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15 de mayo de 2014

Escribe:  Horacio Tabares

Neoliberalismo, postmodernismo y consumo de sustancias

Introducción
El consumo de sustancias psicoactivas (legales e ilegales) ha alcanzado en nuestro medio una expansión exponencial. Situación que ha llevado a no pocos especialistas a denominarla pandemia social de consumos.

Introducción
El consumo de sustancias psicoactivas (legales e ilegales) ha alcanzado en nuestro medio una expansión exponencial. Situación que ha llevado a no pocos especialistas a denominarla pandemia social de consumos.
Conocidas desde milenios por el ser humano, las drogas funcionaron reguladas por rituales religiosos o comunitarios. Más desde el siglo pasado comenzaron a instalarse en la cotidianeidad social, hasta lograr –como es actualmente-  formar parte de la cultura de los colectivos humanos. En nuestro medio, según  datos epidemiológicos que emergen de los Estudios Nacional sobre Consumos, realizados por el Observatorio Nacional de Drogas, dependiente de SEDRONAR, las situaciones de consumo de han descontrolado.
La triangulación de estos guarismos con los registros de las “voces de la calle”, como denominamos a la palabra de vecinos de reconocido ascendiente en la comunidad, con  la información periodística que, particularmente a través de la página de policiales nos enfrenta con escenas de la cotidianeidad de nuestros barrios, y por último con la información aportada por las instituciones que trabajan sobre estas problemáticas, confluyen en apreciaciones coincidentes.
Esta situación es similar a la que se experimenta en todo el mundo. Por lo que debemos buscar las causas de la expansión planetaria de los consumos en los fenómenos determinantes de la época. Según el U.N.O.D.C “se calcula que unos 230 millones de personas, o sea el 5 % de la población adulta del mundo, consumieron alguna droga ilícita  por lo menos una vez en 2010. Los consumidores problemáticos de drogas suman 27 millones, o el 0,6 % de la población adulta mundial”  Para abastecer a un mercado de tal magnitud, es de fundamental importancia la actividad de poderosas corporaciones que produzcan, y comercialicen esas sustancias.
Esto solo es posible en la etapa del capitalismo monopolista, del imperialismo y del poder ilimitado de esas corporaciones. Es en este desarrollo desigual de las fuerzas productivas sociales que se han gestado las condiciones para producir tal volumen de sustancias psicoactivas ilegales. Acotemos que una población de una mayor magnitud es consumidoras de sustancias psicoactivas legales. Lo que lleva a duplicar o triplicar la cifra estimada por U.N.O.D.C para la población mundial.
Estos consumos globales interpelan a la sociedad, pues algo grave ocurre para que millones de seres recurran a “medicalizar” sus estados anímicos, con químicos que proporcionan goce transitorio, pero (en muchos casos) a un alto costo social y sanitario. 
Pensemos que este mismo sistema (productor y comercializador de drogas) es el que ha sumido en tremendos sufrimientos a millones de personas en el mundo, responsable de guerras y catástrofes económicas, golpes de estado y ataques a poblaciones civiles indefensas, desastres ecológicos y genocidios. Un abultado catálogo de iniquidades debemos a este capitalismo salvaje.  Esta es la causal de la inseguridad mundial, y que por cierto provoca zozobra,  y sufrimiento sin límites a una inmensa población.
Claro que el sistema, así como es responsable de dolores y sufrimientos, también ofrece los lenitivos para acallar los efectos de esta situación. Los beneficios para las corporaciones son mayúsculos. Por un lado en la recaudación de una fabulosa masa de dinero, que “en cl caso de América Latina se calcula que las ganancias directas por la venta de narcóticos superan los 500 mil millones de dólares anuales,  de los cuales 300 mil se obtienen del mercado norteamericano, y una tercera parte de estos – 100 mil millones- corresponden exclusivamente al negocio de la cocaína, el principal producto del mercado subcontinental” .
