El desarrollo del capitalismo y del proletariado en el siglo xix originó grandes luchas obreras y populares. La Comuna de Paris, primera experiencia de formación de un Estado proletario en 1871 fue el paso más avanzado de este proceso revolucionario. Carlos Marx dijo: “los principios de la Comuna son eternos y no pueden ser destruidos, se manifestarán una y otra vez hasta que la clase obrera consiga la liberación”.
Carlos Marx y Federico Engels fundaron el socialismo científico, estableciendo las bases de la teoría revolucionaria del proletariado que ha guiado y sigue guiando las luchas de las grandes masas explotadas y oprimidas dirigidas por la clase obrera.
En el último tercio del siglo xix el capitalismo entró en su fase imperialista. Capitalismo monopolista que, pese al gran crecimiento económico y a los enormes avances científicos y técnicos, es un capitalismo agonizante, porque se agudizan al extremo sus viejas y nuevas contradicciones, provocando inevitablemente crisis periódicas cada vez más profundas y más graves que conmueven los cimientos del sistema capitalista a escala mundial. Estas crisis plantean la necesidad de la revolución, que sólo puede ser dirigida por el proletariado con su partido marxista-leninista como estado mayor. Es la época del imperialismo y las revoluciones proletarias, como la definió Lenin.
Las burguesías imperialistas no sólo explotan a la clase obrera y oprimen a los pueblos de sus países, sino que oprimen y saquean al mundo entero, convirtiendo a la mayoría de los países del globo en colonias, semicolonias y países dependientes. Se entrelazan así los movimientos de liberación nacional con el movimiento revolucionario del proletariado.
La disputa interimperialista por el control del mundo generó en 1914 la Primera Guerra Mundial. Durante la misma, el Partido Comunista dirigido por Lenin, llevó en octubre de 1917 al triunfo de la revolución socialista en Rusia. A pesar de la resistencia de las clases derrocadas, del asalto imperialista y del cerco contrarrevolucionario, con la línea de Lenin millones de explotados realizaron la epopeya histórica, por primera vez en la historia de la humanidad, de sostener la dictadura del proletariado.
En un plazo histórico asombrosamente breve en la URSS se creó una potente industria moderna y se pasó de la mísera producción agrícola individual con arados de madera a cooperativas (koljoses) y haciendas estatales (sovjoses) que unían cada una el trabajo de cientos de campesinos dotados de maquinaria y técnica moderna. Terminaron con el analfabetismo que era del 75% y los hijos de los obreros y los campesinos accedieron a la enseñanza politécnica y universitaria. Mientras el capitalismo era sacudido por la gran crisis de 1929-33 decenas de millones de trabajadores se hundían en la desocupación y la miseria, en la URSS se terminaba con el paro forzoso y se producía el gran saltó cualitativo de la industrialización y la colectivización. Este salto a la modernidad no sólo fue logrado en un tiempo increíblemente corto –diez años– sino por un camino que liberaba a los trabajadores del yugo del capital y ayudaba a los demás pueblos en lucha por su emancipación nacional y social. La existencia de un partido de nuevo tipo, como lo planteara Lenin y peleara por su construcción desde comienzos del siglo, se mostró como clave para que el proletariado conquistara y retuviera el poder, basándose en la alianza obrero-campesina. La no resolución de estas cuestiones significaría trágicas derrotas al proletariado de varios países europeos, en particular el húngaro y el alemán.
Lenin inició una nueva etapa en el desarrollo del marxismo: el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria. A su muerte Stalin defendió sus enseñanzas. Avanzó la construcción del socialismo en la URSS, lo que incidió, favorablemente en el desarrollo de los movimientos revolucionarios en el mundo y en América Latina. Esto es lo principal de Stalin, sin desconocer sus errores, como haber considerado que había finalizado la lucha de clases en la URSS y ciertos rasgos chauvinistas en su política.
