Noticias

28 de abril de 2018

El desmadre del dólar

La decisión del gobierno macrista de aumentar drásticamente las tarifas del gas y la electricidad para garantizar fabulosas ganancias con salarios de hambre a las empresas monopolistas del sector energético (petroleras, gasíferas, distribuidoras y prestadoras de los servicios) tensó todas las contradicciones de la economía y la sociedad argentinas. Empezando por la principal, pues dicho saqueo tarifario-impositivo afecta en primer lugar a los trabajadores y demás sectores populares, a los pequeños y medianos productores y comerciantes e importantes sectores de la burguesía nacional. Pero también tensó las contradicciones en el propio seno del bloque dominante, entre los distintos monopolios y grupos de burguesía intermediaria que lo integran, a los que el tarifazo-impuestazo también les aumenta los costos y les reduce ganancias que así se transfieren a los monopolistas de la energía y al gobierno que las beneficia. Esto, junto a la repulsa popular, se comenzó a manifestar la semana pasada en grietas políticas en el propio Cambiemos (en particular con la Coalición Cívica y los radicales afines), con la mayoría de los gobernadores, etc. Entre ellos no discuten qué monopolio puede superexplotar más, sino que las medidas que favorecen a unos monopolios terminen en una transferencia de sus superganancias hacia los otros.

Todo esto agravó las incertidumbres no sólo sociales y políticas sino también económicas, lo que resultó en un aumento de la inestabilidad financiera, que se manifestó tanto en el mercado bursátil como en el cambiario, en el contexto financiero internacional –del cual el país es cada vez más dependiente por la política de creciente endeudamiento nacional– de suba de los intereses en los Estados Unidos que marca el fin del dólar barato y lleva a un debilitamiento de las otras monedas, en particular las de los países dependientes. Así, en nuestro principal socio comercial, Brasil, el real se devaluó, ubicándose en 3,48, cuando un año atrás cotizaba en 3,20 por dólar, lo que implica una suba del 8,75%, con una inflación del 3% anual: en valores constantes una devaluación del 5,75%. Aquí la corrida cambiaria obligó al Banco Central a salir a vender dólares en cantidades récord para contener la suba de su precio y, finalmente este jueves, a convalidar una suba drástica de las tasas de interés para tratar de frenar la liquidación de Lebacs y la huida de sus tenedores al dólar. De todas maneras, esto no detuvo la presión compradora en el mercado de divisas, habiendo vendido el mismo jueves otros 853,3 millones de dólares y el viernes, tras perder más de 500 millones. Así ya llevaba vendidos en la semana unos 3.000 millones de dólares, por lo que volvió a elevar la tasa de interés para contener la presión alcista.

Todo esto agudiza las contradicciones de la política de hambre, entrega y represión con la que el gobierno macrista pretende seguir perdurando. La sequía en todo el país también le trae complicaciones al macrismo, que sigue repitiendo que la inflación bajará en el segundo semestre, cuando ya no sólo subirán la harina y el pan sino también la carne y la leche. Si bien la economía tuvo una importante recuperación en el primer trimestre del año, en relación al deprimido nivel del primer trimestre del año pasado, a esta altura pocos dudan que las metas del gobierno se puedan sostener con la inflación a que llevan los crecientes desequilibrios fiscales y cambiarios, el tarifazo-impuestazo y el aumento de las ya elevadas tasas de interés que ahogan el consumo y la inversión, el comercio y la producción nacionales.

 

Escribe Eugenio Gastiazoro