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11 de noviembre de 2010


Un nuevo auge de luchas

Documentos del PCR / tomo 6

La polí­ti­ca pro­te­rra­te­nien­te y proim­pe­ria­lis­ta de la dic­ta­du­ra de Onganía creó un pol­vo­rín de des­con­ten­to en las masas obre­ras, cam­pe­si­nas, y popu­la­res en gene­ral. La clase obre­ra se pone a la cabe­za de la resis­ten­cia anti­dic­ta­to­rial, des­ta­cán­do­se las gran­des huel­gas de los ferro­via­rios, por­tua­rios, azu­ca­re­ros, petro­le­ros (par­ti­cu­lar­men­te de Ensenada), etc. Luchas con las que empal­ma­ron las gran­des movi­li­za­cio­nes estu­dian­ti­les con­vo­ca­das por la Federación Universitaria Argentina, diri­gi­da por cama­ra­das y com­pa­ñe­ros que con­flu­ye­ron en la con­for­ma­ción de nues­tro Partido.
En el con­jun­to de las fuer­zas polí­ti­cas de la izquier­da argen­ti­na se pro­fun­di­za la dife­ren­cia entre el cami­no refor­mis­ta y el revo­lu­cio­na­rio. La muer­te heroi­ca de un revo­lu­cio­na­rio comu­nis­ta, el Che Guevara, reper­cu­te hon­da­men­te en el pue­blo argen­ti­no, par­ti­cu­lar­men­te en la juven­tud.
Entre las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias se abrió un deba­te entre quie­nes con­ce­bían el foco gue­rri­lle­ro como el cami­no más apto para lle­gar a la revo­lu­ción –donde las masas eran espec­ta­do­ras del accio­nar de los gru­pos arma­dos, redu­cien­do el papel del pro­le­ta­ria­do y del pue­blo a la lucha eco­nó­mi­ca–, y quie­nes defen­dían la con­cep­ción leni­nis­ta que no redu­ce al pro­le­ta­ria­do a la sim­ple lucha eco­nó­mi­ca sino que, por el con­tra­rio, le asig­na el papel de prin­ci­pal pro­ta­go­nis­ta de la lucha polí­ti­ca y con­si­de­ra que sólo el pue­blo en armas, con el pro­le­ta­ria­do y su par­ti­do como van­guar­dia, puede lle­var la revo­lu­ción al triun­fo.
La nece­si­dad de la van­guar­dia mar­xis­ta-leni­nis­ta en la Argentina había madu­ra­do en las entra­ñas del movi­mien­to obre­ro y revo­lu­cio­na­rio, a cuyos reque­ri­mien­tos esen­cia­les no ser­vían ni el PC, que había dege­ne­ra­do como par­ti­do mar­xis­ta-leni­nis­ta, ni el pero­nis­mo, ni el revo­lu­cio­na­ris­mo peque­ño­bur­gués. La fuer­za reor­ga­ni­za­do­ra de esa van­guar­dia sur­gió prin­ci­pal­men­te del Partido Comunista, de la opo­si­ción a su cama­ri­lla diri­gen­te y a su polí­ti­ca, con la que con­flu­ye­ron otros sec­to­res revo­lu­cio­na­rios. Así, el 6 de enero de 1968 se cons­ti­tu­yó el Partido Comunista Revolucionario de la Argentina.
Nuestro Partido nació luchan­do con­tra la dic­ta­du­ra pro­yan­qui de Onganía, tuvo una par­ti­ci­pa­ción rele­van­te en las luchas obre­ras y estu­dian­ti­les que pre­pa­ra­ron los cor­do­ba­zos, el rosa­ria­zo, el tucu­ma­na­zo, etc., y en esas mis­mas jor­na­das.
En esos años fuer­zas muy dis­tin­tas gol­pea­ban con­tra la dic­ta­du­ra desde dife­ren­tes posi­cio­nes. Pero las fuer­zas bur­gue­sas y peque­ño­bur­gue­sas nega­ban la posi­bi­li­dad de que exis­tie­ra un pol­vo­rín de odio popu­lar pró­xi­mo a esta­llar, bajo los pies de la dic­ta­du­ra. El Cordobazo del 29 de mayo de 1969, pro­duc­to y expre­sión supe­rior de las luchas obre­ras y popu­la­res de enton­ces, intro­du­jo un cam­bio de cali­dad en la lucha revo­lu­cio­na­ria de nues­tro país. Un cam­bio tal que se puede decir que, des­pués de él, nunca nada vol­ve­rá a ser igual en la Argentina.
