Política y teoría
lunes 4 de mayo de 2015
El lunes 19 de enero de 2015, el fiscal Alberto Nisman debía presentar en el Congreso una solicitud de indagatoria y embargo sobre Cristina Fernández de Kirchner, involucrando a la presidente en un “plan criminal” que pretendía canjear petróleo por un salvoconducto ambulatorio para los iraníes acusados del atentado a la AMIA, hace ya veinte años (levantando así las “alertas rojas” restrictivas sobre su movilidad internacional dispuestas por Interpol). El domingo 18, Nisman apareció muerto de un balazo en el baño de su departamento en una torre de Puerto Madero.
De lo públicamente expuesto hasta hoy, la denuncia y dudosa muerte del fiscal Nisman han puesto de manifiesto ante el conjunto de la población, de un modo siniestro, la sordidez de vínculos existentes -mas generalmente no públicos- entre la economía, la política, la justicia y el mundo subterráneo de los servicios de inteligencia, agravados por la corrupción y el carácter subalterno de un país dependiente.
Decimos siniestro por la percepción dominante, en el ciudadano común, de estar inmerso en una realidad que lo afecta pero cuyo hilos manejan fuerzas ocultas, cuya vigencia probablemente impida el descubrimiento de la verdad. Escepticismo apoyado en la experiencia de situaciones traumáticas anteriores -aun latentes desde la época de la dictadura – en las que la investigación de la responsabilidad criminal -que debiera ser garantizada por el Estado, citemos sólo el atentado a la AMIA o la desaparición de Julio López- sigue aún trabada por una trama de impunidad.
Argentina, país en disputa
Con todo, lo conocido y lo todavía velado tras la denuncia y dudosa muerte del fiscal Nisman, iluminan el rasgo que tipifica el modo en que se manifiesta la dependencia en la Argentina desde la conformación del estado oligárquico-imperialista en 1880: la de ser un país en disputa, no entre cualquiera sino entre las principales potencias en pugna por la hegemonía en el sistema imperialista mundial. Como aconteciera en el transcurso de la mayor parte del siglo XX, cuando Argentina fuera escenario de la rivalidad británico-norteamericana entre las décadas de 1920 y 1950, y ya en la década de 1960 , de la disputa entre los EE.UU – que trató de aprovechar los favores de la dictadura de Onganía y Levingston — y la ex Union Soviética –denunciada ya como “socialimperialismo” (“socialismo” de palabra, “imperialismo” en los hechos, por Mao Tsetung)-, cuya hegemonía terminaría imponiéndose en el plano interno de la mano de Lanusse y la dictadura de Videla-Viola, hasta su disolución, como Estado, en 1991.
La razón de esa hegemonía –al igual que la de la angloeuropea anterior- y de las dificultades norteamericanas por alcanzarla , estriba en la naturaleza agroexportadora de la clases dominante en la Argentina –conformada por la alianza de sectores terratenientes y de burguesía intermediaria- que desde sus lejanos antecedentes coloniales siempre han dependido de un mercado comprador -en lo posible grande y único- rol que supo ocupar Gran Bretaña en el período de las carnes, la URSS con los cereales y la energía, y se dispone a ocupar China, a partir de la sojadependencia.
El problema es que, desde la mirada y las ambiciones expansionistas del imperialismo yanqui, Argentina está ubicada en su “patio trasero”, y por tanto siempre ha presionado por incluir a nuestro país en su “esfera de influencia”. desde la época de las Conferencias Panamericanas a fines del siglo XIX hasta el ALCA en 2005. Y que -para perjuicio de los pueblos latinoamericanos- ese criterio geopolítico ha solido ser -de palabra- aceptado por las clases dominantes de muchos países del área, sin empacho de ir “abriendo la puerta” a otros alineamientos. Esa suerte de simulación ha solido ser expresada -como lo fuera en el caso argentino durante la época de la dictadura- con la formulación “ en Occidente, por ahora”.
Por eso Obama, expresando la preocupación yanqui por la creciente presencia de otros imperialismos en la región –particularmente de China y Rusia- amenaza con la prepotencia de todo imperialismo a Venezuela tildándola de manera inadmisible de “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional” de Estados Unidos.
