¿Guerra con Chile?
La dictadura videlista y todos sus escribas a sueldo continúan tratando de instrumentar, alrededor de nuestros conflictos limítrofes en la zona austral, una sucia guerra contra la hermana República de Chile.
Ese es el sentido que tienen las características y la forma que utilizó la dictadura para rechazar el laudo sobre el Beagle, después que nada hizo, en su momento, para retirar el caso del tribunal arbitral.
¿Guerra con Chile?
La dictadura videlista y todos sus escribas a sueldo continúan tratando de instrumentar, alrededor de nuestros conflictos limítrofes en la zona austral, una sucia guerra contra la hermana República de Chile.
Ese es el sentido que tienen las características y la forma que utilizó la dictadura para rechazar el laudo sobre el Beagle, después que nada hizo, en su momento, para retirar el caso del tribunal arbitral.
Todo ha sido conducido de forma tal de embrollarlo todo.
Lanusse puso en 1971 la cuestión del Beagle en arbitraje, cuando lo más justo y conveniente era que los dos países encarasen la solución de sus problemas directa y pacíficamente, como Estados soberanos que son. Pero no sólo eso. Se otorgó el arbitraje a un país imperialista. Más aún, a quien ocupa desde hace mucho tiempo una parte de nuestro territorio, cual es el caso de Inglaterra con las Islas Malvinas.
Posteriormente la dictadura no recusó al jurado habiendo elementos para ello, ni retiró la cuestión del arbitraje cuándo aún era posible y podía constituir una vía apropiada para iniciar conversaciones directas con Chile, a fin de procurar un arreglo pacífico y político del diferendo, sin afectar la soberanía nacional. Máxime frente a la evidencia de que estamos ante una cuestión delicada, que lleva mucho tiempo sin resolverse, que puede ser fácilmente instrumentada para dividir a nuestros pueblos y que para nuestro país es una cuestión complicada por diversas razones. En primer lugar porque los antecedentes sobre el derecho a la posesión de esos territorios por la Argentina, a partir de a quién pertenecían en el momento de la Revolución de 1810, no son tan claros y lineales como se pretende hacer creer. En segundo lugar porque ni Chile ni la Argentina ocuparon el Sur hasta muy avanzado el siglo XIX. Esas tierras pertenecieron a los indígenas araucanos, tehuelches, onas, etc., a los que poco importaron las Ordenanzas de los reyes españoles. Esos indígenas fueron luego aniquilados a sangre y fuego por los “civilizadores” oligarcas argentinos y chilenos. En tercer lugar porque la oligarquía argentina, a través del Gral. Roca, después de ocupar la Patagonia aniquilando a los indígenas y aprovechando que la oligarquía chilena estaba en guerra contra Perú y Bolivia en el norte, cedió a Chile el Estrecho de Magallanes, una parte de Tierra del Fuego e islas del sur, a cambio de la finiquitación y eliminación de cualquier reclamo chileno sobre la Patagonia. La oligarquía argentina precisaba extender su explotación ganadera y lejos estaba de valorar en igual forma la importancia de islas, islotes y estrechos, de la navegación y la riqueza marítima. En cuarto lugar porque esas islas están ocupadas desde hace mucho tiempo por chilenos y muy poco se han ocupado los terratenientes y burgueses intermediarios argentinos de la explotación pesquera, minera y petrolera de dicha zona.
Los Tratados de 1881 y otros posteriores, por otra parte, no podían tener en consideración las consecuencias que sobre el derecho marítimo se podrían derivar de la posesión de las islas Picton, Lennox y Nueva en 1977, cuando las naciones de América del Sur reivindican la soberanía marítima sobre las 200 millas. Todo ello torna ciertamente complicado el diferendo en cuestión. Pero esta verdad, lejos de constituirse en un obstáculo insalvable, impone renovados esfuerzos por encontrar un acuerdo pacífico, que contemple los derechos soberanos de ambos países y los intereses comunes que tienen nuestras naciones como hermanas latinoamericanas e integrantes del Tercer Mundo.
Claro es que la dictadura videlista ha seguido otro camino. Como remate de una política plagada de “errores” y “desatinos”, rechazó el laudo, que anteriormente se comprometió solemnemente a cumplir, de una forma que no contempla el propio arbitraje. Y, lo que es más llamativo, a través de una forzada interpretación del Tratado de 1881, y de los tratados vigentes con Chile, que torna muy dificultosa la realización de toda negociación seria con el país hermano.