Apenas pro­du­ci­do el Cordobazo, se abrió el deba­te entre los revo­lu­cio­na­rios y en el movi­mien­to obre­ro, cen­tra­do en ¿qué le faltó al Cordobazo? Para las orga­ni­za­cio­nes terro­ris­tas fal­ta­ron 500 gue­rri­lle­ros urba­nos. Para las fuer­zas refor­mis­tas, un acuer­do con las gran­des fuer­zas bur­gue­sas y la “com­pren­sión” de Onganía.
Y para el inci­pien­te PCR se afir­mó la nece­si­dad deci­si­va de que el pro­le­ta­ria­do tenga su par­ti­do de van­guar­dia para triun­far. Por eso trató de estu­diar esa expe­rien­cia de masas, ana­li­zán­do­la a la luz del mar­xis­mo-leni­nis­mo. Trató de apren­der de las masas, de ana­li­zar las for­mas de lucha y orga­ni­za­ción que las pro­pias masas han encon­tra­do, for­mas que boce­tan el cami­no de la revo­lu­ción en nues­tro país. Valorando, en ese pro­ce­so de demo­cra­ti­za­ción del movi­mien­to obre­ro, el papel de los cuer­pos de dele­ga­dos y su posi­ble trans­for­ma­ción en órga­nos de doble poder en momen­tos de cri­sis revo­lu­cio­na­ria.
La corrien­te cla­sis­ta revo­lu­cio­na­ria, inci­pien­te en 1969, fue cre­cien­do y reto­man­do glo­rio­sas tra­di­cio­nes del pro­le­ta­ria­do. Tuvo su desa­rro­llo en Perdriel, luego en Santa Isabel, y alcan­zó su máxi­ma expre­sión con el triun­fo de la lista Marrón en el SMATA de Córdoba, que sig­ni­fi­có la recu­pe­ra­ción del mismo por un fren­te único en el que tuvie­ron una par­ti­ci­pa­ción des­ta­ca­da obre­ros cla­sis­tas revo­lu­cio­na­rios y que fue diri­gi­da por nues­tro Partido (los nom­bres de los cama­ra­das César Godoy Álva­rez y René Salamanca, pos­te­rior­men­te dete­ni­dos-desa­pa­re­ci­dos por la dic­ta­du­ra vide­lis­ta, son parte fun­da­men­tal de esa expe­rien­cia).
Se ini­ció así un pro­ce­so de demo­cra­ti­za­ción sin­di­cal no cono­ci­do ante­rior­men­te en el país (con per­ma­nen­te con­sul­ta a las masas, con un ele­va­do papel de los cuer­pos de dele­ga­dos, con rota­ción de los diri­gen­tes en sus pues­tos de tra­ba­jo, con una línea de uni­dad obre­ra y de uni­dad con el cam­pe­si­na­do pobre y el pue­blo, etc.).
El ascen­so del movi­mien­to obre­ro en las ciu­da­des influ­yó sobre el campo y des­per­tó a la lucha a masas de miles de obre­ros rura­les y cam­pe­si­nos pobres y medios, sur­gien­do y desa­rro­llán­do­se rápi­da­men­te las ligas agra­rias, par­ti­cu­lar­men­te en el Noroeste. A su vez, las luchas de los estu­dian­ti­les diri­gi­das por el PCR, ya que había teni­do un papel deci­si­vo en las jor­na­das pre­vias al Cordobazo –par­ti­cu­lar­men­te en Corrientes y en Rosario–, con­ti­nua­ron desa­rro­llán­do­se junto a la clase obre­ra y el pue­blo en his­tó­ri­cas pue­bla­das.
Las gigan­tes­cas luchas popu­la­res dete­rio­ra­ron a la dic­ta­du­ra, obli­gán­do­la a retro­ce­der. Crece la resis­ten­cia bur­gue­sa y cre­cen dis­tin­tas expre­sio­nes de la peque­ño­bur­gue­sía radi­ca­li­za­da, que adop­tan el terro­ris­mo como forma prin­ci­pal de lucha.