 Por el otro lado, el consumo de sustancias psicoactivas ha pasado a convertirse en un poderoso medio de “control social”, habida cuenta que sus efectos provocan en las personas una alteración en el registro de la realidad, y una erosión de los dispositivos mentales necesarios para la elaboración de estrategias de transformación de esa realidad displancentera. Es decir, que estos consumos terminan inhabilitando a esta población para la lucha contra las causas que los lesionan.
Hemos planteado quienes son los beneficiarios de esta “pandemia social de consumos”. Este artículo quiere indagar quienes son los que legitiman y promueven esta proliferación de consumos, cuales son las razones y argumentos que utilizan, y desnudar su filiación teórica e ideológica.
 
Milton Friedman y el neoliberalismo
En la década del 60 aparece un libro fundamental de este autor, “Capitalismo y libertad”  En este trabajo se exponen lo fundamental de lo que serán las tesis neoliberales. Por supuesto, como nos informa Naomi Klein en su documentado trabajo, “las tres grandes medidas habituales – privatizaciones, desregulación guberna-mental y recortes en el gasto social”  , aparecerán en todo programa de gobierno prohijado por esta corriente. Según la autora, “el termino más preciso para definir un sistema que elimina los limites en el gobierno y el sector empresarial no es liberal, conservador o capitalista sino corporativista. Sus principales características consisten en una gran transferencia de riqueza pública hacia la propiedad privada – a menudo acompañada con un creciente endeudamiento-, el incremento de las distancias entre los inmensamente ricos y los pobres descartables, y un nacionalismo agresivo que justifica un cheque en blanco en gastos de defensa y seguridad…esto viene acompañado de encarcelamientos en masa, anulación de libertades civiles, tortura y asesinatos..”   
La historia del libre mercado contemporáneo ha sido escrita con letras de sangre. Desde el golpe de Estado en Chile, con el derrocamiento del Presidente Allende, en adelante, todas las barbaries cometidas por el imperialismo, llevan algo de Friedman.
Pero  veamos un dato singular de este nefasto personaje, que ha tenido discípulos en nuestro país de la talla de Alsogaray, Martinez de Hoz y Cavallo,  y es que ha sido precursor de extender la “libertad de mercados” a las drogas ilegales.
 Ya a principios de la década del 90, en un número especial publicado por la Revista La Maga, M.Friedman, junto a Fernando Savater y al abogado Elias Neuman planteaban el consumo  como un derecho a defender. Por ej. el filósofo Savater “se refiere a las muertes que se producen en relación con el consumo de drogas, advirtiendo que la vida que se pierde es suya – la del consumidor – no del Estado o de la comunidad” . Parecería que a este prestigioso pensador, autor de reconocidos estudios sobre ética, las muertes que producen por el consumo de drogas no importan, pues es la propia persona la que decidió consumir. Sr. Savater ¿le diría esto a las madres de muchos pibes de nuestros barrios que destrozan sus incipientes y precarias vidas en consumos salvajes?
Friedman se pregunta: “¿Cómo un gobierno puede decirme lo que puedo o no puedo ingerir? Somos supuestamente una sociedad libre, donde cada uno es responsable de si mismo…..las drogas legales serían mucho más limpias, su cantidad de aditivo estaría indicada y el peligro de sobredosis disminuiría”  En verdad es conmovedor el ver cómo uno de los responsables del sufrimiento contemporáneo de millones de personas, se preocupa en disminuir los peligros de sobredosis en las prácticas consumistas.
