1. El CC de enero y su análisis de la situación política a comienzos de 1979.
1. El CC de enero y su análisis de la situación política a comienzos de 1979.
El CC de enero de 1979 analizó que el hecho más importante con el que comenzaba el año 79, era que sectores considerables del pueblo habían experimentado que en la cuestión de la guerra con Chile “le habían ganado una pulseada a la dictadura”. Y que esa realidad, para la cual nuestro Partido había desarrollado una significativa labor, teñiría el futuro próximo, máxime cuando la situación económica y social de las masas se había agravado enormemente, y se había masificado el debate político y las expresiones de repudio a la dictadura videlista. Se había entrado, señaló, en “una nueva fase” de la lucha antidictatorial.
El CC de enero analizó la situación económica y, en particular, la emisión monetaria que había crecido en 1977 ocho veces sobre la que existía, y 13,4 veces en 1978. Señaló sus causas estructurales y también coyunturales, pues “nosotros nos hemos negado siempre a menospreciar las medidas concretas de carácter antiinflacionario”, ya que es el pueblo quien sufre particularmente los efectos de la inflación y se requieren medidas específicas coyunturales, además de las estructurales, para acabar con la misma.
En el plano político analizó el plan continuista de la dictadura, que albergaba la intención de imponer un “quinto hombre” en los próximos años, y la táctica videlista de avanzar en esos momentos paso a paso. Ello porque las fuerzas prosoviéticas debían “moverse con precaución por actuar en un continente en donde sus rivales yanquis son fuertes, y dentro de ese continente en una región en donde la correlación de fuerzas no les es favorable y tienen aquí enemigos poderosos”. Al mismo tiempo puntualizó: “en Argentina los prosoviéticos pisan fuerte y sus rivales yanquis o los sectores proeuropeos, que se le oponen, saben esto.” Por eso también “se mueven con precaución, acumulando fuerzas, desgastando” y evitando hasta el momento “la tentación de ir a un enfrentamiento tipo azules y colorados”.
La Resolución de enero precisó igualmente algunas cuestiones a tener en cuenta en relación a la política de aislar al máximo al enemigo principal. Siendo la revolución en nuestro país antiimperialista en general, señaló, nuestro Partido “golpea en cada momento centralmente al imperialismo más peligroso, el que se constituye en enemigo principal”. Para desplazar a los yanquis de sus posiciones dominantes en la Argentina, el socialimperialismo “ha realizado una política de alianzas con otros imperialismos y grupos terratenientes y de burguesía intermediaria ligados a otros imperialismos”. Por todo ello –precisó– debemos profundizar nuestro conocimiento de la realidad, para diferenciar nítidamente a los sectores terratenientes y burgueses “asociados o vinculados al socialimperialismo –tanto nacionales como representantes de otros imperialismos– de aquéllos subordinados al mismo”.
En el CC de enero se debatieron los procesos revolucionarios en Irán y Nicaragua, y sus experiencias de combinación de la huelga general política con el frente único y el alzamiento armado del pueblo.
Se sintetizaron también las posiciones en relación al movimiento revolucionario integral y a las enseñanzas posteriores a 1969, que se desarrollan en las Tesis de discusión del IV Congreso.
La Resolución de este CC adquirió gran importancia para orientar al Partido en la nueva fase de la lucha antidictatorial, y se constituyó en una valiosa herramienta política e ideológica para su cohesión y desarrollo.
2. La lucha con las posiciones trotskizantes de Marcos Palermo.
En esta reunión, en la que se aprobó también el “Balance a partir del III Congreso” luego de su discusión en todo el Partido, se desarrolló un importante debate con diversas posiciones de M. Palermo. Se debatió su posición –luego del golpe– de que “éste acercaba el paso de las masas a la lucha armada”, su enfoque de la propaganda de la insurrección armada y su posición de boicot al Mundial de fútbol, posiciones que negaban el retroceso temporario de las luchas de masas luego de marzo de 1976. Su resistencia a la política de frente único en el movimiento obrero, que tenía en ese momento en el Movimiento Nacional Ferroviario y en la acción común de lucha contra la dictadura, con los 25, sus ejemplos más salientes. Su oposición a la política de frente único en organizaciones como la Federación Agraria, y a la publicación de revistas de unidad antidictatorial en el frente cultural. Criticaba además el contenido de Nueva Hora, al que caracterizaba como periódico de frente único, desde una política de “sólo lucha” en las alianzas.
Estas posiciones se correspondían con viejos lastres trotskizantes suyos sobre el tipo de revolución en la Argentina. De igual manera, así como antes se había opuesto a la campaña contra el liberalismo, M. Palermo despreciaba el estudio por parte del Partido de los aportes de Mao Tsetung, a quien contraponía con Lenin; pues entendía que para nuestro país era “más útil Lenin que Mao”, dado que Argentina “es un país más similar a la Rusia de Lenin que a la China de Mao”. Esta posición, que tenía una parte de verdad en lo que se refería al grado de desarrollo capitalista, de fondo negaba la caracterización de que la Argentina es un país oprimido. Y contraponía los aportes de Mao con el marxismo leninismo.
Marcos Palermo confundía doctrinarismo y apriorismo con teoría, y sectarismo trotskizante con marxismo. Estas posiciones reflejaban en el Partido la desesperanza y la impotencia de vastos sectores del revolucionarismo pequeñoburgués, en un período de retroceso revolucionario y terrible represión. Este debate interesa, además, pues fue un antecedente importante de la situación que iba a eclosionar a principios de 1982.
3. La política de los comunistas revolucionarios y el ejemplo heroico de César Gody Alvarez, René Salamanca, Ángel Manfredi, Manuel Guerra y otros compañeros frente a la represión, la tortura y la cárcel. La Resolución del Comité Central del 12 de Mayo.
En mayo, el CC debatió una Resolución sobre la actitud de nuestros militantes ante la tortura y en la cárcel. Habían sido detenidos, y desde entonces están desaparecidos, (César Gody Alvarez, René Salamanca, Ángel Manfredi –miembros del Comité Central de nuestro Partido–, Manuel Guerra –Secretario de Organización de la Juventud Comunista Revolucionaria– y muchos otros compañeros. Siguiendo el ejemplo heroico de Alberto Buffi a poco de fundarse el Partido, y de otros compañeros posteriormente, y las mejores tradiciones del movimiento comunista, ningún secreto, ni nada, pudieron arrancar los torturadores a estos compañeros con sus feroces tormentos. La extraordinaria firmeza y el heroico espíritu comunista con el que enfrentaron a los torturadores, fue decisivo para que nuestro Partido sobreviviera a la represión fascista de esos años.
La Resolución del 12 de mayo se nutrió de estos ejemplos imperecederos, para reafirmar: “No hablar, ni firmar nada”. Derrotar a los torturadores con el silencio, o sea, con una actitud que preserve al Partido y demuestre la firmeza y el odio de clase que les profesamos los comunistas a nuestros enemigos. Impugnar los tribunales militares por inconstitucionales y negarse a declarar en ellos; negarse a responder por inconstitucional toda pregunta sobre la pertenencia orgánica al Partido; practicar una política de vigilancia ante los agentes del enemigo en la cárcel; y dar a los traidores y expulsados el trato de tal, tanto afuera como adentro de la cárcel; practicar la línea antidictatorial dentro de la cárcel y la solidaridad entre los detenidos por la dictadura.
La reunión de mayo analizó también críticamente algunos errores que se habían evidenciado en el último período. Algunos compañeros en las cárceles, preocupados por llevar adelante la lucha contra el socialimperialismo soviético y sus agentes, habían negado de hecho la contradicción dictadura-pueblo. Este error político llevó a estos compañeros –a la inversa de lo que planteaba el P“C” en relación a los prorrusos– a buscar trabajar con el “sector antirruso” de los carceleros, con lo que borraron toda frontera política con la dictadura y sus agentes. Y, por otra parte, dividieron erróneamente a los detenidos. Es cierto que la política de solidaridad de los presos se vio enormemente dificultada por la política sectaria, y muchas veces provocativa, de algunas fuerzas políticas. Pero la línea antidictatorial y de solidaridad de los detenidos fue la única línea justa.
Por otra parte, al negar la contradicción dictadura-pueblo, estos compañeros negaban también la posibilidad de luchar con una política revolucionaria contra el enemigo principal. La dictadura expresaba “al bloque imperialista, de terratenientes y de gran burguesía intermediaria, que es el enemigo estratégico de la revolución argentina”. La dictadura expresaba a su vez principalmente los intereses del socialimperialismo, porque éstos eran hegemónicos en ella. De tal modo que sólo golpeando a la dictadura y a su cabeza violovidelista, era posible combatir políticamente al enemigo principal.
Por eso, así como era un error luchar contra la dictadura concentrando el golpe contra quienes no eran hegemónicos –lo que llevaba a fortalecer al sector hegemónico de la dictadura y con ello a la dictadura en su conjunto–, también era un error luchar contra el enemigo principal negando la contradicción dictadura-pueblo. Pues esta política, objetivamente, llevaba a ser furgón de cola de esos imperialismos en la disputa interimperialista. A esto llevaban también las posiciones de quienes caían en la trampa de “subversión-antisubversión”, negando el carácter revolucionario de nuestro Partido.
Estos errores oportunistas de derecha, fueron resistidos por la mayoría de los compañeros en la cárcel, quienes practicaron una línea justa. Esto hizo que fueran constituyéndose en ejemplos reconocidos, no sólo para nuestros afiliados, sino para el conjunto de los detenidos. Pero la desviación antedicha tuvo peso en ese período.
Otra cuestión que tensó el debate partidario en la cárcel fue la conciliación, que practicaron algunos compañeros, con quienes fueron quebrados por el enemigo.
De gran importancia fue en todo este período, la lucha por practicar a fondo la línea de nuestro Partido de solidaridad permanente con los presos de la dictadura. En polémica con posiciones que, unilateralizando el aspecto político, subestimaban la solidaridad material. Y en relación a los presos del Partido, la política de que son los organismos de Partido, desde fuera de la cárcel, quienes dirigen; la política de que son los organismos regulares de dichos compañeros, quienes analizan y resuelven acerca de su comportamiento ante el enemigo; el respeto a las normas estatutarias de que no cabe tomar resoluciones sin escuchar la opinión colectiva, y sin esperar la presencia de esos compañeros, salvo casos especiales; la necesidad de no dar cabida al subjetivismo, y obrar en base a hechos concretos y probados, y no en base a suposiciones y opiniones apresuradas. Línea que tuvo en la Resolución del 12 de mayo un instrumento de importancia para todo el Partido.
Dada la brutal represión a la que habían sido sometidos casi todos los regionales del Partido, la política hacia los compañeros detenidos y hacia los presos liberados ocupó un importante lugar en toda la labor partidaria. Una cuestión decisiva para su correcta resolución fue la lucha que en este plano se libró contra el liberalismo. Tendencia que surgía con cierta facilidad, dadas las innumerables dificultades originadas por la represión, por la labor de desinformación de los servicios represivos, y por el aislamiento brutal a que eran sometidos los compañeros detenidos. Allí donde la política y las normas estatutarias del Partido no se respetaron, se cometieron errores. Tal el caso de los regionales de Mendoza, Río Negro, Tucumán, donde el liberalismo campeó en el tratamiento de la detención de compañeros. Sin embargo esto no fue general. Lo dominante en este plano fue el desarrollo de una línea correcta. Esta dio provechosos resultados e impidió, en lo esencial, que penetraran las intrigas del enemigo. Y permitió que se analizara orgánicamente, caso por caso, la situación de casi todos los compañeros liberados. Con ello se fortaleció el trabajo revolucionario del Partido y se fortalecieron los cuadros.
4. El Papel del Partido y del Movimiento Nacional Ferroviario en el paro del 7 de abril. El paro del 27 de abril, primer paro general contra la dictadura.
El proceso político posterior a enero, confirmó plenamente que se había entrado en una nueva fase de la lucha antidictatorial. Se desarrollaron numerosas luchas en el movimiento obrero. En febrero, Perkins y Fiat de Córdoba pararon por aumentos de salarios; y en el Gran Buenos Aires, Firestone, Hidrófila y Petroleros estatales. La Comisión de Enlace del gremio del transporte solicitó públicamente aumentos salariales. Los 25 declararon el estado de alerta y se desarrollaron numerosas luchas parciales. En marzo pararon 3.000 obreros de IME por un aumento del 50 % y la reincorporación de 14 despedidos. Posteriormente pararon Santa Isabel, Perdriel y Thomson Ramco, y la mayoría de los gremios de Córdoba expresaron su solidaridad. En abril se produjeron luchas salariales en Galileo, Santa Rosa, Fiat Caseros, Olivetti, San Andrés y Alpargatas. En este proceso se produjo el paro ferroviario del 5 y 6 de abril.
El gremio ferroviario había desarrollado anteriormente dos paros, y se planteó salir nuevamente a la lucha. El Movimiento Nacional Ferroviario había desempeñado en este proceso un papel decisivo. Y había reales posibilidades de empalmar esta lucha con un paro general. Esto, en momentos en que la dictadura mostraba creciente preocupación por el desarrollo de las luchas obreras, y maniobraba para constituir una dirección unida del movimiento obrero basada en los colaboracionistas de la CNT. De allí que su preocupación estuviese centrada, en esos momentos, en impedir que la lucha ferroviaria y el Movimiento Nacional Ferroviario, que contaban con la solidaridad de los 25, se constituyeran en el pilar del primer paro general.
