Lejos de nuestra intención está defender al juez de la Corte Suprema Carlos Fayt, fiel custodio de la legalidad burguesa. Pero las argumentaciones para atacarlo, sí deben ser motivo de reflexión. El tema es que es “viejo”. Nosotros pensamos que en una sociedad dividida en clases, el ser viejo, o joven, no determina por sí mismo ser “bueno” o “malo”.
Lejos de nuestra intención está defender al juez de la Corte Suprema Carlos Fayt, fiel custodio de la legalidad burguesa. Pero las argumentaciones para atacarlo, sí deben ser motivo de reflexión. El tema es que es “viejo”. Nosotros pensamos que en una sociedad dividida en clases, el ser viejo, o joven, no determina por sí mismo ser “bueno” o “malo”.
La cuestión, para cualquiera, es al servicio de qué clase está. Así lo decía Mao Tsetung, hablando de los jóvenes: “¿Cómo juzgar si un joven es revolucionario? ¿Cómo discernirlo? Sólo hay un criterio: ver si está dispuesto a integrarse, y se integra en la práctica, con las grandes masas obreras y campesinas. Es revolucionario si lo quiere hacer y lo hace; de otro modo es no revolucionario o contrarrevolucionario. Si se integra hoy con las masas obreras y campesinas, es hoy revolucionario; si mañana deja de hacerlo o pasa a oprimir a la gente sencilla, se transformará en no revolucionario o en contrarrevolucionario”.
A diario tenemos ejemplos de jóvenes (como podrían ser algunos funcionarios kirchneristas) que ejecutan una política contraria a los intereses populares, y en lo único que piensan es en engordar sus bolsillos y los de su sector de las clases dominantes. De la misma manera que hay miles de jóvenes que pelean por una Argentina mejor, trabajando, estudiando, y formando parte de organizaciones sociales, sindicales y políticas para transformar esta podrida sociedad.
Conocemos a muchos viejos que son un ejemplo en la fábrica, en el campo o en el barrio, y nos enorgullecen los compañeros del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados. Pero no nos olvidamos de los muchos con cara de abuelito que se encuentran entre los mayores genocidas de la historia.
Lo que decía Mao de los jóvenes es válido para los mayores, porque los años y la experiencia, si bien son importantes, no son una vacuna. A cualquier edad lo rojo puede volverse blanco.
Somos partidarios de la integración de los jóvenes con los viejos, como enseñó la Revolución China, tanto dentro del Partido Comunista como como para toda la sociedad. Allí partían del esfuerzo por unir a los jóvenes y los viejos para “respetarse mutuamente, aprender los unos de los otros, superar las debilidades propias adquiriendo las cualidades de los demás, para así unirse como un solo hombre en bien de la causa común y prevenir las tendencias sectarias”.
Por eso nos quedamos con el ejemplo de muchas compañeras y compañeros que con su práctica diaria nos muestran que “Viejo es el viento y todavía sopla”.