 
Thomas Szasz: el gurú  neoliberal en salud mental
Szasz en su libro “Nuestro derecho a las drogas” presenta la más desarrollada argumentación sobre esta cuestión enfocada desde la óptica de esta corriente. Así es que en este texto nos dice “creo que deberíamos  considerar la posibilidad de que un libre mercado de drogas no sea solamente imaginable en principio sino que  – dada la necesaria motivación personal de un pueblo – sea justamente tan práctica y beneficiosa como un mercado libre de otros bienes”  El autor, en consonancia con los planteos neoliberales, centra su argumentación en considerar a las drogas como una cuestión de propiedad privada, y hace de esta el fundamento de la libertad. Así es que se ocupa de aclarar que: obviamente, considerar el derecho a las drogas como derecho de propiedad presupone una concepción capitalista de las relaciones entre el individuo y el estado,  incompatible con una concepción socialista de las mismas”. Pero como veremos, Szasz no solo destila veneno contra las posiciones socializantes, sino que también manifiesta su rechazo hacia el psicoanálisis. Así es que se refiere despectivamente al fundador del psicoanálisis: “Sigmund Freud – el charlatán con más éxito de nuestro siglo – publicó El malestar de la cultura, añadiendo más lustre a su ya considerable fama, especialmente entre los inclinados científicamente a ser enemigos del capitalismo y la libertad” 
 El autor va a enfrentar al psicoanálisis, particularmente porque esta corriente ha construido un enfoque nosológico de las patologías psiquiátricas, cuestión que Szasz niega. Esta mirada es la que lo lleva a afirmar: “Mi punto de vista es  simplemente que ni la participación en el tráfico de drogas ni el consumo de drogas (legales e ilegales) ha de interpretarse como vicio, crimen o enfermedad”
Tomemos la primera cuestión, ¿el tráfico de drogas no es criminal? Preguntamos, ¿los seguidores locales de Szasz están de acuerdo con esta postura? Dada la importancia del tema nos detendremos en su análisis. Como dice del Frade: “…. el negocio del narcotráfico, nada más perversamente material y absolutamente ajeno a la metafísica, que la inversión necesaria para comprar drogas, transportarlas, distribuirlas, venderlas y lavar el producto de su recaudación”  
Los efectos causados por el accionar de las agencias narcocriminales en nuestra sociedad son múltiples y heterogéneas. El desarrollo de sus actividades, y la extensión de las bocas de expendio, provoca inevitablemente el aumento en el consumo. La experiencia que llevamos acumulada en la provincia de Santa Fé nos indica que la feroz lucha por copar los mercados barriales, ha desatado enfren-tamientos letales entre estos grupos, lo cual ha ocasionado sangrientas bajas, siendo sus víctimas principalmente, pibes de las zonas más humildes y castigadas del conurbano. ¿Sigue pensado el Sr. Szazs, o en todo caso sus seguidores locales que esto no debe ser considerado como criminal?
Tengamos presente que además en la etapa del capitalismo monopolista, la tenue línea que separa lo legal de lo ilegal en los negocios de las corporaciones es cada vez más evanescente. Las mafias que operaban en el negocio del juego ilegal, la trata de personas, la prostitución, el tráfico de armas, el trabajo esclavo, etc. cuando empezó a desatarse la fiebre consumista de sustancias, pasaron inmediatamente a incorporar ese rubro. Las conocidas zagas cinematográficas que muestran el accionar de las mafias en tiempos de la prohibición del alcohol en EE.UU, son un claro ejemplo de ello. Dado que el dinero no porta en su frente los estigmas de su tenebroso origen,  el accionista de la corporación no  tiene ningún prurito en confirmar ese rumbo empresarial cuando los negocios son rentables. Cuando se profundiza en el  análisis, nos encontramos con una trama perversa que relaciona mafias, corporaciones, fuerzas de seguridad y poder judicial,  con caudillos políticos y funcionarios públicos. Es decir el Estado del capitalismo monopolista y las oligarquías locales.
Las relaciones de la actual situación con aquellas registradas en la novela negra del siglo pasado, son más que obvias. Asi nos lo dice Manuel Fernandez Cuesta, en un incisivo artículo sobre Dashiell Hammett.
 Veamos sus palabras: “La lectura de Hammett, a la luz del estado de corrupción permanente, es más que un reconocimiento literario: es una manera directa, seca y salvaje, hard-boiled, de entender qué está ocurriendo -mientras una banda de gangsters dispara sobre la nuca del Estado de bienestar- detrás de las cortinas, en el aterciopelado reservado de un restaurante, allí donde gestos y palabras se convierten en testaferros, paraísos fiscales, recalificaciones, ingeniería financiera, sobornos: política y economía.”
