La política proterrateniente y proimperialista de la dictadura de Onganía creó un polvorín de descontento en las masas obreras, campesinas, y populares en general. La clase obrera se pone a la cabeza de la resistencia antidictatorial, destacándose las grandes huelgas de los ferroviarios, portuarios, azucareros, petroleros (particularmente de Ensenada), etc. Luchas con las que empalmaron las grandes movilizaciones estudiantiles convocadas por la Federación Universitaria Argentina, dirigida por camaradas y compañeros que confluyeron en la conformación de nuestro Partido.
En el conjunto de las fuerzas políticas de la izquierda argentina se profundiza la diferencia entre el camino reformista y el revolucionario. La muerte heroica de un revolucionario comunista, el Che Guevara, repercute hondamente en el pueblo argentino, particularmente en la juventud.
Entre las fuerzas revolucionarias se abrió un debate entre quienes concebían el foco guerrillero como el camino más apto para llegar a la revolución –donde las masas eran espectadoras del accionar de los grupos armados, reduciendo el papel del proletariado y del pueblo a la lucha económica–, y quienes defendían la concepción leninista que no reduce al proletariado a la simple lucha económica sino que, por el contrario, le asigna el papel de principal protagonista de la lucha política y considera que sólo el pueblo en armas, con el proletariado y su partido como vanguardia, puede llevar la revolución al triunfo.
La necesidad de la vanguardia marxista-leninista en la Argentina había madurado en las entrañas del movimiento obrero y revolucionario, a cuyos requerimientos esenciales no servían ni el PC, que había degenerado como partido marxista-leninista, ni el peronismo, ni el revolucionarismo pequeñoburgués. La fuerza reorganizadora de esa vanguardia surgió principalmente del Partido Comunista, de la oposición a su camarilla dirigente y a su política, con la que confluyeron otros sectores revolucionarios. Así, el 6 de enero de 1968 se constituyó el Partido Comunista Revolucionario de la Argentina.
Nuestro Partido nació luchando contra la dictadura proyanqui de Onganía, tuvo una participación relevante en las luchas obreras y estudiantiles que prepararon los cordobazos, el rosariazo, el tucumanazo, etc., y en esas mismas jornadas.
En esos años fuerzas muy distintas golpeaban contra la dictadura desde diferentes posiciones. Pero las fuerzas burguesas y pequeñoburguesas negaban la posibilidad de que existiera un polvorín de odio popular próximo a estallar, bajo los pies de la dictadura. El Cordobazo del 29 de mayo de 1969, producto y expresión superior de las luchas obreras y populares de entonces, introdujo un cambio de calidad en la lucha revolucionaria de nuestro país. Un cambio tal que se puede decir que, después de él, nunca nada volverá a ser igual en la Argentina.
Apenas producido el Cordobazo, se abrió el debate entre los revolucionarios y en el movimiento obrero, centrado en ¿qué le faltó al Cordobazo? Para las organizaciones terroristas faltaron 500 guerrilleros urbanos. Para las fuerzas reformistas, un acuerdo con las grandes fuerzas burguesas y la “comprensión” de Onganía.
Y para el incipiente PCR se afirmó la necesidad decisiva de que el proletariado tenga su partido de vanguardia para triunfar. Por eso trató de estudiar esa experiencia de masas, analizándola a la luz del marxismo-leninismo. Trató de aprender de las masas, de analizar las formas de lucha y organización que las propias masas han encontrado, formas que bocetan el camino de la revolución en nuestro país. Valorando, en ese proceso de democratización del movimiento obrero, el papel de los cuerpos de delegados y su posible transformación en órganos de doble poder en momentos de crisis revolucionaria.
La corriente clasista revolucionaria, incipiente en 1969, fue creciendo y retomando gloriosas tradiciones del proletariado. Tuvo su desarrollo en Perdriel, luego en Santa Isabel, y alcanzó su máxima expresión con el triunfo de la lista Marrón en el SMATA de Córdoba, que significó la recuperación del mismo por un frente único en el que tuvieron una participación destacada obreros clasistas revolucionarios y que fue dirigida por nuestro Partido (los nombres de los camaradas César Godoy Álvarez y René Salamanca, posteriormente detenidos-desaparecidos por la dictadura videlista, son parte fundamental de esa experiencia).