El paro del 5 y 6 de abril tuvo repercusión en Olavarría, Bahía Blanca y, en menor medida, en Km 5, Retiro y otros lugares. Allí jugaron la firmeza y la combatividad de numerosos compañeros.
Pero, por la acción quintacolumnista del P“C”, que maniobró para precipitarlo y aislarlo, no alcanzó la dimensión que era posible lograr. Estas maniobras pudieron avanzar debido a que en el Movimiento Nacional Ferroviario, y en algunos compañeros nuestros, primó la confianza en las palabras “unitarias” de aquéllos; de ese modo no se fue a fondo contra la línea del P“C” en relación a nuestros aliados, y sobre todo en la masa, a fin de asegurar por abajo, en cada sección, que el deseo de lucha que expresaba la inmensa mayoría de los ferroviarios se concertara en el paro. La dictadura reprimió posteriormente a quienes fueron un ejemplo en la lucha, como aconteció en B. Blanca, Km 5, y con el Movimiento Nacional Ferroviario. Con ello debilitó, pero no pudo impedir, el lanzamiento del paro general del 27 de abril. En relación a la experiencia del 5 y 6 de abril, el error señalado se agravó por cuanto no fue analizado autocríticamente en forma inmediata en nuestra Comisión Sindical. Esto no sólo dificultó que hicieran un correcto balance de masas, sino que creó dificultades con aliados y numerosos compañeros.
El paro del 27 de abril.
El paro del 27 de abril fue el primer paro general del movimiento obrero desde 1976. Según cálculos de la propia dictadura, paró el 60 % de los trabajadores en el Gran Buenos Aires y más del 30 % en todo el país. En él jugaron un papel destacado los obreros del automotor, los ferroviarios –que en mayo volverían a parar–, los metalúrgicos, y los obreros del neumático. Y contó con el apoyo general del pueblo.
Luego de fracasar en sus intentos para que se levantara, la dictadura acentuó la propaganda para minimizar su magnitud. Y si bien por la represión y confusión que creó logró que éste no fuera total, no pudo ocultar que el paro le significó un duro golpe. Un golpe contra los colaboracionistas y sus planes de imponer una nueva y reaccionaria ley de Asociaciones Profesionales y de Obras Sociales. Sobre todo luego de tres años de asesinatos, de detención y de despidos de miles de dirigentes y delegados de fábrica. Realidad que también se puso de manifiesto el 27 de abril, pues en la mayoría de los lugares donde las masas no pararon fue por falta de organización y dirección.
Esto planteó con fuerza en nuestro Partido, que estuvo en las primeras filas de la lucha, la necesidad de fortalecer nuestro trabajo en las agrupaciones clasistas, y desarrollar en las nuevas condiciones con mayor audacia nuestra política de frente único en el movimiento obrero, en particular con los peronistas. Pues nuevos luchadores iban surgiendo en las difíciles condiciones de la lucha antidictatorial.
El paro del 27 de abril puso también al desnudo las profundas contradicciones que corroían al frente dictatorial. Como quedó demostrado en la repudiable intromisión que personeros del imperialismo –como el agregado laboral de la Embajada de EE.UU. en Argentina– hicieron en algunas reuniones realizadas por dirigentes sindicales opuestos al videlismo.
5. La visita al país en septiembre de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, Papel heroico de las Madres de Plaza de Mayo.
Pronunciamiento de Isabel Perón.
Luego del paro del 27 de abril, la dictadura desató una ofensiva contra el movimiento obrero: detuvo a dirigentes y activistas sindicales, intervino sindicatos y presionó a los conciliadores. Pudo así con dificultades conformar una delegación oficialista a la OIT.
Posteriormente, con la complicidad de Alejandro Orfila, maniobró para postergar primero, y atenuar después, los alcances de la visita de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Al tiempo que impulsaba la ley de “ausencia con presunción de fallecimiento”, presionó por diversos medios a las organizaciones políticas y sociales, en la creencia de que podría absorber sin mayores complicaciones la visita de esta comisión.
Pero el videlismo fracasó en ese objetivo. La visita de la Comisión de la OEA permitió desplegar una amplísima campaña nacional e internacional de denuncias de los crímenes de la dictadura. Miles de familiares de asesinados, detenidos-desaparecidos y detenidos –especialmente mujeres–, se movilizaron en todo el país, desbordando el cerco de silencio y mentira que quiso tender la dictadura.
En la campaña internacional de solidaridad con el pueblo argentino, jugaron un gran papel la clase obrera y el pueblo de países de Europa Occidental, de EE.UU., y países del Tercer Mundo.
La dictadura recibió un nuevo golpe el 7 de septiembre, y los días posteriores, cuando se fue conociendo la magnitud de las denuncias. Denuncias que recibieron amplia trascendencia dentro y fuera del país.
Nuestro Partido fue protagonista importante de las movilizaciones junto a las Madres de Plaza de Mayo. Una delegación del CC entrevistó a la Comisión, y compañeros detenidos denunciaron valientemente también –ante la visita que aquélla hizo a algunas cárceles– la represión criminal de la dictadura. Obreros de Luz y Fuerza, Lozadur, Mercedes Benz, se movilizaron por sus detenidos-desaparecidos. El movimiento opositor, que ya había golpeado a la dictadura en diciembre al parar la guerra inminente con Chile, que el 27 de abril volvió a demostrar su creciente fuerza, aplicó en septiembre el tercer golpe consecutivo a la dictadura. Esta pretendió instrumentar el éxito del equipo juvenil en el campeonato mundial de fútbol, pero fracasó. Así como fracasaron sus maniobras, y las de la dirección del P“C”, para dividir el movimiento por los derechos humanos, y para silenciar a las heroicas Madres de Plaza de Mayo, que jugaron un destacado y decisivo papel. En estas circunstancias las Madres avanzaron, notablemente, en su relación con las masas y en su organización nacional.
Otro hecho que adquirió gran importancia fue la posición adoptada por Isabel Perón y el Consejo Superior Justicialista. La declaración de Isabel Perón desde la cárcel, pateó el tablero de los acuerdos tramitados durante meses por Videla y Viola, a través de sus agentes en el peronismo.
La dictadura sufrió en septiembre un serio traspié, que la debilitó globalmente a escala nacional e internacional.
6. Las luchas por la paz de las masas juveniles. La lucha de Peugeot y del Swift de Berisso. Primera huelga larga contra la dictadura. Nuestra posición contra la nueva ley sindical de la dictadura de fines de 1979.
En octubre tuvo lugar la procesión de cerca de 800.000 jóvenes a Luján. Esta importante movilización adquirió una vez más un claro contenido pacifista frente a los peligros de guerra con Chile, y demostró que en este terreno las maniobras belicistas de la dictadura encontraban cada vez más la oposición activa del pueblo, y en especial de la juventud. Sector hacia el cual el General Bussi –a quien la FJ“C” había denominado en su periódico “el Fidel Castro de la Argentina”– y el Ejército trabajaban especialmente, con la organización de las denominadas “marchas hacia la frontera”.
Nuestro Partido había editado en mayo el folleto: Beagle, Argentina y Chile. Unidad contra las superpotencias o guerra fratricida.* Este folleto, cuya vigencia se mantiene hasta el presente, adquirió gran importancia en esos momentos para profundizar sobre el conflicto y sus causas, y significó un aporte marxista-leninista a la lucha contra el chovinismo y el oportunismo, que habían penetrado por la propaganda oficial en diversas fuerzas políticas antidictatoriales.
Sobre fin de año, las luchas más importantes fueron las de los obreros de Peugeot en septiembre y la de los obreros del Swift de La Plata en noviembre; lucha, esta última, que se constituyó en la primera huelga larga del movimiento obrero contra la dictadura.
Los obreros de Peugeot, que habían estado en la primera fila de la lucha obrera desde 1976, realizaron una huelga relativamente prolongada. Promovieron y organizaron la solidaridad popular con su lucha, logrando el apoyo de las principales fuerzas políticas y sociales de la zona. Ganaron las calles, manifestaron, y cuando amenazaron con marchar a la Plaza de Mayo con sus familiares, la patronal y la dictadura cedieron.
En el Swift de Berisso, arrinconados por el hambre, los obreros decidieron ir al combate. La empresa, que fue entregada por un irrisorio precio a un grupo de testaferros de los capitales rusos en la Argentina, y que en 1979 protagonizó el éxito más notable en el ranking de empresas del país –ya que pasó del lugar 56° al 22°–, pagaba a sus obreros salarios de hambre y los sometía a una explotación feroz. Ante dificultades en el comercio internacional de carnes, despidió, suspendió y dio vacaciones adelantadas a los obreros, al tiempo que presionaba para obtener mayores favores de la dictadura. La respuesta fue la lucha obrera. Después de 30 días de huelga heroica, que poco a poco fue despertando la solidaridad obrera y popular (pese al boicot de la CUTA y los colaboracionistas de la dictadura), la huelga fue vencida. Pero los obreros de la carne de Berisso, que atesoran una rica experiencia de lucha, que fueron en su época a la cabeza del combate contra los imperialistas ingleses, y luego yanquis, volvieron a trabajar, no obstante la derrota, con la cabeza alta. Habían protagonizado la primera huelga larga contra la dictadura, en medio de la represión y en el marco de la nueva ley sindical. Habían realizado la primera pulseada con los representantes del nuevo amo, disfrazados de “empresarios nacionales”. Y habían avanzado en el conocimiento del enemigo a vencer.
Luego de la huelga, surgieron posiciones derrotistas. En lucha con ellas es que señaló el CC de enero de 1980: “Ya la experiencia del combate contra la dictadura de Onganía y de Lanusse había probado que el camino del triunfo popular está jalonado de triunfos y derrotas parciales. Que, a veces, en la derrota está la semilla de triunfo si existe voluntad de pelea. Entonces se perdió, en 1968, la huelga petrolera. Y aun después del Cordobazo, se perdió la huelga larga del SMATA. Derrota en la que germinó el movimiento de recuperación sindical, que encabezado por Salamanca, recuperó el gremio para el clasismo, sentando un rumbo que todavía es ejemplo para la clase obrera argentina”.* Nuestro Partido, que desde que nació en 1968 echó raíces en el proletariado de la carne de Berisso, tuvo un importante papel en esta lucha; igualmente la agrupación clasista “10 de Junio”. Después de la lucha, el Partido realizó un importante balance de masas de la misma que señaló el rumbo a seguir.
En este período también hubo un proceso importante de reactivación de los cuerpos de delegados de la UOM en la Capital y en Mercedes Benz. También hubo luchas en empresas textiles, petroleras, papeleras, químicas, etc.
Este nuevo pico de luchas hubiera alcanzado éxitos más importantes, si no hubiera enfrentado la falta de solidaridad casi total de la dirección nacional de la CUTA y de gran parte de las direcciones sindicales nacionales y regionales, copadas por los interventores militares y el colaboracionismo. Dirigentes que bloquearon, por otra parte, todo intento de oposición a la nueva ley sindical que aprobó la dictadura.
Ante la misma, nuestro Partido señaló con toda claridad que “somos enemigos de toda ley de asociaciones sindicales; ni el Estado oligárquico, ni el burgués, ni las patronales, tienen que meterse con la libre organización del movimiento obrero. Esta es para los comunistas revolucionarios una cuestión de principio; nosotros no luchamos por otra ley en reemplazo de esta, ni por mejorar esta. Luchamos por la libre organización y el libre accionar del movimiento obrero”. A su vez, recordando a Lenin, afirmamos:
“que el desarrollo del proletariado no se ha efectuado ni pudo efectuarse en ningún país de otro modo que por medio de los sindicatos, y por su acción conjunta con el Partido de la clase obrera”, y que “no actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios, significa abandonar a las masas insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los aristócratas u obreros aburguesados”.
Por eso concluía señalando: “debemos participar activamente en la lucha contra la ley y, al mismo tiempo, no ceder ninguna posición sindical y concentrar esfuerzos en la inevitable reorganización del movimiento sindical, para fortalecer las fuerzas antidictatoriales”.
7. Contradicciones en el frente dictatorial. El alzamiento y derrota de Menéndez.
El proceso abierto después de haberse impedido el estallido de la guerra con Chile, el agravamiento creciente de la situación económico social de las masas mientras se expandía en el país el reinado de la plata dulce, la penetración en gran escala de los testaferros rusos, el agravamiento de la disputa de rusos y yanquis por la hegemonía del capital financiero, y la presión internacional –sobre todo europea y yanqui– sobre la dictadura en relación a los derechos humanos, atizaron las contradicciones en el frente dictatorial.
En su seno se desarrollaba una creciente lucha alrededor de la sucesión de Viola en la Comandancia en Jefe del Ejército y de Videla en la Presidencia de la Nación. Esta situación quedó al desnudo con el levantamiento de Menéndez en el mes de octubre, al frente de una parte de los efectivos del III Cuerpo de Ejército en Córdoba. El motivo circunstancial y público fue su oposición a la libertad de Timerman. El levantamiento fue sofocado, lo que constituyó un triunfo del violovidelismo.
