El Partido Comunista de Nepal-Maoísta (PCN-M) decidió no formar parte del nuevo gobierno nepalés y seguir en la oposición.
Pese a su resonante triunfo en las elecciones a Asamblea Constituyente el 10 de abril, un acuerdo oportunista entre las representaciones de los partidos burgueses en esa Asamblea –principalmente el Partido del Congreso y el revisionista Partido Comunista de Nepal-Unificado (PCN-UML), temerosos ante todo de la hegemonía de los maoístas– privó al PCN-M de la mayoría absoluta y le birló la presidencia. La no participación de la fuerza mayoritaria en el primer gobierno republicano reabrió la crisis política.
Después de 11 años de guerra revolucionaria (1996-2006), el triunfo del PCN-M había abierto, en ese país enclavado entre China y la India, enormes expectativas populares de poner fin a la monarquía feudal, reaccionaria y proimperialista y abrir un camino de aproximación a la revolución democrática y popular. A fines de mayo se expulsó al rey Gyanendra y se instauró una república federal.
Sin embargo, los constituyentes eligieron como primer presidente del país a Ram Baran Yadav, del Partido del Congreso Nepalés, y los maoístas estimaron que eso impediría la realización de las medidas populares más importantes de su programa, entre ellas la reforma agraria.
El máximo dirigente del PCN-M, Prachanda, advirtió sobre la “impaciencia” que seguramente embargaría a los milicianos del Ejército Popular de Liberación –dirigido por los maoístas–, hoy acantonados bajo supervisión de la ONU en 28 campos de todo el país, quienes además perderían las pensiones que hoy les paga el Estado, en virtud del acuerdo de paz de 2006.
El posible recomienzo de la crisis política es visto con preocupación tanto por la India, que siempre trató al estado himalayo como su “patio trasero”, como por la China imperialista, que teme una reactivación del nacionalismo tibetano en sus provincias sudoccidentales.
03 de octubre de 2010