Se ha hecho evidente la declinación de la hasta no hace muchos años innegable superioridad Económica mundial del imperialismo yanqui. Aunque los Estados Unidos son aún el principal centro económico del llamado capitalismo occidental, y han ligado estrechamente la economía de otros países capitalistas a la de ellos, su decadencia es clara: su economía es fuertemente especulativa, está altamente endeudada, tiene tendencia a la desindustrialización y un alto índice estable de desocupación (de más del 5%).
El Quinto Congreso de PCR planteó, “Ha concluido un período: la era Reagan” … “Reagan se propuso devolver a los Estados Unidos la reputación y el poder que tuvieron décadas atrás. Logró, en esa dirección, éxitos importantes. Pero sus aspiraciones han sobrepasado la situación y sus posibilidades reales..”. “Los recientes fracasos de Reagan son la expresión de que sus deseos hegemónicos no tuvieron en cuenta la correlación de fuerzas real”. (PCR Quinto Congreso. Documentos, págs. 54 y 55).
A los EE.UU. le es cada día más difícil imponer su hegemonía en el llamado mundo occidental y sus problemas económicos han contribuido a desestabilizar peligrosamente la economía mundial, como se demostró el 19 de octubre de 1987 con la caída de la Bolsa de Nueva York. Por lo que se ha dicho, con razón, que el capital financiero estadounidense está bailando sobre un volcán, y junto con él, todo el capital financiero internacional.
Los EE.UU. emergieron de la Segunda Guerra Mundial como el poder militar y económico dominante del mundo capitalista.
Desde mediados de la década del 60 los monopolios yanquis se enfrentaron a desafíos cada vez más serios que erosionaron su poderío internacional. Grandes luchas obreras y populares los obligaron a hacer concesiones y sufrieron graves derrotas en el Tercer Mundo que siguieron a su fracaso en la guerra de Corea. Declinó, desde la década del 60, la competitividad de sus exportaciones frente a las de Europa y Japón. Ya en la década del 70 la derrota en Vietnam tuvo gravísimas consecuencias internas y externas para el imperialismo yanqui.
La superpotencia rival –la URSS– aumentó significativamente su poderío militar hasta equilibrar al de los EE.UU. e incluso superarlo en aspectos decisivos. El propio mercado interno yanqui comenzó a ser invadido por las importaciones extranjeras, especialmente las de origen japonés. Los países del Tercer Mundo, lograron, al menos transitoriamente, un mayor control sobre el precio de sus recursos naturales afectando particularmente a los monopolios yanquis que se habían beneficiado durante años con la caída del costo real de la materia prima importada (sobre todo los combustibles).
Reagan trató de revertir la crisis y detener el deterioro de la hegemonía yanqui. Lo hizo a través de estimular la economía con los gastos del Estado, reducir la carga impositiva a grupos monopolistas y aumentar el déficit del presupuesto estatal. Paralelamente llevó adelante una dura política de enfrentamiento al expansionismo soviético y de lucha contra las ideas derrotistas que habían crecido en los EE.UU. luego de la guerra de Vietnam.
Entre 1980 y 1985 el presupuesto del Pentágono aumentó en un 51%. Los gastos de guerra abarcaron hasta el 27% del presupuesto nacional. En 1987 el presupuesto militar oscilaba en los 320 mil millones de dólares comparado con los 143 mil millones de 1980. En los hechos Reagan impulsó, a través de esos mecanismos, una dirección altamente centralizada del capitalismo yanqui. El déficit fiscal creció en forma impresionante: sólo en 1981 fue de 200 mil millones de dólares. Todo esto acompañado de una caída del poder adquisitivo de los salarios y de un aumento de la diferenciación de clases para estimular el consumo de las clases altas.
Inicialmente las medidas reaganianas tuvieron éxito. Gracias a la sobrevaluación del dólar, con tasas de interés elevadas, los EE.UU. lograron internacionalizar el financiamiento de su economía, con deudas acumulativas. Pero los EE.UU. se transformaron en un gran deudor. De ser el principal país acreedor del mundo pasaron a ser el más grande deudor.
