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11 de noviembre de 2010


Camino de la revolución

Documentos del PCR / tomo 6

Impulsamos un movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio inte­gral (como defi­nió Mao Tsetung), que abar­ca la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca y la revo­lu­ción socia­lis­ta. Lo que impli­ca com­pren­der a fondo la dife­ren­cia y la rela­ción exis­ten­te entre ambas. Somos par­ti­da­rios de la revo­lu­ción inin­te­rrum­pi­da y por eta­pas, con la línea gene­ral de unir, sobre la base de la alian­za de la clase obre­ra y el cam­pe­si­na­do pobre y medio, a todas las fuer­zas sus­cep­ti­bles de ser uni­das para lle­var hasta el fin la lucha con­tra el impe­ria­lis­mo, los terra­te­nien­tes y el gran capi­tal inter­me­dia­rio, rea­li­zan­do una revo­lu­ción con­du­ci­da por el pro­le­ta­ria­do.
El pro­ble­ma cen­tral para rea­li­zar la revo­lu­ción es el pro­ble­ma del poder. Los ene­mi­gos de la revo­lu­ción son extre­ma­da­men­te fuer­tes y con­tro­lan las palan­cas fun­da­men­ta­les del Estado.
Las res­tau­ra­cio­nes oli­gár­qui­co-impe­ria­lis­tas han sido siem­pre a san­gre y fuego. Los gol­pes de Estado siem­pre triun­fa­ron por­que el pue­blo esta­ba divi­di­do, des­or­ga­ni­za­do y des­ar­ma­do (así suce­dió en 1930, en 1955, en 1966, y en 1976).
La opción entre tiem­po y san­gre es falsa. No es con­ci­lian­do con los ene­mi­gos como se aho­rra sufri­mien­tos a la clase obre­ra y al pue­blo. El pue­blo debe estar unido, orga­ni­za­do y arma­do. La uni­dad sin armas no basta y las armas sin uni­dad tam­po­co.
Para enfren­tar a los ene­mi­gos de la revo­lu­ción argen­ti­na debe­mos pre­pa­rar­nos para una lucha que es encar­ni­za­da y que será larga.
En un momen­to deter­mi­na­do las for­mas de lucha prin­ci­pa­les son el Parlamento y el movi­mien­to sin­di­cal; en otro, la insu­rrec­ción. La uti­li­za­ción de las for­mas pací­fi­cas de lucha, la com­bi­na­ción del tra­ba­jo legal y el ile­gal, abier­to y clan­des­ti­no, nos tie­nen que ser­vir para acu­mu­lar fuer­zas en direc­ción a los obje­ti­vos estra­té­gi­cos.
La revo­lu­ción en la Argentina va de la ciu­dad al campo y tiene a la insu­rrec­ción arma­da como forma prin­ci­pal y supe­rior de lucha. Esta, com­bi­na­da con la moda­li­dad de lucha arma­da en el campo (gue­rri­lla rural y otras for­mas de com­ba­tes arma­dos cam­pe­si­nos), es el único cami­no que per­mi­ti­rá ter­mi­nar para siem­pre con el poder del impe­ria­lis­mo y los terra­te­nien­tes. Como ense­ña nues­tra his­to­ria sólo cuan­do el pue­blo se levan­tó en armas pudo triun­far. Así fue fren­te a las inva­sio­nes ingle­sas en 1806 y 1807 y así fue con­tra el colo­nia­lis­mo espa­ñol de 1810 a 1824.
El Cordobazo boce­tó la forma par­ti­cu­lar insu­rrec­cio­nal de la vía revo­lu­cio­na­ria en la Argentina. Los cuer­pos de dele­ga­dos obre­ros, popu­la­res, estu­dian­ti­les y del cam­pe­si­na­do pobre y medio, capa­ces de trans­for­mar­se –en una situa­ción revo­lu­cio­na­ria– en órga­nos de doble poder (como se insi­nuó en las luchas pos­te­rio­res a 1969). En esto es fun­da­men­tal el papel del Partido. Un par­ti­do fuer­te en núme­ro y cali­dad de afi­lia­dos, enrai­za­do en las masas, que prac­ti­que el prin­ci­pio de las masas a las masas, deci­si­vo para que la huel­ga gene­ral polí­ti­ca de masas, el fren­te único que cons­ti­tu­ya el gobier­no revo­lu­cio­na­rio y el alza­mien­to arma­do del pue­blo, se com­bi­nen para que el triun­fo de la insu­rrec­ción arma­da libe­ra­do­ra impon­ga un gobier­no pro­vi­sio­nal revo­lu­cio­na­rio órga­no de esa insu­rrec­ción, que con­vo­que a una Asamblea Constituyente ple­na­men­te sobe­ra­na e ini­cie las tare­as de la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.