Noticias

29 de junio de 2011

La indagación histórica revela que varios de los enrolados en el partido federal eran apenas defensores de sus propios fueros y otros, calificados como unitarios, fueron cabales representantes del federalismo. Publicado por riobravo.com.ar el 21 de mayo de 2011.

Pedro Ferré y la defensa del proteccionismo

Hoy 1375 / Un debate con Juan Manuel de Rosas

“La historia penetra en la lucha de clases, jamás es neutral, jamás permanece al margen de la contienda”, dice Chesneaux (¿Hacemos tabla rasa del pasado? Siglo veintiuno editores. México, 2000). El estudio de la historia aislada de los intereses y las luchas de clases está puesto a “funcionar al servicio del conservatismo social”, cuando lo que necesitamos es que la ciencia de la historia sea puesta al “servicio de las luchas populares” (Chesneaux). Llegará el día en que los historiadores deban cambiar la etiqueta que colocaron a algunos nombres.
      Es lo que se hará con Pedro Ferré, por ejemplo. Tildado de unitario por muchos, “tan sólo por oponerse al creciente centralismo porteño encarnado en aquél (Rosas), siendo uno de los auténticos paladines de la doctrina federal”, afirma Ruiz Moreno en el estudio preliminar a las Memorias (Ferré, Pedro: Memorias. Editorial Claridad. Buenos Aires, 1990).
Es que justamente, el federalismo reivindicado por Ferré, se aquilata al ser confrontado con las posiciones sobre las autonomías provinciales que asumía Juan Manuel de Rosas.
Es posible encontrar en textos de Echeverría, Sarmiento, Alberdi expresiones sobre la necesidad de expandir la agricultura, e inclusive declaraciones sobre la necesidad de derogar el “derecho colonial fabril”. Ferré coincidía con estas posiciones, pero los superaba porque confiaba en las fuerzas internas para lograrlo. En estas concepciones estaba muy cercano a hombres fundidos en las masas, como Artigas y Dorrego.
En el aspecto de la organización nacional, también se acercaba a Artigas y Dorrego en la pugna por formar una confederación. A esto, siempre se opusieron los terratenientes bonaerenses -Rosas, entre ellos-, pues una confederación les hubiera arrebatado el monopolio del puerto y la aduana.
 “Considero la libre concurrencia como una fatalidad para la Nación”, decía Ferré en las respuestas al memorandum que le enviaron durante los debates por la firma del Pacto federal de 1831. El entonces Comisionado Extraordinario por la provincia de Corrientes entendía que los artículos industriales producidos en el país no pueden “soportar la competencia con la industria extranjera”. Para él, la libre concurrencia tiene como resultado “la miseria” y “el aumento de nuestros consumos sobre nuestros productos”. Esto es debido a que “se aumenta el saldo que hay contra nosotros en la balanza del comercio exterior”.
Ahora bien, ¿con quién mantenía Ferré estos debates? Podría parecer que discutía con Rivadavia o con Mitre (con Martínez de Hoz, Cavallo o López Murphy, si se permite el dislate en la cronología). Sin embargo, su interlocutor era Juan Manuel de Rosas por intermedio de José María Roxas y Patrón, su representante. El mismo don Juan Manuel que muchos historiadores revisionistas -entre ellos el devenido kirchnerista Pacho O’Donnell- levantan por su defensa del federalismo y sus posiciones nacionales.
Dijimos en una nota anterior que teníamos cuentas que saldar con Rosas, no obstante reivindicar la defensa de la soberanía en la Vuelta de Obligado. Y las relativas a su oposición al proteccionismo y el monopolio del comercio exterior son de las principales facturas (quedan algunas más, pero serán para otro momento). Ante la convicción de Ferré en cuanto a que el tratado (uno de los más importantes preliminares de la Constitución) debía incluir fórmulas claras sobre la organización del país, el derecho de las provincias y su promoción económica; Roxas y Patrón insistía en mantener el liberalismo en el comercio exterior y la exclusividad del puerto de Buenos Aires para las importaciones y exportaciones.
La ganadería “es la industria casi exclusiva de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos; y aún en Corrientes es como la base de las demás”, sostenía el delegado de Rosas, para defender los privilegios del sector. También consideraba que “los productos importados son mejores y más baratos” que “los ofrecidos por las industrias del interior”. Los argumentos eran falsos; luego de la guerra independentista, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes veían dramáticamente disminuidas su producción ganadera. Además, en el sector noroeste de la provincia de Ferré, la ganadería se alternaba con cultivos como algodón, maíz, caña, tabaco, frutales; también se producía madera para la construcción e industrias como las curtiembres y astilleros. En este último sector se desempeñó durante mucho tiempo Pedro Ferré; por ello, el intento descalificador del historiador José María Rosa que lo llamó “carpintero de rivera correntino” o el de historiadores liberales que lo mencionaban como “ese calafate”.
El debate tiene completa actualidad y vigencia. Además, necesita ser enriquecido y complejizado con más aportes. Si la historia es, como dice Chesneaux, “una relación activa con el pasado”, necesitamos profundizar su estudio y debate. Debería hacerlo la escuela y también los medios de comunicación; no para cristalizar imágenes ya dadas, sino para sacudir unas cuantas estatuas e intentar “comprender mejor la sociedad en que vivimos hoy” y saber también “qué derribar y destruir”.