El revisionismo soviético concentra sus ataques en Stalin. Pero siempre apuntó a negar la herencia teórica de Lenin y de Marx, herencias que, con todos sus errores, defendió Stalin. Al atacar a Stalin como un demonio criminal, jamás plantea el tema en términos de clase y de lucha de clases y entonces aparece Stalin como un individuo que tuvo un enorme poder y era un asesino. Un caso patológico. Desliga el concepto de democracia del tipo de Estado y del contenido concreto de clase de éste. Así busca desacreditar a la dictadura del proletariado y desorientar a las masas ante un problema que escaparía a la lucha de clases, y por lo tanto ellas no pueden transformar. Al mismo tiempo, los jerarcas rusos buscan, con esa explicación, lanzar una cortina de humo sobre los errores reales del Partido Comunista de la URSS en épocas de Stalin, errores que contribuyeron al surgimiento del socialfascismo y de la burguesía burocrática fascista que expresan esos jerarcas rusos.
Guerra, revolución y contrarevolución
La disputa interimperialista que enfrentaba a Francia. Inglaterra y Estados Unidos por un lado, con los países que conformaron el eje fascista: Alemania. Italia y Japón por el otro, originó la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Alemania agrede a la URSS (en ese entonces todavía bajo la dictadura del proletariado) la guerra interimperialista se transforma en una guerra mundial antifascista. El imperialismo nazifascista, contra el que había librado una guerra desigual y heroica el pueblo español, contra el que libraba una guerra nacional desde la mitad de década del 30 el pueblo chino y contra el cual se había desplegado la lucha de los frentes populares, primero política y luego armada, en casi toda Europa, se convirtió en el enemigo principal del proletariado a escala mundial. La defensa del primer país socialista se fundió con la lucha liberadora de los pueblos sojuzgados por el nazismo alemán, el militarismo japonés y el fascismo italiano. La URSS, conducida por el Partido Comunista (bolchevique) dirigido por Stalin, llevó desde entonces el peso principal de la lucha contra el fascismo.
Derrotado el fascismo se fortalecieron en todo mundo las posiciones proletarias revolucionarías de liberación nacional. La revolución triunfó en algunos países del Este europeo. Los pueblos de Asia, África y América Latina se colocaron en la primera fila de la lucha antiimperialista y anticolonialista, realizando luchas armadas revolucionarias, conquistando grandes victorias que cambiaron la fisonomía del mundo de la posguerra. Esto estimuló al proletariado mundial y a los pueblos de todos los países en su lucha revolucionaria antiimperialista. A su vez, el Partido Comunista de China dirigido por Mao Tsetung condujo al pueblo chino al triunfo de la revolución, instaurándose la República Popular el 1º de Octubre de 1949.
Después de la Revolución de Octubre en Rusia la victoria de la Revolución China es el acontecimiento más importante en la historia del movimiento revolucionario del proletariado internacional. Mao Tsetung desarrolló el marxismo-leninismo en todos los planos.
El imperialismo yanqui emergió de la Segunda Guerra Mundial como la superpotencia imperialista hegemónica. Con la derrota que sufrió en Corea, y el triunfo de la Revolución cubana y las guerras de liberación nacional de los pueblos de Vietnam. Kampuchea y Laos, el imperialismo yanqui cayó –a comienzos de la década del setenta en una profunda crisis militar, política y económica. Perdió fuerzas, relativamente, frente a los países de Europa Occidental y Japón y, pese a hacer denodados esfuerzos por mantener su hegemonía, comenzó a declinar y a retroceder.
En la URSS –primera experiencia duradera de la dictadura del proletariado– durante el período de Stalin, en el marco de relaciones de producción no enteramente revolucionarizadas y de la no resolución o resolución errónea por la dirección del Partido de nuevos problemas teóricos y políticos surgidos en la construcción del socialismo, se habían incubado sectores sociales y elaboraciones teóricas y políticas revisionistas. Estos sectores y elaboraciones teóricas sirvieron de apoyatura a una capa burocrática privilegiada, cada día más alejada del control de las masas, que inició el camino de la utilización de sus privilegios políticos para generar privilegios económicos y sociales. En marzo de 1953 falleció Stalin. La línea del XXº Congreso del PCUS, realizado en 1956, fue un salto cualitativo, la revisión total de las principales tesis marxistas leninistas, demostrativo de la fuerza adquirida por los representantes de la burguesía en la dirección del Partido. En 1957 el sector encabezado por Jruschov dio un golpe de Estado que garantizó la hegemonía de esa burguesía en el Partido, en el Estado (principalmente en las fuerzas armadas y represivas) y en la sociedad soviética, su conversión, en forma original, en clase dominante, explotadora, burguesía de nuevo tipo, burocrático-monopolista, expansionista, socialista de palabra e imperialista de hecho.
