El miércoles 31, tras 10 días de bloqueo, la Cooperativa de Trabajadores Portuarios Ltda. San Martín y las empresas cerealeras y aceiteras -Cargill, Bunge, Noble, Louis Dreyfus, AGD y Nidera, entre otras- llegaron a un acuerdo que permitió superar el conflicto que mantuvo paralizada la exportación de granos, aceites y harinas en los puertos de Puerto San Martín y Timbúes. Los trabajadores recibirán un aumento del 27% en dólares de la tarifa -40% en pesos- que percibe la cooperativa por sus servicios de estiba y además consiguieron el compromiso de las empresas de negociar en noviembre los montos para 2011.
El acta-acuerdo se firmó en la CGT y además de las partes involucradas, estuvieron presentes Moyano, los ministros Tomada (Trabajo), Domínguez (Agricultura), Boudou (Economía) y el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. La magnitud y firmeza de la protesta, sus implicancias económicas (en plena cosecha, por cada día de piquete el país dejó de exportar un millón de toneladas) y la amenaza china de no comprar aceite de soja explican el reclamo de acuerdo de CFK y la participación de casi medio gobierno en las negociaciones, un hecho inédito en los conflictos laborales.
De esta manera, y luego de varias negociaciones fallidas, de las que participaron Moyano, De Vido, Herme Juárez (SUPA) y directivos de la Cámara Argentina de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara), que agrupa a las principales cerealeras del país, se superó el conflicto más importante de los últimos años que hasta paralizó las operaciones en la Bolsa de Comercio de Rosario, donde en los últimos días del conflicto los representantes de las cerealeras afectadas por el paro decidieron retirarse.
Un sector que obtiene fenomenales ganancias
El complejo sojero está de fiesta. Se avecina una cosecha de 52 millones de toneladas de soja, que será record. Según la última estimación que hizo la Bolsa de Comercio de Rosario, este año el sector facturará 22.300 millones de dólares.
Las empresas cerealeras no perdieron pese a la crisis mundial. Según un estudio realizado por la consultora Claves ICSA, tomando en cuenta 62 sectores de la economía argentina, en 2009 la rentabilidad neta sobre ventas de las empresas se ubicó en un 6,5%. Tuvieron una ganancia promedio del 18%, lo que significa una tasa de utilidad casi tres veces superior al promedio nacional, y solamente superadas por las mineras y los shoppings.
Sin embargo, estas cerealeras pagan sueldos miserables. Cargill es la primera empresa exportadora de productos agroalimentarios y la tercera del país. Junto a las también transnacionales ADM, Bunge, Dreyfus y Noble son las empresas extranjeras más importantes del sector y tienen dos cosas en común: todas embarcan desde puertos propios y todas pagan salarios que no llegan al 1% del total de la facturación.
Paralizaron el polo sojero más grande del mundo
El proceso que desembocó en la gran huelga de los 700 estibadores y 2.000 aceiteros del complejo oleaginoso, comenzó con un pedido de aumento salarial. Herme Juárez, oscuro personaje que por un lado dirige la Cooperativa de Trabajo que suministra mano de obra a todos los monopolios exportadores mineros y sojeros y a la vez es secretario general del SUPA de San Lorenzo, con una modalidad totalmente antidemocrática, denunció que sus representados ganaban $80 por día y exigieron un aumento del 100% en dólares. En una solicitada, el secretario gremial, Julio Silva, había justificado el pedido de aumento en “las millonarias ganancias de estas empresas” que operan en los puertos bloqueados.
Al mismo tiempo Reguera, secretario general de los aceiteros, desarrollaba en Buenos Aires negociaciones secretas por paritarias. Apareció Moyano y luego de una serie de reuniones de las que participó junto a Juárez y Reguera, se conformó súbitamente la Unión de Trabajadores de la Actividad Agroindustrial, del Transporte y de la Estiba, una estructura gremial que durante el bloqueo demostró un enorme poderío.
Basta considerar que en conjunto pueden condicionar el transporte, procesamiento y embarque del 25% de las exportaciones del país, sin tener en cuenta los embarques mineros y otros negocios millonarios que preferimos no especificar.
