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08 de diciembre de 2012

Huelgas azucareras

Hoy 1448 / Crónicas proletarias

He visto con mis propios ojos salir al trabajo como regla general y no pocas veces a las 3.30 a.m. y dejar de trabajar hasta las 7.30 y hasta las 8 p.m. (19.30 a 20)…”. Así describe Bialet Massé los ingenios azucareros tucumanos en 1904, y agrega sobre el trabajo infantil: “Recuerdo haberlos visto, chiquilines de diez a doce años y algunos de ocho años. Estos niños al menor descuido caen y se rompen las extremidades o se mueren”.  Así describe Bialet Massé los ingenios azucareros tucumanos en 1904, y agrega sobre el trabajo infantil: “Recuerdo haberlos visto, chiquilines de diez a doce años y algunos de ocho años. Estos niños al menor descuido caen y se rompen las extremidades o se mueren”.

Esta tremenda explotación está en la base de la huelga azucarera que estalló en junio de 1904 en el ingenio San Miguel, y se extendió rápidamente al resto de los ingenios del este tucumano. Si bien hubo una serie de luchas previas, desorganizadas, y con las características de enfrentamientos entre trabajadores y policías o esbirros patronales, muchas veces a balazos, este es el primer movimiento huelguístico, en el que cerca de 6.000 trabajadores paralizaron la molienda, tras reunirse en asambleas que decretaron el paro. En la lucha participaron obreros, peones y pequeños campesinos, y se prendieron las alarmas de la oligarquía provincial, que utilizó, además de la represión abierta, todas las mañas que corresponden a la defensa de sus intereses.
Por la magnitud del paro, el gobierno tucumano aceptó convocar a reuniones de conciliación entre trabajadores y empresarios, algo inédito para la época. Por parte de los trabajadores tuvo un rol destacado el dirigente del Partido Socialista, Adrián Patroni, quien viajó especialmente desde Buenos Aires, asumiendo la representación de la Unión General de Trabajadores. Patroni, en las negociaciones con los empresarios, impulsó la aceptación de “las disposiciones del proyecto nacional del trabajo, en lo pertinente a consejos de conciliación, a fin de solucionar en forma amistosa el conflicto…”, como dice en el acta firmada con los empresarios, por el que se acordó abolir el vale de la proveeduría, subir los salarios a 43 pesos mensuales, sin ración; y que el pago se hiciera en moneda nacional. Patroni fue muy criticado, ya que tomó como base un proyecto de ley que fue rechazado tanto por su partido como por los anarquistas, y porque confió en una patronal que incumplió todos los acuerdos. El propio Bialet Massé relata cuando los patrones de un ingenio, al pagar con fichas, les decían a los peones “ésta es la moneda que les manda Patroni”. Tras una serie de allanamientos, razias, detenciones masivas y expulsiones de la provincia, los trabajadores continuaron con su organización y en 1907, tras otra huelga general, impusieron los acuerdos de 1904.
Esta tremenda explotación está en la base de la huelga azucarera que estalló en junio de 1904 en el ingenio San Miguel, y se extendió rápidamente al resto de los ingenios del este tucumano. Si bien hubo una serie de luchas previas, desorganizadas, y con las características de enfrentamientos entre trabajadores y policías o esbirros patronales, muchas veces a balazos, este es el primer movimiento huelguístico, en el que cerca de 6.000 trabajadores paralizaron la molienda, tras reunirse en asambleas que decretaron el paro. En la lucha participaron obreros, peones y pequeños campesinos, y se prendieron las alarmas de la oligarquía provincial, que utilizó, además de la represión abierta, todas las mañas que corresponden a la defensa de sus intereses.
Por la magnitud del paro, el gobierno tucumano aceptó convocar a reuniones de conciliación entre trabajadores y empresarios, algo inédito para la época. Por parte de los trabajadores tuvo un rol destacado el dirigente del Partido Socialista, Adrián Patroni, quien viajó especialmente desde Buenos Aires, asumiendo la representación de la Unión General de Trabajadores. Patroni, en las negociaciones con los empresarios, impulsó la aceptación de “las disposiciones del proyecto nacional del trabajo, en lo pertinente a consejos de conciliación, a fin de solucionar en forma amistosa el conflicto…”, como dice en el acta firmada con los empresarios, por el que se acordó abolir el vale de la proveeduría, subir los salarios a 43 pesos mensuales, sin ración; y que el pago se hiciera en moneda nacional. Patroni fue muy criticado, ya que tomó como base un proyecto de ley que fue rechazado tanto por su partido como por los anarquistas, y porque confió en una patronal que incumplió todos los acuerdos. El propio Bialet Massé relata cuando los patrones de un ingenio, al pagar con fichas, les decían a los peones “ésta es la moneda que les manda Patroni”. Tras una serie de allanamientos, razias, detenciones masivas y expulsiones de la provincia, los trabajadores continuaron con su organización y en 1907, tras otra huelga general, impusieron los acuerdos de 1904. n
