El 4 de junio de 1943 se produjo el golpe militar que desalojó del gobierno a conservadores y radicales antipersonalistas. Los sectores proingleses que actuaron preventivamente, poniendo a la cabeza al general Rawson, rápidamente se vieron parcialmente desplazados por los proalemanes, que impusieron a Ramírez. Pero este golpe se dio cuando los Ejércitos nazis habían sido derrotados en Stalingrado y en el grupo de militares hegemónico habla sectores nacionalistas que pensaban ya en el mundo de posguerra, con EE.UU. y la Unión Soviética triunfantes; entre éstos estaba el entonces coronel Perón.
Terminada la Segunda Guerra Mundial con la derrota de la Alemania nazi, crece el auge de la lucha revolucionaria de los pueblos y países oprimidos. Estados Unidos se transforma en el imperialismo más agresivo a escala mundial, y en el gendarme y principal enemigo de los pueblos.
Esto sucedió en 1945 e inicialmente no todos los comunistas lo comprendieron así. Justamente por haberlo entendido, y a fondo, es que el Partido Comunista de China pudo conducir su revolución al triunfo en 1949.
La dirección del Partido Comunista de la Argentina no comprendió que, derrotados los nazis, las cosas habían cambiado, tanto internamente (diluyéndose toda posibilidad inmediata de que el imperialismo alemán pudiera decidir a su favor el dominio sobre la Argentina), como a escala mundial.
Al hacer suyas las teorías browderistas (del revisionista Browder, que había sido distinguido dirigente de la Internacional Comunista, y en ese momento encabezaba el Partido Comunista de los Estados Unidos), planteó que se abría un periodo de colaboración con los imperialismos “democráticos” (principalmente Gran Bretaña y los Estados Unidos) y la posibilidad de abrir un proceso de liberación nacional con su ayuda. Por esto, y por su política oportunista respecto de los terratenientes liberales, se aisló del proletariado, perdió fuerzas y no pudo orientar correctamente el movimiento obrero, campesino y popular en alza, y enfrentó como enemigo principal a la burguesía nacional.
El 17 de octubre de 1945, frente a la ofensiva de los sectores más representativos de la oligarquía y el imperialismo, se produjo la movilización obrera y popular que impidió que se instale un gobierno de galeritas apoyado por todos los poderosos de la tierra, reivindica y defiende sus conquistas sociales y saca de la cárcel a su jefe el general Perón, abriendo un nuevo rumbo para la historia argentina. Sobre la base de esta movilización promovida y hegemonizada por la dirección peronista ésta se afirma en resortes claves del Estado, logrando cambiar a su favor la correlación de fuerzas en el Ejército.
En estas condiciones se marcha a las elecciones nacionales del 24 de febrero de 1946, que se caracterizan por una polarización extrema de la sociedad argentina, y encuentran a la propia clase obrera dividida, pues el partido del proletariado, al impulsar e integrar la Unión Democrática, se alió a los enemigos estratégicos de la revolución argentina (el imperialismo y los terratenientes). Ante la opción: Braden o Perón, la mayoría del proletariado industrial y rural y del campesinado pobre se volcó hacia este último, convirtiéndose en la principal base social del movimiento peronista, hegemonizado por la burguesía nacional con aspiraciones industrialistas, en el cual confluyó también una fracción de terratenientes.
Durante los diez años de gobierno peronista y en particular durante la primera presidencia de Perón, los sectores de burguesía nacional industrialista pasaron a hegemonizar el Estado. Se adoptaron medidas que lesionaron intereses imperialistas y se recortaron beneficios de la oligarquía. Medidas que estimularon el desarrollo de la burguesía nacional, ampliaron el mercado interno y dieron impulso al desarrollo capitalista. A ello se sumó el fomento del capitalismo de Estado en energía, transporte, fabricación de material militar, industrias metalmecánica, etc., la nacionalización de una parte del comercio exterior y el congelamiento de los arrendamientos, lográndose la colonización de algunos latifundios, principalmente allí donde los campesinos lo tomaron en sus manos (Lapín en Rivera, Nueva Plata en Pehuajó, Otto Bemberg en Chascomús, etc.). Al mismo tiempo se impulsó un proceso de sindicalización masiva y se puso en práctica una legislación que concretaba reivindicaciones por las que la clase obrera había luchado heroicamente durante muchas décadas: jubilación, viviendas, obras sociales, convenciones colectivas de trabajo. Escuelas, fábrica, voto de la mujer. etc.
Todo esto hizo que globalmente la sociedad argentina operara un importante avance con el peronismo. Pero éste, dada la naturaleza de clase de su dirección, no tocó lo fundamental de las clases dominantes: el latifundio y los monopolios imperialistas, principalmente en la industria de la carne y la electricidad. La economía argentina continuó siendo dependiente y se mantuvo la base del poder de los terratenientes. A la vez, realizó una política de sujeción de los sindicatos al Estado, restringiendo y persiguiendo a la oposición, no sólo de los sectores oligárquicos sino también de sectores populares y de la clase obrera que no aceptaban subordinársele. Incluso recurrió a la represión abierta de las huelgas y manifestaciones obreras y populares que iban más allá de “lo permitido”, es decir; luchas por reivindicaciones que cuestionaban las limitaciones de su nacionalismo y reformismo por la conciliación con los terratenientes y los imperialistas. Esto llevó a ahondar las divisiones en el movimiento obrero, y sobre todo entre éste y los demás sectores populares (ya que el peronismo los reprimía auto atribuyéndose la representación del movimiento obrero), lo que fue hábilmente aprovechado por la oligarquía y el imperialismo para reconquistar sus posiciones.
Sometido a una fuerte presión del imperialismo yanqui, y sin divisas para importar los bienes de capital que necesitaba la industria para fortalecer los sectores de la metalurgia pesada y liviana, petróleo y derivados y otras ramas industriales, el gobierno peronista comenzó a retroceder. Mientras, conspiraban activamente los terratenientes y en general los sectores proimperialistas (golpe fallido de 1951) y avanzaban tanto la oligarquía como los monopolios (yanquis, ingleses, europeos en general).
Las masas, particularmente la clase obrera, seguían combatiendo por sus reivindicaciones, enfrentando en muchos casos las persecuciones y la represión, con importantes hitos como las huelgas de los cañeros tucumanos, gráficos, metalúrgicos, ferroviarios, bancarios. etc. Hacia fines de 1950 se desarrolló un gran movimiento popular contra las presiones por participar con un contingente de soldados argentinos junto al imperialismo yanqui en la guerra de Corea. La marcha de los obreros ferroviarios de Pérez, pese a ser también reprimida, jugó un papel decisivo en este movimiento que, finalmente, logró su objetivo.
Asimismo, las masas obreras y populares resistieron el intento de entrega del petróleo a empresas yanquis y las propuestas del “Congreso de la Productividad”, que impulsó una política de superexplotación obrera como salida para la crisis. Los terratenientes, sabiéndose fuertes porque el país necesitaba divisas y éstas provenían del campo, y los monopolios imperialistas recuperados sus países de las secuelas de la guerra, por su capacidad de inversión en las industrias mencionadas, marcharon a formar un bloque contra las exigencias populares y contra el gobierno peronista. Tratando de resistir el creciente hostigamiento imperialista. Perón hizo importantes acuerdos económicos con la URSS y otros países entonces todavía socialistas.