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11 de noviembre de 2010


El predominio socialimperialista

Documentos del PCR / tomo 6

Con Lanusse, el sec­tor de agen­tes y tes­ta­fe­rros del socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y los gran­des terra­te­nien­tes y gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria a él subor­di­na­dos avan­za­ron en el con­trol de palan­cas cla­ves del país. En 1971 se firma en Moscú el con­ve­nio comer­cial entre los gobier­nos de la Argentina y de la URSS, que dio a ésta el trato de nación más favo­re­ci­da.
A su vez, los sec­to­res pro­so­vié­ti­cos dis­pu­tan con Perón la hege­mo­nía del fren­te bur­gués anti­yan­qui. Trabajan para debi­li­tar­lo bus­can­do subor­di­nar­lo, ya que pre­ci­san de su acuer­do, tanto para poder rea­li­zar las elec­cio­nes como para afian­zar­se en el poder; el pero­nis­mo seguía sien­do la gran fuer­za elec­to­ral del país y el movi­mien­to polí­ti­co mayo­ri­ta­rio. Así pue­den impo­ner una sali­da elec­to­ral con­di­cio­na­da a tra­vés del Gran Acuerdo Nacional. Aprovechando la vaci­la­ción de la bur­gue­sía nacio­nal lide­ra­da por Perón y la insi­pien­cia del PCR, logran impe­dir que las gigan­tes­cas luchas obre­ras y popu­la­res, la larga serie de pue­bla­das que dete­rio­ra­ron la dic­ta­du­ra de Onganía, coro­na­sen en un argen­ti­na­zo triun­fan­te. Aunque la pro­fun­di­dad de ese pro­ce­so, del que formó parte la jor­na­da de movi­li­za­ción de masas del 17 de noviem­bre de 1972 ante la vuel­ta del General Perón, impi­dió a los pro­so­vié­ti­cos impo­ner a Lanusse como can­di­da­to del GAN, y los obli­gó a lle­gar a acuer­dos con Perón y con Balbín.
Perón, a los 76 años, tenía pocas chan­ces. Debió optar entre la can­di­da­tu­ra (que con segu­ri­dad sería veta­da) y el retor­no. Cedió la can­di­da­tu­ra, faci­li­tan­do así el mon­ta­je de las elec­cio­nes del 11 de marzo de 1973, y cedió la hege­mo­nía en el nuevo gobier­no, para con­ti­nuar luchan­do en mejo­res con­di­cio­nes, y desde el país, para impo­ner su direc­ción.
Así resul­ta­rá el gobier­no de Cámpora, man­te­nién­do­se la hege­mo­nía de los sec­to­res pro­so­vié­ti­cos. Perón vol­ve­rá al país y pasa­rá a dis­pu­tar­les la hege­mo­nía, hacien­do uso de todo su peso polí­ti­co, aun­que man­ti­e­ne a Gelbard como pren­da de uni­dad. Muerto Perón, Isabel des­pla­za a Gelbard: en ese momen­to comien­za la nueva cuen­ta regre­si­va de los gol­pis­tas.
Al no poder subor­di­nar al pero­nis­mo, par­ti­cu­lar­men­te a Isabel Perón, las fuer­zas pro­so­vié­ti­cas pasa­ron a ser las más acti­vas fuer­zas gol­pis­tas. Se inten­si­fi­ca el accio­nar terro­ris­ta de la peque­ño­bur­gue­sía radi­ca­li­za­da con aten­ta­dos que fue­ron abier­ta­men­te pro­vo­ca­ti­vos.
Las orga­ni­za­cio­nes en que cris­ta­li­zó el agru­pa­mien­to de la peque­ño­bur­gue­sía radi­ca­li­za­da come­tie­ron gra­ves erro­res polí­ti­cos y estra­té­gi­cos. Ubicaron como blan­co prin­ci­pal de la revo­lu­ción en la Argentina a la bur­gue­sía nacio­nal, lo que los llevó a gol­pe­ar cen­tral­men­te pri­me­ro a Perón, y luego a Isabel Perón. Una vez más los sec­to­res proim­pe­ria­lis­tas y pro­te­rra­te­nien­tes pudie­ron ins­tru­men­tar a sec­to­res de la peque­ño­bur­gue­sía, para ais­lar al pro­le­ta­ria­do y hacer pasar sus pla­nes gol­pis­tas.
Al igno­rar la opre­sión impe­ria­lis­ta y de los terra­te­nien­tes sobre el con­jun­to de la socie­dad nacio­nal, las orga­ni­za­cio­nes peque­ño­bur­gue­sas equi­vo­ca­ron el ene­mi­go prin­ci­pal del pue­blo argen­ti­no. Repitieron el error del PC en 1945 y 1955, con lo que favo­re­cie­ron a los ene­mi­gos de la revo­lu­ción que pre­pa­ra­ban el golpe de Estado.
