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11 de noviembre de 2010

Programa aprobado en el 6° Congreso del PCR. 29, 30 de junio y 1º de julio de 1990

La contradicción fundamental

Documentos del PCR / tomo 6

La Argentina es un país depen­dien­te opri­mi­do por el impe­ria­lis­mo, en el que pre­do­mi­nan rela­cio­nes de pro­duc­ción capi­ta­lis­tas defor­ma­das por la domi­na­ción impe­ria­lis­ta y el man­te­ni­mien­to del lati­fun­dio de ori­gen pre­ca­pi­ta­lis­ta en el campo.

La Argentina es un país depen­dien­te opri­mi­do por el impe­ria­lis­mo, en el que pre­do­mi­nan rela­cio­nes de pro­duc­ción capi­ta­lis­tas defor­ma­das por la domi­na­ción impe­ria­lis­ta y el man­te­ni­mien­to del lati­fun­dio de ori­gen pre­ca­pi­ta­lis­ta en el campo.
Las prin­ci­pa­les tra­bas al desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas en nues­tro país son la opre­sión impe­ria­lis­ta y el lati­fun­dio terra­te­nien­te. Ellos cons­ti­tu­yen los pila­res que sos­tie­nen a la estruc­tu­ra de atra­so y depen­den­cia que hoy pade­ce­mos.
El impe­ria­lis­mo opera tanto como un fac­tor exter­no como inter­no, con­di­cio­nan­do y defor­man­do todo el desa­rro­llo de la eco­no­mía nacio­nal. Esto se da tam­bién en los pla­nos polí­ti­co, mili­tar y cul­tu­ral.
La opre­sión impe­ria­lis­ta se da prin­ci­pal­men­te a tra­vés del entre­la­za­mien­to y la subor­di­na­ción a sus inte­re­ses, de los terra­te­nien­tes y la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria (es decir, las cla­ses domi­nan­tes nati­vas), y median­te sus pro­pios gru­pos eco­nó­mi­cos y finan­cie­ros (direc­tos o por medio de tes­ta­fe­rros) y sus per­so­ne­ros en el apa­ra­to esta­tal.
Todo esto les per­mi­te el con­trol de los resor­tes cla­ves de nues­tra eco­no­mía y del Estado. Además, una parte del terri­to­rio nacio­nal (insu­lar y marí­ti­mo) está direc­ta­men­te ocu­pa­do por el impe­ria­lis­mo inglés, y esa poten­cia y las otras –prin­ci­pal­men­te las dos super­po­ten­cias– nos opri­men a tra­vés del mono­po­lio del comer­cio mun­dial, de las finan­zas y del con­trol de las nue­vas tec­no­lo­gías, en el marco de la divi­sión inter­na­cio­nal del tra­ba­jo por ellos impues­ta, y de con­ve­nios desi­gua­les como los cerea­le­ros y de car­nes, de refi­nan­cia­ción de las deu­das, pes­que­ros, petro­le­ros, obras “llave en mano”, etc. De con­jun­to los impe­ria­lis­tas nos impo­nen un pesa­do tri­bu­to a tra­vés del dete­rio­ro de los tér­mi­nos de inter­cam­bio, la remi­sión de bene­fi­cios, el pago de paten­tes, los inte­re­ses usu­ra­rios, la “fuga” de divi­sas, la sub y sobre fac­tu­ra­ción, el dum­ping y el con­tra­ban­do. Asimismo pene­tran cul­tu­ral­men­te a nues­tro país y lo infil­tran con sus agen­tes de espio­na­je y pro­vo­ca­ción.