El ascenso del revisionismo al poder, significó el ascenso de la burguesía al poder, del revisionismo a la traición, y de la traición al socialimperialismo y al fascismo. Tal fue el tránsito de la dirección del PCUS. Esto colocó frente al imperialismo yanqui a un agresivo rival, poderosísimo, que pasó a disputarle el control del mundo.
Con la degeneración de la URSS surgió otro fenómeno en el movimiento revolucionario mundial: ensilladas por el socialimperialismo –que se disfraza de “aliado natural” de los pueblos del Tercer Mundo– varias revoluciones de liberación nacional triunfantes sufrieron el cambio de amo. Países cuyas heroicas revoluciones fueron banderas para millones de explotados y oprimidos en el mundo, habiendo derrotado a los yanquis u otros imperialistas, pasaron a ser países dependientes oprimidos por la URSS e incluso puntas de lanza de su política. Ejemplos trágicos de este fenómeno son Cuba y Vietnam. El peso del revisionismo en las direcciones de los países comunistas y la no comprensión por parte de los revolucionarios y comunistas, del cambio de carácter de la URSS, posibilitó su copamiento por el nuevo amo imperialista.
Mao Tsetung, el más grande marxista-leninista de nuestro tiempo, inició la gran lucha contra el revisionismo moderno, analizó el cambio de carácter de la URSS, definiéndola como socialimperialista (socialista de palabra e imperialista en los hechos), y estudiando la causa de esta tragedia histórica para el proletariado y los pueblos del mundo, impulsó a partir de 1966 la Revolución Cultural Proletaria. Una gigantesca revolución dirigida a impedir la restauración capitalista y a sostener la dictadura del proletariado.
La teoría de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado se basa en la comprensión de que en el socialismo, como etapa de transición entre el capitalismo y el comunismo, sigue existiendo la lucha de clases antagónica entre el proletariado y la burguesía.
Aprovechando la muerte de Mao Tsetung en 1976, y de otros líderes del PCCH, después del breve período en que Hua Kuofeng presidió en Partido, los representantes de la burguesía se apoderaron del poder a partir del Tercer Pleno del Comité Central realizado en diciembre de 1978, consolidando su hegemonía en el XII Congreso de setiembre de 1982.
La restauración capitalista en China no invalida sino que realza los aportes revolucionarios de Mao Tsetung.
En 1974, sintetizando la realidad objetiva de la lucha de clases a escala mundial, Mao formuló la teoría de los Tres Mundos, defendiendo y desarrollando también las tesis fundamentales del marxismo-leninismo.
La Teoría de los Tres Mundos se basa en la teoría de Lenin que afirma: 1) la nuestra es la época del imperialismo y de la revolución proletaria; 2) el desarrollo desigual del imperialismo y la inevitabilidad de que los países imperialistas recurran a la guerra para repartirse de nuevo el mundo y 3) el imperialismo ha dividido al mundo en naciones opresoras y naciones oprimidas, el proletariado internacional lucha al lado de estas últimas y las revoluciones de liberación nacional confluyen con revolución proletaria mundial.
La década del 70 fue una década de expansión agresiva, desenfrenada, de la URSS.
En la década del 80, los Estados Unidos logran revertir parcialmente la situación, y se estableció lo que nuestro Quinto Congreso definió como un “equilibrio inestable y precario de las dos superpotencias”. Este equilibrio favoreció el avance de otras potencias imperialistas como Alemania Federal, Japón, Italia, Inglaterra, en “Occidente”, y tendencias separatistas en el Este europeo y dio alas independentistas a los países del Tercer Mundo.