Esa es la razón –a veces latente , otras intespestivamente manifiesta- que convierte a nuestros países en piezas de un juego cuyas reglas no controlan, con grave perjuicio de su patrimonio y de su soberanía.
De Lanusse a Menem. El Consenso de Washington y la destrucción del plan Cóndor
Uno de los puntos álgidos de la disputa entre los yanquis y el socialimperialismo lo marcó la anulación, por parte de Lanusse, de la adjudicación del monopolio del aluminio que Levingston había otorgado a la Kayser norteamericana, para concederlo al grupo Madanes Quintanilla-Gelbard, que integraba lo que por entonces comenzaba a ser llamada -certeramente, más no sin ironía- “la multinacional rusa”.
El mundo de la época transcurría en la denominada “era de las superpotencias” –Estados Unidos y la Union Soviética-, que a partir de su superioridad nuclear y tecnológica ejercían su supremacía sobre el denominado “Segundo mundo” (Europa, Japón y Canadá) y disputaban ferozmente por el dominio del “Tercer Mundo” (la mayoría de los países africanos, asiáticos y latinoamericanos, muchos de ellos de reciente pasado colonial). La Unión Soviética – en cuyo seno se había ya iniciado el proceso de restauración capitalista en 1956- se había convertido en una “cárcel de pueblos”, había conformado en los países del Este europeo bajo su dependencia, un área de comercio propia, el COMECON, y , tras la ocupación de Checoslovaquia, había desnudado su traición al socialismo y su conversión imperialista, cínicamente encubierta como “socialismo real”.
Ese mundo chantajeado por la disputa nuclear de las dos superpotencias –la denominada “guerra fría”- es el que estalló tras la “caída del muro” de Berlín y el posterior derrumbe de la estructura estatal de la URSS en 1991, que sinceró la restauración capitalista para dar lugar al resurgimiento de la Rusia actual, que no casualmente ha repuesto, con todo su fasto, la simbología de la Rusia de los zares. Circunstancia que posibilitó – acompañada por el proceso de restauración capitalista iniciado en China tras la muerte de Mao Tsetung en 1978-, por primera vez desde 1910, la recomposición de un mercado mundial capitalista único.
Estos fueron los hechos que permitieron postular la caducidad de la época del imperialismo -vale decir, de la división del mundo y consecuente antagonismo entre países opresores y oprimidos- y la emergencia de un nuevo orden mundial -de rango igualitario- unificado por una economía y sociedad globales, que consumarían el “fin de la historia”, bajo el manto del definitivo triunfo del capitalismo. Concepciones que dieron sustento a las diversas teorías de la” globalización”, tanto neoliberales ( de cuño anglosajón) como socialdemócratas (más afines a los países europeos). Orden “global “ que posibilitó – en 1991- reemplazar en las Naciones Unidas el principio de respeto a la “autoderminación de los pueblos” impuesto por la lucha anticolonial tras la segunda guerra mundial, por el “deber de injerencia”, cambio que “legalizó” la intervención norteamericana en Irak, derrocamiento y posterior ejecución de Saddam Hussein, sobre el falso supuesto de un poderío nuclear que se demostró, a posteriori, inexistente.
Ese es el mundo al que Menem consideró inevitable adaptarse – abandonando sus veleidades de “menemtroika” esbozadas en 1989- para establecer –diluido temporalmente el poderío ruso y afectadas sus posiciones en la Argentina, y tomando a pie juntillas las recomenciones del denominado “Consenso de Washington”- “relaciones carnales” con los EE.UU, e integrar a la Argentina como aliado militar extra-OTAN ( la alianza militar de los países de Occidente), enviando inclusive un barco a la Guerra del Golfo, renegociando la deuda externa a través del Plan Brady, y aplicando una política de “diversificación de la dependencia” expresada en la privatización de todas la empresas estatales a manos de diversos imperialismos.
Ese “viraje de 180 grados” de Menem –así calificado por el hasta ese entonces corresponsal de la agencia Tass Isidoro Gilbert- abrió el periodo de mayor relacionamiento de Argentina con los EE.UU, en relación a su tradicional dependencia proeuropea, y posterior “amarre” al mercado de la ex -URSS. Y trajo consecuencias, no sólo en relación a la persona del propio Menem, sino en cuanto a que volvió a situar a la Argentina en el tablero de una disputa cuyas implicancias exceden la determinación nacional. Tal el caso de la disputa por el petróleo de Medio Oriente y otros países árabes, sobre la cual juegan todos los imperialismos.