La bisoña organización fue impulsada decididamente por Moyano, como parte de un plan para consolidar su poder en la región. Los camioneros de Rosario ya anticiparon que la “normalización” de la CGT sólo será posible si un dirigente de ese gremio ocupa la secretaría general.
Pero sin dudas el salto organizativo potenció el reclamo salarial y el conflicto tomó importancia, ya que por esos días debían ingresar a las terminales portuarias y aceiteras el flujo más importante de camiones que traen la cosecha. Los estibadores, además de bloquear las terminales, no prestaron el servicio de estiba, palas de embarque de granos, harinas y aceites, y descarga de barcazas.
Durante los primero días, los obreros tomaron los accesos a Terminal 6 (propiedad de Bunge y Aceitera General Deheza) y a la planta de Cargill. Pero a partir del lunes 29, luego de rechazar en una asamblea la propuesta de las empresas de otorgar un aumento del 25% en dólares más un mínimo garantizado para 2011, los empleados decidieron bloquear el resto de las terminales ubicadas en la zona.
La profundización de los bloqueos terminó afectando a otras ramas productivas –biodiesel, petroquímicas, etc.- y derivó en la paralización de 15 plantas que ocupan a 10.000 trabajadores.
Una lucha y un proceso a estudiar
Alarmadas, las cerealeras y otros sectores de las clases dominantes lanzaron una campaña para desactivar el conflicto. En primer lugar calificaron el pedido de aumento de “desmedido”.
Acompañando el reclamo, desde la Bolsa de Comercio fueron al “grano” y plantearon la necesidad de que el Estado intervenga y se liberen las cargas retenidas en los camiones. Cristian Amuchástegui, presidente de la entidad, sostuvo que “los acopiadores están colmados en la mayoría de su volumen, los camiones quedan inutilizados porque no pueden descargar”. Luego estimó que el sector “está en zona roja” ya que es un conflicto que afecta el interés nacional y “no se puede resolver entre partes privadas”. También explicó que la situación es muy complicada, porque no hay mercado interno, no se cumplen con los contratos con el exterior y las pérdidas son muy grandes. El sermón terminó con un “apriete”: “Creo que ya, si no hay acuerdo entre las partes, tendrá que actuar el gobierno”.
Con la situación totalmente desbordada, y argumentando que desde la zona sale el 70% de las exportaciones del sector que representan 12,5 millones de dólares diarios por retenciones, CFK y sus ministros se involucraron en el conflicto. Esto explica cómo, después de haber rechazado la propuesta de un aumento del 25%, inesperadamente y cuando la Federación de Estibadores Portuarios Argentinos amenazó con extender el conflicto a todos los puertos del país, se produjo el encuentro en la CGT y se firmó el acuerdo del 27%.
Si bien todavía no conocemos cuánto significará concretamente el aumento en los bolsillos de los trabajadores, sí se puede afirmar que se ha quebrado el tope salarial pretendido por el kirchnerismo.
A pesar de las contradicciones generadas dentro de la cooperativa tras el arreglo salarial, el bloqueo llevado adelante por los estibadores fue una lucha importante, trascendente, que paralizó el complejo cerealero. Durante 10 días se dejaron de hacer 40.000 viajes de camiones, mientras que en el río, 40 barcos aguardaban la finalización del conflicto para poder cargar, a un costo de 40.000 dólares diarios que debieron afrontar los exportadores.
La lucha modificó la geografía del Gran Rosario en épocas de cosecha, y del movimiento febril se pasó la desolación total, sólo alterada por el humo de las gomas quemadas de los piquetes.
El paro y los efectos del rechazo chino a la importación de aceite de soja, han confirmado la importancia estratégica de este complejo industrial y portuario, y se hace inevitable que profundicemos su análisis. A la vez demuestra lo reaccionario y frágil de la política exportadora, minera y sojera del gobierno, ya que cae el mercado interno, aumenta la miseria y la superexplotación en la misma zona donde se procesan y salen más del 25% de las exportaciones del país, resultado del trabajo de miles de obreros y productores argentinos.