A su vez el lati­fun­dio terra­te­nien­te es la base del poder de la oli­gar­quía que “aso­cia” el país a los impe­ria­lis­tas, pues nece­si­ta de ellos para su sub­sis­ten­cia y desa­rro­llo. Impone la carga de la renta a los obre­ros rura­les y cam­pe­si­nos arren­da­ta­rios y man­ti­e­ne, aún en el marco gene­ral de rela­cio­nes de pro­duc­ción capi­ta­lis­tas, rela­cio­nes pre­ca­pi­ta­lis­tas tales como: rela­cio­nes de domi­na­ción en estan­cias y fin­cas, pues­te­ros, pas­ta­je­ros, apar­ce­ros y tan­te­ros, con­tra­tis­tas de viñas, arren­da­mien­tos fami­lia­res, etc. Así el lati­fun­dio terra­te­nien­te cons­ti­tu­ye una rémo­ra (por la carga de la renta para­si­ta­ria y el atra­so rela­ti­vo del campo) que con­di­cio­na y defor­ma todo el desa­rro­llo del país.
En las últi­mas déca­das, en par­ti­cu­lar con los gol­pes de Estado de 1966 y 1976, se han pro­du­ci­do cam­bios impor­tan­tes ten­dien­tes a pre­ser­var y refor­zar la estruc­tu­ra lati­fun­dis­ta y depen­dien­te. Esto como res­pues­ta a la pro­fun­da cri­sis que arras­tra la estruc­tu­ra del país desde la déca­da del 50, en el marco de la acre­cen­ta­da dis­pu­ta inter­oli­gár­qui­ca e inte­rim­pe­ria­lis­ta y con­di­cio­na­do por la resis­ten­cia popu­lar.
Con la dic­ta­du­ra proim­pe­ria­lis­ta, par­ti­cu­lar­men­te pro­yan­qui y pro­te­rra­te­nien­te de Onganía, a par­tir de 1966 se libe­ra­ron total­men­te los arren­da­mien­tos rura­les (Ley Raggio) favo­re­cién­do­se la recom­po­si­ción del lati­fun­dio. Miles de cha­ca­re­ros fue­ron expul­sa­dos de las tie­rras que arren­da­ban y apa­re­cie­ron los lla­ma­dos “con­tra­tis­tas por una cose­cha”, dando a los terra­te­nien­tes una mayor movi­li­dad espe­cu­la­ti­va en el uso del suelo y la posi­bi­li­dad de que las mejo­ras tec­no­ló­gi­cas se tra­duz­can inme­dia­ta­men­te en mayo­res ren­tas, con el con­si­guien­te aumen­to del pre­cio de la tie­rra y del pode­río terra­te­nien­te. A su vez, en la indus­tria se pro­du­cía una mayor con­cen­tra­ción y cen­tra­li­za­ción mono­po­lis­ta, en bene­fi­cio de los dis­tin­tos inte­re­ses impe­ria­lis­tas y de la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ría a su ser­vi­cio, liga­da tam­bién a la amplia­ción del lati­fun­dio. Así se fue con­for­man­do, con vie­jos y nue­vos per­so­na­jes, ese sec­tor de la oli­gar­quía de base terra­te­nien­te que ha adqui­ri­do un peso impor­tan­te en los sec­to­res mono­po­li­za­dos de la indus­tria, el comer­cio y las finan­zas.
El acre­cen­ta­mien­to del pode­río terra­te­nien­te, cuya sub­sis­ten­cia depen­de fun­da­men­tal­men­te del mer­ca­do exter­no para los pro­duc­tos de la tie­rra, lle­va­ría –en un pro­ce­so– a la “aper­tu­ra hacia el Este”, pasan­do a pre­do­mi­nar el sec­tor de Lanusse. El nuevo golpe de Estado de 1976, des­pués del breve inter­reg­no pero­nis­ta, a tra­vés de la san­grien­ta dic­ta­du­ra de Videla y Viola, bus­ca­ría con­so­li­dar los cam­bios en favor del lati­fun­dio y la depen­den­cia. Particularmente con la libe­ra­ción de las tasas de inte­rés (Ley de