La promesa electoral de Menem había sido centralmente otra, la de una política de carácter nacionalista, heredera -entre otros elementos- de un importante desarrollo en tecnología atómica, y del desarrollo del misil Condor 2, con un radio de alcance probado de 1.000 km, para cuya construcción contó con financiamiento de Iran, interesada en su propio desarrollo atómico. Libia, Siria e Irán aportaron a la campaña electoral de Menem, interesados en la implementación de esa política. Contrario a ello, y ganado por su visión de los cambios acaecidos en el mundol, Menem cedió a los yanquis, destruyó el Condor 2 y bloqueó la venta de un reactor atómico a Irán. Esa traición de Menem está en la base de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, y, probablemente, en la muerte, aún no esclarecida oficialmente, del propio hijo de Menem.
Como expresa Otto Vargas, “el atentado contra la AMIA, en 1994, no fue un simple atentado terrorista. Los acusados por el gobierno argentino eran altos funcionarios de un gobierno extranjero y las pruebas aportadas a la asamblea general de Interpol y a su comisión directiva (que ordenó las llamadas alertas rojas)- basándose en los informes de la CIA y el Mossad, las centrales de inteligencia y espionaje yanqui e israelí respectivamente- llevaron a las órdenes de captura que ésta decidió. Se podría calificar al atentado de un acto de agresión de un país extranjero.
Todo esto no se podría haber llevado a cabo sin la intervención de la “conexión local” de cada grupo. Conexiones que no han sido investigadas y fueron encubiertas hasta hoy.”1
De Menem a los Kirchner, y la muerte de Nisman. Del Consenso de Washington al Consenso de Pekin
En 1999, la derrota electoral de Menem a manos de la Alianza entre la UCR y el FREPASO, abrió una “hendija”, como expresara Rogelio Frigerio, en relación a desandar la hegemonía transitoriamente impuesta por los yanquis en el seno de las clases dominantes, en función del retorno a las más “complementaria” relación con Europa y Rusia.
El estallido del 2001 impuso una impasse en esa perspectiva, y abrió -tras los asesinatos de Kostecki y Santillan- una “crisis de gobernabilidad”, a la cual la elección de Néstor Kirchner se suponía debía poner fin.
Pero así como el hecho determinante de las vicisitudes corridas por el gobierno de Menem estuvieron determinadas por el viraje impuesto a su política de alineamiento internacional – centralmente la inclusión de la Argentina como aliada militar extra-OTAN bajo la órbita norteamericana- el hecho determinante del carácter del gobierno de Néstor Kirchner, bajo la superficie de sus abiertas concesiones frente a los yanquis como en el caso de la semilla transgénica con Monsanto, o los acuerdos con Chevron de CFK- fue el establecimiento, en 2004, de la “relación estratégica” con China, hecho previo a la crisis de la Lehman Brothers, estallada en el centro mundial del capitalismo.
Esa tensión entre lo que se aparenta y lo que, finalmente, se pretende, y entre los momentos adecuados para exhibir uno u otro rasgo , puede ayudar a entender la conducta de los Kirchner y la prontitud con la cual, apenas llegados al gobierno, mantuvieron con el imperialismo yanqui acuerdos antiterroristas, y cediendo a su presión, aprobaron la Ley antiterrorista, sin desmedro de aportar una cuota significativa al fracaso del ALCA en la región . Y el por qué , con las pruebas traídas a la Cancillería por la CIA y el Mossad sobre el rol de la embajada iraní y sus cómplices en los atentados sobre la Embajada de Israel y la AMIA, Néstor Kirchner pusiera al frente de la investigación al fiscal Alberto Nisman, apoyado por Jaime Stiusso , considerado el jefe “real” de la SI (Secretaria de Inteligencia, ex SIDE), ambos de reconocida relación con la CIA.