Lo que condensa el pensamiento de estas “respetables” corporaciones es aquello que escuchó N. Klein en la conferencia “Reconstruyendo Irak 2” celebrada en Washington D.C: “el mejor momento para invertir es cuando la sangre todavía está fresca”   
La autora relata como apenas producida la invasión a Irak “en unos meses se produjeron conversaciones sobre la instalación de un McDonald”s en el centro de Bagdad (el símbolo definitivo de la adhesión de Irak a la economía global), la financiación de un hotel de lujo de Starwood, y General Motors tenía planes para construir una planta de fabricación de coches. En cuanto a la parte financiera, HSBC, el banco internacional con sede en Londres, consiguió un contrato para abrir sucursales en todo Irak y Citigroup anunció sus planes de ofrecer préstamos sustanciales garantizados contra futuras ventas de crudo iraquí. Los grandes del petróleo – Shell, B.P., Exxon Mobil, Chevron – arrimaron acuerdos para formar a los funcionarios iraquíes en las últimas tecnologías de extracción y modelos de gestión”  
Sobre las pilas de cadáveres de la población civil iraquí, las corporaciones, emblemas de la sociedad de mercado, cerraban sus “legales y respetables” negocios. ¿Quién imaginaría a los inocentes creadores de “la cajita feliz” que se entregan con las más inocentes hamburguesas, usufrutuando tan macabro emprendimiento? ¿Pero entonces qué de extraño hay que quienes logran tan jugosos dividendos con los negocios de la guerra, no inviertan en el tráfico de drogas si la rentabilidad que ésta produce lo aconseja?
 Hay que volver a releer el lucido libro de Saviano “Gomorra. Un viaje al imperio económico y al sueño del poder de la camorra” para comprender la perversa trama de compromisos entre las fuerzas del poder (político, judicial, de las fuerzas de seguridad) con las mafias y las corporaciones, en el entrelazado de negocios legales e ilegales.  
En nuestro medio las corporaciones que manejan la droga sostienen sus agencias narcocriminales, quienes son los que hacen el juego  sucio en el terreno. Los delincuentes de “guante blanco” operan en las sombras, y su vida transcurre entre lujosos edificios y suntuosas residencias. Mientras que los dealers se ocupan de reclutar “soldaditos” descartables para operar en terreno. Estos son los pibes que nacen y mueren en el más feroz desamparo, y que son la variable de ajuste de este deleznable negocio.  ¿Volvemos a interrogarnos, esta es la sociedad de mercado defendida por Szasz? ¿Sus seguidores locales acuerdan con la postura de su gurú?
Pero veamos otra controvertida postura de este señor en cuanto a considerar a los consumos como problema de salud mental. En este punto vamos a concordar con Olivenstein, cuando advierte: “los consumidores de drogas son incumbencia de un interrogante social; los toxicómanos son enfermos que sufren, por lo que precisan una intervención terapéutica” 
En nuestra práctica clínica hemos tomado el enfoque del Dr. Hugo Miguez, que categoriza a los consumos en diferentes fases, que van desde la experimentación hasta concluir en la dependencias o adicción. Por ello el planteo de Szasz es incorrecto, pues cuando habla de consumidor no aclara si este se halla en la fase inicial de experimentación, y si ya ha llegado a la final (adictiva). Porque ella sí está compuesta por un conjunto de indicadores patológicos que configuran la entidad clínica denominada “adición a sustancias psicoactivas”.
 
 El consumidor en esa fase puede presentar varios de estos síntomas: 
1.- un cuadro psicopatológico de alta complejidad (cuadro de borde; patología narcisista; neurosis grave; depresión melancólica; psicosis o esquizofrenia )
2.- cuadro sociopatológico (trastornos de su conducta social; acting delictual; trastornos de su comportamiento sexual, ect.) 
3.- deterioros cognitivos,y/ o afectada su capacidad de planificación y ejecución productiva.
4.- alteraciones a nivel neurobiológico, en los dispositivos de liberación de neurotransmisores, como hipofunción cortical, etc. 