Esto, sumado a la constitución de una CUTA hegemonizada por colaboracionistas afines a su trenza, permitió a las fuerzas prosoviéticas dar un paso de importancia en su objetivo de ubicar a Viola en la Presidencia, y en relación a su plan político estratégico de convergencia cívico-militar. Plan que tenía en la sanción de la nueva ley sindical y en la sanción de las “Bases Políticas” sus objetivos inmediatos.
Una vez más la táctica de Videla –que se presentaba como bisagra entre los “liberales” y los “populistas”– de avanzar paso a paso, le había dado resultado. En ella aprovechó la heterogeneidad, la división y la subestimación, que sus rivales y opositores habían tenido frente a las fuerzas prosoviéticas en nuestro país.
La derrota de Menéndez les abrió en ese momento el camino para ubicar a sus hombres en los ascensos de fin de año. Pero no acabaron allí las contradicciones en las alturas. Si bien la hegemonía de la trenza prosoviética había avanzado seriamente, no era éste un avance sólido. Esto lo iban a demostrar, posteriormente, las divergencias surgidas con Galtieri –quien a fin de 1979 asumió la Comandancia en Jefe del Ejército–, y las contradicciones públicas con la Marina y con los sectores de la Aeronáutica. La unidad de la dictadura se había resquebrajado abiertamente. Surgieron crecientes contradicciones, que venían desde la discusión del organigrama del Poder, entre la Presidencia y la Junta Militar.
8. La lucha por poner al Partido a la altura de las circunstancias. La subestimación de las maniobras del violovidelismo en el Movimiento Obrero.
La nueva situación creada provocó un intenso debate para poner al Partido a la altura de las circunstancias.
El Partido había jugado un papel importante en la resistencia antidictatorial. Esto era una realidad conocida. Pero como señaló el CC de octubre de 1979: “sin embargo el Partido no estaba aún suficientemente a la altura de sus responsabilidades en la lucha antidictatorial”.* Y ello porque su trabajo no se correspondía con las posibilidades abiertas. Porque sus éxitos no eran parejos, entre diversas zonas, y dentro de las mismas zonas. Se centraba más la atención en el análisis y los balances de ejemplos de experiencias aisladas, más que en los procesos de masas y de construcción partidaria. Y eso porque el Partido estaba centralmente presionado por ideas que empujaban a la conciliación, que predicaban que “quien lucha pierde”, que no había condiciones para el “trabajo político”, ni para “burlar la represión” si se trabaja audazmente en el seno de las masas. Estas presiones de origen burgués y pequeñoburgués encontraban eco en la insuficiente composición proletaria de sus filas. Más aun luego de los golpes represivos; golpes que habían apuntado a desarraigarnos de los centros de concentración obrera y del campesinado pobre del país.
Era necesario precaverse contra métodos propios de una situación de contraofensiva que facilitaba la represión, pero era necesario pasar a actuar de acuerdo a los mejores ejemplos de resistencia activa que habían encontrado las masas en estos años. Métodos que habían permitido retroceder sin huir, librar luchas con éxitos parciales. Como cuando se rompió el techo salarial en 1976, cuando se luchó contra la presencia militar en las fábricas, cuando se logró reincorporar a trabajadores despedidos en luchas reivindicativas, cuando se logró frenar el desalojo de habitantes de barriadas populares, cuando se pudo impedir la guerra con Chile, organizar la huelga ferroviaria, participar en forma destacada en el paro del 27 de abril, así como cuando se desbordó el cerco dictatorial el 7 de noviembre junto a las Madres de Plaza de Mayo, etc. “Estamos en un período, señaló el CC de octubre, en el que hay que cavar trincheras de resistencia. Estas son para combatir, no para esconderse. El secreto está en practicar la línea de masas en todo nuestro trabajo”.
En este proceso surgieron también posiciones que, unilateralizando el análisis de las luchas de masas, simplificaban la complejidad que cobraba la lucha política en el seno de las mismas, y así la necesidad de ir a fondo en su curso contra los planes de convergencia cívico-militar del violovidelismo. Tenían como base la subestimación de la fuerza que los sectores prosoviéticos habían ido adquiriendo en la economía, los medios de información y en las Fuerzas Armadas; la subestimación de la correlación de fuerzas en el movimiento sindical y de las maniobras políticas de los personeros de la dictadura. Sobre todo luego de los avances que habían logrado en la conformación de la CUTA. Este error ya se había expresado en la experiencia ferroviaria del 5 y 6 de abril, y cobraba nueva importancia porque el violismo comenzaba a utilizar nuevamente a sus personeros en el movimiento obrero, para “agitar” o “frenar”, al compás de su lucha en las alturas. Tal había sido, por ejemplo, el papel de Triaca durante la crisis con Menéndez.
9. La invasión rusa a Afganistán. Confirmación de las tesis maoístas. La política internacional de la dictadura. Visita de una delegación del CC de nuestro Partido a la República Popular China. La edición clandestina del y Tomo de las Obras Escogidas de Mao Tsetung.
En este período, la situación internacional mostró un incremento notable de los factores de guerra, estimulados fundamentalmente por la agresividad expansionista de la URSS.
Esta dio pasos enormes con el reforzamiento de su poderío en Europa; con el apoyo a la agresión vietnamita en el sudeste asiático y a la presencia de mercenarios cubanos y de Alemania Oriental en varios países de África y Medio Oriente; con su apresurada infiltración en el proceso revolucionario nicaragüense y centroamericano; y muy especialmente con la descarada y abierta invasión de sus tropas en Afganistán. La URSS, preocupada por el crecimiento del movimiento revolucionario afgano, invadió ese país en diciembre de 1979 –al igual que lo había hecho en 1968 con Checoslovaquia– con miles de hombres pertrechados con las armas más modernas. La anexión de Afganistán al imperio ruso era un viejo sueño de los viejos y nuevos zares.
Con la invasión reforzó su presencia en una zona clave, próxima a la ruta del petróleo de Medio Oriente; petróleo que es fundamental para la subsistencia independiente de Europa Occidental y Japón. Y aproximó sus tanques a las orillas del Océano Indico, presionando sobre Irán y Pakistán. La URSS presiona así por un lado al Medio Oriente como flanco de Europa, y por otro a todo el Asia Central. Además avanza en el cerco sobre China, cerco que ya aplica desde su frontera y las de Mongolia al norte, y desde Vietnam al sur.
La invasión soviética a Afganistán significó una nueva demostración de la justeza de la tesis de Mao Tsetung de que la URSS es socialista de palabra pero imperialista de hecho, de la teoría de los Tres Mundos y de que la URSS se ha transformado en el principal factor de expansionismo, hegemonismo y guerra. Tesis que nuestro Partido sostuvo firmemente en lucha contra el revisionismo.
En ese período se asistía por otra parte a un auge del movimiento revolucionario, particularmente en Irán y en varios países centroamericanos como El Salvador y Nicaragua. En Irán, gigantescas manifestaciones de masas contra las dos superpotencias profundizaban la revolución. Crecía en Europa la resistencia polaca, resistencia con la cual nuestro Partido se solidarizó desde un primer momento con un documento de masas.
Al agravarse la situación internacional por la invasión a Afganistán, se produjo un gran movimiento de repudio a escala mundial, movimiento que los invasores habían subestimado. Sobre todo en los países del Tercer Mundo. Repudio contra el socialimperialismo que ya se había puesto de manifiesto en la votación de la ONU, en la que se solicitó el retiro de los vietnamitas de Camboya. Igualmente en la organización de los países No Alineados, no obstante la posición de Fidel Castro que apoyó la invasión. El repudio abarcó a Europa y Japón, siendo significativas las firmes posiciones de Albania y Yugoeslavia. En ese período la República Popular China decidió suspender las negociaciones con la URSS en repudio a la agresión soviética a Afganistán.
Se atizaron por otro lado las contradicciones interimperialistas. Los EE.UU. y diversos gobiernos europeos decidieron instalar, a partir de 1983, misiles nucleares de alcance medio, capaces de enfrentar a los misiles soviéticos SS20 que la URSS venía instalando a gran ritmo desde hacía meses. El munichismo perdía fuerzas en EE.UU.
Con motivo de la invasión a Afganistán, quedó clara una vez más la verdadera orientación política de la dictadura videlista. Videla dio en los hechos apoyo logístico a los invasores, al no plegarse al boicot cerealero. La dictadura fingía equidistancia, pero se emblocó con Moscú. Desde un primer momento nuestro Partido había dicho, en polémica con numerosas fuerzas políticas, que el secreto más íntimo de la política económica de la dictadura era que procuraba desamarrar a la economía argentina de la economía yanqui y europea occidental, no para conquistar la independencia económica, sino para irnos amarrando a la URSS y sus satélites. Su posición ante la invasión a Afganistán demostró que este análisis era justo. Numerosos hechos habían provocado la reacción de sus rivales imperialistas y sus personeros en la Argentina. Hechos como: la condecoración a Braiko y las declaraciones en estas circunstancias de Viola, quien dijo que se esperaba que la visita ayudase a una “efectiva consolidación de una relación existente”. Las declaraciones del Gral. Montes en Moscú, donde brindó el 15 de septiembre del 79 porque “la relación de nuestros ejércitos continúe siendo la realidad que es hoy”. Las declaraciones del Capitán de Navío Montemayor en Leningrado, donde propugnó el acercamiento comercial y tecnológico de Argentina a los soviéticos. Y gestos como la visita de Videla al Luna Park, a presenciar la demostración de los gimnastas soviéticos. Pero todo esto tuvo un desarrollo superior en la posición videlista frente a la invasión a Afganistán, puesto que en la práctica fuimos cantineros del invasor. Posición apenas relativizada por la resolución de no asistir a las Olimpíadas de Moscú, a realizarse el año siguiente.
Nuestro Partido desarrolló una intensa labor de denuncia y solidaridad con el pueblo afgano, y cobraron trascendencia numerosos pronunciamientos. Tal el caso de la declaración firmada por dirigentes peronistas, la FUA, y en particular la de numerosos y prestigiosos intelectuales. La invasión rusa a Afganistán fue un hecho que afectó seriamente el prestigio del socialimperialismo en las grandes masas, y en las fuerzas antiimperialistas del país. Y puso al desnudo, una vez más, el carácter de agencia de Moscú de la cúpula del P“C” argentino, que apoyó con el mayor cinismo la invasión.
A mediados de 1979 una delegación de nuestro Partido visitó la República Popular China, por invitación del CC del Partido Comunista de China. A su regreso produjo un informe que aprobó nuestro CC y que discutió el conjunto del Partido. Dicho informe sirvió de base a la Resolución que adoptó posteriormente el CC en el mes de abril de 1981, y que se desarrolla en las Tesis preparatorias del IV Congreso.
Otro hecho de significación fue la publicación, en ocasión de conmemorarse el 1º de Octubre el 30° Aniversario de la Liberación China, del y Tomo de las Obras Escogidas de Mao Tsetung. La publicación de esta trascendental obra, realizada en las difíciles condiciones de clandestinidad, fue un valioso aporte a la defensa del marxismo-leninismo y a la lucha contra el revisionismo moderno. El y Tomo de las Obras Escogidas de Mao Tsetung contribuyó enormemente a afilar las armas ideológicas del movimiento obrero revolucionario y de nuestro Partido, en su lucha antidictatorial y liberadora.
10. Nuestra posición frente al plan económico de la dictadura, y la crisis económica y financiera que abrió la bancarrota fraudulenta del BIR en abril de 1980. Serio agravamiento de la situación económico-social de las masas.
El hecho más importante en los primeros meses del año 1980, fue la crisis financiera seguida de la irrupción de una fuerte crisis económica generalizada, que emergió con motivo del vaciamiento del BIR (Banco de Intercambio Regional), su posterior liquidación a fines de abril, y las intervenciones y procesos criminales, en algunos casos, a los grupos económicos Sasetru, Piñeiro Pacheco, Greco y Oddone. Crisis que nuestro Partido analizó en el CC de agosto, en Nueva Hora, Teoría y Política, y en todos sus materiales de ese período. La mencionada crisis evidenció que la política económica de la dictadura, había llevado al país al desastre.
A poco de instalarse la dictadura, se había desarrollado un intenso debate en el país acerca del carácter de su plan económico. Frente a las ilusiones burguesas y pequeñoburguesas sobre el mismo, nuestro Partido libró una dura lucha que hemos reflejado en balances anteriores. Los hechos de 1980 no dejaban ya lugar a dudas de que la posición del Partido había sido justa. Simultáneamente, la crisis del BIR dio un rotundo mentís a las fuerzas de izquierda que habían defendido desde entonces el carácter “independentista” de nuestra oligarquía, caracterizando a Martínez de Hoz –con un simplismo interesado– como “agente yanqui”, y a los testaferros rusos como “empresarios nacionales”. Tesis que no podía explicar ante la debacle del BIR, entre otras cosas, la aguda lucha que libraban las superpotencias por la hegemonía del capital financiero en el país.