Pero también las razones del paulatino pasaje de la presidente Cristina Kirchner a partir de 2011 – tras reconocer que “la crisis se nos vino encima” , desandando el error de su primer diagnóstico sobre la crisis mundial iniciada en 2007 en los EE-UU, a la que recién electa minimizara como “efecto jazz”- de esa situación de relativa ambigüedad en la relación a la de una creciente confrontación. Situación expresada -al tiempo de reivindicar su actitud entreguista de “pagadora serial” de la deuda, de avenirse al pago de las indemnizaciones a REPSOL y a las exigencias del Club de París, para mejorar las condiciones de negociación frente al fallo del juez Griesa- con la requisa del canciller Timerman en persona de un avión militar conteniendo claves de seguridad norteamericana a comienzos de 2011; la negociación con Irán, en 2013 , de un Memorandum de Entendimiento que abría las puertas al levantamiento de las capturas a los iraníes imputados en los atentados a la Embajada israelí y la AMIA – viraje abrupto del encuadre sobre “pista iraní”- hasta la propia imputación de “terrorista” a la política exterior de Obama en las Naciones Unidas, en septiembre de 2014. Este es el contexto en el que se sincera el enfrentamiento interno de los servicios de inteligencia que culmina en su fractura, a finales de año, con el desplazamiento de Stiusso y la cúpula de la SI .
La denuncia de un “plan criminal” para enterrar la “pista iraní” por parte de Nisman – de quien se dice temía su desplazamiento de la fiscalía tras el despido de Stiusso de la SI- iba a ser presentada por el fiscal el 18 de enero, a pocos días del viaje de CFK a Pekin, en febrero, donde se procedió a la firma de los acuerdos que sellaron la “alianza estratégica integral” entre Argentina y el ascendente imperialismo chino, acuerdos cuyo entreguismo empalidece al de la época en que la oligarquía se ufanaba de ser la “joya más preciada” del imperialismo británico. 2
Convendría no desenmarcar estos hechos –reflejados de manera disímil por los medios, grupos ecónómicos, etc- del importante desplazamiento de los ejes del poder mundial que comenzara a verificarse en estos años, fortalecido tras la reciente cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC), el 11 de noviembre de 2014, en la que China logró el respaldo de EE.UU, Japón para un tratado inédito en el área del Pacífico, que suma el 44% del PBI global, “hecho histórico… que se escribirá en los libros de historia”, según expresara el presidente chino Xi Jinping, no sin antes cerrar, el 9 de noviembre, importantes contratos de cooperación económica y militar con Rusia, determinando una nueva triangularidad determinante – no exenta de disputas- en el orden mundial. Desplazamiento al que algunos analistas ya mencionan como el pasaje “del Consenso de Washington al Consenso de Pekin”.
“Estamos en un mundo totalmente diferente que el que teníamos hace apenas seis, siete u ocho años” , aseguró CFK el 1 de marzo en su última apertura de sesiones del Congreso, al comenzar su justificación de los acuerdos con China. “Si nos decían que tengamos relaciones carnales con quienes no nos daban nada, cómo no vamos a tener relaciones normales con quienes nos ofrecen inversiones… No se puede ser tan chiquitos de cabeza, ¿qué miedo le tienen a los chinos? Y agregó: “el mundo dentro de cinco años va a ser diferente. China va a ser el actor económico más importante, si ya no lo es”. Tal vez ayude a entender lo que en los meses previos sonara a enigmática definición: “si me pasa algo, miren hacia el norte”.
La herencia económica que
deja Cristina K
En el discurso atrás mencionado Cristina K dijo: “dejo un país cómodo para el pueblo, no para los dirigentes”. Esto le valió la irónica respuesta de Reutemann de “la bomba de tiempo”, denunciada por la UIA.
En realidad, la economía argentina está en recesión desde finales de 2013, arrastrada principalmente por el retroceso de la actividad industrial, en particular de la industria automotriz y de autopartes, la metalmecánica y la industria de la carne, con su secuela de caída de miles de puestos de trabajo, calculada en 650 mil en el transcurso de 2014. Lo que eleva la cantidad total de desocupados a casi 2 millones de trabajadores.
La estimación de mínima -según datos del IPYPP-3 indica que la pobreza crece del 32,7% a fines de 2013 al 36,2% a mediados de 2014 incrementando en 1.647.070 la cantidad de pobres mientras la indigencia aumenta del 9,7% al 11,1% llevando a la indigencia a 661 mil personas más.