Paralelamente desató una virulenta campaña propagandística, acompañada de movimientos de tropas, tendientes a encrespar los ánimos contra los chilenos y precipitar posiciones frente a problemas que tienen varias décadas de vigencia. Desde ya que no se notó la misma actitud, por parte de Videla, en ocasión de la violación de nuestros mares por parte, de los buques pesqueros rusos, ni frente a la creciente penetración soviética en la Antártida, ni frente al brutal saqueo de nuestras riquezas nacionales –como en el conocido caso ALUAR por ejemplo–, ni frente a la cotidiana opresión a la que estamos sometidos los argentinos por los grandes intereses oligárquico-imperialistas, en especial de las dos superpotencias, que operan en nuestro suelo.
Porque si algo distingue la política de la dictadura, hoy tan hipócritamente empeñada en presentare como “defensora de la Soberanía Nacional”, es su carácter entreguista y vendepatria.
La dictadura videlista ha obrado en la cuestión Beagle de forma aventurera, pisoteando nuestras tradiciones de hermandad latinoamericana y antiimperialista y contrariando el ejemplo de gobernantes como Yrigoyen y Perón, que encararon nuestros problemas de límites de forma de avanzar en la unidad de nuestros pueblos. Tal el caso, por ejemplo, de la negociación con Uruguay por problemas limítrofes en el Río de la Plata, durante el año 1974.
Esta política aventurera se debe, a que la dictadura videlista busca acallar la creciente resistencia obrera y popular a su política de hambre, represión y entrega. Busca atemperar sus crecientes contradicciones internas agudizadas por el odio popular, por el creciente aislamiento en que se encuentra, y por la disputa ruso-yanqui por el control del país. Pero principalmente, se debe al hecho de que el socialimperialismo ruso, que se mueve tras el lanusso-videlismo hegemónico en la dictadura, lo instrumenta como punta de lanza de sus planes de dominación en el Cono Sur de América Latina.
Se ha atizado así el fuego del enfrentamiento armado, pisoteando sobre problemas limítrofes reales, en relación a los planes estratégicos y tácticos de esa superpotencia, que busca avanzar en su política de hegemonía en dicha zona, al tiempo que distraer a EE.UU. de África y del Continente europeo, centro, éste último, de la disputa mundial.
Esta política y estas situaciones no son nuevas ni desconocidas para los pueblos latinoamericanos. Y para comprender lo que le han significado basta recordar la guerra paraguayo-boliviana entre los años 1932/1935.
El Acuerdo de Puerto Montt
El acuerdo firmado por Videla y Pinochet el 20 de febrero no debe ilusionar a nadie, y mucho menos engañar acerca de las verdaderas intenciones de ambos y de las superpotencias que se mueven tras bambalinas.
El acuerdo, desgraciadamente, es sólo un acuerdo sobre cómo discutir algunas diferencias. Y nada cabe esperar de representantes de dos sangrientas dictaduras antinacionales y antipopulares, que nunca han dado un paso por encarar soluciones que tengan en cuenta los intereses patrióticos argentinos y chilenos. Ni por forjar la unión de ambos pueblos frente a las intrigas estimuladas y montadas por las dos superpotencias. Son éstas, en realidad, quienes principalmente están hoy disputando y negociando, por algo que no es precisamente la soberanía argentina o chilena de las islas Picton, Lennox y Nueva, ni las consecuencias en el derecho marítimo de dicha cuestión.
Por ello es que no habrá acuerdo y sí creciente tensión. Y en la medida en que ambos representen a argentinos y chilenos, negras son las perspectivas para nuestros pueblos, que todo tienen que ganar con un arreglo político y pacífico del diferendo, con su amistad y unidad tercermundista, y nada que perder con ello, salvo su dependencia y opresión.
La dictadura videlista ha firmado el acuerdo, porque está requerida de tiempo para fortalecer un eje belicista con los sectores prorrusos de Bolivia y Perú, hoy inmersos en un proceso electoral que les dificulta en lo inmediato, sumarse activamente al conflicto. Y para proseguir con los intentos de neutralización de Brasil respecto al mismo.