Junto a la acción de miles de millones de dólares del capital financiero occidental –que, sobre la base de tener garantizados oficialmente altas tasas de interés y la subvaluación del dólar, hicieron fabulosas ganancias sin correr ningún riesgo–, la crisis puso de manifiesto también el vertiginoso proceso de copamiento y vaciamiento de la industria nacional realizado por los testaferros de la multinacional rusa en el país. Este proceso fue acompañado de una gigantesca estafa realizada con la protección de las autoridades militares y económicas encabezadas por Videla y Martínez de Hoz. Quienes desde 1977 habían establecido la garantía de los depósitos para cientos de bancos y financieras que se multiplicaron vertiginosamente en ese período. La estafa se realizaba mediante la recepción de dinero de centenares de miles de pequeños ahorristas –a los que se atraía pagando tasas elevadas de interés– y su fraudulento préstamo posterior a firmas “fantasmas” propias. Firmas que fueron inventadas por los grupos de Trozzo, Capozzolo, Saiegh, Oddone, Greco y otros testaferros. Cuando aquéllos “entraban en dificultades”, los depósitos, por la garantía del Banco Central, eran cubiertos por el Estado.
Nuestro Partido venía denunciando que esa multinacional empleaba ese método como una de sus formas preferidas de acumulación. El caso Graiver ya había sido un claro ejemplo. Pero nada superó lo que había aparecido a la luz pública con dicho escándalo financiero, el más grave de toda la historia argentina. El Estado volcó varios miles de millones de dólares, la mayoría de ellos irrecuperables, para tratar de “salvar” a esos bancos y el sistema financiero con la política de anticipo a los mismos.
En esa situación los pasivos de los quebrantos comerciales y civiles de la industria nacional ascendieron vertiginosamente. Numerosas empresas cerraron con la consiguiente desocupación de miles de trabajadores. Quebraron o estuvieron al borde de la quiebra: Sasetru, grupo Greco, grupo BIR, Piñeiro Pacheco, grupo Oddone, Austral, Casanto, Primicia, Capozzolo, Cristalerías Cuyo, La Superiora, Furlotti; y con grandes pasivos: Celulosa, Alpargatas, Fiat, Fabril Financiera, Centenera, Atma, Winco, Virulana, Panoramic y La Serenísima, entre otras. La crisis afectó profundamente las economías regionales.
La deuda externa se elevó a 20 mil millones de dólares y cayeron las reservas. La cifra que oficiosamente se manejaba del capital golondrina invertido en la especulación desde el exterior, era de 19.000 millones de dólares. La inflación invadió nuestra economía. Se sabe ahora, como lo señalan las Tesis, que la dictadura emitió en ese período por valor de 5.000 millones de dólares, llevando nuestra tasa de inflación a uno de los mayores niveles en el mundo. La economía nacional se estancó y retrocedió.
Como producto de la crisis, y del conjunto de la política dictatorial, se agravó la situación de las grandes masas. Descendió el salario real de los trabajadores y avanzó la desocupación. Miles de trabajadores agrícolas y chacareros pobres fueron corridos del campo y arrojados a la miseria, particularmente en el Norte y Nordeste. Se agravó la situación del conjunto de los campesinos, cuyo endeudamiento creció vertiginosamente.
Con la crisis que irrumpió en 1980 terminó el período de la plata dulce, y sus consecuencias iban a afectar seriamente los planes de la dictadura violovidelista.
En este proceso se agravó la lucha interimperialista. Visitaron el país varias misiones militares y gubernamentales yanquis de alto nivel. Los soviéticos habían enviado ya en este proceso varias delegaciones, avanzando en el logro de acuerdos sobre la pesca y la utilización de puertos argentinos para que operaran sus barcos oceanográficos de “investigación científica”. En esos momentos, estimulados por la posición videlista en relación a Afganistán, enviaron una importante delegación presidida por el viceministro de Comercio Exterior soviético Alexei Manzhulo. Este hizo arreglos para el convenio que se firmó posteriormente de venta de granos argentinos a la URSS por 5 años, a razón de 4 millones y medio de toneladas de granos forrajeros (maíz y sorgo) y soja por año. Con lo cual se dio un grave paso en la política de amarre de nuestra economía a la economía rusa. El Estado argentino garantizó la operación, independientemente del resultado concreto de las cosechas e independientemente de que el sector privado no deseara cumplir ese compromiso. Manzhulo presionó, también, para lograr la adjudicación de las obras del Paraná Medio. Otro hecho de significación fue la visita del Secretario General de la Comisión Nacional de Energía Atómica Jorge Coll a la URSS, para analizar la cooperación nuclear.
El sector prosoviético de la dictadura hacía todas las concesiones “posibles” a los yanquis, fingía neutralidad y un nacionalismo independentista, pero todo ello para ocultar el verdadero rumbo de su política prosoviética. En este juego se inscribió la visita de Videla a China. Durante ella Videla rechazó la propuesta de los dirigentes del gobierno chino de pronunciarse contra el hegemonismo y criticar la invasión rusa a Afganistán. Esto fue balanceado con orgullo por el periódico del P“C” y luego por el Pravda. En ese juego se inscribieron también los ofrecimientos de Martínez de Hoz a los monopolios europeos, en el viaje que realizó con gran bombo por Europa.
Es en estas circunstancias, como señalábamos, que cobró actualidad nuevamente la polémica contra las tesis que ya habían surgido durante el año 76, y que analizamos en el anterior balance, sobre el socialimperialismo soviético y sus testaferros en la Argentina. Y sobre el “independentismo nacional” de nuestra oligarquía y del violovidelismo. En este sentido se constituyó en un valioso aporte a la misma, la publicación en Nueva Hora N° 328 del artículo titulado “47 preguntas”. Artículo en el que, a través de hechos concretos e irrefutables, se demostraba que dichas teorías no servían sino de taparrabos de los intereses de los terratenientes y de la gran burguesía intermediaria subordinados a la multinacional rusa en el país. Igualmente, numerosos artículos de Teoría y Política analizaron en profundidad la acción del socialimperialismo y su penetración en la Argentina, y polemizaron contra el revisionismo sobre el tema.
11. Discusión sobre la situación universitaria y el balance partidario en la Universidad.
En mayo de 1980 se discutió en el CC la situación universitaria nacional y el balance del Partido en la Universidad en los últimos años. Producto de este debate y cumpliendo una anterior resolución adoptada en ocasión de discutirse el anterior balance, se publicó meses más tarde un Informe particular sobre el tema.
Nuestro Partido, que en las universidades había denunciado y luchado contra el golpismo, enfrentó desde un primer momento a la dictadura en la Universidad. Soportó por ello una dura represión. Numerosos compañeros fueron detenidos y algunos como Raúl Molina, Jorge Andreani, Miguel Ángel Spinella, Daniel Bendersky están desaparecidos desde entonces. En este proceso surgieron inicialmente posiciones que concebían a la resistencia antidictatorial como una “lucha corta”. Que subestimaban la profunda influencia ideológica y política de las fuerzas prosoviéticas entre el estudiantado y el conjunto de la Universidad. Por ello, por ejemplo, se hacía una comparación simplista con la resistencia de 1966, perdiendo de vista la hegemonía de aquéllos en el frente dictatorial. Posteriormente y ante algunos traspiés originados por estas posiciones, se desarrollaron, sobre todo en la Capital Federal, tendencias reflujistas y economistas.
En Capital Federal, la nueva fase de la lucha antidictatorial había puesto de manifiesto serias trabas economistas, trabas que nos ubicaban por detrás del debate político e ideológico que se abría en las universidades contra la política reaccionaria y represiva de la dictadura. En este sector se venía también de una intensa lucha contra el escepticismo burgués y el burocratismo. Esto hizo crisis con la deserción de sus responsabilidades de dirección de su Secretario General.
Por otra parte una situación difícil se produce también en el regional Río Negro. La discusión inició allí la lucha contra el liberalismo y la discusión del balance de Partido en la región en los últimos años. Y abarcó también la situación del Partido y sus perspectivas en la zona. El CC aprobó una carta que, para dicha discusión, le envió al regional la Comisión Política.
En este período una delegación del CC visita nuevamente la R. P. China. La delegación en su informe confirmó la orientación discutida el año anterior.
12. La designación de Viola para la Presidencia de la Nación. La discusión en el Partido sobre la subestimación del plan de convergencia cívico-militar. La tesis Kossok.
En octubre de 1980 la Junta Militar, luego de varias semanas de deliberaciones y con discrepancia de la Marina, designó a Viola Presidente de la Nación. Cargo que asumiría en marzo de 1981. Sectores oligárquicos, el frigerismo y la dirección del P“C”, abrieron una expectativa esperanzada. Lo mismo hicieron los dirigentes de la CNT.
Los sectores políticos reformistas aparecieron quejosos, pero al mismo tiempo deseaban poder negociar con él una salida política.
Con la designación de Viola a la Presidencia, se puso en debate el proyecto político estratégico de convergencia cívico-militar. Plan que buscaba lograr un apoyo de masas que les permitiera consolidar posiciones y que contaba con la inspiración y el apoyo del socialimperialismo.
Los soviéticos habían analizado minuciosamente desde su punto de vista, la causa de los éxitos de los golpes proyanquis en Brasil en 1967, de Chile en 1973, de Uruguay en 1973, y sus dificultades en Argentina luego de 1973. Estos análisis se reflejaron en la revista América Latina, que edita el Instituto de Ciencias de la URSS, en una serie de artículos “sobre el papel político del Ejército en la actual sociedad latinoamericana”. En los mismos se resaltaba “el apego que tienen los militares a la idea de la unidad de las FF.AA.”, su “subordinación y culto a las jerarquías”, “la susceptibilidad a la influencia de la ideología nacionalista”, los “estereotipos sociopsicológicos propios de las capas medias de la población, cuna de la mayoría de los oficiales, y su reflejo específico en el medio militar”, el apego a la consigna de “unidad nacional”, etc. Analizaban también los traspiés que habían sufrido en lugares como Perú, para finalmente concluir que resultaba imprescindible para garantizar la estabilidad de estos regímenes, asegurar “un mecanismo eficiente de participación de las masas trabajadoras en las transformaciones”. “Los sectores nacionales progresistas del Ejército pueden allanar el camino a las transformaciones revolucionarias. Pero no pueden proseguir con éxito la revolución bajo formas militares”. Tesis ésta que los soviéticos denominaron Tesis Kossok.
En Argentina, en esos momentos concretos, el plan de convergencia recogía sin duda esas reflexiones. El Ejército servía para “abrir” el proceso de “transformaciones”, pero se requerían masas trabajadoras para “estabilizarlo”. Sobre todo en momentos en que uno de los rasgos de la situación era la creciente inestabilidad política.
El lado débil de esa línea, como señalaban los propios estrategas soviéticos en los artículos de la revista, que comentó en su momento Nueva Hora N° 298, radicaba en que más tarde o más temprano, requiere implementar una serie de medidas para lograr ese apoyo popular. Y esas medidas, o la propia necesidad de avanzar a fondo en la homogeneización de los altos mandos de las FF.AA., llevan a una ruptura de éstas, a una serie de golpes y contragolpes. En los cuales muchas veces, cómo se había visto en Asia, África y América Latina, en el último período, los soviéticos habían perdido posiciones o habían sido directamente derrotados.
La perspectiva de la asunción de Viola a la Presidencia agitó las aguas y la expectativa esperanzada de las fuerzas prosoviéticas. Sin embargo, la tremenda crisis financiera y económica, el clima generalizado de discusión política, el avance de la resistencia y las crecientes contradicciones en las alturas, iban a dificultar los planes del violovidelismo.
La nueva situación provocó en el Partido un debate con posiciones que entendían que el camino terrorista abierto que habían adoptado las fuerzas del socialimperialismo en la Argentina en 1976, era el camino general de las mismas en el país.
Dicha posición no tenía en cuenta el análisis –que se realizó en los anteriores balances– de la situación política nacional e internacional que dio lugar al golpe de Estado, y a la táctica que frente a ello adoptaron las fuerzas prosoviéticas para lograr hegemonizar el “Proceso de Reorganización Nacional”. De tal modo unilateralizaba la que fue una táctica concreta para una situación concreta adoptada por el socialimperialismo, como un camino general. Pero además de no observar que para el socialimperialismo el camino fascista o “democrático” –el pacífico o el armado– son meros instrumentos en el logro de sus planes expansionistas, dicha posición no tenía en cuenta las particularidades del socialimperialismo. Particularidades que lo diferencian en su accionar, del imperialismo occidental, “democrático”.
Nuestro Partido ha debido dar batalla, principalmente, contra quienes en el país y en el campo internacional niegan que los rasgos que para los leninistas definen al imperialismo, están en las entrañas del actual régimen soviético. Contra quienes lo consideran sólo una deformación del socialismo. Contra quienes, aceptando que son imperialistas, los presentan como un imperialismo bueno. Y ha hecho aportes teórico-políticos de importancia en esta dirección. Pero este combate, que ha sido y sigue siendo principal en la realidad nacional y mundial, y en la lucha contra el revisionismo, no debía trabarnos el analizar en profundidad sus particularidades, y las particularidades de su lucha pseudo-revolucionaria, que no es sino la disputa imperialista por la hegemonía mundial.
La caracterización de Mao Tsetung de socialimperialismo, y no sólo del imperialismo a secas, no es simplemente un problema formal o terminológico. Los yanquis, por ejemplo, operan tras las banderas “democráticas”, los rusos tras las banderas “socialistas y revolucionarias”. Y cuanto más brutales son en su explotación y opresión, más usan la máscara ideológica marxista, vaciada desde ya de su real contenido revolucionario de clase. Así lo demuestran las experiencias de Angola, Etiopía, Cuba, Grenada, Nicaragua, para citar sólo algunos ejemplos.