Cristina K negó los despidos, en simultaneidad con el cierre de Perdriel, la histórica matriceria de Renault, y se ufanó de poner en marcha una política de “renacionalización” de los ferrocarriles ocultando, entre otras, la imposición de los contratos ferroviarios firmados con China de importar ¡2.700.000 durmientes para apoyo de las vías! que podrían ser provistos en dos años por las cinco fábricas existentes en el país, provocando la pérdida de 400 puestos de trabajo. Pequeña muestra del daño mucho más severo que suponen otros contratos pactados sobre represas, acueductos, energía atómica.
La caída de las exportaciones ha afectado el superávit comercial, obligando, para intentar sostenerlo, a disminuir las importaciones, paralizando la producción de muchas industrias y afectando la provisión de medicamentos y otros insumos necesarios. Esto provoca la mayor caída del intercambio comercial desde 2009.
Ha caído la exportación de peras, manzanas, uva, limón, aceite de oliva, frutas en conserva. Están en crisis los pequeños y medianos productores tamberos, laneros y demás producciones regionales.
Se ha destruido la ganadería y, de haber sido, en el siglo XX, principal exportador mundial de trigo, hubo que importarlo en 2014 para abastecer las panaderías, elevando a las nubes el precio del pan. Se ha destruido el sector de medianos y pequeños productores de la industria láctea, con el cierre de 7.000 tambos en menos de tres años, al tiempo que crece la concentración..
La economía argentina está sufriendo el “enfriamiento” de la economía brasileña -destino de un 20% de sus exportaciones-, lo que afecta particularmente la exportación de automotores, así como la importación de autopartes y otros productos. Agrava la situación la caída del precio de la soja, afectando la producción de zonas marginales donde se impuso como monocultivo. También cayó a niveles inéditos el precio del petróleo, lo cual, si bien alivia el costo del déficit energético, torna problemática actualmente la perspectiva de explotación de Vaca Muerta, que había comenzado a alimentar la imagen neocolonial de una nueva “Arabia Saudita”. Esto ha frenado inversiones, y agravado la amenaza de 7.000 despidos en la industria petrolera, algunos ya efectivizados.
El gobierno K deja una deuda pública de 253.000 millones de dólares, un 49% mayor que la existente en 2001. Sin embargo, si se incluyeran en ese cálculo – como corresponde- el monto de los juicios ganados por los jubilados, los intereses de la deuda y las deudas de las provincias, los municipios y las empresas estatales, la deuda rondaría los 400.000 millones de dólares. Por eso, el gobierno se aferra al cobro del impuesto a las ganancia sobre los salarios, y al IVA, saqueando los ingresos de los trabajadores.
También va a traspasar al gobierno que lo suceda un déficit fiscal del 5% del PBI., y una fuerte emisión de dinero para financiar dicho déficit.
Inflación, recesión y “bicicleta financiera”
A esto se suma una presión inflacionaria que el gobierno deja actuar, presionando sobre el precio del dólar. Para controlar estas presiones, el gobierno recurre al endeudamiento del Banco Central, pagando tasas de interés cercanas al 30% anual que absorben parte de esos pesos. Reactiva así una “bicicleta financiera” para cuyo funcionamiento debe “administrar” el precio del dólar -.con restricciones a las importaciones y a la venta general de dólares- devaluándolo lentamente a una tasa inferior a la que pagan los bancos para los depósitos a plazo fijo, en una especie de “tablita cambiaria”. Recurre, además, a bonos atados al dólar, con lo cual otorga al sector financiero un muy rentable “seguro de cambio”.
Ya de por sí, el creciente déficit fiscal y la emisión de dinero -sumado el creciente déficit del Banco Central (denominado cuasi-fiscal) para sostener esta “bicicleta financiera”- constituyen dos “bombas de tiempo”. A lo que se suman los crecientes desequilibrios de las cuentas externas –con caída en las exportaciones que superan a las restricciones en las importaciones- agrandando las “bombas de tiempo” que implican tanto el “dólar administrado” como la “tablita cambiaria”.
La “bicicleta financiera” y las restricciones a las importaciones le han permitido al gobierno mitigar los efectos inflacionarios del déficit fiscal – que sigue subiendo- a través de la recesión. Esto le ha permitido una relativa “pax cambiaria”, frenando la caída de las reservas, aunque eso se consigue con préstamos de corto plazo como los tramos del intercambio de monedas (swap) con China, de un año de plazo, por lo cual son también otra “bomba de tiempo”.
