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02 de octubre de 2010

Las fuerzas obreras y populares luchan contra la política kirchnerista que descarga la crisis sobre sus espaldas.

La bronca en las calles

Anticipo Hoy 1292

1. Una oleada
Se ha desatado una nueva oleada de luchas: subte, construcción, estatales, docentes, desocupados, jubilados, trabajadores de la salud y la educación, tareferos, del correo, estudiantes, ambientalistas, etc. Como ya ocurrió cuando el país fue sacudido por los piquetes en repudio a la represión en la ex Terrabusi, el lunes 28 de setiembre, la semana pasada tuvo su jueves de bronca, y la que está en curso viene dura.
El gobierno disputa la calle a esa oposición dura: provocaciones de la patota de la UTA a los trabajadores del subte, y de la bonaerense y patotas al comedor del delegado Segovia, represión a los obreros de la construcción en la Panamericana y movilizaciones de piqueteros K. Las cosas están sin control en el campo sindical y entre los movimientos piqueteros. Las imágenes de los últimos días se parecieron bastante a las del caótico 2002”, (Morales Solá). “Lo grave es que la cultura piquetera se ha extendido y se extiende cada vez a más vastos sectores: desde estudiantes y docentes hasta productores rurales”, editorializó La Nación (8/11).
Esta nueva oleada arrancó con dos huelgas duras y prolongadas: la de los petroleros de Santa Cruz y la de de los trabajadores de Kraft. En condiciones particulares por la división de los de arriba, la histórica lucha de Kraft, protagonizada por sus 2.700 trabajadores dirigidos por su Cuerpo de Delegados y su Comisión Interna clasista y combativa, mostró una línea de combate a las grandes masas para enfrentar la crisis. Aquellas consignas de “somos todos Kraft”, o “diez, cien Kraft”, es lo que ha comenzado a producirse en la Argentina actual.
Contingentes de obreros fabriles, desocupados y jubilados, trabajadores de la salud y la educación, estatales, y amplios sectores populares, ganan la calle contra una crisis que no provocaron y no están dispuestos a pagar. El hambre y la desocupación duelen y han quedado al desnudo, desmintiendo las mentiras K. El gobierno ha tenido que ceder en conflictos gremiales, debió abrir la mano con las asignaciones por hijo, y hay condiciones para abrirle la mano nacionalizando el plan de cooperativas y que estas lleguen verdaderamente a los desocupados.

2. Arriba divididos
El problema de fondo es quién paga la crisis.
Desde la lucha de Kraft, el gobierno K se ve jaqueado desde la izquierda y desde los de abajo, con luchas que destapan la mentira K de “un gobierno nacional, popular y progresista”. También, se ve enfrentado con el centroizquierda por la reforma política con la que pretende garantizar la reelección de Kirchner en las elecciones del 2011.
Además, la situación en el campo sigue siendo de mucha bronca, sobre todo en las regiones castigadas por la sequía: sudeste de Buenos Aires, San Luis, Córdoba, Santiago del Estero, Chaco y norte de Santa Fe.
La “conflictividad social” ha profundizado la fractura que divide a los de arriba, que temen que “la transición al poskirchnerismo” se de en un país incendiado como en el 2001. Esa fractura de los grupos de poder enfrenta a un gobierno débil, con otras derechas, hasta ahora divididas e impotentes para ganar a las grandes masas.
Un gobierno débil, pero con capacidad para usar su artillería acumulando todo el poder posible antes de marzo del 2010, cuando perderá la hegemonía en el Congreso. Para eso apura la aprobación del presupuesto con superpoderes para el 2010, la prórroga de la emergencia económica por dos años, la suspensión de la ley cerrojo para negociar con los bonistas, y el aumento del monotributo hasta el 100% en las categorías más bajas. Trata de mantener el control de la situación hasta las elecciones del 2011, y lanzó la reforma política para pelear por definir su descendencia y garantizar su impunidad, y si no lo logra, amenazan con “pudrir todo” y “embarrarle la cancha al que venga”.
El kirchnerismo trata de seguir montado dos caballos al mismo tiempo: el aparato del PJ, en particular el bonaerense, y el aparato sindical, y lo que le queda del centroizquierda (sectores transversales y “piqueteros”), y busca utilizar a su favor las contradicciones entre ellos. Le funcionó cuando “la caja K” era gorda, difícil con la caja chica: la plata del Anses no alcanza, como creyó el gobierno, para pagar la asignación por hijos, y tuvo que ir a pedir al Banco Mundial. Algo de eso se reflejó en que fueron pocos los alcahuetes que se anotaron en el “operativo clamor” para que el Consejo del PJ rechace la renuncia “indeclinable” que presentó Néstor K luego de su derrota electoral.