Todo esto implicó un estímulo al capital especulativo sobre el productivo. No solo se endeudó el estado yanqui. También se endeudaron sus corporaciones. Debido a la sobrevaluación del dólar cayeron las exportaciones yanquis y crecieron las importaciones. Todo esto fue hecho con el objetivo de modernizar la economía yanqui eliminando sus ramas industriales más viejas y elevando la productividad. Esto sólo se logró en parte; pero a través del crecimiento de la industria de guerra y del crecimiento de los sectores de servicios. Las grandes corporaciones yanquis están cada vez más ligadas a la industria de guerra, esencialmente al proyecto de iniciativa de Defensa Estratégica (así sucede con la General Motors que absorbió, para ello, a la Electronic Data Systems; la General Electric que se fusionó con la R.C.A.; la Caterpillar Tractor Company; la Good Year que trabaja para la producción militar aeroespacial; la Ford; la General Dynamics; la Lockheed; la Douglas; etc.; hasta la vieja corporación Singer abandonó la producción de máquinas de coser para dedicarse a la industria aeroespacial). Todo esto acompañado por un gigantesco crecimiento del capital financiero. Según un estudio del Senado de los EE.UU. unas 15 instituciones financieras controlan casi todas las principales corporaciones. Así por ejemplo, según publicaciones periodísticas yanquis, el grupo Morgan sería el principal accionista de la Mobil, la General Electric, Westinghouse, Sears y otras veinte corporaciones, y era, en 1982, el principal accionista de bancos que eran, a su vez, principales accionistas de otras corporaciones yanquis y mundiales.
Al momento de balancear sus resultados las medidas reaganianas, si bien lograron frenar transitoriamente el expansionismo soviético, produjeron una desindustrialización real y un explosivo crecimiento del capital ficticio. Este aprovechó las fusiones de empresas, por miles de millones de dólares, no para reinvertir, sino para vaciarlas y quebrarlas. Creció en forma tremenda el déficit fiscal, la economía yanqui se ha hecho muy vulnerable, con el riesgo de arrastrar en su caída a toda la economía mundial (porque el crecimiento de los bancos y compañías transnacionales ha internacionalizado la crisis en un grado nunca visto antes; agravando la espontaneidad de los procesos económicos). La política reaganiana aumentó la dependencia y la opresión financiera de los países del Tercer Mundo y, en los EE.UU., aumentó la cantidad de familias por debajo del límite de pobreza (un 14% de la población en 1983) con porcentajes mucho mayores entre los latinoamericanos y negros. Centenares de miles de familias granjeras abandonaron el campo (399.000 familias sólo en 1985) y de un millón de granjas que subsisten sólo 50.000 concentran el 51 % de la producción, por lo que ese proceso de pauperización del campesinado pobre y medio seguirá.
En la década del 80 los bancos yanquis han desaparecido de los primeros puestos de la banca mundial. En 1985, entre los 35 primeros, sólo uno de los principales bancos del mundo (el Citibank) era yanqui. La deuda del Tercer Mundo, en especial la de América Latina, golpeó principalmente a los bancos yanquis (el Bank of América, que era el principal banco en la década del 70, cayó ahora al lugar 38).
Antes de la reunión de Malta, militarmente, el imperialismo yanqui estaba cada día más atrapado por la situación en América Central, en donde no pudo aplastar al sandinismo y fracasó en varios intentos de golpe de Estado contra Noriega. Sólo apuntaba a su favor la nada prestigiosa liquidación del gobierno de Bishop, en Granada, a través del tradicional desembarco de sus marines. Sus provocaciones contra Libia y en el Golfo Pérsico le valieron la unánime condena internacional.
Todos estos hechos están en el trasfondo de la actual política yanqui de distensión. El imperialismo yanqui necesita ganar tiempo para producir los cambios que le garanticen seguir siendo la principal potencia del llamado “mundo occidental” y poder vencer, en su lucha por la hegemonía mundial, a la URSS, la superpotencia rival.