A poco de culminar la ocupación de Kosovo y terminar los bombardeos a Yugoslavia se produjo la invasión rusa a Chechenia. So pretexto de combatir al terrorismo, luego de producidos varios atentados de origen dudoso en Moscú y otras ciudades rusas, las tropas de Moscú realizaron un bombardeo aéreo y de artillería, despiadado, contra aldeas y ciudades de Chechenia y, luego de un período de ablande, invadieron esa república.2 Encontraron la resistencia encarnizada de los patriotas chechenos. Las tropas rusas barrieron del mapa, prácticamente, a numerosas aldeas y ciudades, incluida Grozny, la capital de esa república, pese a lo cual no lograron aplastar la resistencia a su agresión.
La invasión rusa a Chechenia obedece principalmente a la lucha por el control del petróleo del mar Caspio y de los oleoductos que lo trasportarán a Europa. Rusia procura participar activamente en la explotación del petróleo del Mar Caspio y controlar esos oleoductos. Aprovecha la suba, vertiginosa, del precio del petróleo en el mercado internacional, en el segundo semestre de 1999, que produjo una mejoría en su situación económica. Los países occidentales se inmiscuyen en Chechenia deseosos de controlar el petróleo y el gas natural del Mar Caspio (donde ya algunos de sus monopolios tienen fuertes posiciones) y de transportarlo a Europa a través de Chechenia, Azerbaiján, Turkmenistán y Turquía. Es una situación contradictoria “de difícil solución”3. El proyecto de oleoducto entre Azerbaiján y Turquía, que unirá a Bakú, sobre el Caspio, con el puerto turco de Ceyhán, sobre el Mediterráneo, acordado en el mes de noviembre, crea una ruta alternativa a Rusia que tiene a los Estados Unidos como beneficiario privilegiado.
La ofensiva militar del imperialismo ruso en el Cáucaso tiene como objetivo restablecer su pleno dominio en esta región estratégica. Pero la resistencia chechena ha frustrado sus planes de guerra relámpago y libra una guerra de guerrillas prolongada.
Tanto en la agresión a Irak como en Kosovo y en Chechenia, el imperialismo busca librar guerras de resolución rápida y, de ser posible, “a distancia”, sin arriesgar la lucha cuerpo a cuerpo por las pérdidas humanas que éstas ocasionan y la lógica repercusión en sus propios pueblos, como mostró la guerra de los EE.UU. contra Viet Nam. Por el contrario, los revolucionarios, frente a las agresiones militares del imperialismo, deben levantar las banderas de la lucha nacional liberadora, procurando responder a la agresión imperialista con la guerra popular prolongada, aislar internacionalmente al imperialismo agresor y trasladar la contradicción al propio territorio de éste.
Se demostró en la agresión a Yugoslavia y la invasión a Chechenia, como ya había sucedido con la agresión yanqui a Irak, que un país pequeño puede enfrentar la agresión de un país poderoso. Que como dijo Mao Tsetung en 1970: “quien sostiene una causa justa gana amplio apoyo mientras que quien sostiene una causa injusta encuentra poco apoyo. Un país débil puede derrotar a otro grande. Siempre que el pueblo de un país pequeño ose levantarse en lucha, se atreva a empuñar las armas y tome en sus manos el destino de su propio país, podrá indefectiblemente derrotar la agresión de un país más grande. Esta es una ley de la historia”.