3. AEA: llegar al 2011
El kirchnerismo ha golpeado duro al grupo Clarín y otros con la ley de medios; y lo sigue golpeando con el bloqueo a la distribución de diarios de los seguidores de Moyano, al que premió con el manejo de los $ 1.000 millones del Programa de Asignaciones Especiales de Salud.
Las derechas rivales del kirchnerismo buscan acuerdos y candidatos, pero no enamoran con sus propuestas de un “orden” que solo sirve a su objetivo de hacerle pagar la crisis al pueblo. Estas derechas no le hacen asco en apoyar al kirchnerismo avalando las negociaciones por la deuda, sin investigar su carácter fraudulento y usurario: un nuevo negociado, escandaloso, de los tres bancos que organizaron este megacanje con los bonistas: Barclays (inglés), Citigroup (yanqui) y Deutsche (alemán).
Se suceden reuniones buscando acuerdos de sectores no K. En Chubut de Das Neves reunió a Duhalde, Urtubey, Gabriela Michetti, Ernesto Sanz y Prat Gay, pero no logran acuerdos que vayan más allá de pelear el control de las principales comisiones del Congreso. Este camino parlamentario es el que prometieron antes de las elecciones de junio, con el que aseguraban que iban a “acorralar” al gobierno desde el día siguiente de las elecciones. Fracasaron y corrieron el arco al 10 de diciembre. Ahora lo vuelven a correr a marzo, cuando empezará a funcionar el Congreso con los nuevos legisladores. Recién entonces comenzará el “tira y afloje” entre el gobierno con sus vetos y sus decretos de necesidad y urgencia, y el Congreso que solo podrá imponerse con plebiscitos (lo único que el gobierno no puede vetar).
Los grupos poderosos que controlan la Asociación de Empresarios Argentinos, ya habrían decidido que el gobierno llegue al 2011, pero cerrándole el camino a un nuevo mandato o a ser el “gran elector” del nuevo gobierno. En esto, podrían jugar, también, las contradicciones que aparecen entre el kirchnerismo y grupos que hicieron negocios con el “capitalismo de amigos”.
Esto podría explicar que algunos que militan en la “derecha destituyente”, como el presidente de la Sociedad Rural, Biolcati, que fogoneaban un tractorazo, operaron para levantarlo y plantean que “hay que llegar al 2011”. ¿Sabía Apaolaza, directivo de Carbap y otro de los fogoneros, que el kirchnerismo les preparaba un choque con fuerzas K? También explicaría los llamados de Elisa Carrió a “quedarse en la casa” y como máximo “hacer apagones” (y levantar el ejemplo de lucha contra la droga del narco gobierno de Uribe en Colombia).

4. Crisis de hegemonía
Las brasas del Argentinazo del 2001 nunca se apagaron. Al calor de esas brasas, la rebelión agraria desfondó políticamente al gobierno kirchnerista restándole la base agraria que había sido clave para que CK llegara a la presidencia. Estalló la crisis económica ahondando los sufrimientos populares. Los trabajadores de Kraft, su cuerpo de delegados y su comisión interna clasista marcaron un camino para enfrentar las brutales consecuencias sociales de esa crisis y detonaron esta oleada de luchas.
El exitoso Encuentro Nacional de Originarios que acaba de realizarse en Libertador (Jujuy) (págs. Centrales), mostró la profundidad de las aguas que se están removiendo en la Argentina.
El kirchnerismo no puede seguir descargando la crisis sobre el pueblo sin incendiar el país. Las clases dominantes no pueden garantizar un “transición al poskirchnerismo” de derecha. Y las masas obreras y populares en las calles, en combates impregnados por la lucha obrera, avanzan con sus propios reclamos, con las formas de lucha que comprueban en la práctica, y con una creciente unidad multisectorial, pero tampoco pueden, todavía, garantizar una salida.
Ya no hay dos en la cancha, hay tres. Desde las calles y las rutas, se ha comenzado a terciar en la cancha grande. Y en la medida en que se avance por ese camino, con la clase obrera recuperando sus cuerpos de delegados, comisiones internas y sindicatos, y colocándose al frente de las fuerzas populares, patrióticas y democráticas, y de su unidad en las multisectoriales, se pueden crear las condiciones para conquistar un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático.