Lucas González, era un joven de 17 años nacido en Florencio Varela, Gran Buenos Aires, y era el ejemplo de sus dos hermanos menores.
Era un habilidoso con la pelota, que tenía -como tantos otros- el sueño de jugar en primera y convertirse en futbolista profesional.
El 17/11/2021, el número “10” de la Sexta División de Barracas Central acompañó a unos amigos al club para que hagan una prueba.
Después de detenerse a comprar un jugo en un kiosco, un móvil policial sin identificación y con policías vestidos de civil, interceptó el auto en el que iban. Uno de los policías, les apuntó con el arma desde la ventana. Pensando que se trataba de un intento de robo, el conductor intentó escapar de la situación y los policías comenzaron a disparar.
La historia es conocida. Lucas es una nueva víctima del gatillo fácil y de la violencia institucional en nuestro país.
Lucas fue víctima de la política represiva, la que se alimenta del odio de clase, y define como “sospechoso” a los pibes de los barrios por su “portación de cara”. En la jerga, falló el olfato policial. Los pibes no eran delincuentes, y aún si lo hubieran sido, nuestro estado “democrático” no tiene derecho a matar.
Cuando desde la política y medios de comunicación se promueven discursos de “mano dura”, se promueve el odio, la violencia y la intolerancia. Monedas corrientes de nuestro presente.
Aquí no fue un desatino de 3 policías imprudentes. Tras el hecho, el cuerpo policial se dedicó a encubrirlo y plantar pruebas, a plena luz del día. Y para ello contaron con el aval de superiores, comisarios y subcomisarios de la Comuna 4 de la Ciudad.
El relato de los amigos de Lucas, el reclamo de su familia y la repercusión que tuvo el caso, fueron favorables para que hoy el Tribunal Oral Criminal 25 dictara sentencia.
El Tribunal condenó 3 policías a prisión perpetua por el homicidio agravado de Lucas, por haber sido cometido con arma de fuego, con alevosía, por odio racial y por placer, en concurso premeditado de 2 o más personas y por ser integrantes de una fuerza de seguridad.
Los jueces entendieron que a Lucas lo mataron por “negro”.
Fuerza de seguridad, aquella que debiera estar para “proteger y servir”, estuvo al servicio de quitarle la vida a Lucas y arruinar la vida de su familia.
Además, el Tribunal condenó a 6 policías de encubrimiento, dando por probado que ayudaron al oficial que disparó para hacer intentar pasar el hecho como un enfrentamiento. Recordemos que se plantó una pistola de juguete en el baúl del auto del amigo de Lucas.
Nos cuesta hablar de justicia, cuando nada podrá remediar o reparar lo ocurrido. Al menos, no triunfó la impunidad.
Que la historia de Lucas nos sirva para reflexionar y actuar sobre lo que como sociedad no podemos tolerar y sobre qué queremos para las infancias y la juventud. No debemos olvidar que ellos son el futuro ¡Basta de gatillo fácil! Lucas González, ¡presente! Ahora y siempre.
Corresponsal
Hoy N° 1970 19/07/2023