5.- deterioro de sus funciones clínicas. Afectado los sistemas respiratorios, cardiovascular, cerebrovascular, circulatorio, ect.
6.- severas lesiones en su red vincular familiar.
 
En nuestro criterio la presencia de algunos de estos indicadores patológicos justifican  para considerar a las dependencias o adicciones a sustancias como una entidad clínica. Szasz retoma este debate en la pag. 139 del libro citado. Allí dice: “ Abuso de drogas: ¿Qué enfermedad?, ¿Qué tratamiento ?…Los malos hábitos de otros hombres han sido durante mucho tiempo la enfermedad favorita de psiquiatras y psicoanalistas. De acuerdo con ello, cuando propuse al principio de este libro la cuestión del abuso de drogas, sugerí que recordáramos que los malos hábitos no son enfermedades”
 El autor no abunda en argumentos, o en todo caso los que utiliza son impertinentes, por lo que queda flotando el interrogante ¿Por qué este señor se empeña tanto en quitar la categoría de enfermedad a las adicciones? Aclaremos que esta misma postura la han enunciado algunas personas enroladas en la corriente de “reducción de daño”. Como veremos más adelante, mediante esta operación se concluye que el consumo de ninguna sustancia psicoactiva es lesiva para el organismo humano, y esto refuerza su tesis de mercado libre para la comercialización de las mismas. Pero además si el consumo en su fase adictiva no es patológico, con este recurso el autor exime al Estado sobre la obligación de brindar cobertura a los efectos de los mismos. ¿Los seguidores locales de Szasz están de acuerdo en esto? Porque si llegamos a esta conclusión expliquen por favor para qué  sostienen y mantienen una institución que se ocupa de personas con trastornos por consumo de sustancias, y que recibe por otra parte subsidios del Estado para tratar lo que ellos consideran que no son cuadros patológicos.
Las evidencias clínicas demuestran  que  el consumo de sustancias, particularmente en la fase adictiva, produce sintomatología observable, y a la vez detectable por estudios de última generación. Por supuesto que los efectos tendrán que ver con el tipo de sustancias que se ingiera, con la frecuencia y la cantidad, con el tiempo que hace que se esté consumiendo, con el organismo del consumidor, etc.
 
Algunos  discípulos locales de Szasz
Vamos a repasar algunos conceptos producidos por profesionales enmarcados en esta corriente.  En su escrito “Programa Andrés Rosario, coordenadas actuales” que forma . parte del folleto “Salud Mental y Adiciones”,  Anibal  Angeletti  nos dice: “Enmarcados por ideales como la abstinencia  -de sustancias – como fin de toda acción, por asociación directa entre consumo y delito, o por la promoción de nociones como adicción o dependencia a categorías clínicas (lo que llevó a confusiones con el concepto de enfermedad); se fomentaron prácticas que disfrazan a adolescentes y adultos fragilizados, despojados de futuro, con padecimientos psíquicos y sociales complejos, en adictos y/o criminales para así poder darles un tratamiento” 
Angeletti que nos ha prometido marcar “algunas inconsistencias entre los discursos sociales, académicos, políticos y asistenciales que tratan de demarcar la problemática de la droga” comienza con una primer inconsistencia: él, que critica a la categoría adicción inscribe su escrito en una propuesta que lleva el título: Salud Mental y Adicciones. Lo que sigue es un tremendo e inconsistente galimatías donde el autor mezcla categorías clínicas psiquiátricas, a las cuales asigna preceptos morales, apelaciones a los derechos de los usuarios de drogas, etc.