Se inició así un proceso de democratización sindical no conocido anteriormente en el país (con permanente consulta a las masas, con un elevado papel de los cuerpos de delegados, con rotación de los dirigentes en sus puestos de trabajo, con una línea de unidad obrera y de unidad con el campesinado pobre y el pueblo, etc.).
El ascenso del movimiento obrero en las ciudades influyó sobre el campo y despertó a la lucha a masas de miles de obreros rurales y campesinos pobres y medios, surgiendo y desarrollándose rápidamente las ligas agrarias, particularmente en el Noroeste. A su vez, las luchas de los estudiantiles dirigidas por el PCR, ya que había tenido un papel decisivo en las jornadas previas al Cordobazo –particularmente en Corrientes y en Rosario–, continuaron desarrollándose junto a la clase obrera y el pueblo en históricas puebladas.
Las gigantescas luchas populares deterioraron a la dictadura, obligándola a retroceder. Crece la resistencia burguesa y crecen distintas expresiones de la pequeñoburguesía radicalizada, que adoptan el terrorismo como forma principal de lucha.
La profunda crisis estructural de la sociedad argentina afecta a capas extensas de la pequeñoburguesía urbana de las grandes ciudades y, en especial, de los pueblos del interior, así como también a la burguesía nacional. Crisis que arrastra incluso a los sectores de terratenientes arruinados, cuyos miembros se resisten al trabajo manual. Provoca la crisis universitarias y afecta a todas las profesiones liberales, condenando a muchos profesionales a una desocupación encubierta.
Esta crisis profunda tiene como base el estancamiento de la sociedad argentina e impide a las clases dominantes generar una ideología que suscite la adhesión de esas capas medias. Al mismo tiempo el proletariado, maniatado por el reformismo y el revisionismo durante muchos años, no es capaz, todavía, de encauzar en un sentido revolucionario real ese amplio disconformismo de grandes masas oprimidas por el imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria. Incluso su propio proletariado ha sido impregnado por la ideología de esas clases y capas sociales arruinadas por la profunda crisis de la sociedad argentina.
Cada paso del movimiento antidictatorial y cada paso del proletariado revolucionario eran acompañados de propuestas de las fuerzas burguesas y de acciones cada vez más espectaculares del terrorismo pequeñoburgués. Su objetivo era hegemonizar al movimiento de masas. Pero, además, su movilización sería estimulada por los sectores terratenientes e imperialistas que disputaban con los sectores representados por Onganía. En particular, el terrorismo sería estimulado e instrumentado por el socialimperialismo ruso para “sacar del medio” a sus rivales en sindicatos, empresas, e incluso en las fuerzas armadas. Pero, como señalamos, fue y es también una expresión más de la profunda crisis estructural que conmueve al país, que se arrastra desde muchos años y que eclosionó en 1969, como crisis política aguda. Lo viejo muere, pero aún lo nuevo, el movimiento revolucionario dirigido por el proletariado, es embrionario.
En este contexto y aprovechando las contradicciones que generaba con los intereses terratenientes el cierre del mercado europeo, la negativa del ministro Krieger Vasena a devaluar y su intento de crear un impuesto a la tierra, fueron creando las condiciones que permitieron a los sectores prorrusos encabezados por Lanusse desplazar a Onganía, primero, y a Levingston, después. En esto también incidió grandemente la situación cada vez más difícil del imperialismo yanqui en el mundo y las promesas del lanussismo prosoviético a importantes sectores de la burguesía nacional, que habían sido tremendamente golpeados por la dictadura de Onganía.
Así, montándose en el odio antiyanqui del pueblo argentino, pasan a predominar los sectores prorrusos en aguda disputa con sectores proyanquis y proeuropeos, buscando aliar y subordinar a sectores de éstos y de la burguesía nacional.