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11 de noviembre de 2010


La restauración del capitalismo en la URSS

Documentos del PCR / tomo 6

Nuestro Partido defi­nió, en 1972, que en la URSS y los lla­ma­dos paí­ses socia­lis­tas que gira­ban en su órbi­ta, había sido res­tau­ra­do el capi­ta­lis­mo y que la URSS se había trans­for­ma­do en una poten­cia impe­ria­lis­ta. Dijimos que se había res­tau­ra­do la explo­ta­ción del tra­ba­jo asa­la­ria­do por una bur­gue­sía buro­crá­ti­ca mono­po­lis­ta de Estado. Planteamos que al recha­zar Jruschov y sus segui­do­res, a fines de la déca­da del 50, la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, habían rene­ga­do del mar­xis­mo; ya que éste con­si­de­ra el Estado como “un órga­no de domi­na­ción de clase” (Marx); como “una máqui­na des­ti­na­da a la opre­sión de una clase por otra” (Lenin), que exis­ti­rá mien­tras exis­tan las cla­ses y deja­rá de ser nece­sa­rio el día que éstas desa­pa­rez­can. Mientras tanto el Estado sirve a la dic­ta­du­ra de una u otra clase, y no puede ser neu­tral ni flo­tar por enci­ma de ellas, como sos­tie­nen los refor­mis­tas. Al aban­do­nar la teo­ría –y la prác­ti­ca desde ya– de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, hace más de trein­ta años, los revi­sio­nis­tas moder­nos aban­do­na­ron el mar­xis­mo. “Por lo que a mí se refie­re, no me cabe el méri­to de haber des­cu­bier­to la socie­dad moder­na ni la exis­ten­cia de las cla­ses ni la lucha entre ellas.. Lo que yo he apor­ta­do como nove­dad ha sido el demos­trar: pri­me­ro, que la exis­ten­cia de cla­ses va unida sólo a deter­mi­na­das fases his­tó­ri­cas, pro­pias del desa­rro­llo de la pro­duc­ción; segun­do, que la lucha de cla­ses con­du­ce nece­sa­ria­men­te a la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do; ter­ce­ro, que esta dic­ta­du­ra no es, a su vez, más que el trán­si­to hacia la supre­sión de todas las cla­ses y hacia una socie­dad sin cla­ses” (carta de Carlos Marx a Weydemeyer del 5-3-1852). Marxista, como dijo Lenin “sólo es el que hace exten­si­vo el reco­no­ci­mien­to de la lucha de cla­ses al reco­no­ci­mien­to de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do” (Lenin: El Estado y la Revolución). Lenin tam­bién seña­ló en esta obra que: “la tran­si­ción del capi­ta­lis­mo al comu­nis­mo no puede, natu­ral­men­te, por menos de pro­por­cio­nar una enor­me abun­dan­cia y diver­si­dad de for­mas polí­ti­cas, pero la esen­cia de todas ellas será nece­sa­ria­men­te una: la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do”. Esta, como dijo Mao es “una demo­cra­cia gran­de”. Siendo que “la demo­cra­cia es un medio” y “depen­de a quién se apli­ca y con qué pro­pó­si­to”, la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do es la demo­cra­cia gran­de para la enor­me mayo­ría del pue­blo, de la que se vale el pro­le­ta­ria­do “con­tra los ene­mi­gos de clase”. (Mao, Obras Escogidas, Tomo V, Pág. 374).
Desde ya que el derro­ca­mien­to de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do comen­zó por la dege­ne­ra­ción revi­sio­nis­ta del par­ti­do del pro­le­ta­ria­do, pues­to que –como lo demues­tra la his­to­ria de la huma­ni­dad– es impo­si­ble la exis­ten­cia de un movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio sin un par­ti­do revo­lu­cio­na­rio que lo diri­ja, y es impo­si­ble alcan­zar el comu­nis­mo sin un movi­mien­to comu­nis­ta de masas, lo que pre­su­po­ne un par­ti­do autén­ti­ca­men­te comu­nis­ta que sea fer­men­to revo­lu­cio­na­rio y guía de ese movi­mien­to comu­nis­ta.
No puede enton­ces con­fun­dir­nos la pro­pa­gan­da de la bur­gue­sía y el revi­sio­nis­mo. Estos atri­bu­yen la lucha actual de los pue­blos y nacio­nes opri­mi­dos por el socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co para librar­se de su yugo, a la opre­sión de la “dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do” y al “comu­nis­mo”; sien­do que esa lucha apun­ta con­tra la dic­ta­du­ra fas­cis­ta de la bur­gue­sía buro­crá­ti­ca mono­po­lis­ta de Estado que con­tro­la el poder, y los medios de pro­duc­ción, en la URSS y los paí­ses del Este euro­peo, y con­tra la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta, que rige en esos paí­ses, explo­ta­ción dis­fra­za­da de socia­lis­ta pero no por ello menos capi­ta­lis­ta. El dis­fraz socia­lis­ta y comu­nis­ta es el rasgo dis­tin­ti­vo del socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co; así como el dis­fraz demo­crá­ti­co es el rasgo dis­tin­ti­vo del impe­ria­lis­mo yan­qui. Pero nin­gu­no de los dos deja por eso de ser impe­ria­lis­ta.
El revi­sio­nis­mo sovié­ti­co con­cen­tra sus ata­ques en Stalin. Pero siem­pre apun­tó a negar la heren­cia teó­ri­ca de Lenin y de Marx, heren­cias que, con todos sus erro­res, defen­dió Stalin. Al ata­car a Stalin como un demo­nio cri­mi­nal, jamás plan­tea el tema en tér­mi­nos de clase y de lucha de cla­ses, y el caso queda como el de un indi­vi­duo que tuvo un enor­me poder y era un ase­si­no. Un caso pato­ló­gi­co. Desliga el con­cep­to de demo­cra­cia del tipo de Estado y del con­te­ni­do con­cre­to de clase de éste. Así busca desa­cre­di­tar a la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do y deso­rien­tar a las masas ante un pro­ble­ma que esca­pa­ría a la lucha de cla­ses, y por lo tanto ellas no pue­den trans­for­mar. Al mismo tiem­po, los jerar­cas rusos bus­can, con esa expli­ca­ción, lan­zar una cor­ti­na de humo sobre los erro­res rea­les del Partido Comunista de la URSS en épo­cas de Stalin, erro­res que con­tri­bu­ye­ron al sur­gi­mien­to del social­fas­cis­mo y de la bur­gue­sía buro­crá­ti­ca fas­cis­ta que expre­san esos jerar­cas rusos.