credicoop (gran beneficiado con centenares de millones de pesos en la supuesta política de ayuda del gobierno a la pequeña empresa) en el apoyo al kirchnerismo, como se vio en la última elección de la Capital, y deja para el “chamuyo”, tan de moda, lo de la “alternativa electoral revolucionaria” y otros versos conocidos.
La contradicción fundamental
La contradicción fundamental que hay que resolver en la actual etapa histórica, y que determina el carácter de la revolución argentina, es la que opone: por un lado, el imperialismo, los terratenientes, la burguesía intermediaria y los reaccionarios que se subordinan a ellos; y, por otro lado, la clase obrera y demás asalariados, los semiproletarios, los campesinos pobres y medios, los pueblos originarios, la pequeñoburguesía, la mayoría de los estudiantes e intelectuales, los sectores patrióticos y democráticos de la burguesía urbana y rural, los soldados y la suboficialidad y oficialidad patriótica y democrática.
(Programa del PCR, 10° Congreso)