 “He visto con mis propios ojos salir al trabajo como regla general y no pocas veces a las 3.30 a.m. y dejar de trabajar hasta las 7.30 y hasta las 8 p.m. (19.30 a 20)…”. Así describe Bialet Massé los ingenios azucareros tucumanos en 1904, y agrega sobre el trabajo infantil: “Recuerdo haberlos visto, chiquilines de diez a doce años y algunos de ocho años. Estos niños al menor descuido caen y se rompen las extremidades o se mueren”.
Esta tremenda explotación está en la base de la huelga azucarera que estalló en junio de 1904 en el ingenio San Miguel, y se extendió rápidamente al resto de los ingenios del este tucumano. Si bien hubo una serie de luchas previas, desorganizadas, y con las características de enfrentamientos entre trabajadores y policías o esbirros patronales, muchas veces a balazos, este es el primer movimiento huelguístico, en el que cerca de 6.000 trabajadores paralizaron la molienda, tras reunirse en asambleas que decretaron el paro. En la lucha participaron obreros, peones y pequeños campesinos, y se prendieron las alarmas de la oligarquía provincial, que utilizó, además de la represión abierta, todas las mañas que corresponden a la defensa de sus intereses.
Por la magnitud del paro, el gobierno tucumano aceptó convocar a reuniones de conciliación entre trabajadores y empresarios, algo inédito para la época. Por parte de los trabajadores tuvo un rol destacado el dirigente del Partido Socialista, Adrián Patroni, quien viajó especialmente desde Buenos Aires, asumiendo la representación de la Unión General de Trabajadores. Patroni, en las negociaciones con los empresarios, impulsó la aceptación de “las disposiciones del proyecto nacional del trabajo, en lo pertinente a consejos de conciliación, a fin de solucionar en forma amistosa el conflicto…”, como dice en el acta firmada con los empresarios, por el que se acordó abolir el vale de la proveeduría, subir los salarios a 43 pesos mensuales, sin ración; y que el pago se hiciera en moneda nacional. Patroni fue muy criticado, ya que tomó como base un proyecto de ley que fue rechazado tanto por su partido como por los anarquistas, y porque confió en una patronal que incumplió todos los acuerdos. El propio Bialet Massé relata cuando los patrones de un ingenio, al pagar con fichas, les decían a los peones “ésta es la moneda que les manda Patroni”. Tras una serie de allanamientos, razias, detenciones masivas y expulsiones de la provincia, los trabajadores continuaron con su organización y en 1907, tras otra huelga general, impusieron los acuerdos de 1904. n “He visto con mis propios ojos salir al trabajo como regla general y no pocas veces a las 3.30 a.m. y dejar de trabajar hasta las 7.30 y hasta las 8 p.m. (19.30 a 20)…”. Así describe Bialet Massé los ingenios azucareros tucumanos en 1904, y agrega sobre el trabajo infantil: “Recuerdo haberlos visto, chiquilines de diez a doce años y algunos de ocho años. Estos niños al menor descuido caen y se rompen las extremidades o se mueren”.
Esta tremenda explotación está en la base de la huelga azucarera que estalló en junio de 1904 en el ingenio San Miguel, y se extendió rápidamente al resto de los ingenios del este tucumano. Si bien hubo una serie de luchas previas, desorganizadas, y con las características de enfrentamientos entre trabajadores y policías o esbirros patronales, muchas veces a balazos, este es el primer movimiento huelguístico, en el que cerca de 6.000 trabajadores paralizaron la molienda, tras reunirse en asambleas que decretaron el paro. En la lucha participaron obreros, peones y pequeños campesinos, y se prendieron las alarmas de la oligarquía provincial, que utilizó, además de la represión abierta, todas las mañas que corresponden a la defensa de sus intereses.
Por la magnitud del paro, el gobierno tucumano aceptó convocar a reuniones de conciliación entre trabajadores y empresarios, algo inédito para la época. Por parte de los trabajadores tuvo un rol destacado el dirigente del Partido Socialista, Adrián Patroni, quien viajó especialmente desde Buenos Aires, asumiendo la representación de la Unión General de Trabajadores. Patroni, en las negociaciones con los empresarios, impulsó la aceptación de “las disposiciones del proyecto nacional del trabajo, en lo pertinente a consejos de conciliación, a fin de solucionar en forma amistosa el conflicto…”, como dice en el acta firmada con los empresarios, por el que se acordó abolir el vale de la proveeduría, subir los salarios a 43 pesos mensuales, sin ración; y que el pago se hiciera en moneda nacional. Patroni fue muy criticado, ya que tomó como base un proyecto de ley que fue rechazado tanto por su partido como por los anarquistas, y porque confió en una patronal que incumplió todos los acuerdos. El propio Bialet Massé relata cuando los patrones de un ingenio, al pagar con fichas, les decían a los peones “ésta es la moneda que les manda Patroni”. Tras una serie de allanamientos, razias, detenciones masivas y expulsiones de la provincia, los trabajadores continuaron con su organización y en 1907, tras otra huelga general, impusieron los acuerdos de 1904.