A la vez el Este europeo y la propia URSS han sido conmovidos por un gigantesco estallido de masas contra los regímenes socialfascistas y por la independencia nacional.
La actual situación política internacional está enmarcada por el período de distensión abierto entre las dos superpotencias. Tanto la URSS como Estados Unidos necesitan en forma apremiante este período de distensión. Necesitan ganar tiempo para mejorar su situación económica y modernizar su industria bélica.
Esta distensión es relativa, porque lo fundamental entre las dos superpotencias sigue siendo la disputa por el control del mundo.
Asistimos a un momento de gran reagrupamiento de fuerzas a escala mundial. Reagrupamiento que determinará en el futuro quién se aliará con quién y contra quién, en un proceso semejante al que precedió a las dos guerras mundiales de este siglo, cuya característica fue la alineación en dos bloques, dos trincheras.
El centro de la disputa sigue siendo Europa. Es el teatro principal de las rivalidades político-militares de los países de la OTAN y el Pacto de Varsovia. Pero los países de Europa también son protagonistas crecientes. Se ha producido un desarrollo desigual y a saltos y aparecen como imperialismos en ascenso Japón y, en Europa, particularmente Alemania. Sin embargo Estados Unidos y la URSS siguen siendo los enemigos principales, los principales opresores.
La historia de este siglo demuestra que el reagrupamiento de fuerzas actual va a terminar fortaleciendo los factores de guerra a escala mundial. La lucha contra la guerra imperialista sigue siendo una gran tarea revolucionaria de la clase obrera. Incluso la lucha para aplazar su estallido creará mejores condiciones para enfrentarla cuando ésta se desate y continuar el combate por la revolución en cualquier circunstancia. Es necesario pugnar por la unidad de la clase obrera mundial y los pueblos del Tercer Mundo, para enfrentar y desenmascarar el hegemonismo y derrotar las provocaciones de guerra y el expansionismo de las dos superpotencias.
Mediante la solidaridad activa en el combate antihegemonista y antiimperialista, la lucha por la paz se entrelaza con la lucha de los pueblos del Tercer Mundo por su liberación.
Una posición activa por la paz requiere la movilización por el desarme atómico y la destrucción del arsenal atómico mundial. La exigencia del retiro de todas las bases y tropas militares en el extranjero, respetando el derecho soberano de todas las naciones, sean ellas grandes o pequeñas.
Está abierto un período preñado de conflictos y de luchas de los explotados y oprimidos, que se entrelazan con el crecimiento de los factores de guerra. La lucha por la liberación nacional y la lucha revolucionaria de la clase obrera y de los pueblos oprimidos, sigue desarrollándose en todo el mundo.
Los países, pueblos y naciones del Tercer Mundo son la fuerza antiimperialista principal del mundo actual y lo seguirán siendo por un tiempo prolongado. Juzgando la situación en su conjunto, siguen existiendo condiciones favorables para el desarrollo y fortalecimiento de las fuerzas revolucionarias antiimperialistas del Tercer Mundo y es muy difícil para las superpotencias aplastar este movimiento, porque sus fuerzas represivas son limitadas para enfrentarlo, existen conflictos entre las superpotencias y las fuerzas imperialistas del Segundo Mundo, y la lucha por la hegemonía en Europa consume lo principal de sus energías.
Ubicación de la Argentina
En este contexto, la lucha por la transformación de nuestra sociedad en una sociedad comunista requiere obligatoriamente etapas previas que abarcan la revolución democrática y la revolución socialista. Somos partidarios de la revolución ininterrumpida y por etapas. Lo que implica comprender a fondo la diferencia y la relación existente entre ellas.
En la Argentina, país dependiente, oprimido por el imperialismo, aún hoy no se han realizado las tareas democráticas, agrarias y antiimperialistas, por no haberse destruido el Estado de los terratenientes, la gran burguesía intermediaria y el imperialismo. A pesar de las reformas efectuadas por el yrigoyenismo y las más avanzadas realizadas por el peronismo, quedó demostrada la incapacidad de la burguesía nacional para llevar adelante las transformaciones revolucionarias que nuestro país necesita. Sólo podrá hacerlas el proletariado sobre la base de la alianza obrero-campesina y dirigiendo al conjunto del pueblo en la lucha por instaurar una república de nueva democracia.
