Impulsamos un movimiento revolucionario integral (como definió Mao Tsetung), que abarca la revolución democrática y la revolución socialista. Lo que implica comprender a fondo la diferencia y la relación existente entre ambas. Somos partidarios de la revolución ininterrumpida y por etapas, con la línea general de unir, sobre la base de la alianza de la clase obrera y el campesinado pobre y medio, a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas para llevar hasta el fin la lucha contra el imperialismo, los terratenientes y el gran capital intermediario, realizando una revolución conducida por el proletariado.
El problema central para realizar la revolución es el problema del poder. Los enemigos de la revolución son extremadamente fuertes y controlan las palancas fundamentales del Estado.
Las restauraciones oligárquico-imperialistas han sido siempre a sangre y fuego. Los golpes de Estado siempre triunfaron porque el pueblo estaba dividido, desorganizado y desarmado (así sucedió en 1930, en 1955, en 1966, y en 1976).
La opción entre tiempo y sangre es falsa. No es conciliando con los enemigos como se ahorra sufrimientos a la clase obrera y al pueblo. El pueblo debe estar unido, organizado y armado. La unidad sin armas no basta y las armas sin unidad tampoco.
Para enfrentar a los enemigos de la revolución argentina debemos prepararnos para una lucha que es encarnizada y que será larga.
En un momento determinado las formas de lucha principales son el Parlamento y el movimiento sindical; en otro, la insurrección. La utilización de las formas pacíficas de lucha, la combinación del trabajo legal y el ilegal, abierto y clandestino, nos tienen que servir para acumular fuerzas en dirección a los objetivos estratégicos.
La revolución en la Argentina va de la ciudad al campo y tiene a la insurrección armada como forma principal y superior de lucha. Esta, combinada con la modalidad de lucha armada en el campo (guerrilla rural y otras formas de combates armados campesinos), es el único camino que permitirá terminar para siempre con el poder del imperialismo y los terratenientes. Como enseña nuestra historia sólo cuando el pueblo se levantó en armas pudo triunfar. Así fue frente a las invasiones inglesas en 1806 y 1807 y así fue contra el colonialismo español de 1810 a 1824.
El Cordobazo bocetó la forma particular insurreccional de la vía revolucionaria en la Argentina. Los cuerpos de delegados obreros, populares, estudiantiles y del campesinado pobre y medio, capaces de transformarse –en una situación revolucionaria– en órganos de doble poder (como se insinuó en las luchas posteriores a 1969). En esto es fundamental el papel del Partido. Un partido fuerte en número y calidad de afiliados, enraizado en las masas, que practique el principio de las masas a las masas, decisivo para que la huelga general política de masas, el frente único que constituya el gobierno revolucionario y el alzamiento armado del pueblo, se combinen para que el triunfo de la insurrección armada liberadora imponga un gobierno provisional revolucionario órgano de esa insurrección, que convoque a una Asamblea Constituyente plenamente soberana e inicie las tareas de la revolución democrático-popular, agraria y antiimperialista, en marcha ininterrumpida al socialismo.