Es esta política recesiva la que “ayuda” al gobierno al tope que impulsa para las paritarias, al tiempo que la inflación, aunque mitigada por el estancamiento, sigue provocando la licuación de los salarios y, peor aún, de las jubilaciones y pensiones y demás ingresos no sujetos a discusiones paritarias.
Un escenario electoral revuelto
El pacto de las direcciones del PRO, la UCR y la Coalición Cívica – habría que decir de los grupos empresarios Macri, Techint y Clarín- ha provocado un cambio brusco en el escenario electoral. Su término de unidad es una vieja fórmula “gorila”, antipopular: “contra el populismo”.
El gobierno K trata de acomodarse a esta situación, frustrada su pretensión de máxima de ganar en la primera vuelta electoral con el 40% de los votos y un 10% por encima del segundo. Esto ha agudizado los forcejeos entre el kirchnerismo y sectores del peronismo, dentro del Frente para la Victoria.
Otros sectores del peronismo, por fuera, trabajan en dirección de reflotar, como opción, la candidatura de Massa.
Tras esta contienda política late la disputa por la Argentina entre varios imperialismos, sus monopolios, y los sectores de burguesía intermediaria y terratenientes a ellos asociados. Disputa por el reparto del saqueo del trabajo y la riqueza nacionales.
En este sentido, lo novedoso en la última década es el desbalance producido por los K dentro del bloque dominante, en beneficio del ascendente imperialismo chino, y la recuperación de la influencia del imperialismo ruso. Tras la flamante alianza opositora late la presencia de otros sectores de ese bloque , en el que es más reconocible la presencia de los imperialismos “occidentales” (Europa y EE.UU., incluyendo a Japón), tratando de redefinir las hegemonías en el conjunto.
El gobierno de los K y estas oposiciones, difieren en el discurso y en el modo de enfrentar la crisis: si el de recesión inflacionaria actual, implementado por el gobierno, o el de una devaluación, sea ésta más gradual o más abrupta. Pero coinciden en cuanto a la continuidad del rumbo general de esta política de entrega nacional del patrimonio y la soberanía nacionales, en continuar pagando la deuda externa ilegítima y fraudulenta y que el ajuste, en definitiva, lo pague el pueblo.
Existe una salida popular
Frente a esta alternativa, el crecimiento de las luchas obreras, docentes , campesinas y de los pueblos originarios a lo largo del país en el último período , ha demostrado en las calles la voluntad popular de golpear la política de ajuste, entrega y represión del kirchnerismo por izquierda, uniéndose en multisectoriales en muchas provincias. Para avanzar por ese rumbo, es necesario hoy profundizar el camino trazado por el gran paro nacional del 31/M, impulsando un paro multisectorial nacional activo de 36 horas, que permita torcer el brazo a la política K para resolver la necesidades más urgentes de nuestro pueblo.
Es posible una salida popular, que termine con el hambre en 6 meses, cree 3 millones de puestos de trabajo en 2 años y derrote la inflación, recuperando el patrimonio y la soberanía nacionales.
La conformación del Frente Popular entre el partido Unidad Popular, el Partido del Trabajo y del Pueblo, Emancipación Sur y Camino de los Libres, al que ya se han sumado diferentes partidos provinciales, constituye la mejor opción electoral en esa dirección. Su fortalecimiento nacional y regional es el instrumento político para luchar por un gobierno y una política que no concilie con la oligarquía ni se ate a ningún imperialismo. Y va de la mano de profundizar el camino de desarrollo y creación de las multisectoriales , de completar la campaña por la obtención de la personería electoral del PTP en cada provincia, y el fortalecimiento del PCR.
Con la inflación y la recesión, producto de la política kirchnerista, lo mismo que con la dependencia del imperialismo –ahora agravada con los acuerdos entreguistas suscriptos con China y Rusia- pierden la clase obrera, el pueblo y la producción nacional. Por lo que urge desplegar las luchas, el paro multisectorial activo que ponga freno a esta política y desarrollar una amplia campaña que, peleando voto a voto, sirva al fortalecimiento del Frente Popular, como herramienta electoral de todos los sectores patrióticos y democráticos que pugnan por una opción verdaderamente popular y antiimperialista. ¡Ni amo viejo, ni amo nuevo. Ningún amo!
1 de abril de 2015
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