El acuerdo de Videla y Pinochet no ha hecho así más que poner de manifiesto e institucionalizar que la cuestión Beagle ha sido transformada en un posible detonante de una guerra que por el dominio de la región empujan la URSS y EE.UU.; en especial, en los actuales momentos, el socialimperialismo soviético y sus socios en la dictadura que soporta el pueblo argentino. Esta es la dolorosa verdad.
La disputa de las dos superpotencias
Los pueblos de Argentina, y Chile y de toda América Latina, están sufriendo en carne propia las consecuencias de la criminal disputa de EE.UU. y la URSS por el control y el dominio del mundo entero. Jóvenes cubanos son utilizados como tropas mercenarias contra las luchas liberadoras de los pueblos africanos. No hay prácticamente rincón de la tierra donde esa disputa no se desarrolle.
En la actualidad, eso lo demuestran los conflictos de Angola, Zaire y el Cuerno de África, es la URSS quien está a la ofensiva y la más agresiva, por cuanto llegó tarde al reparto imperialista del mundo y dada su debilidad económica relativa, basa su expansión en su creciente poderío militar.
Son el proletariado y los pueblos oprimidos del mundo los más afectados por esa disputa, que llevará inexorablemente al estallido de una nueva guerra mundial. Y son los pueblos del Tercer Mundo -la inmensa mayoría de la población mundial- quienes constituyen la fuerza principal en la lucha creciente por impedir y derrotar la política de agresión y hegemonisrno que practican las superpotencias.
Estas han sufrido duros golpes y derrotas. Particularmente el socialimperialismo soviético, que ha sido desenmascarado en su sabotaje a la lucha de los pueblos árabes; en su utilización de tropas mercenarias para agredir a los pueblos africanos en Angola, Zaire, y en el conflicto etíope-somalí; en sus intentos de golpes de Estado en Sudán y otros países; igualmente, por la valiente lucha de egipcios y somalíes, en su política de saqueo, imposiciones militares y utilización de los pueblos para sus planes de expansión y hegemonía imperialista. Y desenmascarado en su pillaje de riqueza pesquera en mares extranjeros, como ha sucedido en nuestro país. También crece la resistencia de los países del Segundo Mundo a ambas superpotencias y en especial a la URSS.
Los pueblos no quieren la guerra. Pero la naturaleza imperialista de las superpotencias y su feroz disputa por el dominio mundial, llevará al mundo inevitablemente hacia ella. Esta es una cosa independiente de la voluntad del hombre. No somos fatalistas, pero dado que esta guerra es producto del imperialismo, es imposible eliminar la guerra mundial sin realizar una revolución que derroque y acabe con el sistema imperialista. Si ésta se concreta en los territorios de las dos superpotencias y las convierte en países socialistas, claro está que la guerra mundial será sin duda eliminada. Esta revolución se producirá tarde o temprano, pero aún no se ha concretado, ni aparece como una cuestión inminente e inmediata. De tal forma, no cabe para los pueblos del mundo cerrar los ojos y bajar la guardia ante los planes guerreristas de las superpotencias, porque ello sólo deparará mayores sufrimientos y retardará la derrota de las mismas y el progreso de la Humanidad.
En el curso de esta lucha los pueblos pueden lograr aplazar el estallido de la guerra, y una vez estallada ésta encontrarse en una situación favorable si están bien preparados y sostienen una lucha infatigable.
En tal caso, por grandes que sean los sacrificios y las pérdidas que impongan a la humanidad, no serán las superpotencias quienes acabarán con los pueblos sino estos con las superpotencias.
Esta se ha constituido en una tendencia histórica irreversible. Tendencia que impulsa a los países a la liberación y a los pueblos a la revolución.
Argentina y Chile son parte del Tercer Mundo. Son países oprimidos y dependientes. Como tales son impulsados en la actualidad, a una guerra que tiene como objetivo, dirimir la hegemonía entre la URSS y EE.UU. en el Atlántico Sur y en la región que controla el paso entre el Océano Atlántico y el Pacífico. Pero esta guerra no es inevitable. Si ambos pueblos se unen y luchan contra los planes guerreristas de sus opresores y dictadores de turno, pueden impedir ser utilizados como carne de cañón en la disputa interimperialista del Cono Sur de América Latina. Esta es una posibilidad concreta y la gran responsabilidad histórica que afrontan en la actualidad ambos pueblos. Existen para ello condiciones favorables, pues yanquis y rusos se encuentran en toda América Latina montados sobre un verdadero volcán.
