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17 de September de 2014

Luego de las declaraciones del periodista ultra K Víctor Hugo Morales acerca de las “bondades”  de vivir en la Villa 31, conversamos con vecinos quienes, además de expresar su indignación, dan detalles de la situación que viven hoy.

“Vivir en la villa no está bueno”

Vecinos de Retiro le contestan a Víctor Hugo Morales

En la Villa 31 en la actualidad viven unas 40 mil personas que durante años se fueron afincando y construyeron sus precarias viviendas detrás de la Terminal de Ómnibus y de trenes de Retiro. Si bien es cierto que muchos vecinos con esfuerzo y lucha fueron construyendo sus viviendas de material y en algunas zonas consiguieron red de agua y cloacas, la situación de vulnerabilidad que allí se vive se ha agudizado por la sobrepoblación y por la falta de programas habitacionales para la Ciudad, por parte de ambos gobiernos.
A partir de las declaraciones de Víctor Hugo Morales, consultamos a Norma (dirigente de la CCC del barrio) quien de entrada dice: “No tiene noción de lo que es vivir en una villa. Unos viven porque no tienen dónde vivir, otros porque no les alcanza la plata, o porque no tienen un trabajo y tienen que terminar sí o sí adentro de una villa… No todos tienen el privilegio como Víctor Hugo Morales de un sueldo, un trabajo, tener acceso a cosas que nosotros no tenemos.
 “Además –prosigue- no conseguimos trabajo por vivir en una villa. Para conseguir un trabajo tenemos que mentir dónde vivimos si no, no conseguimos”. El reclamo más fuerte es “una vivienda digna”. Y enfatiza Norma: “No queremos vivir de arriba: queremos pagar impuestos, luz, queremos pagar todo pero tener cubiertas las necesidades que nos hacen falta. Queremos que las cosas sean como tienen que ser –insiste-, necesitamos luz, agua, cloaca, asfalto porque Macri hace fachadas por arriba”. 
 
La villa crece porque no hay dónde vivir
Para información de Víctor Hugo Morales, el desarrollo explosivo de la Villa, que como describen los compañeros “está creciendo para arriba, para los costados” se debe al incesante aumento de los alquileres en los barrios urbanizados, y porque justamente con los gobiernos de Cristina Kirchner y Macri se agravó el problema habitacional. Como recuerda Norma, a cada vez más “gente de clase media no le alcanza para pagar un alquiler en un barrio”, mucho menos acceder a un plan de adquisición de vivienda. Hoy, “una habitación de cuatro por cuatro con baño privado, cuesta 1.500 pesos, si compartís el baño te cuesta entre 800 y 900 pesos”.
 
Ser joven en la villa es difícil
“Vivir en la villa no es copado. Víctor Hugo si habla así es porque nunca caminó adentro o si anduvo, entró y salió. La villa es complicada, es peligrosa, te tenés que estar cuidando de todo y de todos”, comienza su explicación Daniel, un joven que vive en Retiro hace 20 años, que estuvo desocupado y que hoy trabaja como auxiliar en una escuela. “Todos hablan de la inseguridad, pero en la villa tenemos inseguridad y se agudiza más porque no están bien las cosas”.
Respondiendo puntualmente a que en la villa se vive en casas de material, Daniel explica que hace un poco más de cinco años con la lucha “conseguimos agua y cloacas pero no es verdad de que todas las casas son de material, yo tengo amigos que todavía tienen casa de chapa y madera, o sea que no salieron adelante… Víctor Hugo generaliza por lo que ve de afuera. La gente que tiene casa de material también tuvo que romperse el alma para conseguir cada ladrillo. No ha sido fácil.
“El alquiler de una pieza hace siete años costaba 200 pesos, hoy está a mil pesos. Con suerte, con 1.200 pesos conseguís una pieza con baño privado. Si trabajás en negro y cobrás 3.000 pesos, la mitad se te va en el alquiler, la otra mitad para vivir; tenés que andar rebuscándotela entre ir a un comedor, si salís del trabajo ver dónde conseguís comida. Yo ahora estoy trabajando pero antes no tenía laburo y me la tenía que rebuscar, iba a las panaderías, veía si podía hacer una changuita, cuidaba coches, no quiero como pelotudo tratando de robarle al que entra a la villa, a mí me da vergüenza”.
 
La droga cambió los códigos
“Nadie te garantiza la seguridad. Hace cinco meses yo venía de trabajar, no entré por donde entraba siempre, me agarró flojo y en vez de dar toda una vuelta por la parte segura, me crucé las vías (las del Mitre, Belgrano y San Martín), en la entrada me quieren robar, y yo soy de la villa, a los dos los cagué a trompadas. El problema es que ha crecido tanto que hay gente que no te conoce. A los pibes que hace veinte años que viven ahí, como yo, los conozco pero no a los que están hace un año o dos… se sabe que no le podés robar al vecino, pero hay gente nueva que viene con otros códigos, muchos son irrespetuosos.
“Con la década kirchnerista se profundizó el tema de la droga. Los narcos en la villa andan en 4×4, autos de alta gama, operan con los pibes que van por droga o para sacar un peso. El transa tiene veinte soldaditos que están por el paco, por una monedita. Les pagan 300 pesos, al que marca, un poco menos. Mientras que el tipo que la vende se lleva cinco lucas todos los días. Ponele a alguno que está mal de la droga, que está sin casa sin nada, lo tienen ahí re duro por el paco, por chauchas… Así se pusieron las cosas en la villa”, finaliza Daniel, contrariado por las palabras del locutor kirchnerista que conoce la villa desde el paisaje de la autopista.
Dejamos para el final la desopilante opinión de Morales acerca de que muchos viven en la Villa 31 porque “pueden ir al Cine Gaumont”. Daniel asegura “No sé qué es ir al Cine Gaumont. Es verdad que nosotros estamos con suerte a media hora de viaje, pero yo nunca fui al cine. Si tengo que pagarme una entrada, después estoy llorando por lo que sale…”.