Entidades Financieras), se buscó la trans­for­ma­ción de la acre­ci­da renta terra­te­nien­te en capi­tal finan­cie­ro y su “engor­de” a tra­vés de la espe­cu­la­ción, con el con­si­guien­te des­me­dro de la indus­tria nacio­nal y una mayor expo­lia­ción de los tra­ba­ja­do­res del campo y de la ciu­dad. Esto en un mundo donde la espe­cu­la­ción, a par­tir de la cri­sis del petró­leo en la déca­da del 70, comen­zó ya a ser pre­do­mi­nan­te sobre la pro­duc­ción, empu­jan­do a un endeu­da­mien­to sobre­di­men­sio­na­do de los paí­ses del Tercer Mundo.
Las polí­ti­cas eco­nó­mi­cas y finan­cie­ras de corte libe­ral que se vie­nen apli­can­do prác­ti­ca­men­te desde el golpe de Estado de 1955, con bre­ves inte­rrup­cio­nes, no hacen sino ayu­dar a pre­ser­var, y refor­zar la estruc­tu­ra lati­fun­dis­ta y depen­dien­te de nues­tro país. No es como sos­tie­nen los apo­lo­gis­tas de los terra­te­nien­tes e impe­ria­lis­tas “moder­nos”, con teo­rías como la del “capi­ta­lis­mo depen­dien­te”, que no hay tare­as agra­rias y anti­im­pe­ria­lis­tas por resol­ver, que las mis­mas ya se han resuel­to o se están resol­vien­do por la “moder­ni­za­ción” del lati­fun­dio y la depen­den­cia. Por el con­tra­rio, éstos siguen sien­do el prin­ci­pal obs­tá­cu­lo para el desa­rro­llo inte­gral del país; sin su des­truc­ción revo­lu­cio­na­ría no se podrá lograr éste y tam­po­co una ver­da­de­ra demo­cra­ti­za­ción de la socie­dad argen­ti­na. Pues el lati­fun­dio y el impe­ria­lis­mo impli­can una ten­den­cia a la domi­na­ción y no a la liber­tad, la reac­ción en toda la línea: allí está la base del Estado oli­gár­qui­co impe­ria­lis­ta y está la raíz de todos los gol­pes de Estado que hemos pade­ci­do, y que segui­re­mos pade­cien­do mien­tras esa raíz sub­sis­ta.
La con­tra­dic­ción fun­da­men­tal que hay que resol­ver en la actual etapa his­tó­ri­ca, y que deter­mi­na el carác­ter de la revo­lu­ción argen­ti­na, es la que opone el impe­ria­lis­mo, los terra­te­nien­tes y la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria a la clase obre­ra, los asa­la­ria­dos, semi­pro­le­ta­rios, los cam­pe­si­nos pobres y medios, la peque­ño­bur­gue­sía, la mayo­ría de los estu­dian­tes e inte­lec­tua­les y los sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos de la bur­gue­sía urba­na y rural. De las nume­ro­sas con­tra­dic­cio­nes exis­ten­tes, sólo ésta es la prin­ci­pal, la que des­em­pe­ña el papel deter­mi­nan­te. En rela­ción con ella, y con el ene­mi­go estra­té­gi­co que defi­ni­mos, deter­mi­na­mos en cada momen­to tác­ti­co el blan­co de nues­tro ata­que, tenien­do pre­sen­te la feroz dis­pu­ta inte­rim­pe­ria­lis­ta por el con­trol de la Argentina (par­ti­cu­lar­men­te entre el socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y el impe­ria­lis­mo yan­qui) y tenien­do en cuen­ta nues­tra ubi­ca­ción geo­grá­fi­ca (en el área de tra­di­cio­nal influen­cia yan­qui).