 En relación a la categoría adicto lo único que puede aportar es  “adicto palabra en sí misma antigua (sic) y con la que nosotros como institución no compartimos..” (pag. 21); o “el concepto de adicción o su reelaboración y partición, supuestamente más científica, en uso, abuso, dependencia. Esta línea que se desenvuelve en el tiempo va en paralelo con la línea histórica que pensaba el uso de sustancias como un vicio, una flojedad moral, y que culmina con la idea actual que la considera una enfermedad..” (pag. 13)
Angeletti, en vez divagar con eso que de la palabra adicto  es antigua ¡¡¡¡¡ debería poner su esfuerzo en analizar si estas categorías uso, abuso y adicción no expresan etapas del proceso consumista. Salvo que para él sea lo mismo tomar un vaso de cerveza, que 6 o 10 porrones, como algunas personas alcohólicas que hemos tratado en nuestra institución. Lo mismo podríamos decir: es igual fumarse un porro que consumir varios gramos de cocaína por día. Porque en un caso estamos ante un usuario de marihuana y en el otro frente a un posible adicto a la cocaína.
El autor en la pag. 12 de su trabajo, nombra específicamente a Thomas Szasz como referente teórico. ¿Esto supone que adscribe al neoliberalismo de Szasz, y a todo aquello que se plantea en el libro Nuestro derecho a las drogas? Si esto es así,  ¿Por qué nos dice en su artículo  que “con el paulatino agotamiento del modelo neoliberal llegaron los destrozos en el tejido social  de la década del 90? Es decir admite los efectos letales del neoliberalismo y por otro lado toma como referente a un reconocido y confeso neoliberal?
Angeletti inició su escrito con la pomposa pretensión de marcar inconsistencias entre discursos sociales, etc, y pareciera que lo único que ha podido demostrar hasta ahora  es la inconsistencia de su propio pensamiento.
 
Algo sobre los postmodernistas
El postmodernismo es una corriente de pensamiento, que emerge en las sociedades europeas, en la década del 80, y que es fundamentalmente la expresión de un sector de la intelectualidad frente a la caída del “socialismo real”,  concepto con el que se intentó enmascarar la restauración capitalista de la URSS en 1957, y posteriormente en China a partir de 1978.  Este proceso,  que transitó un largo periodo, atravesado por intensos debates en el campo de la revolución, fue criticado profundamente por el maoísmo. Instalado ya en la Europa post-muro de Berlín, provocó en importantes sectores de la población una corriente de escepticismo y descreimiento en la posibilidad de transfor-maciones revolucionarias en la sociedad, fortaleciendo la idea de la indestructibilidad del capitalismo. 
Pensadores y sectores universitarios, en primer lugar europeos, se plegaron a esta corriente, con diferente grado de sumisión y/o sometimiento al poder de los mercados. Algunos, los más avanzados, hablamos por ej. de Foucault, como dice Follari, “en el momento de la muerte de las ilusiones revolucionarias en su forma clásica –al menos dentro del capitalismo avanzado – ofreció un sucedáneo, una subversión del orden que no requería de cambio estructural, una posibilidad de mantenimiento de la esperanza en otro  futuro y de la conciencia crítica en lo social” 
Otros, desesperanzados, terminaron en la más abyecta sumisión a los mercados. Vamos a hablar de uno de ellos, el Sr. Lipovetsky, que ha tenido una notoria influencia en algunas de nuestras facultades.
Desde el inicio de su libro “La era del vacío” Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, el autor desnuda su filiación ideológica. Así es que dice : “Nuestro tiempo  sólo consiguió evacuar la escatología revolucionaria, base de una revolución permanente de lo cotidiano y del propio individuo: privatización ampliada, erosión de las identidades sociales, abandono ideológico y político, desestabilización acelerada de las personalidades, vivimos una segunda revolución individualista”  Por supuesto que Lipovetsky. se sitúa en la promoción del más crudo individualismo, desechando cualquier postura revolucionaria, planteando “el fin de las ideologías” y la despolitización de la sociedad, con una propuesta donde resuena el neoliberalismo, “la privatización ampliada”
”Indiscutiblemente debemos partir del mundo del consumo. Con la profusión lujuriosa de sus productos, imágenes y servicios, con el hedonismo que induce, con su ambiente eufórico de tentación y proximidad, la sociedad de consumo explicita sin ambages  la amplitud de la estrategia de seducción “ 
 Lipovetsky define claramente en que campo se sitúa: en el del consumo, y por esto fuera poco, avanza páginas más adelante, refiriéndose al momento actual (cuando publico su libro) “se ha instaurado una economía libre fundada  en el empresariado independiente y el mercado, al igual que los regímenes políticos democráticos” Para él el imperialismo no existe, como tampoco la invasión a Corea, Viet Nan, Irak, por no citar algunas de las más notorias y sangrientas invasiones imperiales de la segunda mitad del siglo XX. Por a alguien le quedaba duda de su postura reaccionaria y anticomunista citemos: “el mismo PCF no se ha quedado atrás y se sube al tren abandonando la dictadura del proletariado, ultimo dispositivo sangriento de la era revolucionaria y de la teleología de la historia”   
El hombre que se deshace en elogios al imperialismo, por supuesto destila odio hacia el comunismo y la dictadura del proletariado.