La pro­fun­da cri­sis estruc­tu­ral de la socie­dad argen­ti­na afec­ta a capas exten­sas de la peque­ño­bur­gue­sía urba­na de las gran­des ciu­da­des y, en espe­cial, de los pue­blos del inte­rior, así como tam­bién a la bur­gue­sía nacio­nal. Crisis que arras­tra inclu­so a los sec­to­res de terra­te­nien­tes arrui­na­dos, cuyos miem­bros se resis­ten al tra­ba­jo manual. Provoca la cri­sis uni­ver­si­ta­rias y afec­ta a todas las pro­fe­sio­nes libe­ra­les, con­de­nan­do a muchos pro­fe­sio­na­les a una deso­cu­pa­ción encu­bier­ta.
Esta cri­sis pro­fun­da tiene como base el estan­ca­mien­to de la socie­dad argen­ti­na e impi­de a las cla­ses domi­nan­tes gene­rar una ideo­lo­gía que sus­ci­te la adhe­sión de esas capas medias. Al mismo tiem­po el pro­le­ta­ria­do, mania­ta­do por el refor­mis­mo y el revi­sio­nis­mo duran­te muchos años, no es capaz, toda­vía, de encau­zar en un sen­ti­do revo­lu­cio­na­rio real ese amplio dis­con­for­mis­mo de gran­des masas opri­mi­das por el impe­ria­lis­mo, los terra­te­nien­tes y la bur­gue­sía inter­me­dia­ria. Incluso su pro­pio pro­le­ta­ria­do ha sido impreg­na­do por la ideo­lo­gía de esas cla­ses y capas socia­les arrui­na­das por la pro­fun­da cri­sis de la socie­dad argen­ti­na.
Cada paso del movi­mien­to anti­dic­ta­to­rial y cada paso del pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio eran acom­pa­ña­dos de pro­pues­tas de las fuer­zas bur­gue­sas y de accio­nes cada vez más espec­ta­cu­la­res del terro­ris­mo peque­ño­bur­gués. Su obje­ti­vo era hege­mo­ni­zar al movi­mien­to de masas. Pero, ade­más, su movi­li­za­ción sería esti­mu­la­da por los sec­to­res terra­te­nien­tes e impe­ria­lis­tas que dis­pu­ta­ban con los sec­to­res repre­sen­ta­dos por Onganía. En par­ti­cu­lar, el terro­ris­mo sería esti­mu­la­do e ins­tru­men­ta­do por el socia­lim­pe­ria­lis­mo ruso para “sacar del medio” a sus riva­les en sin­di­ca­tos, empre­sas, e inclu­so en las fuer­zas arma­das. Pero, como seña­la­mos, fue y es tam­bién una expre­sión más de la pro­fun­da cri­sis estruc­tu­ral que con­mue­ve al país, que se arras­tra desde muchos años y que eclo­sio­nó en 1969, como cri­sis polí­ti­ca aguda. Lo viejo muere, pero aún lo nuevo, el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio diri­gi­do por el pro­le­ta­ria­do, es embrio­na­rio.
En este con­tex­to y apro­ve­chan­do las con­tra­dic­cio­nes que gene­ra­ba con los inte­re­ses terra­te­nien­tes el cie­rre del mer­ca­do euro­peo, la nega­ti­va del minis­tro Krieger Vasena a deva­luar y su inten­to de crear un impues­to a la tie­rra, fue­ron cre­an­do las con­di­cio­nes que per­mi­tie­ron a los sec­to­res pro­rru­sos enca­be­za­dos por Lanusse des­pla­zar a Onganía, pri­me­ro, y a Levingston, des­pués. En esto tam­bién inci­dió gran­de­men­te la situa­ción cada vez más difí­cil del impe­ria­lis­mo yan­qui en el mundo y las pro­me­sas del lanu­ssis­mo pro­so­vié­ti­co a impor­tan­tes sec­to­res de la bur­gue­sía nacio­nal, que habían sido tre­men­da­men­te gol­pea­dos por la dic­ta­du­ra de Onganía.
Así, mon­tán­do­se en el odio anti­yan­qui del pue­blo argen­ti­no, pasan a pre­do­mi­nar los sec­to­res pro­rru­sos en aguda dis­pu­ta con sec­to­res pro­yan­quis y pro­eu­ro­peos, bus­can­do aliar y subor­di­nar a sec­to­res de éstos y de la bur­gue­sía nacio­nal.