Estas particularidades no son formales, tienen que ver con su origen, su historia y desarrollo concreto. Con la historia de su trabajo de masas, con las particularidades de su economía y de su Estado militarizado y centralizado en grado sumo. Con el fascismo que impera en el interior de la URSS. Situación a su vez que le permite un alto grado de pragmatismo internacional en sus tácticas de penetración en los países del Tercer Mundo, para avanzar en la articulación de sus dispositivos estratégicos de preparación para la guerra. Tiene relación con su política ofensiva, agresiva, para desplazar de áreas de influencia a los yanquis y otros imperialismos, etc.
El hecho de tener en cuenta estas cuestiones, es precisamente lo que le permitió a nuestro Partido luchar contra quienes creían que era inconcebible que las fuerzas prosoviéticas pudieran en 1976 encabezar un golpe de Estado contra el peronismo. Y eso, como dijimos entonces, porque no eran “peruanistas”, no eran “nacionalistas”, sino proimperialistas. Y permitió también, a fines de 1977, dar batalla a posiciones que subestimaban la oleada chovinista desatada con motivo del litigio por el Beagle, y posteriormente la instrumentación dictatorial del Mundial de Fútbol. Esto, como es sabido, con vistas a desatar la guerra con Chile, con la que pensaban “desestabilizar” el Cono Sur de América Latina y avanzar estratégicamente en él. De allí que no fuese una excepción la tesis Kossok. Pues de fondo había sido, y sigue siendo, la orientación general de los soviéticos para América del Sur y para la Argentina. Por eso, también, es que hemos analizado siempre la convergencia cívico-militar de las fuerzas prosoviéticas, como un camino estratégico en sus planes. Camino que ha ido adoptando diversas tácticas en nuestro país.
Los soviéticos en la Argentina, como analizó reiteradamente nuestro Partido, se han basado principalmente, para penetrar y avanzar, en la alianza y subordinación de los terratenientes liberales. En la alianza –ubicándolos como socios menores– con imperialismos secundarios que son fuertes en nuestro país, como los europeos y las fuerzas a ellos asociadas. En la subordinación de la burguesía. De allí su política con el sector de la socialdemocracia europea que hace del munichismo con Moscú una cuestión prioritaria. Con su sección latinoamericana que, como señaló nuestro Partido en octubre del 81, tiene fuerte influencia soviética. Y con los demócratas liberales de EE.UU., atizando las contradicciones de diversos sectores del imperialismo yanqui que operan en el país.
Pero esta verdad no imponía deducir, con simplismo, que el socialimperialismo se plantease un camino general basado sólo en minorías y sólo en militares. La propia experiencia argentina, si se observa el proceso de los últimos años, demuestra lo contrario. No fue ese el camino que siguieron con Onganía, Lanusse, Perón e inicialmente con Isabel Perón. De ahí, por ejemplo, el golpe “institucional”. Esa era la cuestión que la tesis Kossok pretendía y pretende teorizar. Que logren éxitos en sus planes o no, es otra cuestión. Lo que estaba en debate era cuáles eran los reales proyectos políticos soviéticos, para poder enfrentarlos con claridad. La “participación de las masas trabajadoras en las transformaciones” es a su vez el lado débil del proyecto. Pues las masas obreras y populares del país y del mundo, van haciendo su experiencia de lo que son en realidad estos “amigos” de los pueblos, y de lo que significa, en los hechos, antiimperialismo, socialismo y liberación para los rusos.
El debate sobre este tema, que recorrió todo el Partido, tuvo gran importancia en la lucha por no subestimar tácticamente las maniobras de la dictadura y el enemigo principal. Y desarrollar mejor el trabajo político en momentos en que avanzaba la resistencia antidictatorial y la dictadura comenzaba a arreciar con su campaña política de “apertura”.
13. Situación difícil en el movimiento obrero. Luchas agrarias. Avance del Partido en su trabajo en el campo.
En 1980 avanzó en las masas obreras y populares el odio contra la dictadura, y se intensificó la resistencia. La característica de este período fue que el proletariado industrial, que soportó sobre sus espaldas lo más duro del combate antidictatorial entre 1976-1979, se encontró en muy difícil situación por la crisis. Se engrosó un ejército de reserva de miles de desocupados que fue aprovechado para aumentar brutalmente la superexplotación.
Eso hizo muy difícil la aplicación de las formas comunes de luchas, paros, huelgas y jornadas de tristeza, que se venían incrementando, y obligó a buscar nuevas formas de lucha. Pues mantener el trabajo pasó a ser un problema grave para miles de obreros, sobre todo de grandes empresas.
Nuestro Partido señaló que tenía la mayor importancia estudiar las nuevas formas de lucha que la clase obrera iba encontrando, a fin de generalizarlas. En especial, en esos momentos, la lucha de los obreros de Deutz, que en defensa de la fuente de trabajo hicieron marchas, concentraciones y ocuparon la fábrica, con una gran solidaridad popular; y la lucha de la Comisión de Cesantes de Mercedes Benz, que obtuvo la continuidad de los servicios sociales para los despedidos y evitó el desalojo de los que ocupaban viviendas de la empresa (en junio se había dividido la CUTA y ninguna lucha, ni solidaridad, impulsaron los dirigente traidores y colaboracionistas).
Era necesario estudiar experiencias como las pequeñas asambleas de vecinos de La Matanza, que decidieron no pagar la luz y el gas y resistir el retiro de los medidores; la instalación de las primeras ollas populares en barriadas humildes de Avellaneda y Quilmes; la lucha por asegurar el cobro de la garantía horaria allí donde estaba legislada, como en Berisso; igualmente las experiencias que surgieron de organización de festivales para reunir fondos para los desocupados y organizar la lucha por sus problemas; el apoyo sindical a iniciativas como la misa contra el hambre, organizada por obreros de Ford, con la idea de reunir y movilizar a los obreros despedidos de esa empresa; igualmente las luchas para impedir la privatización de empresas como SIAM (en ellas era necesario articular la lucha por salarios con dicha reivindicación prioritaria y en defensa de la fuente de trabajo); las luchas de habitantes de viviendas del Banco Hipotecario en Córdoba y Mendoza contra el aumento de las cuotas, etc.
En esta situación, y a semejanza del período 1969-1976, la oleada de luchas arrancó del interior. Pero a diferencia de aquéllas, éstas fueron iniciadas por sectores agrarios y plegaron solidariamente a las ciudades. Se produjo así la posibilidad de concretar un paro nacional, perspectiva que preocupaba seriamente al videlismo.
Fueron los campesinos pobres y medios de la Pampa Húmeda, en lucha por no pagar el impuesto inmobiliario, los que iniciaron el movimiento con grandes asambleas y concentraciones. Algunas con miles de participantes, como la realizada en Villa María. Experiencias que se reflejaron en el Encuentro Juvenil Agrario y presionaron al Congreso de la Federación Agraria para declarar, sin fecha, el paro agrario nacional. Pero en general el movimiento fue hegemonizado por terratenientes, grandes capitalistas y campesinos ricos. Estos se apoyaron en el descontento de las masas explotadas, para pugnar por sus reclamos sectoriales y forcejear por arriba.
En ese período los poroteros tucumanos manifestaron por los caminos, siendo reprimidos por la policía para impedir que llegasen a la capital. En Cipolletti libraron luchas los trabajadores del empaque y la conservadora de frutas. Se realizó un paro total de actividades de los pobladores del Valle de Uco en Mendoza, donde se realizaron también dos paros generales del transporte, y una lucha de trascendencia en Malargüe contra la entrega de YPF. Posteriormente, en enero, se realizó la jornada de “tristeza” que movilizó a todo San Juan y Mendoza. Y el 13 de enero el paro del Comahue, desde Río Colorado hasta Neuquén.
En dos oportunidades pararon y se movilizaron los productores avícolas de Entre Ríos, apoyados por los tamberos de la provincia. El pueblo de Santa Elena acompañó con un paro solidario el paro de los obreros del frigorífico local, que protestaban por el cierre del mismo. Se realizaron grandes concentraciones populares exigiendo medidas de apoyo a la pesca en Mar del Plata. Y en defensa de los productos lanares en la Patagonia. Estuvo a punto de parar toda la provincia de Formosa. Se realizaron combativas asambleas campesinas en la Pampa Húmeda, Chaco, Tucumán, Cuyo, Santiago del Estero, Salta y Córdoba, en las que participaron miles de campesinos. El empresariado nacional realizó, convocado por el CONAE, una jornada nacional de lucha, que en algunos lugares como Rosario y en el sur de la provincia de Santa Fe, tuvo expresiones de masa.
Nuestro Partido tuvo destacada participación en las luchas agrarias de Santa Fe, Santiago del Estero y otros lugares. Estos hechos pusieron de relieve que, así como sólo una persistente política de concentración en las grandes empresas permite crecer en el movimiento obrero, sólo una política de concentración permite crecer en el campo; pues allí además de poner la cabeza, es necesario poner los pies. Y también el papel decisivo de los comités de pueblo, para dirigir nuestra política en el campo y en las organizaciones agrarias. Esa es la enseñanza de nuestras mejores experiencias, realizadas por los regionales de Santa Fe y Santiago del Estero. Experiencias que han ido forjando nuevos cuadros de Partido, conocedores de su zona y queridos por los chacareros.
Al mismo tiempo, en este proceso se evidenció la necesidad de profundizar nuestro conocimiento concreto, en cada zona, de las clases en el campo. Clases que, como señala el marxismo, se diferencian por el lugar concreto que ocupan en la producción. Y la necesidad de dar una lucha más consecuente por basarnos en los pobres, aliarnos con los campesinos medios y neutralizar a los ricos, en nuestra lucha antiterrateniente y antimonopolista. Pues hemos tenido experiencias en las que, si bien se concuerda con esto en las palabras, en los hechos se ha puesto el centro en basarnos en los medios y aliarnos con los ricos, lo que constituye un serio error de derecha. Por otra parte, puso de manifiesto que en diversos regionales, como es el caso de Tucumán, Cuyo y otros, se subestimó o directamente no se trabajó con los campesinos pobres y medios. Y no se vinculó el trabajo entre los obreros rurales con el trabajo campesino, lo que constituía y constituye, pues este problema sigue vigente, un claro error izquierdista.
14. Comité Central del 14,15 y 16 de abril de 1981 y su análisis de la situación luego de la asunción de Viola en marzo de 1981. La lucha contra las posiciones reflujistas y economistas en el Partido. Una importante Resolución.
El 14, 15 y 16 de abril de 1981, se realizó una importante reunión del CC donde se analizó la situación política nacional.*
En su Resolución se analizó el balance de cinco años de dictadura y tuvo una gran importancia para orientar al Partido en el tramo violista de la misma. En ella se indicó que se aproximaban grandes luchas y conmociones políticas y sociales. Que la dictadura conservaba la ofensiva, pero que el rasgo político más importante era el de “la generalización de la oposición y el crecimiento y la intensificación de la resistencia antidictatorial”, reafirmando la nueva fase de la misma y nuestra política antidictatorial. Para la cual reactualizó la Plataforma con los principales puntos programáticos.
Luego de analizar la política económica y la crisis –ante la que puntualizó que la dictadura “la había agravado pero no determinado”– y en polémica con lo que era el centro de la propaganda oficial, el CC afirmó que: “en la Argentina no hubo una guerra. Aquí hubo, sí, un golpe de Estado al servicio de intereses antinacionales utilizando como pretexto el terrorismo urbano y rural”. Para, luego de analizar el balance del litigio con Chile por el canal de Beagle, afirmar: “La dictadura es el hambre, es la entrega, es el fascismo y es la guerra. Esto es lo que se puede balancear a cinco años del golpe de Estado de 1976”.
Se ha reforzado –analizó– “la dependencia económica, el carácter de país oprimido de la Argentina y, en ese marco, la hegemonía del socialimperialismo soviético se ha fortalecido en lo económico, lo político, cultural y militar (…) La burguesía nacional sufre con particular fuerza este yugo. De los imperialismos rivales el más afectado es el imperialismo yanqui”. Se fortaleció la clase de los terratenientes, en especial los de la Pampa Húmeda, principal base social de la dominación imperialista. Esto –señaló– “es la raíz social del entrelazamiento de la revolución democrática con la revolución nacional”. Y en este aspecto, luego de afirmar que “todo indica que el nuevo amo ruso sigue en esto el camino de los imperialistas ingleses y yanquis, especialmente el de los ingleses”, desarrolló la historia de ese camino. Para polemizar finalmente con las tesis frigeristas, del P“C”, y de los neomontoneros que “disfrazan a los terratenientes de burgueses. Burgueses de origen”. Polémica que hasta el presente es fundamental en la lucha teórica contra el enemigo principal y el revisionismo.
El CC de abril hizo un análisis de las crecientes contradicciones del frente dictatorial: “desde 1976, afirmó, el sector prosoviético ha avanzado. Pero últimamente ha tropezado con dificultades. Especialmente en la Marina, en donde se ha afianzado un sector opositor al violovidelismo. Y han surgido sectores nacionalistas y populistas en el Ejército”, que luego del desplazamiento de Menéndez “les impidió copar algunos mandos claves y les dificultó sus planes”. Análisis que las luchas posteriores confirmaron plenamente.