El sec­tor pro­so­vié­ti­co, por un lado inci­ta­ba e ins­tru­men­ta­ba los gru­pos terro­ris­tas con­tra el gobier­no de Isabel Perón, mien­tras por otro, su cama­ri­lla en el Ejército acu­sa­ba a Isabel Perón de “des-gobier­no” y de debi­li­dad fren­te al terro­ris­mo. De esta forma, miles de jóve­nes que que­rían cam­bios revo­lu­cio­na­rios, fue­ron ins­tru­men­ta­dos para dar el golpe y para que los sec­to­res pro­so­vié­ti­cos reco­bra­ran su hege­mo­nía.
El socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co había sufri­do gol­pes duros en Chile, Bolivia, Uruguay y Brasil. Corría el ries­go de per­der su prin­ci­pal punto de pene­tra­ción en el Cono Sur de América.
Como todo impe­ria­lis­mo joven y rela­ti­va­men­te infe­rior en fuer­zas a los impe­ria­lis­mos que quie­re desa­lo­jar, demos­tra­ba un ape­ti­to insa­cia­ble. Pero tro­pe­za­ba con una fuer­za bur­gue­sa de carác­ter nacio­nal, el pero­nis­mo, que que­ría apro­ve­char el con­trol del gobier­no, y el apoyo de las masas, para desa­lo­jar­lo de sus posi­cio­nes. Esta fuer­za bur­gue­sa le dis­pu­ta­ba la alian­za con mono­po­lios euro­peos e inclu­so yan­quis y con la bur­gue­sía nacio­nal de otros paí­ses lati­no­a­me­ri­ca­nos; y ame­na­za­ba con expro­piar­le empre­sas en su poder, o aso­cia­das a él, como Aluar y Papel Prensa.
Tropezaban tam­bién con el peli­gro de un pro­le­ta­ria­do y un pue­blo com­ba­ti­vos, con fuer­te con­cien­cia anti­im­pe­ria­lis­ta, que avan­za­ban en su cla­ri­fi­ca­ción y orga­ni­za­ción y esca­pa­ban a las posi­bi­li­da­des de su con­trol por los jerar­cas pro­so­vié­ti­cos.
El gobier­no pero­nis­ta no con­tro­la­ba las palan­cas cla­ves del Estado. Los prin­ci­pa­les gol­pis­tas como Videla (Comandante en Jefe del Ejército), Viola (Jefe de Estado Mayor), Harguindeguy (Jefe de la Policía Federal), Calabró (gober­na­dor de la pro­vin­cia de Buenos Aires), usa­ban sus pues­tos en el gobier­no y el Estado para pro­mo­ver el ais­la­mien­to de Isabel Perón y el golpe. A la vez que la acti­vi­dad gol­pis­ta de una gran parte de los diri­gen­tes polí­ti­cos y sin­di­ca­les tra­ba­jó para la divi­sión y el ais­la­mien­to del movi­mien­to obre­ro y popu­lar.
Para enfren­tar esto, junto a con­ce­sio­nes al movi­mien­to obre­ro y popu­lar como pari­ta­rias, Ley de Contrato de Trabajo, cré­di­tos dife­ren­cia­les al cam­pe­si­na­do pobre y medio, etc., el gobier­no de Isabel, por su pro­pio carác­ter de clase, se apoyó en sec­to­res reac­cio­na­rios acor­dan­do medi­das repre­si­vas (esti­mu­la­das por los gol­pis­tas) con­tra la clase obre­ra y el pue­blo, lo que con­tri­bu­yó a su ais­la­mien­to y des­pres­ti­gio.
Sin embar­go, la resis­ten­cia de una parte del pero­nis­mo, en espe­cial de Isabel Perón, supe­ró las pre­vi­sio­nes de los estra­te­gas del socia­lim­pe­ria­lis­mo.
Pero, sobre todo, se vie­ron sor­pren­di­dos por la resis­ten­cia del par­ti­do mar­xis­ta-leni­nis­ta del pro­le­ta­ria­do, el PCR, al que ellos habían dado por muer­to hacía mucho. Pugnando por unir a todas las fuer­zas patrió­ti­cas y demo­crá­ti­cas para enfren­tar el golpe de Estado, nues­tro Partido, luchan­do por las liber­ta­des demo­crá­ti­cas y demás rei­vin­di­ca­cio­nes obre­ras y popu­la­res, tuvo una pro­pues­ta de gobier­no de fren­te único anti­gol­pis­ta, una pla­ta­for­ma eco­nó­mi­ca de emer­gen­cia y la con­sig­na de armar al pue­blo para enfren­tar y derro­tar al golpe.