Pero veamos  que ofrece el sr. Lipovetsky a la juventud. Leemos acerca de su sociedad postmoderna: “Eso es la sociedad post-moderna; no el más allá del consumo, sino su apoteosis, su extensión hasta la esfera privada, hasta en la imagen y el devenir del ego llamado a conocer el destino de la obsolencia acelerada, de la movilidad, de la desestabilización. Consumo de la propia existencia a través de la proliferación de los mass media, del ocio, de las técnicas relacionales, el proceso de personalización genera el vacío en tecnicolor…..” y por si queda alguna duda define: “el proceso de  personalización remite a la fractura de la socialización disciplinaria; positivamente corresponde a la elaboración de una sociedad flexible basada en la información y en la estimulación de las necesidades, el sexo, y la asunción de los factores humanos, el culto a lo natural, a la cordialidad y al sentido del humor”  
El primer capítulo del libro que comentamos se titula “Seducción continua”. En el mismo el autor hace un aporte teórico asombroso: se han cambiado las relaciones de producción por relaciones de seducción. Así  plantea: “La vida de las sociedades contemporáneas está  dirigida desde ahora por una nueva estrategia que desbanca la primacía de las relaciones de producción en beneficio de una apoteosis de las relaciones de seducción” ¡Escribe esta estupidez sin inmutarse!!!!!
Pero veamos dónde va: parecería que esta primacía de la seducción va a determinar que “la policía mira de humanizar su imagen, abre las puertas de la comisaria, se explica con la población civil, mientras que el ejército se dedica a tareas de servicios civiles” Aquí tenemos la razón de su formulación: embellecer la imagen de los organismos represivos del estado imperialista. Claro que basta con leer las noticias periodísticas diarias para que este infame argumento caiga a pedazos. Por ej. una noticia del periódico La Capital de Rosario del 28 de noviembre de 2013 “Era bicarbonato lo secuestrado por la Federal como 14 kg. de cocaína” desnuda la trama perversa que asocia a la policía, un sector de la justicia, algunos políticos, y profesionales diversos. Además asoman los indicios que ligan al dinero recaudado por tal letal negocio con algunos aspectos del bum inmobiliario que tanto impacto han causado en la zona. La simple lectura de la página policial de un periódico nos pone en evidencia que la cuestión de la droga es un aspecto inseparable al Estado del capitalismo monopolista. Desnuda además la esencia lacayuna de este supuesto intelectual postmo.
En su exaltación del individualismo y el narcisismo escribe: “en el momento del autoservicio libidinal, el cuerpo y el sexo se vuelven instrumentos de subjetivación- reponsabilización, hay que acumular las experiencias, explotar el capital libidinal de cada uno, innovar en la combinaciones……su cuerpo es usted, existe para cuidarlo, amarlo, exhibirlo…” Esto es la quintaesencia del narcisismo, del individualismo feroz, del autoerotismo, de hedonismo y el exhibicio-nismo. Es la justificación del consumo de drogas. 