El CC fijó también posición en torno al tema nuclear, tema cuya importancia se iría incrementando hasta el presente. Es correcta, afirmó, la oposición argentina a firmar el tratado de no proliferación nuclear, en tanto no se prohiba para todo el mundo la fabricación y utilización de la bomba atómica. Pero alertó acerca de la producción de ésta con la ayuda de la URSS.
Y en relación a la lucha antiimperialista que se acrecentó con ello, precisó: “En la lucha por el dominio de Europa –que le daría la hegemonía mundial– la URSS combina la espada (…) con la rama de olivo del ‘desarme’, y el reparto de esferas de intereses, que ofrece a los monopolios europeos. (…) Argentina entra en estas negociaciones de 'esferas de intereses'”.
En el plano internacional analizó dos hechos de significación: el cambio de Carter por Reagan en la Presidencia de EE.UU. –cambio que ya se había hecho sentir en nuestro país con la visita de Vernon Walter y el Gral. Edward Meyer–, y las luchas del proletariado y del pueblo polaco, que habían concitado la atención y la solidaridad mundial. Solidaridad que en nuestro país cobró impulso con el apoyo de un prestigioso grupo de intelectuales, entre los que se contaron Sábato, Borges, Canal Feijóo, E. Marechal, Constantini, L. Valladares, F. Luppi, A. Alcón, P. Arrighi, B. Casares, Caloi, P. Esquivel, J. M. Rosa, Ana P. de Quiroga, Westerkamps, E. Gutiérrez, Fernández Long, O. Fustanoni, E. Stein, B. Kordon, entre otros.
La lucha con las posiciones reflujistas y economistas en el Partido.
En el CC de abril de 1981 cobró una nueva dimensión la lucha por colocar al Partido a la altura de sus responsabilidades. En este sentido subrayó la necesidad de proseguir dando batalla contra las concepciones putchistas que nos desligaban de las masas, pero centralmente señaló críticamente las posiciones reflujistas, economistas, pesimistas burguesas que trababan al Partido para ir con mayor audacia al encuentro de la nueva fase de la lucha antidictatorial.
En algunos cuadros del Partido se notaban síntomas de cansancio revolucionario, cediendo a la presión burguesa y pequeñoburguesa que también afectaba a la clase obrera; al tiempo que surgían nuevos combatientes. Ante ello, señaló que era la lucha ideológica activa la que debía permitirnos ayudar a los viejos combatientes que aflojan y educar a los nuevos que surjan. Y ante la intensa discusión que se desarrollaba en el Partido, a veces en forma abierta y otras simplemente a través de la falta de iniciativas y trabajo escaso, afirmó: “la lucha de opiniones, y la crítica y la autocrítica, son los instrumentos de la lucha ideológica activa. La crítica y la autocrítica sin lucha de opiniones llevan al autoritarismo personalista, al esclerosamiento político y al dogmatismo. Pero la lucha de opiniones sin la crítica y la autocrítica, lleva al Partido a la socialdemocracia, al individualismo, a la cristalización de opiniones erradas, al localismo y la esterilidad política”.
Muchos compañeros habían confundido la importancia fundamental que un período de retroceso adquiría la lucha económica para acumular fuerzas para una política revolucionaria, y crear condiciones para el avance futuro, con una política economista, reformista. En momentos en que se removían las aguas políticas de masas, este error fue constituyéndose crecientemente en una traba para la lucha partidaria. Pues las posiciones economistas dejaban a las masas sin la orientación política revolucionaria del Partido.
En el fondo de estas trabas estaba la subestimación del peso que tiene en nuestro país el socialimperialismo, su hegemonía en la dictadura, y la capacidad que aún conserva de ocultar su proceder tras las banderas del “socialismo” y el prestigio de su pasado revolucionario.
En lo organizativo, tanto las concepciones teñidas de putchismo como las teñidas de economismo reformista trababan la lucha por transformar las puntas en células, y la lucha política-ideológica con nuestros materiales. Y al no trabajar con células, el Partido se iba “deslizando hacia el organismo de base territorial, propio de la socialdemocracia”. Se atienden “puntas” –se afirmó–, “núcleos”, y no se hacen esfuerzos por construir organismos de Partido. Con lo que se introduce la condición orgánica a su vez “para un método de trabajo liberal basado en conversaciones bilaterales como método cotidiano de trabajo. El fascismo condicionó este método; pero es posible superarlo”. Y para ello señaló: “Hemos aprendido, de nuestras mejores experiencias, y en particular de la experiencia realizada entre 1969-1976 por el Comité de Partido de Córdoba, que privilegiando la importancia de que el Partido ponga su centro en nadar en las grandes masas e impulsar con formas apropiadas el proceso de avance de las masas, la clave de su papel reside en las ideas y concepciones con las que aborda ese proceso. Si lo aborda con una concepción revolucionaria o con una concepción sindicalista o reformista”.
En el CC de abril se aprobó también la resolución “Defender intransigentemente una política de principios marxista-leninista”, que ha sido desarrollada en las tesis de discusión del IV Congreso. Resolución de fundamental importancia que ha orientado la labor de nuestro Partido en el campo internacional. Trabajo que, no obstante las difíciles condiciones impuestas por la represión fascista, nos esforzamos siempre por desarrollar, manteniéndonos fieles al principio del internacionalismo proletario. Con ese espíritu, camaradas de nuestro Partido dieron su apoyo fraternal en ese período a la lucha del pueblo boliviano por la democracia y la independencia nacional.
Los acontecimientos posteriores demostraron que los análisis y la táctica política del Comité Central del 14, 15 y 16 de abril, fueron justos.
15. Debate, en julio de 1981, sobre la labor educativa en el Partido.
En julio de 1981 se realizó un importante debate en el CC sobre la educación en el Partido. En todos los años de la dictadura se desarrolló con intensidad la campaña de estudio de las principales obras filosóficas de Mao Tsetung. La realización de esta campaña de estudio fue justa, pues cubrió una necesidad y tuvo gran importancia para la cohesión político-ideológica marxista-leninista del Partido. Luego de la campaña contra el liberalismo, la campaña de estudio significó un gran paso en la lucha para transformar el método y el sistema de estudio y el estilo de trabajo del Partido.
La campaña combinó la actividad central con la labor de educación en los organismos y células. Esta experiencia demostró que es en ellos donde debemos concentrar nuestra labor. Pues así se contribuye en mayor medida a mejorar la educación colectiva de los organismos y se facilita la realización de las tareas educativas.
Durante la campaña de estudio una parte importante de los organismos combinaron, no obstante las difíciles condiciones de la lucha clandestina, su práctica revolucionaria con el estudio de las obras de Mao Tsetung “Sobre la práctica”, “Sobre la contradicción”, “De dónde provienen las ideas correctas”, y otras. La campaña de estudio se constituyó así en un estímulo para que el estudio del marxismo-leninismo sea una tarea de importancia permanente en el Partido. Una guía permanente para la acción. Máxime en un período en el que el revisionismo, a impulso del socialimperialismo, ha cobrado una intensidad antes desconocida en la historia del movimiento obrero y comunista mundial.
En un período en el que ha vuelto a predominar el revisionismo en el movimiento obrero a escala mundial. En el que el revisionismo concentra su ataque en las verdades universales de la doctrina marxista-leninista. Concentra sus ataques en la teoría marxista sobre el Estado, sobre la dictadura del proletariado y contra los aportes que a la misma han realizado Lenin, Mao Tsetung y otros dirigentes revolucionarios. Sobre la teoría leninista sobre el imperialismo y su vigencia actual. Sobre el papel de la lucha armada de masas en la lucha revolucionaria por el poder, y sobre el papel dirigente del partido marxista-leninista en el proceso revolucionario.
En el CC de julio se analizaron las enseñanzas positivas que esta campaña había dejado, y también algunos errores que se habían manifestado durante la misma.
El CC precisó, que la tarea del frente de educación en el Partido tenía como objetivo contribuir a profundizar el conocimiento de nuestra línea política y sus fundamentos teóricos, por parte de nuestros afiliados. Para elevar así –en los afiliados y en los organismos regulares del Partido– su capacidad de integración de la teoría marxista-leninista con la práctica de nuestra revolución. Es decir, con los problemas históricos, económicos, políticos, culturales, teóricos, que plantea la realización de la revolución en el país. Y descubrir así las leyes de su desarrollo.
Ese objetivo en numerosas oportunidades se había desnaturalizado, a partir de una práctica educativa de la Comisión Nacional de Educación que acentuaba unilateralmente el estímulo a que “los compañeros relataran sus experiencias individuales de trabajo”. De esta forma se llegó, en cierta medida, a contraponer el relato de esas experiencias personales con un estudio más concentrado y profundo de la línea política y de la teoría marxista-leninista. Y con una visión de la revolución en su conjunto. Con lo cual se estrechaba el análisis revolucionario de esas propias experiencias individuales y se desnaturalizaba la tarea del frente.
Esto dio lugar a su vez a prácticas liberales en las escuelas de educación. Pues a través del método mencionado se borraba, de hecho, la compartimentación del conocimiento de la vida interna de los organismos de Partido a que pertenecía cada uno de los compañeros asistentes a las escuelas. Error cuya gravedad se acrecentaba, por las condiciones de represión fascista en que el Partido desarrollaba en esos momentos su labor.
Estos métodos liberales fueron criticados ya a fines de 1979. Desde entonces se desarrollaron varias discusiones sobre este tema y sobre nuestra labor educativa, que fueron corrigiendo errores y dando frutos positivos.
En el CC de julio de 1981, se señaló que en la Comisión Nacional de Educación, con la preocupación de combatir al doctrinarismo se habían desarrollado concepciones empiristas estrechas, que no ponían el blanco de la lucha en el revisionismo. Y habían servido, objetivamente, de alimento filosófico a numerosas concepciones economistas, sindicalistas, reformistas, que trababan la acción revolucionaria del Partido.
Un tema que se debatió en relación a nuestra labor educativa, fue la necesidad de atenerse firmemente a la teoría materialista científica del conocimiento, y al análisis marxista de la relación dialéctica entre lo concreto y lo abstracto.
Esto tenía importancia, por cuanto en muchos lugares predominaba un método apriorístico que no reconocía que la teoría marxista no es un dogma, sino una guía para la acción.
Este método no reconocía que la realidad objetiva –el concreto real, según Marx1–, como objeto que existe con total y absoluta independencia del sujeto que lo conoce, es la unidad de lo múltiple, único e irrepetible. De tal forma, no se planteaba buscar la verdad en los hechos, investigar, sino que se contentaba cómodamente con generalidades sobre la realidad concreta. Con una actitud de quien “las sabe todas”, que no escucha ni investiga, y va a la práctica a “confirmar” sus ideas apriorísticas y subjetivistas.
Este método llevaba a confundir deseos con realidad, opiniones subjetivas con verdades concretas, y en definitiva a la errónea concepción de que la realidad objetiva existe sólo a través del sujeto que la conoce. De allí que estas concepciones fueran una traba para integrar la teoría con la práctica y nuestra línea con la lucha de masas.
Esta cuestión tenía también importancia, pues era evidente que se habían desarrollado crecientemente en el Partido ideas erróneas sobre la relación entre lo concreto y lo abstracto, importante cuestión de la filosofía marxista. Se confundía, por ejemplo, lo concreto en el pensamiento con el momento sensorial en el proceso del conocimiento. De allí que fuese común entender como prueba de verdad (“Yo lo siento así”) lo que para Mao Tsetung no es sino el conocimiento inicial, unilateral, sensorial. Se entendía también que se hablaba de “algo concreto” cuando se relataba una lucha económica, y de “algo abstracto” cuando se hacía un análisis político general. Era común, también, utilizar la expresión “eso es abstracto” para descalificar el contenido de una opinión política general. O expresar “las masas dicen”, “las masas piensan”, a partir de conocer elementos aislados y escasos de esa realidad. O un método que contraponiendo experiencias y utilizando el análisis de un proceso para opinar sobre otro se quedaba en una visión fragmentaria y por lo tanto subjetivista de la realidad concreta. Estas confusiones trababan el conocimiento de la realidad concreta, a través de una simplificación empirista de la teoría marxista del conocimiento.2
Otra cuestión de importancia que analizó el CC en torno al desarrollo de la campaña, fue el avance del Partido en el estudio de la concepción dialéctica materialista. En la comprensión de “que a fin de comprender el desarrollo de una cosa, debemos estudiarla por dentro y en sus relaciones con otras cosas; (…) debemos considerar que el desarrollo de las cosas es un automovimiento, interno y necesario, y que, en su movimiento, cada cosa se encuentra en interconexión e interacción con las cosas que la rodean”. Pues “la causa fundamental del desarrollo de las cosas no es externa sino interna; reside en su carácter contradictorio interno (…) en tanto que su interconexión y su interacción con otras cosas son causas secundarias”, como señaló Mao Tsetung.
La lucha en el Partido contra las concepciones metafísicas, que han cobrado con el revisionismo moderno nuevo vigor, contribuyó a su avance en el conocimiento de las contradicciones objetivas de nuestra sociedad, de la realidad internacional, y a su lucha por transformar esa realidad.