La lucha anti­gol­pis­ta de nues­tro Partido le costó caro al socia­lim­pe­ria­lis­mo por­que, debi­do a ella, fue des­en­mas­ca­ra­do ante gran­des sec­to­res popu­la­res y sus pla­nes se difi­cul­ta­ron gran­de­men­te. Esto se unió a una acti­va y amplia denun­cia del carác­ter del socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y a la denun­cia en con­cre­to de su pene­tra­ción en la Argentina. Este es un méri­to his­tó­ri­co de nues­tro Partido que forjó, en esa lucha, lazos de san­gre con los pero­nis­tas y otros sec­to­res patrió­ti­cos.
Desde 1969 se había desa­rro­lla­do fuer­te­men­te el cla­sis­mo. La con­tra­dic­ción golpe-anti­gol­pe divi­dió tam­bién aguas en el mismo. El cla­sis­mo revo­lu­cio­na­rio pugnó por colo­car a la clase obre­ra en el cen­tro de un fren­te anti­gol­pis­ta para defen­der y avan­zar en sus con­quis­tas. Las asam­ble­as del SMATA de Córdoba, los con­gre­sos de la UOM y de FATRE, etc., y los paros el mismo día del golpe, como el de Santa Isabel, ferro­via­rios de Rosario y otros, son ejem­plos de esto. En cam­bio otros sec­to­res cla­sis­tas fue­ron ins­tru­men­ta­dos por los gol­pis­tas, en espe­cial por las fuer­zas pro­so­vié­ti­cas.
Por todo lo ante­rior se habían com­pli­ca­do los pla­nes de los gol­pis­tas pro­rru­sos tanto como los de sus riva­les pro­yan­quis. Pero el socia­lim­pe­ria­lis­mo, hacien­do con­ce­sio­nes, podía aliar­se para el golpe con empre­sas yan­quis del sec­tor con­ci­lia­dor con la URSS, con las que ya se había aso­cia­do en nego­cios como la expor­ta­ción a Cuba de auto­mo­to­res; o con empre­sas yan­quis aso­cia­das en nego­cios con sus tes­ta­fe­rros desde mucho tiem­po atrás, o inte­re­sa­das en recu­pe­rar bie­nes expro­pia­dos por el gobier­no pero­nis­ta (ITT,  Standard Oil, etc.) o con fuer­zas yan­quis inte­re­sa­das en impe­dir un foco ter­cer­mun­dis­ta en América del Sur. Aunque luego, en una segun­da vuel­ta, debie­ran enfren­tar­se para diri­mir la hege­mo­nía en el poder.
Podía ade­más atra­er a la mayo­ría de la clase terra­te­nien­te, en la que exis­tía una fuer­te corrien­te aso­cia­da desde hacía mucho al socia­lim­pe­ria­lis­mo, y donde había cre­cien­te dis­gus­to por la polí­ti­ca refor­mis­ta del pero­nis­mo, temor por el cre­ci­mien­to de la orga­ni­za­ción del pro­le­ta­ria­do rural (que había impues­to en muchos luga­res la jor­na­da de 8 horas, la orga­ni­za­ción por estan­cias y otras con­quis­tas), y por las con­ce­sio­nes al cam­pe­si­na­do pobre de algu­nas regio­nes. Tanto los terra­te­nien­tes como un gran sec­tor de la bur­gue­sía esta­ban ansio­sos de “orden”, ate­rro­ri­za­dos por los “soviets” de fábri­ca, y por el auge del terro­ris­mo de dere­cha e “izquier­da”; y esta­ban ilu­sio­na­dos en el comer­cio con la URSS que había sido el prin­ci­pal clien­te de nues­tras expor­ta­cio­nes en 1975. También exis­tía una pode­ro­sa corrien­te gol­pis­ta en el cam­pe­si­na­do medio y en la peque­ño­bur­gue­sía urba­na, corrien­te que cre­cía por la impo­ten­cia de la polí­ti­ca refor­mis­ta del pero­nis­mo para aliar a esos sec­to­res con­tra el golpe.
Volcada así la corre­la­ción de fuer­zas, era segu­ro que los mono­po­lios euro­peos, la Iglesia y otros sec­to­res apo­ya­rían tam­bién, en últi­ma ins­tan­cia, el golpe de Estado; y que el sec­tor “duro” de los yan­quis –el sec­tor anti­so­vié­ti­co– se cui­da­ría mucho de ir a un enfren­ta­mien­to en el que podía per­der para siem­pre sus posi­cio­nes en la Argentina y encen­der un con­flic­to impre­vi­si­ble en América del Sur.
Así fue posi­ble el triun­fo del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Volvía a demos­trar­se que el pro­yec­to de la bur­gue­sía pero­nis­ta de “recons­truir pri­me­ro el país en paz” para luego libe­rar­nos, es equi­vo­ca­do e irrea­li­za­ble. Que es pre­ci­so libe­ra­mos pri­me­ro de los terra­te­nien­tes e impe­ria­lis­tas para poder luego recons­truir el país en bene­fi­cio de las masas popu­la­res. Una vez más fra­ca­só el cami­no refor­mis­ta de lucha con­tra el impe­ria­lis­mo y los terra­te­nien­tes.