Estados Unidos despliega su poder militar en todo el mundo: en Europa, donde trata de ganar posiciones en el Este con el fin de integrar la economía de Europa Oriental y Central en la economía de la “gran Europa”, disputando posiciones dentro de ella y, encabezando a la OTAN; en el Medio Oriente, donde pretextando trabajar para la paz, apoya la política agresiva de Israel, mantiene el bloqueo y los bombardeos criminales a Irak y una política de confrontación con Irán; en África del Norte, donde bloquea a Libia; en África Central y Oriental, donde ha intervenido activamente en el conflicto en la República Democrática del Congo y ha impulsado maniobras militares de la OTAN en Kenia; en Asia, en donde fortalece su alianza militar con Japón por medio de las llamadas “Nuevas Orientaciones de Defensa Nacional de EE.UU. y Japón”, que procuran “atar” a Japón y “controlar a China” interviniendo en el conflicto de Taiwán y buscando consolidar su posición dominante en la región; en América Latina, en donde multiplica sus iniciativas de tipo militar, mantiene el bloqueo a Cuba, amenaza con la intervención directa a Colombia y Venezuela, ató a la Argentina como aliado “extra-OTAN” y, so pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, refuerza su presencia militar en toda la región.
Ante esto, se ha fortalecido la tendencia de Francia y Alemania a constituir un “núcleo duro” dentro de la Unión Europea y montar una estructura militar de los países de la Unión Europea independiente de los yanquis.
La consagración de Putin como presidente de Rusia es la expresión de un cambio grande en ese país; cambio que repercute considerablemente en la arena internacional. Putin llega de la mano de Yeltsin. Expresa y encabeza una recomposición y reagrupamiento de fuerzas en los principales sectores de las clases dominantes y nuevas alianzas entre ellos. Su objetivo prioritario es fortalecer el poder estatal central en todos los planos, venciendo las fuertes tendencias centrífugas desarrolladas en los años 90. Otros ejes son la militarización y una ofensiva ideológica en las masas basada en la “gran Rusia” en su totalidad, desde el zar Pedro “el Grande” hasta Brezhnev. Sobre estas bases, Putin endurece la política rusa frente a los yanquis, practica una política diferenciada, aunque firme, hacia las principales potencias europeas, y profundiza la asociación estratégica de cooperación con China. Putin se enfrenta con serios desafíos: una guerra popular prolongada en Chechenia, la situación económico-social que continúa siendo grave, la programada nueva expansión de la OTAN hacia el Este europeo y el plan yanqui de instalar un escudo antimisiles. El imperialismo ruso entró en una nueva etapa: terminó el retroceso y su papel es crecientemente importante.
Rusia impulsa, con cierto éxito, su estrategia de los “dos océanos” (el Atlántico y el Pacífico). Se han realizado múltiples reuniones con los dirigentes de Alemania y Francia para establecer relaciones especiales. Rusia ha mejorado sus relaciones con Japón, la República de Corea, la República Popular Democrática de Corea, India y China. Con esta última ha sellado un acuerdo estratégico por el cual sus misiles no se apuntan recíprocamente y le ha vendido armas, tecnología atómica y militar. Este acuerdo se une al acuerdo estratégico (llamado de Shanghai) de amistad y defensa entre China, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán y Tayikistán. La intervención rusa en Kosovo y posteriormente sus oídos sordos a las presiones de Occidente ante la invasión a Chechenia, comprueban su decisión de avanzar por ese camino. En esa dirección ha llamado a filas a reservistas veteranos, ha reestablecido la educación militar en las escuelas (como existía en la URSS), ha sancionado su nueva “doctrina de defensa”, que aprueba el uso de armas nucleares incluso en primera instancia y no como respuesta a un ataque, y ha realizado provocativas maniobras de aviones capaces de transportar cargas atómicas en las cercanías de Noruega, Islandia y Alaska.
China, por otra parte, hizo pública su posesión de las llamadas bombas neutrónicas y, en noviembre de 1999, demostrando su poderío en el terreno de los misiles estratégicos y en la conquista espacial, se convirtió en el tercer país –luego de Rusia y EE.UU.– capaz de enviar seres humanos al espacio.5
La crisis de superproducción que estalló en 1997 en el sudeste asiático, se extendió a Japón y, posteriormente, las crisis financieras en Rusia y Brasil, afectaron a todo el sistema capitalista. La situación económica norteamericana, con su economía altamente endeudada y sus bolsas de valores superinfladas es actualmente una fuente de preocupación en todo el mundo. La crisis permitió visualizar con más claridad la lucha interimperialista e intermonopolista por el dominio mundial. La creación del Euro como moneda de la Unión Europea y el fortalecimiento del yen japonés prueban que esa lucha ha entrado en una fase superior. En el llamado mundo “globalizado” se fortalecen los bloques económicos y políticos regionales. La lucha por el dominio de las materias primas y los mercados mundiales es el trasfondo que explica la intensificación de las fusiones y adquisiciones de grandes grupos monopolistas, que en 1999 llegaron a la cifra record de 797 miles de millones de dólares.
Se demostró correcta la conclusión del Octavo Congreso cuando planteó que, frente a la política del imperialismo yanqui de establecer un mundo unipolar, se fortalecían “las características de un mundo multipolar”, y que “la política expansionista de los distintos imperialismos y la aguda disputa de mercados entre éstos, ha llevado al mundo a una situación de gran inestabilidad”.6
La disputa por la designación del Director Gerente del Fondo Monetario Internacional entre un candidato apoyado por los yanquis, otro por los europeos y otro por los japoneses, es también demostración de esa disputa y que el Fondo Monetario Internacional, pese al predominio yanqui, es un instrumento de todas las potencias imperialistas y espacio de esa disputa.
En el mundo actual, luego del colapso de la URSS a comienzos de la década del 90, ha desaparecido el mundo bipolar caracterizado por el enfrentamiento global de dos superpotencias, EE.UU. y la URSS, que existió durante décadas. Actualmente existe una sola superpotencia, económica, política y militar: los Estados Unidos de América. Ya no son la potencia que, al fin de la Segunda Guerra, tenía el 50% de la producción mundial pero, aún hoy, mantiene el 28,64% de la misma, existiendo evaluaciones que señalan que, dentro de una década, podría descender a solo el 15%. Pero, en los años 90, los EE.UU. modernizaron sus estructuras industriales, comerciales y tecnológicas, sobrepasando a las otras potencias mundiales. Su economía pasa por un período de bonanza que, al momento de escribir estas tesis, dura ya más de 107 meses; sólo comparable al momento previo al crac bursátil de 1929. Su producto interno bruto es de 8.350.957 millones de dólares7 con lo que, si mantiene una tasa de crecimiento anual del 3%, podrá mantenerse por encima de las otras potencias por muchos años. Su poderío militar le permite estar presente en todo el mundo y, políticamente, tiene las riendas de las Naciones Unidas y de la OTAN. Al mismo tiempo es un país con profundas contradicciones sociales (40 millones de personas viven bajo la línea de pobreza) y altamente endeudado, que aprovechó hasta ahora que el dólar fue la moneda de “refugio” de todo el mundo capitalista y se ha transformado, en este momento, en motor de la economía mundial, fenómeno potenciado por la fiebre inversora de los pequeños ahorristas que ha inflado las bolsas en una forma desmesurada y con una psicología consumista que ha endeudado a una gran masa de la población, creando “una ilusión especulativa similar a la del ‘29, el año del gran crac de Wall Street”.8
Militarmente se puede hablar de tres potencias mundiales: EE.UU., Rusia y China. Si bien Rusia enfrenta desde el derrumbe de la URSS serios problemas económicos y ha estado en retroceso a nivel mundial, posee suficiente poder atómico y misilístico como para devastar a los EE.UU. (u otro rival). Posee además, a escala global, pese a las pérdidas, importantes posiciones en determinadas áreas del mundo (como el Este de Europa, países de Europa Occidental, la India, el Medio Oriente, África, y América Latina) y una poderosa red heredada de la ex Unión Soviética. Eso le ha permitido realizar grandes inversiones en el extranjero, como se ha demostrado en el escándalo del reciclaje de los dólares recibidos como ayuda del FMI y otras instituciones financieras occidentales. La llamada “mafia” rusa, que maneja gran parte del tráfico de drogas y armas, es una realidad económica en el mundo actual; sus crecientes acciones revelan que es un brazo importante del imperialismo ruso. En cuanto a China tiene un armamento atómico, misilístico y satelital moderno y el más grande ejército convencional del mundo. Las economías de China y Rusia son complementarias. A la vez la OTAN amenaza a Rusia en Europa y el acuerdo yanqui-japonés la amenaza en el Extremo Oriente, al tiempo que este acuerdo también amenaza a China. Esto facilita una alianza política y militar estratégica ruso-china. Los yanquis empujan una “democratización progresiva” de China sin dejar de prepararse para una acción agresiva contra ella, como se acaba de ver en su estímulo a las declaraciones separatistas de los líderes de Taiwán. Así como los yanquis empujan a Europa contra Rusia y a Japón contra China, Rusia trabaja para separar a Europa de los EE.UU. y Rusia y China tratan de empujar al Japón contra los EE.UU. Los yanquis estimulan la contradicción de Pakistán con la India para mantener a China alerta en ese flanco. En América Latina los rusos, montándose en el combate popular antiyanqui, han renovado su actividad. A su vez, europeos, japoneses y chinos también disputan agudamente con los yanquis.
Económicamente existen cuatro potencias mundiales imperialistas principales que se enfrentan y compiten en todo el mundo: los EE.UU.; la Unidad Europea; Japón, que sufrió un serio retroceso en la década del 90, pero sigue teniendo una poderosa economía; y China, con fuertes posiciones en el sudeste asiático. China, absorbido Hong Kong, tiene la segunda reserva monetaria del mundo y marcha a ser una superpotencia para la segunda década de este siglo.9
Políticamente existen cinco potencias mundiales: EE.UU., Japón, Europa Unida, Rusia y China. Como se vio en el conflicto de Kosovo no se puede resolver ningún problema político serio a nivel mundial sin tener en consideración a todas esas potencias.
Todo esto es lo que ha reforzado el carácter multilateral del mundo actual que se inició como tendencia y se consolida como una realidad económica, política y militar.10