Este avance se evidenció con fuerza en abril de 1982 durante la guerra de las Malvinas, y fue una de las razones de fondo por la cual nuestro Partido pudo abordar, con rapidez y en forma correcta, los bruscos y complejos cambios que se operaron en la situación política, y salir de ellos fortalecido y unido.
En el curso de la campaña, y sobre este tema, se evidenciaron también contenidos erróneos en la labor de la Comisión Nacional de Educación, en relación al carácter y al tratamiento de las contradicciones en el seno del Partido. Contradicciones éstas a las que se consideraban en sí mismas. Se desarrollaron de este modo concepciones que confundían el carácter y el tratamiento de las contradicciones con el enemigo, con el carácter y el tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo y su reflejo en el seno del Partido.
Estas concepciones fundamentaban en las organizaciones partidarias un método, que tenía como preocupación central combatir lo que entendían que era la desviación principal en el Partido. Al obrar así, en los hechos se confundía el enemigo y se hacía de la lucha interna lo principal. Estas concepciones fundamentaban, también, el método de concurrir a los organismos zonales y básicos teniendo como preocupación central la autoasignada misión de combatir una determinada desviación. El análisis de esta desviación, en estos lugares y organismos, no era producto así de un análisis concreto, sino que se concurría a ellos a “encontrar” esa desviación, y al cuadro o a los cuadros que la encarnasen. De este modo se atizaba una lucha interna teñida de antemano de subjetivismo, se desarrollaba una caracterización arbitraria de cuadros y avanzaba el liberalismo en el Partido.
El error mencionado dificultó la lucha por impulsar a fondo la línea política, contra la existencia de prácticas liberales muy arraigadas, y la lucha por transformar el método de pensamiento en numerosos compañeros y organismos del Partido. Y se apartaba de las enseñanzas extraídas de nuestras propias experiencias, sintetizadas en la política de unidad-crítica-unidad en un plano superior.
Es una verdad conocida, que el análisis de la situación política y de la labor partidaria, realizado a través del mezquino prisma de la lucha interna y de la caracterización apriorística de los cuadros, es una práctica que le ha hecho mucho daño al Partido. Y una práctica contra la que se luchó desde su propio nacimiento. Pues implica un método de análisis subjetivo que estimula el oportunismo en los organismos, y el personalismo y el balancismo en los cuadros. Con la concepción antedicha, estos errores, lejos de ser combatidos fueron estimulados.
Esto aconteció, por ejemplo, con la dirección del regional de Tucumán luego de 1975. En vez de ser impulsados a analizar la realidad para transformarla, con la guía del marxismo-leninismo y la línea general, se estimuló el subjetivismo a través de “la lucha contra el izquierdismo”. Y en vez de ayudar a unir al Partido para transformar esa realidad a través del debate democrático, se estimuló el liberalismo. Y de hecho, un curso de división, al atizar un obrerismo reformista que dividió entre sí –por su origen de clase– a comunistas probados. O sea desde un enfoque ajeno al marxismo y a la línea del Partido.
16. La resistencia antidictatorial luego de abril. El trabajo de nuestro Partido entre los obreros rurales. Nuestro trabajo femenino.
Con posterioridad a abril se produjo una reactivación general del movimiento obrero, con luchas muy importantes como las de SMATA en el Gran Buenos Aires. Y posteriormente con las de los obreros de Luz y Fuerza, Judiciales y de Celulosa en Misiones. E incluso se realizó un paro general con el apoyo de decenas de miles de obreros de empresas y gremios importantes, que pese a ser parcial estimuló al conjunto de la clase obrera.
En estos meses se manifestó un proceso generalizado de sindicalización entre los obreros rurales, que se expresó en la reorganización de sindicatos de FATRE. En este proceso se revitalizó nuestro trabajo en rurales, trabajo que se mantuvo durante todos estos años de dictadura, en los que se siguió publicando en forma clandestina el Boletín de la corriente clasista. Esta, no obstante la represión y la traición abierta de la dirección de FATRE, mantuvo el trabajo nacional y se desarrolló en nuevas provincias, impulsando permanentemente la lucha reinvidicativa y antidictatorial.
Se dieron así avances significativos en Bahía Blanca, Córdoba, Misiones, La Pampa, y posteriormente en Río Negro, Tucumán y Santiago del Estero. En este proceso se comenzó a plantear el problema y la lucha por la tierra, punto de unidad con los campesinos pobres y medios. Este avance posteriormente obtuvo frutos importantes en Bahía Blanca. Se puso también de manifiesto que debíamos superar la subestimación del trabajo entre los obreros rurales en el norte de la provincia de Buenos Aires y en Santa Fe, lugares en los que los dirigentes del sindicato, abiertamente violovidelistas, tenían y tienen su principal base de apoyo.
Ellos reformaron el estatuto anulando seccionales y aislando a FATRE de las masas de obreros rurales. Pero esto, a su vez, hizo posible desde entonces avanzar en los lugares de concentración para organizar el sindicato y luchar por su reconocimiento legal. Y construir, como señaló el ejemplo de los compañeros en Bahía Blanca e Igarzábal en 1974 y 1975, un sindicato basado en cuerpos de delegados, elegidos directamente en las estancias y chacras. Y fuertes células y agrupaciones, capaces de dirigirlos con una justa línea de frente único.
Igualmente tuvieron lugar en ese período protestas masivas como la silbatina a Viola en la ciudad de Rosario y a altas figuras de la dictadura en el Luna Park. Se realizaron manifestaciones agrarias de gran importancia como la de Alicia, en Córdoba, y concentraciones como la de Inrivill, que se reflejaron en los debates del Congreso de la Federación Agraria. Al igual que las primeras manifestaciones estudiantiles callejeras en la Capital Federal, Rosario y Córdoba y numerosas asambleas de profesionales e intelectuales. Se hicieron marchas por la paz como fue nuevamente la peregrinación a Lujan, y continuó creciendo la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. Se desarrolló una reactivación general de la actividad política. Reactivación en la que había contado, como un hecho saliente, la libertad de Isabel Perón en el mes de julio. Pues luego de muchos años de detención, y de soportar el odio y toda clase de intrigas por parte de la dictadura, salió grandemente fortalecida de la cárcel, lo que contribuyó al desarrollo de la lucha antidictatorial.
Una de las características más salientes de la resistencia antidictatorial, y que en este período cobró un marcado impulso, fue el desarrollo del movimiento femenino. Las mujeres jugaron un destacado papel en las luchas obreras y campesinas, en particular en las empresas donde componen la mayoría del proletariado. Estuvieron a la vanguardia en la lucha por la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos y por la libertad y solidaridad con los presos en todo el país, con lo que las heroicas Madres de Plaza de Mayo fueron constituyéndose en el símbolo de la resistencia. Fueron decisivas en la lucha por la paz con Chile y, en este período, en la lucha contra el hambre y la desocupación. Como posteriormente lo serían, en 1982, durante la guerra de las Malvinas. También en luchas como las de docentes, en la organización de ollas populares, por dispensarios médicos y jardines de infantes en las barriadas populares, durante las inundaciones, etc.
En este proceso, en el que surgieron nuevas y combativas organizaciones femeninas de masas, tuvo destacada participación de nuestro Partido y nuestras compañeras. En lucha contra concepciones erróneas muy arraigadas, que desprecian el papel de la mujer en la lucha revolucionaria y subestiman las particularidades del trabajo de masas femenino, se fueron dando pasos significativos. Fue creciendo el trabajo femenino del Partido en las luchas y se fue organizando el trabajo específico a escala nacional. Fueron surgiendo así valiosos cuadros en La Plata, en la zona San Martín, Santa Fe, Tucumán, Jujuy, Santiago del Estero, San Juan, Bahía Blanca, Mendoza, Río Negro y otras provincias.
17. Se abre un período de inestabilidad política. Los planes del violismo. Nuestra posición frente a la Multipartidaria. Un debate sobre la dependencia de la Argentina.
En estos meses posteriores a la asunción de Viola, meses en los que la crisis descargaba todo su peso sobre los trabajadores y el pueblo, la dictadura se fue empantanando, aislando políticamente. La figura de Viola, tantos años trabajada por todo el aparato de propaganda prosoviético, se desgastó a pasos acelerados.
Desde 1976 el frente dictatorial había tenido picos de disputa, como en ocasión del caso Graiver, la asunción de Videla, la elección de Viola, el golpe de Menéndez y la crisis del BIR. Pero a fines de 1981 se había abierto un período de inestabilidad política. Esta realidad saldó el debate con quienes en 1976 creyeron que se abría en Argentina un período histórico largo de derrota total.
La ferocidad de la política posterior a marzo de 1976 había sido demostrativa, como analizó nuestro Partido, no sólo de la relativa inmadurez del proletariado para llevar al triunfo, con su hegemonía, la liberación e impedir el golpe de Estado. También había sido demostrativa del auge revolucionario posterior a 1969, auge que conmovió los fundamentos de la Argentina dependiente y terrateniente, y demostró la incapacidad de las clases dominantes para estabilizar su dominio a través de formas y métodos realmente democráticos. Luego de cinco años de dictadura feroz, también habían fracasado los intentos de estabilizar su dominio. Y esto porque subestimaron el grado de madurez política de la clase obrera y el pueblo argentino. Se asistía así nuevamente al hecho de que en el país se volvía a hablar de “vacío de poder” y “crisis de autoridad”. Habían fracasado también, de fondo, porque la formación económico-social argentina, dependiente y latifundista, está perimida. Y los parches de 1976 no pudieron impedir, en el contexto de la crisis de la economía capitalista mundial, que irrumpieran con toda fuerza cinco años después los efectos agravados de esta estructura atrasada. Estructura conmovida, a su vez, por una feroz disputa interimperialista. Un grado de disputa que diferencia a la Argentina de otros países dependientes de América Latina.
Los planes del violismo y la posición del Partido.
En estos meses siguientes a la asunción de Viola, la dictadura se esforzó por dar una imagen aperturista, populista; e intentaba transformar a la Multipartidaria, que se había constituido a instancias de Balbín, en bisagra de su plan político de convergencia cívico-militar.
El plan de Viola consistía, en esos momentos, en lograr el acuerdo de los partidos para un Presidente designado por la dictadura para 1984, con la promesa de una apertura condicionada para 1987.
Esta situación provocó un gran debate en todos los partidos políticos. En el peronismo, en el que centraba la atención el violismo, la libertad de Isabel Perón había agudizado la lucha contra quienes tomaban un curso abiertamente colaboracionista. Y en el radicalismo, como señaló en 1981 el CC de nuestro Partido, estaba planteado el interrogante de si “debía ser un partido popular o una fuerza de centro derecha, conservadora”; si debía “pugnar por un frente de carácter nacional aliado principalmente al peronismo y las fuerzas patrióticas, que se opongan a la política hegemonista de las superpotencias y se apoye en las masas populares”, o debía “aceptar la invitación del P“C”, el neocamporismo y fuerzas afines, para constituir una especie de frente ‘popular’ que, en esencia, pavimente el camino a la consolidación del dominio del país por los prosoviéticos”.
Pero en estos meses, también, la creciente disputa en el frente dictatorial obligó al violismo a atemperar el ritmo político de su acción y a poner el centro de su atención en recuperar posiciones en las Fuerzas Armadas, porque allí las fuerzas prosoviéticas habían sufrido un grave deterioro. Sus contradicciones con la Junta Militar, con Galtieri en el Ejército –donde el violovidelismo enfrentaba la posibilidad de perder posiciones en los pases y los ascensos de fin de año–, con la Marina y con sectores de la Aeronáutica, habían complicado sus planes y tensado el conjunto de la situación.
Frente a esta situación, nuestro Partido se planteó como línea general no perder de vista la contradicción principal dictadura-pueblo y el enemigo principal a golpear: el sector prosoviético hegemónico; practicar la línea de masas, de frente único, y fortalecer al Partido pugnando por la hegemonía proletaria en la lucha antidictatorial. Y frente a las disputas en el seno de la dictadura, señaló que sería muy peligroso confundir estas disputas con la disputa entre ésta y el pueblo. Así como confundir la verdadera correlación de fuerzas y el carácter de la etapa de resistencia, ya que “los sectores soviéticos incitan en ocasiones a las organizaciones populares a la pasividad o a la aventura, según sus necesidades por arriba para el control del poder; y los sectores yanquis en ocasiones dan por liquidados a sus rivales, para incitar al pueblo a una supuesta lucha fácil y corta que sirva a sus proyectos, o frenan también de acuerdo a sus compromisos por arriba”.
Por eso el problema para nuestro Partido, señaló, es utilizar las contradicciones por arriba y no ser furgón de cola de las mismas, y utilizarlas para aislar al máximo y golpear centralmente al sector hegemónico de la dictadura.
Y en relación a la crisis, precisó la necesidad de luchar por:
– La condonación general de deudas que evite la quiebra y los exorbitantes costos financieros de las empresas públicas y privadas de burguesía nacional.
– La reforma monetaria que sanee el peso y liquide las tendencias especulativas.
– El control de cambios que evite la especulación con la moneda extranjera.
– La nacionalización de la banca que permita aplicar una política crediticia de fomento y desarrollo nacional.
– La eliminación del déficit fiscal haciendo que los terratenientes y grandes monopolios carguen con el peso impositivo principal.