 

El enemigo principal

Teniendo en cuen­ta que son ene­mi­gos estra­té­gi­cos de la revo­lu­ción argen­ti­na todos los terra­te­nien­tes, todos los impe­ria­lis­tas, toda la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria del impe­ria­lis­mo, todos los reac­cio­na­rios, es fun­da­men­tal deter­mi­nar, en cada momen­to tác­ti­co, el ene­mi­go prin­ci­pal. Es decir aquel que repre­sen­ta el obs­tá­cu­lo prin­ci­pal a eli­mi­nar, en un momen­to deter­mi­na­do, para poder hacer avan­zar hacia ade­lan­te el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio: ene­mi­go que es, por eso, el blan­co prin­ci­pal en ese momen­to. El prin­ci­pal ene­mi­go tác­ti­co.
El con­cep­to de blan­co es un con­cep­to polí­ti­co que carac­te­ri­za en un momen­to deter­mi­na­do la fuer­za más impor­tan­te que se opone a la revo­lu­ción, par­tien­do del aná­li­sis glo­bal de la situa­ción inter­na­cio­nal y nacio­nal. En la situa­ción argen­ti­na, en los últi­mos años, en la cues­tión de cuál es el sec­tor hege­mó­ni­co de las cla­ses domi­nan­tes se han pro­du­ci­do pro­fun­dos cam­bios, en el con­tex­to de los cam­bios pro­du­ci­dos a esca­la mun­dial.
En el com­ba­te por la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo, debe­mos tra­tar de diri­gir el fuego con­cen­tra­do, en cada momen­to y en cada caso, al ene­mi­go prin­ci­pal, sin per­der la brú­ju­la de la con­tra­dic­ción prin­ci­pal. De esta forma podrán ser apro­ve­cha­das en favor de la lucha libe­ra­do­ra todas las con­tra­dic­cio­nes inte­rim­pe­ria­lis­tas y entre dis­tin­tos sec­to­res de terra­te­nien­tes y de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria, y tam­bién las con­tra­dic­cio­nes de la bur­gue­sía nacio­nal con los ene­mi­gos del pue­blo y de la patria.
La situa­ción nacio­nal tien­de a com­pli­car­se cada día más, pero ello no nos debe ocul­tar que el sec­tor hege­mó­ni­co en las cla­ses domi­nan­tes con­ti­núa sien­do aún el sec­tor en el que pre­do­mi­nan los terra­te­nien­tes y mono­po­lios pro­so­vié­ti­cos o subor­di­na­dos a los inte­re­ses de ese blo­que. Ese sec­tor, el. prin­ci­pal res­pon­sa­ble de la cri­sis actual y el prin­ci­pal bene­fi­cia­rio de ella, está inte­gra­do por sec­to­res terra­te­nien­tes de la zona cerea­le­ra, lane­ra y pro­duc­to­ra de car­nes y cuero, bode­gue­ros cuya­nos, azu­ca­re­ros y citrí­co­las del Noroeste y yer­ba­te­ros del Noreste, estre­cha­men­te aso­cia­dos o subor­di­na­dos a los inte­re­ses del socia­lim­pe­ria­lis­mo sovié­ti­co y por el pode­ro­so grupo de tes­ta­fe­rros y de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria que con­tro­la palan­cas eco­nó­mi­cas cla­ves como: la side­rur­gia pri­va­da, el alu­mi­nio, la celu­lo­sa y fábri­cas de papel, gran­des ban­cos, enor­mes lati­fun­dios y millo­nes de cabe­zas de gana­do, parte de la indus­tria petro­le­ra pri­va­da, de la petro­quí­mi­ca, de la carne y la ali­men­ta­ción, de la indus­tria del plás­ti­co, etc. Controla las palan­cas fun­da­men­ta­les del poder esta­tal, posee un pode­ro­so apa­ra­to polí­ti­co pro­pio y una gran fuer­za en los medios de pren­sa y opi­nión públi­ca.
El sec­tor hege­mó­ni­co de las cla­ses domi­nan­tes argen­ti­nas, iden­ti­fi­ca­do prin­ci­pal­men­te con el pro­yec­to alfon­si­nis­ta, ha per­di­do el con­trol de la pre­si­den­cia de la Nación y áreas cla­ves del gobier­no nacio­nal, como resul­ta­do de la derro­ta elec­to­ral del 14 de mayo de 1989. Pero con­ser­va resor­tes fun­da­men­ta­les del gobier­no y del poder. Y, apo­ya­do por los enor­mes medios que mane­ja, se ha lan­za­do ya a la lucha por el con­trol total del apa­ra­to esta­tal y del gobier­no, uti­li­zan­do como mas­ca­ron de proa polí­ti­co –al menos por ahora– al pro­pio Alfonsín.