Lo que mueve a asombro no es tanto que Lipovetsky escriba esto, sino que este libro haya encontrado eco en algunos círculos académicos de nuestro país. A modo de síntesis podemos apuntar que Lipovetsky es un reaccionario de un cinismo asombroso, que encubre su discurso en giros transgresores, que no alcanzan a ocultar la indigencia de su pensamiento.  Hace un culto del narcisismo, el individualismo, el encierro en su propia piel, preocupado únicamente por disfrutar un endeble hedonismo. Para una juventud que se ha forjado en el ejemplo del “Che” Guevara, quien ofreció todo por liberar las cadenas del imperialismo y las oligarquías a su pueblo, las palabras de L. son un insulto. Agravio a la solidaridad, a la cooperación, al valor del colectivo social, a la lucha tenaz por transformar el mundo, a la heroica causa de quienes no vacilaron en ofrendar su vida por la revolución.
Pero no nos asombremos, pues las concepciones de este personaje, reaparecerán en boca de algunos representantes de una corriente que tiene cierto predicamento en nuestro medio y que se autodenominan “reducción de daño”, y que confluyen con un heterogéneo sector que se agrupa en las Marchas de la Marihuana. Donde lo singular es que estas concepciones profundamente reaccionarias, pero revestidas de una cierta postura “progresistas”, puedan ser asumidas por un sector de jóvenes que honestamente quieren y luchan por un mundo sin explotación, y por otro intentar justificar el consumo de drogas como una praxis libertaria
 
Que plantean las organizaciones de “reducción de daño”
De esta heterogénea corriente que agrupa en la autodenominada “Reducción de Daños” examinaremos los argumentos esgrimidos por los directivos tanto de Fundación Intercambios,    y los ARDA  
Como plantea el artículo citado “en el caso específico de ARDA, la misma idea de desarrollar políticas públicas basadas en los principios de reducción de daños asociados al uso de drogas surge, en sí misma, de una aceptación del estado de cosas: la gente se droga con todo tipo de drogas y lo hace de cualquier forma. Lo que dice ARDA es: si lo vas a hacer, hacedlo bien. O hacedlo mejor”. Como vemos se parte de aceptar como irreversible la actual pandemia social de consumo, y a partir de ello se proponen cosméticos que disimulen los daños que provocan los consumos. Con una salvedad: en ninguno de sus escritos aparecen advertencias sobre el riesgo que implica consumir drogas.
 Pero, hay que aclarar que lo que estos voceros denominan daños no son las alteraciones psiconeurologicas que produce el consumo de sustancias psicoactivas. De ninguna manera, pues como plantea Graciela Touse: “dice esta perspectiva, que esos efectos sociales, esos mecanismos de estigmatización y segregación tienen efectos más perjudiciales, más desvastadores que los mismos efectos primarios de las sustancias. Es decir, es mucho más de riesgo el mecanismo de estigmatización que se pone socialmente en juego en relación a los usuarios de drogas, que los mismos efectos que el consumo de esas sustancias producen en esos sujetos”  ¿Qué proponen para evitar esos riesgos? Leemos en un folleto repartido por Fundación Intercambios: “Si fumas pasta base esta información es para vos: …enjuágate la boca con agua tibia después de haber fumado. Así evitas lastimaduras…..Usar seguido pasta base, te saca las ganas de comer. Aliméntate, la pérdida de peso puede poner en riesgo tu salud… etc.”
Por cierto que este tipo de material, donde no se hace referencia a los graves riesgos que implica para el Sistema Nervioso Central, y para otros sistemas (cardiovascular, pulmonar, gastrointestinal, ect.),el consumo de tales sustancias,  parecería que van dirigidos a chicos escolarizados de clase media. Desconocen que la población consumidora de PACO, son principalmente pibes en situación de desamparo material y simbólico, donde este mensaje no hace mella, y menos si están bajos los efectos de las sustancias, y donde además ni siquiera tienen las posibilidades materiales de seguir con estas indicaciones.
Para esta gente, los efectos nocivos del consumo están puestos en las situaciones de estigmatización. No negamos que estas existen, pero esto no implica cerrar los ojos al tremendo daño neurobiológico que el consumo de estas sustancias produce. Entonces surge la pregunta inmediata. ¿A qué responde este interés en presentar a las sustancias psicoactivas como carentes de efectos lesivos, o en todo caso (si es que lo tienen) estos serían