– Aumento de salarios y jubilaciones, precios compensatorios para los campesinos y medidas para proveer de tierra a los obreros rurales y campesinos dispuestos a trabajarla, mediante la subdivisión de los latifundios. Adecuada protección arancelaria para la industria nacional.
Estos planteos, que fueron considerados “extremistas” por muchas fuerzas políticas a comienzos de 1981, fueron posteriormente tomados como bandera de lucha por sectores importantes de las masas trabajadoras y el pueblo. Como sucedió con la exigencia del no pago de las deudas usurarias de los campesinos de Alicia, en Córdoba, o el reclamo de una reforma monetaria antiinflacionaria por sectores importantes del empresariado nacional; o la decisión de asambleas populares de no pagar impuestos, o no pagar la luz y el gas, impidiendo que se cortara el servicio, etc.
En este período se avanzó también, en algunos zonales, en la elaboración de programas regionales.
Nuestra posición ante la Multipartidaria.
Una cuestión que tuvo significación en el Partido fue su posición frente a la Multipartidaria, a la que el CC envió una carta en el mes de julio. En ella se señalaba que nuestro Partido consideraba positivo que el pueblo y los partidos políticos, proscriptos algunos, “congelados” otros, se autoconvocaran para discutir los graves problemas del país. Más aun, era necesario “autoconvocarse democráticamente, en verdaderos cabildos abiertos” en todo el país.
Por eso señalaba críticamente la metodología seguida hasta el momento para su constitución, afirmando que se requería una política sin exclusiones ni discriminaciones que frustrase las públicas intenciones de la dictadura de transformar a esa convocatoria de opositora en colaboracionista. Y afirmaba que para que la convocatoria pudiese responder a las expectativas populares, debía ser organizada “en forma auténticamente democrática, estimulando y apoyándose en la creciente resistencia de masas a la dictadura”. Así lograría ser un factor de unidad; “en tal caso, ésa y cualquier iniciativa semejante contaría con todo nuestro apoyo”.
Esta línea de frente único antidictatorial, de unidad y lucha, permitió dar batalla con posiciones que aislaban al Partido, y también con posiciones seguidistas que nos llevaban a ser furgón de cola de opciones burguesas en algunos casos, y del violismo en otros. Pues éste, a través principalmente del MID y del P“C” trabajaba para hacer de la Multipartidaria, como decíamos anteriormente, la bisagra civil de sus planes. Y contribuyó a desarrollar relaciones políticas, que durante estos difíciles años nuestro Partido se esforzó por mantener y profundizarlo, adquiriendo en ello experiencia.
Un debate sobre la dependencia.
Ante la creciente vinculación argentina con la URSS, que se había transformado en el principal comprador de granos, carnes y lanas, y el avance de sus posiciones en el campo hidroeléctrico y nuclear, surgió el debate sobre si la URSS representaba para la Argentina y su comercio exterior un papel similar al que Gran Bretaña había jugado en el pasado.
Muchos sostenían que no se podía hacer ese tipo de comparaciones, porque Argentina le compraba más a los yanquis. Los dirigentes Montoneros, por ejemplo, argumentaban que nuestro país había sido “reinsertado en la división internacional del trabajo” organizado por las multinacionales yanquis, luego de la gestión de Martínez de Hoz. Lo mismo opinaba el diario Clarín. Pero estas argumentaciones ocultaban que también “en épocas del dominio inglés le comprábamos más a los yanquis”. Que regía el comercio triangular, que le vendíamos más a los ingleses y le comprábamos más a los yanquis, pero nuestra dependencia principal era de los ingleses. Esto era así, y lo es actualmente con la URSS, “por el papel hegemónico que tienen los terratenientes en las clases dominantes”, y porque “el interés de éstos, su subsistencia y desarrollo, depende de las exportaciones, no de las importaciones”. Por ello es que “para los terratenientes podemos dejar de importar, podemos incluso repudiar la deuda externa (ahora principalmente con los yanquis) siempre que no afecte las exportaciones (ahora principalmente con los rusos)” (Comité Central, octubre de 1981.)
18. El cambio de Viola por Galtieri en diciembre de 1981. Análisis de la nueva situación.
En diciembre de 1981 es desplazado Viola de la Presidencia de la Nación, cargo que asumió Galtieri.
El desplazamiento de Viola, aunque fue el producto inmediato de una lucha en las alturas, fue un fruto importante de la resistencia antidictatorial y el combate antiimperialista de nuestro pueblo, en este caso antirruso. Combate en el que cupo al Partido una posición de avanzada.
Los planes políticos de Viola, destinados a coronar a favor de las fuerzas prosoviéticas el proceso abierto en 1976, fracasaron. Viola fracasó en su intento de paliar la crisis, pese a que a través de sucesivas devaluaciones descargó todo el peso de la misma sobre los trabajadores y el pueblo. Este fracaso fue empantanando a su gobierno, transformándolo en un gobierno débil, arrastrado por los remolinos de la crisis.
El movimiento obrero amplió sus luchas hasta realizar la primera manifestación de la CGT desde 1976: la manifestación de San Cayetano del 7 de noviembre.
El movimiento campesino repudió la exposición proterrateniente de Aguado en el Congreso de la Federación Agraria, e intensificó posteriormente su oposición y lucha.
El conjunto del movimiento popular intensificó su accionar. El movimiento pacifista frenó las provocaciones para atizar el conflicto con Chile, y las Madres hicieron naufragar el intento violista de “sinceramiento” y “esclarecimiento” del “problema” de los detenidos-desaparecidos. Ni el radicalismo ni el peronismo hicieron eco favorable a los acuerdos de algunos de sus dirigentes con Viola para instrumentar a la Multipartidaria. El entierro de Balbín, transformado por militantes radicales en una manifestación de repudio a la dictadura, y el rechazo del peronismo a la entrevista con Liendo, graficaron públicamente ese fracaso.
Atrapado por la crisis económica, habiendo sufrido serios fracasos políticos y crecientemente hostigado por la resistencia popular, Viola fue así –como señaló el CC de febrero del 82– fácil presa de sus adversarios. Su caída estimuló al conjunto de las fuerzas antidictatoriales.
Se había producido una ruptura parcial y una posterior reestructuración del frente dictatorial. Acuerdo que, como señaló nuestro Partido en febrero de 1982, era “transitorio e inestable”.
El cambio más importante fue el desplazamiento del violovidelismo en el predominio de la cúpula del Ejército y de la Presidencia. Igualmente de posiciones en la Marina. A diferencia de la Aeronáutica donde avanzó.
De allí que el CC de febrero de 1982 señalara que: “sería un error no ver y no valorar ajustadamente la importancia de los cambios producidos”, ya que éstos habían afectado principalmente al sector terrateniente y de burguesía intermediaria prosoviéticos. Estos habían “sufrido un duro golpe”. Al mismo tiempo, señaló, sería un error no ver que el sector prosoviético “retiene posiciones importantes en el poder y controla palancas– económicas decisivas”.
El frente que había desplazado a Viola era un frente heterogéneo y frágil. En él había fuerzas nacionalistas, proterratenientes y proimperialistas. Fuerzas gorilas y fascistas. Se habían apoyado en sectores proyanquis y proeuropeos para lograr desplazar a Viola. Y una de sus características era, como señaló el CC de febrero, que eran “conciliadores con sus adversarios prorrusos” y “temen a las masas”.
En esta situación se planteó el problema de si había cambiado el enemigo principal y, en caso negativo, el de cómo articular la lucha antidictatorial dirigiendo el golpe principal de esa lucha al enemigo principal, cuando éste había perdido el control del Ejecutivo Nacional y el predominio en la cúpula del Ejército.
Era una realidad que las fuerzas prosoviéticas habían sufrida un golpe que no estaba en sus cálculos, que la dictadura se había debilitado y desgastado en su conjunto, y que el grupo de Videla-Viola-Villarreal-Liendo había pagado ese desgaste generalizado. Que en los ascensos y pases de fin de año en el Ejército, los componentes más conspicuos de dicha trenza habían pasado a retiro.
Sus adversarios en el frente dictatorial habían ido también adquiriendo experiencias de las derrotas sufridas, y de la táctica violovidelista de avanzar paso a paso. La designación de Galtieri, que durante muchos años había hecho frente común con el violismo, fue –según declaraciones de Viola– “un error”, y expresó las complejas alianzas que las fuerzas prosoviéticas habían debido hacer para hegemonizar el “Proceso” en estos años.
Pero los cambios de diciembre, con toda la importancia que tenían, no habían cambiado el hecho de que la Argentina dependía principalmente de la URSS. Más aun, las fuerzas del violovidelismo conservaban, como señalábamos anteriormente, posiciones claves de poder y se disponían a revertir la situación.
Para ello comenzaron a movilizar todas sus fuerzas e influencias militares y civiles. Fue por eso, éste, un período donde “la combatividad” del P“C” –que sostenía que los cambios habían sido para peor– y de otros quintacolumnistas, creció súbitamente.
Por todo ello, frente al conjunto de la situación y al período de inestabilidad que se abría, nuestro Partido señaló que la contradicción dictadura-pueblo seguía siendo la contradicción fundamental. Que en nuestra política antidictatorial debíamos partir siempre de “la defensa de los intereses de la clase obrera” y trabajar por “la alianza obrero-campesina como base del frente antidictatorial”. Y en relación al enemigo principal, señaló que éste no había cambiado y que debíamos “seguir golpeándolo, aprovechando que acababa de perder una batalla importante”. Desde este punto de vista, concluyó, la “eficacia de la lucha antidictatorial sigue estando unida a la denuncia de la labor concreta de la quintacolumna violovidelista y prodictatorial en el movimiento obrero y popular”.
Esta posición presidió la labor del Partido en estos meses y le permitió orientarse en los acontecimientos que sobrevendrían en abril de 1982, con la recuperación de las Malvinas.
19. Golpe de Estado fascista en Polonia del 13 de diciembre. La solidaridad con el pueblo polaco.
El 13 de diciembre de 1981 se produjo el golpe de Estado fascista en Polonia. Este hecho tuvo una gran repercusión mundial y puso al desnudo la esencia socialimperialista de la URSS y la opresión de la nación y el pueblo polacos.
Con motivo del golpe fascista nuestro Partido, junto a fuerzas y personalidades democráticas y antiimperialistas, realizó una gran labor de denuncia. La declaración que se había firmado a inicios de 1981 fue ratificada por sus firmantes. Y consiguió la adhesión masiva de dirigentes políticos, sindicales, de la intelectualidad, juveniles, del movimiento femenino y popular. Igualmente tomaron posición, repudiando el golpe, la CGT nacional y algunas provinciales, asociaciones empresarias como la de Rosario, y en numerosas zonas y provincias –como en el Comahue y Tucumán– las declaraciones de repudio cobraron gran amplitud. La publicación de trabajos donde se denunciaba la situación polaca, la realización de actos como el realizado en el Teatro Sha de Buenos Aires, fueron demostrativos de que avanzaba en nuestro pueblo la solidaridad antiimperialista y la comprensión del papel de la URSS en el mundo.
En este período se produjeron una serie de hechos, como el atentado a Sadat y a numerosos dirigentes de la revolución iraní, que pusieron de relieve el agravamiento de la situación internacional.
20. Numerosos compañeros recobran su libertad por la lucha popular.
Expulsión de Norberto Liwski.
En este período, y posteriormente, la lucha popular fue arrancando numerosos compañeros que habían sufrido largos años de cárcel. Recobraron su libertad los compañeros Roque Romero, Horacio Narvarte, Gerardo Luna, Rafael Gigli, Norma Nassif, Francisco Chiabasa, Jorge Pellegrini, Omar Gastellú, Julio Kaplán, Mónica Busto, Horacio Ciafardini, María de Narvarte, Rafael Guardia, Luis Mendizábal, Dardo Hernández, Horacio Micucci, Carlos Retamoza, Rubén Portas, Amadeo Fernández, Teodoro Ulrich, Wenda Locked, Cirila Benítez, Sara de Uranga, Mario Ríos y muchos otros queridos compañeros. Con ellos se fortaleció la labor de nuestro Partido en todo el país. Una característica saliente, fue el cálido recibimiento y la solidaridad con que el pueblo recibía en cada lugar a los compañeros. Igualmente nuestras organizaciones y camaradas, que habían hecho de ellos símbolos de la firmeza comunista en la resistencia antidictatorial.
El encuentro de estos queridos y probados combatientes con las organizaciones partidarias y con los nuevos militantes surgidos en estos años, planteó al conjunto del Partido la necesidad de no subestimar la complejidad de la situación y practicar una política de integración de experiencias y cuadros.
La expulsión de Liwski.
En estos meses el CC discutió sobre el comportamiento de Norberto Liwski frente al enemigo y resolvió expulsarlo de sus filas. En el debate realizado con su presencia, se comprobó que N. Liwski –que hasta ese momento había ocupado una responsabilidad de importancia– había sido quebrado por el enemigo y había ocultado este hecho al Partido y a los compañeros que estuvieron detenidos con él en diversas cárceles de la dictadura. N. Liwski firmó una declaración a solicitud de sus carceleros y torturadores, en la que dio información de partido, quedó comprometido, y estimuló a otros compañeros a que hicieran lo mismo.
Estos hechos fueron el fundamento de su expulsión de las filas del Partido. Resolución que discutieron, posteriormente, el conjunto de las organizaciones partidarias.