Se afianzan corrientes tercermundistas en Venezuela y México. Igualmen-te en Brasil, Bolivia, Perú y otros.
El pueblo de Panamá ha logrado una gran victoria en su lucha por recuperar la soberanía sobre el Canal ocupado por los EE.UU.. Los nicaragüenses han ganado las calles sacudiendo en sus cimientos la política de crímenes y entrega practicada por el somozismo durante más de cuarenta años. Igualmente, la reciente huelga de los trabajadores peruanos, las luchas democráticas en Brasil, la lucha de los mineros chilenos de la mina El Teniente, las luchas obreras y la huelga ferroviaria en nuestro país, y sobre todo, la extraordinaria movilización del pueblo boliviano que ha logrado arrancar a Banzer una amplia amnistía para presos y exilados y la normalización sindical, muestran el inicio de un nuevo ascenso de lucha de las masas latinoamericanas, en su largo combate por la independencia nacional y la emancipación social.
Movilizarse contra la política de hambre, represión, entrega y guerra
La política internacional de la dictadura videlista es una lógica consecuencia de su política interna antinacional y antipopular.
La dictadura ha sumido a la clase obrera y al pueblo en una tremenda situación de hambre, superexplotación, miseria y entrega de las riquezas nacionales. Y ha impuesto en nuestra patria, como es conocido en el mundo entero, la represión fascista más feroz y sanguinaria de que se tenga memoria en muchas décadas. Miles de detenidos pueblan las cárceles, y más de veinte mil desaparecidos, torturados y detenidos no “aparecen” en las listas oficiales, que son en realidad verdaderas listas de la muerte para millares de patriotas y antiimperialistas del movimiento obrero y popular argentino.
El binomio Videla-Martínez de Hoz descarga cínica y calculadamente la crisis económica que soporta el país –y que ellos han profundizado–, sobre las espaldas del pueblo trabajador. Miles de millones de dólares han salido de los presupuestos de 7 millones de asalariados para engrosar los bolsillos de los grandes monopolios y terratenientes. El país padece de una inflación y de un endeudamiento externo que no conoció en su historia. Se impulsa la liquidación lisa y llana de las pequeñas y medianas empresas de la industria nacional. Se privatizan y entregan por monedas empresas estatales claves para la economía del país. Se condena a la ruina a masas de campesinos pobres y medios a través de desalojos “legales” de sus pequeñas chacras, y se otorgan precios que lejos están de ser compensatorios para sus magras cosechas. Mientras tanto los grandes terratenientes acumulan nuevas extensiones de tierra a sus ya inmensos latifundios, que son una traba insalvable para el desarrollo independiente y democrático del país.
Sólo un pequeño grupo de grandes monopolistas, de oligarcas y de grandes burgueses asociados a las dos superpotencias, en especial al socialimperialismo soviético, están haciendo su agosto a costa del hambre y la miseria popular. Son estos últimos y sus testaferros, hegemónicos en la dictadura, quienes han sido los más grandemente beneficiados por la dictadura con concesiones petroleras, con negociados como el de ALUAR y el monopolio del aluminio, con el monopolio de los aceros especiales, con la entrega del Swift de La Plata y Rosario, con la Ley de Carnes, con la comercialización cerealera, con la especulación financiera y con las principales obras para el Mundial de fútbol, etc.
La Década Infame ha quedado empequeñecida en comparación con la situación por la que atraviesan actualmente las masas populares. Se ha impuesto una política educativa para minorías selectas y se han agravado todos los problemas de sanidad y vivienda popular.
Y ahora, con la hipocresía e insensibilidad propias de vendepatrias, esta dictadura, traficando con la sangre de nuestra juventud, pretende embarcarnos en una aventura bélica, cuyos únicos beneficiarios, serán los mismos que en el presente la apoyan y felicitan por su política de “recuperación y reorganización nacional”.
Es el pueblo quien paga desde el presente los preparativos bélicos con nuevos sufrimientos y privaciones, y son los obreros, los campesinos, la juventud, las masas populares y no las minorías que impulsan el conflicto armado, quienes serán carne de cañón de la guerra que se prepara.
Pero si hambre, represión y guerra son los planes de estos asesinos al servicio del socialimperialismo, el imperialismo y la reacción, otros son los planes del pueblo argentino que, contrariamente a lo que aquéllos esperaban, no se ha dejado arrastrar por la propaganda chovinista y belicista que han desatado.
