El 20 de abril el Juzgado de Jesús María había recibido la demanda de exclusión de la tutela sindical para los delegados Sergio Velasco y Carlos Ferreira de la fábrica de chocolates que Arcor tiene en Colonia Caroya.
Recién se había iniciado la huelga larga por aumento salarial de los 28 días y la demanda había sido a partir de la lucha por la reincorporación de un compañero despedido el 15 de marzo. La empresa quería castigar en Velasco y Ferreira -como hace Kraft con Bogado, María Rosario, Penayo, y Alfonso- a todos los compañeros por atreverse a enfrentarla. Había que contestar con el conjunto.
El 10 de agosto estaba convocada la primera audiencia en los Tribunales de Jesús María, donde hace 15 días se presentaron las firmas de más del 90% de la fábrica, contra los juicios. Y los delegados de las otras plantas ya habían planteado al gremio una campaña con un único petitorio para todas las empresas a la vez que en las secciones se discutía la movilización para el martes 10.
Sorprendentemente, el lunes 26 de julio llegó al Juzgado la marcha atrás de la empresa. La directiva dice que es una “negociación exitosa” del gremio.
Los compañeros de Caroya informaron a los compañeros lo siguiente: los resultados conseguidos son consecuencia de la unidad de todos, que fue determinante en la decisión de la empresa de retrotraer el pedido de desafuero de Sergio Velasco y Carlos Ferreira. Como dicen los compañeros, “hay que estar atentos, porque cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”.
“Si cada chino come un Bon o Bon…”
Los compañeros de Caroya cuentan que en las líneas donde se produce el Bon o Bon “hace 4 años salían 900 por minuto y hoy salen 1.900. Aumentó la producción un 110%, y aunque te den más categoría nunca se compensa el grado de explotación con la diferencia que hace la empresa”. Pagani (dueño de Arcor), en la última revista de la empresa Tiempo de Encuentro, decía que su sueño era que cada chino coma un Bon o Bon. Claro, el hombre sacó las cuentas: “si cada chino come un Bon o Bon, con mil millones de chinos, son mil millones de pesos anuales, sólo en Bon o Bon”.
El boletín Nueva Horneada dice: “la lucha de clases es feroz en el seno de la producción. Y se basa en lo que dicen los compañeros de Caroya: En una línea donde había siete contadoras (operarias que cuentan y envasan por ejemplo paquetes de Rocklets) ahora hay tres. La máquina reemplazó a cuatro operarias, pero en realidad reemplazó a tres porque hay trabajo extra que se ha “repartido” entre las compañeras que quedan.
“La empresa, antes, -dicen trabajadoras y trabajadores- cuando había una falla mecánica y un equipo tenía que estar parado una hora, en las otras siete te hacía recuperar la producción perdida en esa hora, por lo tanto el resto del día para la compañera o el compañero que estaba en ese puesto era un infierno”.
¿Que cambió? Que estos delegados controlan justamente que no suba el ritmo y que si la empresa perdió, perdió, no es un problema del operario. Y lo más intolerable para la empresa es que los propios operarios le discuten a los jefes y se imponen si no llaman a los delegados.