“Los múltiples sistemas de Estado en el mundo pueden reducirse a tres tipos fundamentales, si se clasifican según el carácter de clase de su poder: 1) república bajo la dictadura de la burguesía; 2) república bajo la dictadura del proletariado; y 3) república bajo la dictadura conjunta de las diversas clases revolucionarias” (Sobre la nueva democracia, Obras Escogidas de Mao Tsetung, tomo II, página 365).
Para garantizar este último tipo de república y avanzar en el camino revolucionario, es imprescindible que el proletariado, fuerza principal de la revolución en la Argentina, no sólo encabece, sino también hegemonice la lucha por la destrucción del viejo Estado y la construcción de un Estado de nuevo tipo: el Estado de las clases revolucionarias, basado en la alianza obrero-campesina y dirigido por la clase obrera.
Las clases revolucionarias necesitan de este nuevo Estado para resolver las tareas agrarias y antiimperialistas, y para no quedar desarmadas ante las clases derrotadas que siempre intentarán recuperar el poder. Estas cuestiones estarán en profundo debate en el seno del pueblo. Del papel que juegue el proletariado y su partido, de cómo se resuelva la hegemonía del proletariado, dependerá que la revolución avance a la dictadura del proletariado, al socialismo, en forma ininterrumpida, como etapa de transición al comunismo, o que se restaure la dominación de las clases explotadoras.
A diferencia de algunos otros países coloniales, semicoloniales o dependientes, la Argentina ha sido y es un país disputado por varias potencias imperialistas. Disputa que en el marco de la actual situación internacional se agudiza. Argentina es parte de América Latina, que continúa siendo área de influencia tradicional del imperialismo yanqui. En nuestro país, en las últimas décadas, el socialimperialismo soviético ha hundido profundamente sus raíces; esto ha producido cambios profundos que convirtieron a la URSS en el imperialismo dominante en desmedro principalmente de ingleses y yanquis. En el periodo actual crece el peso e injerencia de monopolios europeos, italianos y alemanes en particular, y japoneses.
Para las potencias imperialistas la Argentina interesa especialmente por su posición estratégica en el Atlántico Sur, en relación a los preparativos para la Tercera Guerra Mundial.
El imperialismo inglés, luego del triunfo de su agresión colonialista en junio de 1982, ha instalado una base militar, que se integra en el dispositivo estratégico de la OTAN, en nuestras Islas Malvinas desde donde pueden desplegarse armas atómicas. Situación que se agravó con la política desmalvinizadora del alfonsinismo. A su vez, el acuerdo pesquero y las concesiones portuarias hechas por el alfonsinismo terminaron de abrir las puertas de nuestra Patagonia, es decir del Atlántico Sur, a la poderosa flota de guerra soviética, ya que su flota pesquera es una sección de la marina de guerra de la URSS. Las concesiones hechas por el gobierno del doctor Menem con la renegociación de los acuerdos pesqueros y sobre las Malvinas, mantienen la situación de “zona caliente” en nuestras aguas del Atlántico Sur. La Argentina sigue siendo peón en un tablero que manejan las superpotencias.
Sostenemos una política contra la guerra interimperialista de neutralismo activo (lo que significa luchar por impedir que la vida, el territorio y los mares sean usados por uno u otro bloque). Es lo se entrelaza con la lucha por la recuperación patriótica de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y con la lucha por la anulación de los acuerdos pesqueros y las concesiones en los puertos del Sur argentino hechas a los soviéticos. Esta es la única forma de ejercer nuestro pleno derecho soberano en el sector antártico argentino y sobre nuestra plataforma submarina.
La unidad de los pueblos de la Argentina y de todos los países latinoamericanos es clave para impedir que nuestros pueblos sean instrumentados en la lucha interimperialista por el dominio del mundo y para poder avanzar hacia el triunfo de la segunda revolución liberadora en América Latina.