Un polvorín de descontento late bajo los pies de la dictadura. El proceso abierto por el Cordobazo no ha sido detenido. El retroceso temporario operado luego del 24 de marzo de 1976 ha dado paso a destellos crecientes de lucha obrera y popular. La consigna de un paro de 36 hs. que cree las condiciones para pasar a la contraofensiva popular, es hoy una consigna que recorre el país y que no tardará en hacerse realidad, mal que les pese a la dictadura y sus sirvientes. La unidad popular con centro en los cuerpos de delegados de fábrica, y la unidad de comunistas revolucionarios, peronistas, radicales y patriotas de los más diversos sectores, es una necesidad que crece frente a tanta opresión, explotación, tantos crímenes y planes belicistas.
¡No a la guerra contra nuestros hermanos chilenos!
La lucha contra la sucia guerra que se prepara contra Chile, por la paz y unidad de argentinos y chilenos, debe acrecentar la unidad del pueblo argentino y su lucha antidictatorial liberadora. La guerra de Videla y Pinochet debe y puede ser impedida.
Pero, si no obstante estos sentimientos ampliamente mayoritarios, las minorías proimperialistas que usurpan el poder tanto en nuestra patria como en Chile, logran encender la mecha de un conflicto armado, para ambos pueblos habrá llegado la hora de cambiar de hombro el fusil, y avanzar más firmemente que nunca hacia el derrocamiento revolucionario de las dictadura que nos enfrentan v dividen, revirtiendo de ese modo la guerra fratricida en proceso liberador triunfante. Unidad latinoamericana e independencia nacional, esa es la senda que nuestros próceres San Martín y O'Higgins, marcaron con su ejemplo, para todas los patriotas que habitan la tierra americana. Y no serán Pinochet ni Videla quienes nos apartarán de ese glorioso camino.
¡Por un arreglo pacífico de nuestros problemas limítrofes en beneficio de la unidad de nuestros pueblos, de la unidad latinoamericana y de los pueblos del Tercer Mundo!
¡Movilización y unidad contra la política hegemonista y aventurera de las dos superpotencias, en especial del socialimperialismo soviético, en el Cono sur de América Latina!
¡Amistad y unidad de los pueblos argentino y Chileno contra las dos superpotencias y las dictaduras de Videla y Pinochet!
¡Unidad y lucha de la clase obrera, de los soldados y de todo el pueblo argentino contra la política aventurera y belicista de la dictadura videlista!
¡Unidad junto al pueblo de los sectores patrióticos de las Fuerzas Armadas para impedir la guerra y garantizar la paz con el hermano pueblo chileno!
¡Unidad y lucha contra la política de hambre, represión, entrega y guerra de la dictadura fascista y vendepatria de Videla!
Por la aparición con vida de Gody Alvarez, René Salamanca, Angel Manfredi, Manuel Guerra, Ana Sosa, Rodolfo Willimberg, Raúl Molina, Luis Márquez, Miguel Magnarelli, Jorge Andreani, Sofía Cardozo, Manuel Alvarez, y los miles de secuestrados!
¡Libertad a Gerardo Luna, Roque Romero, Horacio Narvarte, Rafael Gigli, Jorge Pellegrini, Norma Nassif, Mónica Busto, José Pesce, Osvaldo Torres, Alberto Colaski, Guillermo Rivas, Wilfredo Meloni, Horacio Micucci, Carlos Cardozo, Nelson Ramírez, Julio Kaplan, Carlos Retamoza, Amadeo Fernández, Teodoro Ulrich, Cirila Benítez, Eduardo López, Carlos Mansilla, Enrique García Ruiz, Horacio Ciafardini, Mario Ríos, Norberto Brigiler, Oscar Ezpeleta, Albino Gall, Ovaldo Bidabehere, Roberto Olivera, Arturo Corte, Dardo Hernández, Rafael Guardia. Ramón Liurba, y demás miles de presos de la dictadura! ¡Libertad a Isabel Perón, Lorenzo Miguel, y demás peronistas y patriotas presos!
¡Por un paro combativo de 36 Hs. que cree las condiciones para pasar a la controfensiva popular!
¡Por el derrocamiento revolucionario de la dictadura! ¡Por un Gobierno Provisional Revolucionario, expresión de la unidad antidictatorial triunfante, que aplique un programa popular y convoque a una Asamblea Constituyente sobre la base de elecciones verdaderamente libres!